“La clave de la medicina del siglo XXI será el vínculo entre el cuerpo y el espíritu”

“No se puede separar el estado físico del estado mental”, declara el psiquiatra David Servan-Schreiber en esta entrevista


La clave de la medicina del siglo XXI será el vínculo entre el cuerpo y el espíritu, según el psiquiatra francés David Servan-Schreiber, para quien es necesario tratar bien al cuerpo y tratarlo en profundidad para que nos permita seguir viviendo. Esta sabiduría está siendo recuperada por la medicina porque la ciencia demuestra que esto funciona. Por eso es posible curar la ansiedad y la depresión sin medicamentos. Coherencia cardiaca, movimiento de los ojos, el amanecer, la acupuntura, los Omega-3, el deporte y la comunicación emocional, son los nuevos senderos de la medicina. Los medicamentos quedan como último recurso. Por Catherine Dubé.


Catherine Dubé
10/10/2004

David Servan Schreiber. Foto: Br-online
Sentada confortablemente delante del médico y psiquiatra francés David Servan-Schreiber, respiro profundamente dejando desfilar bajo mis párpados recuerdos agradables. Un pequeño captor registra mis movimientos cardiacos, cuyo ritmo, cada vez más caótico, aparece en la pantalla del ordenador portátil situado delante de nosotros. ¿Debo inquietarme por estos sobresaltos?

El ritmo cardiaco varía constantemente, es normal porque el cuerpo se adapta a los acontecimientos y las emociones a cada momento. Eso se llama la variabilidad cardiaca , me tranquiliza el doctor. Después de unos minutos de este ejercicio de respiración que parece de yoga, mi ritmo cardiaco se vuelve “coherente”. Sobre la pantalla, una línea de curvas regulares ha sustituido el caos anterior. Interesante...

En el best-seller del médico, “Curación emocional”, en el que se explica cómo curar el estrés, la ansiedad y la depresión sin medicamentos ni psicoanálisis, esta técnica de “coherencia cardiaca” es presentada como una manera de curar el cuerpo y el alma, tal como lo hace la acupuntura, el ejercicio físico y el consumo de Omega-3.

Traducido y lanzado en más de 20 países, este libre conoce un gran éxito después de su publicación en 2003. Sin duda porque los métodos preconizados son simples y porque el hombre es creíble. Ha seguido una carrera clínica en Pittsburg y en la Facultad de Medicina de Lyon. Su obra desborda referencias de estudios científicos. Recientemente, su autor estuvo en Montreal para asistir a un congreso internacional sobre una de las técnicas que utilizad para tratar los traumatismos psicológicos, la EMDR (Eye Movement Desensitization and Reprocessing). Fue el momento en el que se realizó esta entrevista.


¿Qué es lo que le ha llevado a interesarse por técnicas más próximas a las medicinas alternativas que a las de la medicina occidental?

Fue durante un viaje a La India, durante el cual trabajé con refugiados tibetanos, en Dharamsala. Allí descubrí que la medicina tradicional tibetana, basada en la acupuntura y las plantas, funcionaba muy bien en estos refugiados. Constaté entonces que muchos estudios científicos habían demostrado ya su eficacia. También tengo una amiga de la infancia, aquejada de depresión, que rechazó los medicamentos propuestos por su médico. Se curó finalmente por un método no convencional, una especie de hipnosis, que yo había aprendido a despreciar en mis tiempos de estudiante. Estaba desconcertado porque si ella hubiera acudido a mí, sólo le habría recetado Prozac. Me di cuenta de que estaba a punto de descubrir algo.


La mayor parte de los métodos que usted presenta en su libro son tan antiguas como el mundo: consumo de aceite de pescado, el ejercicio, levantarse con el Sol... ¿Es que hemos olvidado estos conocimientos?

La medicina ha dado un mal paso con los antibióticos, el mayor descubrimiento médico de todos los tiempos. Estos medicamentos son fantásticos, ya que funcionan independientemente de la condición física del paciente, su alimentación, su cronobiología o sus relaciones afectivas. Y se ha creído que todo el resto de la medicina moderna debía funcionar de la misma forma. Pero no es así. Cuando alguien padece una enfermedad cardiaca, se realizan intervenciones muy sofisticadas que retiran los obstáculos de las arterias, pero eso no cambia en nada la enfermedad cardiaca. Se ha creído que porque se podían curar las crisis agudas, se conocía todo sobre la medicina. Pero no es así. Hace falta tratar bien al cuerpo y tratarlo en profundidad para que nos permita seguir viviendo. Esta sabiduría se está recuperando. Y lo novedoso es que ahora tenemos a la ciencia para demostrar que esto funciona.


¿Acaso todas las medicinas alternativas tienen algo que aportarnos?

Hay muchas medicinas dulces sobre las que no hablo, como la homeopatía, porque no estoy convencido de su eficacia. Yo sólo utilizo métodos validados por resultados científicos. No he llegado a la medicina alternativa por un rechazo de la ciencia. He pasado veinte años estudiando la medicina y las ciencias neurocognitivas, a enseñarlas, a dirigir un centro de investigación en Estados Unidos. Esta es mi cultura. Sin embargo, me he dado cuenta de que hay técnicas tradicionales que funcionan muy bien, pero de las que no se habla simplemente porque no hay intereses económicos detrás. No hay patentes para los Omega-3, la respiración, las agujas de acupuntura. Nadie está interesado en promocionarlas. No estoy a favor ni en contra de las medicinas alternativas. Estoy a favor de la medicina que funciona, con los menores efectos secundarios posibles. ¡Todos los médicos buscamos esto!



Cada vez se comprende major como funciona la acupuntura, favoreciendo por ejemplo la secreción de endorfinas, un analgésico natural. La medicina occidental rechaza sin embargo cree en los meridianos y en el Qi (flujo de energía). ¿Cree usted en ellos?

Yo creo en la homeostasis, un concepto de la medicina occidental según el cual existen mecanismos de retorno al equilibrio cuando las funciones psicológicas de alejan del punto de equilibrio. Para que el organismo alcance este estado, hace falta que cada órgano funcione en una “zona” determinada. Un ejemplo, los riñones filtran la sangre, pero si el sodio que queda está demasiado concentrado o demasiado diluido, entonces nada funciona. Entonces, para que los riñones hagan bien esta tarea, es preciso que todos los demás órganos y glándulas del organismo funcionen bien, el páncreas, el intestino, el hipotálamo, etc. Esto es la homeostasis. Pero ¡el Qi es lo mismo! Es una energía que regula el conjunto de las funciones, cada órgano depende de ella y contribuye a ella. Hablar de Qi es decir que no se puede resumir la salud a la función de un órgano. No hay un científico que niegue esto. Los occidentales creen que inventaron algo con el concepto de homeostasis, pero no hay nada nuevo respecto a la función energética de la que hablan los chinos desde hace 5.000 años.


Según usted, los psicólogos y psiquiatras se equivocan al pretender curar los males del alma a través del lenguaje. ¿Por qué?

El ser humano posee dos cerebros: un cerebro cognitivo y racional en la superficie (¿el cortex?) y un cerebro emocional, más profundo, el sistema límbico. El cerebro cognitivo es la sede del pensamiento y del lenguaje, mientras que el cerebro emocional es la sede de las emociones y controla la sicología del cuerpo: el ritmo cardiaco, la tensión arterial, el apetito, el sueño, la libido e incluso el sistema inmunitario. Para curar la depresión y la ansiedad es más fácil entrar en comunicación con el cerebro emocional a través del cuerpo, en vez de por el lenguaje y el pensamiento.

Foto: Br-online
Hablar, confiarse, ¿es útil en la terapia? ¿Practica usted el psicoanálisis basado en el relato de la vida?

Practico todavía algunas formas de psicoterapias. Pienso que el lenguaje es particularmente apropiado para la gestión de las relaciones afectivas. Hay que enseñar a la gente a hablarse. Pero el psicoanálisis lo he dejado de lado porque se pierde en el lenguaje. No estoy en contra del psicoanálisis, pero es preciso enseñar a batirse sobre el cuerpo. Creo que la clave de la medicina del siglo XXI será este vínculo entre el cuerpo y el espíritu. No se puede separar el estado físico del estado mental.


Usted utiliza todavía los medicamentos. ¿Deberían constituir únicamente un último recurso?

No deberían ser en cualquier caso el primer recurso. Y No soy el único que lo dice. El National Institute for Clinical Excellence, un destacado organismo del ministerio británico de la Salud, ha publicado un informe en el que afirma que los medicamentos no deberían ser nunca el primer tratamiento para la depresión.


Sin embargo, es lo más corriente

Efectivamente, es una mala práctica médica. De la misma forma que no se utilizan los esteroides como primer recurso en el tratamiento de las enfermedades de la piel. No se podría practicar la medicina sin esteroides, pero hay que utilizarlos de manera racional.


La integración neuro-emocional por los movimientos oculares (EMDR) es una terapia que permite curar traumatismos del pasado imitando los movimientos de los ojos que tienen lugar espontáneamente durante el sueño. Sin embargo, no existe unanimidad al respecto entre los psiquiatras...

Es verdad que el EMDR es polémico. Cuando se dice que el hecho de mover los ojos va a cambiar algo en la vida de la gente que ha sufrido grandes traumas como violaciones, la pérdida de un niño o un genocidio, eso parece imposible. La idea me parecía totalmente ridícula al principio. Pero ya hay 16 estudios controlados que demuestran que esto funciona después de algunas sesiones de EMDR. Es tan delirante como eficaz.


¿Cómo funciona?

No se sabe muy bien. Cuando hay una emoción muy fuerte unida a un traumatismo pasado, o bien no se puede pensar en ella porque se siente uno muy mal, o bien se está abatido por ella. La clave está en poder observar la emoción sin dejarse hundir en ella. Eso es lo que permite EMDR. La otra hipótesis es que la técnica activaría el mecanismo de reorganización de la información que tiene lugar durante el sueño. La emoción unida al traumatismo sería así finalmente redirigida.


Los siete métodos de David Servan-Schreiber

1. La coherencia cardiaca. El ritmo cardiaco varía constantemente, lo que es normal porque el cuerpo se adapta a cada momento a los acontecimientos y las emociones. Mediante un ejercicio de respiración parecido al yoga, se puede inducir coherencia en esta variabilidad originalmente caótica. Un estado que sería benéfico no sólo para la salud física (mejor inmunidad, longevidad, salud cardiaca) sino también para la salud moral (mejor gestión del estrés y de las emociones negativas).

2. La integración neuro-emocional por los movimientos oculares (EMDR). Imitando los movimientos de los ojos que tienen lugar espontáneamente durante el sueño, la terapia EMDR permitiría al cerebro digerir rápidamente los residuos de los traumatismos del pasado, de la misma forma que se digieren los acontecimientos del día durante el sueño.

3. La simulación del amanecer. El cerebro emocional es muy sensible a los diferentes ritmos biológicos. Gracias a una lámpara que simula la aparición progresiva del amanecer, es posible despertarse despejado, un tratamiento eficaz para los días nublados, particularmente los de invierno.

4. La acupuntura. Los chinos curan la depresión mediante la acupuntura desde hace 5.000 años. Las técnicas de imaginería moderna demuestram que esta técnica tiene un efecto real sobre el cerebro.

5. Los Omega-3. Más de la mitad del cerebro está constituida por ácidos grasos. Consumir ácidos grasos Omega-3, presentes sobre todo en los aceites de pescado, mejora su funcionamiento y estabiliza el humor.

6. El deporte. El ejercicio físico tiene poderosos efectos sobre los neurotransmisores del cerebro. Según numerosos estudios, el ejercicio es tan efectivo como un antidepresivo.

7. La comunicación emocional. Las relaciones afectivas regulan las emociones y en consecuencia toda la psicología del cuerpo. El amor es una necesidad biológica, como lo es el alimento o la protección contra el frío. Ocuparse de los demás (incluso de un animal) mejora el humor y la respuesta al estrés.


Entrevista publicada originalmente por la revista Cybersciences. Se reproduce con autorización de su autora. Traducción del francés: Eduardo Martínez.



Catherine Dubé
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