Soho. NASA
El Sol atraviesa un período de actividad que no tiene precedentes en los últimos 1.150 años y que se ha ido intensificado desde 1940, por lo que las perturbaciones que esta actividad ocasionan en la Tierra seguramente van a continuar produciéndose en el futuro, según el geofísico Ilya Usoskin, que ha reconstruido la historia de las tormentas solares de los últimos mil años.
La actividad solar de los últimos días ha sido considerada por el doctor Brekke, del observatorio SOHO, como la más intensa de los tiempos modernos. Ha originado sensibles perturbaciones en los sistemas de telecomunicaciones y de navegación, así como ha provocado auroras boreales debido a la agitación en la ionosfera de los protones procedentes del Sol.
La historia de las tormentas solares ha podido reconstruirse calculando el número de manchas presentes en la superficie del Sol. El equipo de Ilya Usoskin, de la Universidad finlandesa de Oulu, y sus colegas del Instituto Max Plank de Alemania, se apoyaron en los datos recaudados por los astrónomos desde principios del Siglo XVII, cuando se inventó el telescopio, para confeccionar esta historia.
Asimismo, analizaron hielo de Groenlandia y de la Antártida para descubrir la concentración de berilio-10 en la atmósfera a lo largo del tiempo, ya que cuanto más activo está el Sol, más disminuyen las concentraciones de berilio-10, un isótopo que se puede encontrar en nuestro planeta cuando los rayos cósmicos de alta energía impactan la atmósfera terrestre.
Con los datos de ambas fuentes en la mano, descubrieron que el número de manchas solares visibles desde 1940 es mucho más intenso que el que existió en los mil años anteriores, y así lo explican en un artículo publicado en la Physical Review Letters.
Corazón de hierro
Las manchas solares, apreciables en la superficie del astro, son buenos indicadores de la actividad que se desarrolla en el interior del Sol, donde existe un intenso campo magnético originado por la rotación sobre sí misma de la enorme masa de gas que integra su estructura.
Este campo magnético interno participa en la formación de las erupciones solares que envían a la Tierra masas de rayos y partículas cargadas eléctricamente, que son las que perturban los sistemas eléctricos y la actividad de los satélites. Otra teoría sitúa el origen de estas tormentas en el “corazón de hierro” del Sol.
Dado que estas erupciones solares duran generalmente muchos días, y que el Sol tiene una rotación de 28 días terrestres, diversos planetas quedan expuestos a las perturbaciones que estas erupciones propagan por el Universo.
Según los datos recogidos por el satélite SOHO, que orbita al astro rey, en el momento de la erupción el Sol brilla 100 veces más en rayos X, en relación con la media habitual, en el espectro electromagnético. El satélite ha llegado a filmar la poderosa ola de protones que acompaña a una tempestad magnética.
Estos episodios de la vida del Sol ocurren esporádicamente y son difíciles de prever en frecuencia y actividad, ha advertido la ESA, por lo que representan un problema para nuestras tecnologías a pesar de los 150 millones de kilómetros que separan a la Tierra del astro.
La actividad solar de los últimos días ha sido considerada por el doctor Brekke, del observatorio SOHO, como la más intensa de los tiempos modernos. Ha originado sensibles perturbaciones en los sistemas de telecomunicaciones y de navegación, así como ha provocado auroras boreales debido a la agitación en la ionosfera de los protones procedentes del Sol.
La historia de las tormentas solares ha podido reconstruirse calculando el número de manchas presentes en la superficie del Sol. El equipo de Ilya Usoskin, de la Universidad finlandesa de Oulu, y sus colegas del Instituto Max Plank de Alemania, se apoyaron en los datos recaudados por los astrónomos desde principios del Siglo XVII, cuando se inventó el telescopio, para confeccionar esta historia.
Asimismo, analizaron hielo de Groenlandia y de la Antártida para descubrir la concentración de berilio-10 en la atmósfera a lo largo del tiempo, ya que cuanto más activo está el Sol, más disminuyen las concentraciones de berilio-10, un isótopo que se puede encontrar en nuestro planeta cuando los rayos cósmicos de alta energía impactan la atmósfera terrestre.
Con los datos de ambas fuentes en la mano, descubrieron que el número de manchas solares visibles desde 1940 es mucho más intenso que el que existió en los mil años anteriores, y así lo explican en un artículo publicado en la Physical Review Letters.
Corazón de hierro
Las manchas solares, apreciables en la superficie del astro, son buenos indicadores de la actividad que se desarrolla en el interior del Sol, donde existe un intenso campo magnético originado por la rotación sobre sí misma de la enorme masa de gas que integra su estructura.
Este campo magnético interno participa en la formación de las erupciones solares que envían a la Tierra masas de rayos y partículas cargadas eléctricamente, que son las que perturban los sistemas eléctricos y la actividad de los satélites. Otra teoría sitúa el origen de estas tormentas en el “corazón de hierro” del Sol.
Dado que estas erupciones solares duran generalmente muchos días, y que el Sol tiene una rotación de 28 días terrestres, diversos planetas quedan expuestos a las perturbaciones que estas erupciones propagan por el Universo.
Según los datos recogidos por el satélite SOHO, que orbita al astro rey, en el momento de la erupción el Sol brilla 100 veces más en rayos X, en relación con la media habitual, en el espectro electromagnético. El satélite ha llegado a filmar la poderosa ola de protones que acompaña a una tempestad magnética.
Estos episodios de la vida del Sol ocurren esporádicamente y son difíciles de prever en frecuencia y actividad, ha advertido la ESA, por lo que representan un problema para nuestras tecnologías a pesar de los 150 millones de kilómetros que separan a la Tierra del astro.