La comedia "Nuestras mujeres" hace las delicias del respetable

Gabriel Olivares dirige este moderno vodevil, cargado de tintes trágicos y de humor negro


Gabriel Olivares dirige estos días la obra “Nuestras mujeres”, en el Teatro La Latina de Madrid. Se trata de una comedia con tintes trágicos y humor negro que hace las delicias del respetable, gracias a su brillante relojería: Organizada en tres actos canónicos, exposición, nudo y desenlace, se constituye en vodevil con todas las hechuras del género, pero modernizado. Por Ángel García Galiano.




Cartel de la obra. Fuente: Teatro La Latina.
Una muy buena entrada recibió la subida del telón de este fresco y moderno vodevil escrito con todas las hechuras del género, pero modernizado y sometido a una mayor contención, y renuente al chafarrinón o a la gracieta fácil, cosa que se agradece, y mucho.

Una comedia con tintes trágicos y humor negro que, por lo que se ve al cabo, en los generosos aplausos, ha hecho las delicias del respetable.

Un apartamento moderno decorado con blancos, negros, rojos, amplio y frío: apenas fotos, ninguna flor, cero toque femenino, ¿el apartamento de un solterón? En seguida lo comprobaremos.

Max dispone las fichas, prepara la bebida, una baraja de cartas, tres sillas, la típica puesta en escena de una noche de viernes en que tres amigos preparan una larga velada de tahúres para ellos solos, con pizza y mucho vino. Pero solo dos personajes en escena, ya impacientes, que se quejan del retraso intolerable del tercero. Al cabo llega este, en pésimo estado, y confiesa lo increíble: acaba de matar a su mujer.

Tras este desopilante comienzo, insólito, en el límite de lo verosímil, la increíble noticia del crimen empieza a tejer entre los tres cuarentones, sobre todo los dos protagonistas, Max y Paul, espléndidamente interpretados por Gabino Diego y Antonio Garrido, una suerte de inmersión psicoanalítica en la deriva de sus vidas, de sus relaciones de pareja, el uno aburridamente casado, el otro enésimamente desemparejado, la cual genera un incisivo, gracioso, dramático, interesante diálogo sobre el sentido de la existencia, las relaciones de pareja, la pérdida irremisible de los sueños de juventud, la sensación de que la vida de los demás siempre es mucho más fácil y llevadera que la propia, la busca inútil de la felicidad, el acomodo matrimonial y su resaca de molicie y tedio, los hijos, o  el no haberlos tenido, y, sobre todo, la sensación de que en una pareja nunca nada es lo que parece y de que “en todas partes cuecen habas”.

Brillante relojería

Comedia con tintes dramáticos, organizada en tres actos canónicos, exposición, nudo y desenlace, un solo decorado, riguroso cumplimiento de la unidad de tiempo y acción, brillante giro final con salida airosa hacia la melancolía y la (relativa) recomposición del tablero.

Noventa minutos de brillante relojería “amable” a pesar del tema y su obertura. Nada que objetar. Misión cumplida. Los actores en su papel, la iluminación adecuada, aunque acaso sobre, por convencional, la necesidad de subrayar los apartes. Muy acertado, en cambio, el juego de apagados con las palmadas que da lugar a un gag estupendo.

En definitiva, el público sale a la noche primaveral del otoño madrileño sabiendo que el cambio de hora les regalará tiempo para pensar en sus propias vidas, sus parejas e hijos. Un vodevil (in)trascendente que comienza con un “la maté porque era mía” y termina con un wasapp: “Papá, tenemos que hablar…”. Por mi parte, más que aprobado.

Referencia:

Autor
: Eric Assous.
Director: Gabriel Olivares.
Reparto: Gabino Diego (Paul), Antonio Garrido (Max), Antonio Hortelano (Simon).
Próximas representaciones: Hasta el 1 de noviembre en Teatro La Latina de Madrid.
 


Jueves, 29 de Octubre 2015
Ángel García Galiano
Artículo leído 1490 veces


Otros artículos de esta misma sección