Imagen: Robert Delaunay, Le Premier Disque. Fuente: Wikimedia Commons.
Gestalt es una palabra alemana que se puede traducir por totalidad, completitud, estructura, forma, configuración..., pero cuyo significado es más amplio y complejo, por lo que se ha dejado sin traducción en la mayoría de los idiomas (en todos de los que tengo noticia).
La teoría gestalt de campo en la terapia gestalt de Perls , Hefferline y Goodman (1951) tiene sus raíces por una parte en la psicología gestalt [1] (Wertheimer , Köhler y Koffka ) y por otra en las teorías de campo de la sociología, sobre todo de Kurt Lewin (1951), y también en las biológicas: “teoría organísmica ” de Goldstein. Es asimismo importante la influencia de los pragmatistas americanos James, Dewey y Mead.
Esta teoría gestalt de campo, como mostré en un artículo previo de Tendencias21, es estructuralmente homóloga (Bertalanffy, 1968, teoría de sistemas), en el marco humano, a la Teoría de campo de la Física. Así, introduce en la psicología y la psicoterapia el concepto de campo organismo-entorno (individuo-sociedad).
En una contribución personal a esta teoría de campo, y para resolver con una teoría integrativa distintas posiciones que se dan en la terapia gestalt, desarrollé la teoría de “los tres campos ”. En ella también considero que el continuo cuerpo-mente, al que llamo ‘campo organísmico’, se puede integrar en esta visión de una realidad que trasciende las categorías. El campo del continuo cuerpo-mente está anidado en el continuo organismo-entorno.
Esta manera de concebir la relación individuo-sociedad va, a mi entender, más allá de lo que Bartra llama una “prótesis cultural del cerebro ” e implica una experiencia más compleja y más total. Más en el sentido de: “la realidad [...] es que formamos un continuo con el entorno y con la sociedad en el que todos somos un uno indivisible...”, como ha escrito Eduardo Martínez de la Fe en Tendencias21. Un campo como decimos en terapia gestalt. Y sigue E. Martínez: “El continuo individuo-sociedad es similar al espacio-tiempo de Einstein o al continuo sujeto-objeto derivado de la ciencia del conocimiento: una realidad no puede explicarse sin la otra.” Es decir, si estamos en un campo no podemos prescindir de uno de sus polos, carece de sentido pensarlo así.
Intercambio de partículas... y de información
La Teoría del campo unificado de la física implica que: “...las fuerzas entre los objetos pueden describirse por los efectos de los “campos” [...] los campos pueden describirse en términos de intercambio de partículas que transfieren el momento y la energía entre los objetos”. Si nos basamos en la teoría de Vlatko Vedral (Tendencias21) y otros (Tendencias21) podemos sugerir que ese intercambio de partículas es, al fin y al cabo, un intercambio de información.
En base al planteamiento de la teoría de sistemas (Bertalanffy, 1968), concebimos la homología de las estructuras en diferentes niveles de la realidad (físico, químico, biológico, psicológico, social...). Así, si trasladamos la teoría del campo unificado de la física al terreno macroscópico, podemos entender que esas “fuerzas entre los objetos” pueden referirse perfectamente a las tensiones e intercambios que se producen entre dos polos diferenciados cualesquiera.
En el ser humano, esas tensiones e intercambios se producirían entre el cuerpo y la mente -en un nivel de la realidad humana- y entre su organismo y su entorno, en otro de los niveles. Por tanto, podríamos concebir que entre el cuerpo y la mente y entre el organismo y su entorno se da un intercambio recursivo de información. Por tanto, la interacción humana se puede concebir como un “campo unificado ” (Parlett, 1991) y lo mismo ocurre con la intro-acción.
El self como función de campo
El resultado del campo que constituyen dos polaridades está más allá del significado de cada uno de los polos que lo forman (Tendencias21 ). Así, el campo organísmico es ‘algo más’ que cuerpo y mente. Es otra cosa. Por ejemplo, el agua es y no es oxigeno e hidrógeno; es agua sin dejar de ser, al mismo tiempo, sus componentes. Así el cuerpo-mente es ¡otra cosa!, más allá del cuerpo y de la mente, aunque no sea ‘más que’ cuerpo y mente.
Lo mismo ocurre con el campo organismo-entorno, es más que la experiencia de la interacción del individuo con el entorno. La experiencia integrada de ambos campos trasciende las divisiones mentales. Ese traspasar las divisiones mentales implica experimentar el “instante revelador” del que hablo en otro artículo de Tendencias21.
A la función que une el campo organismo-entorno y fluye como “fuerza entre los objetos”, la terapia gestalt la denomina self (sin traducir). Añado que en terapia gestalt el ‘entorno’ es normalmente otra persona. Así hablamos del self de una relación interpersonal. El self, al ser una función del campo, una propiedad del mismo, no ‘pertenece’ ni al individuo, ni al entorno; a ninguno de los individuos de la relación interpersonal. Es algo que se activa entre ambos en un momento dado. Como en el electroimán, en el que se produce el campo al activar la corriente eléctrica [2].
La teoría gestalt de campo en la terapia gestalt de Perls , Hefferline y Goodman (1951) tiene sus raíces por una parte en la psicología gestalt [1] (Wertheimer , Köhler y Koffka ) y por otra en las teorías de campo de la sociología, sobre todo de Kurt Lewin (1951), y también en las biológicas: “teoría organísmica ” de Goldstein. Es asimismo importante la influencia de los pragmatistas americanos James, Dewey y Mead.
Esta teoría gestalt de campo, como mostré en un artículo previo de Tendencias21, es estructuralmente homóloga (Bertalanffy, 1968, teoría de sistemas), en el marco humano, a la Teoría de campo de la Física. Así, introduce en la psicología y la psicoterapia el concepto de campo organismo-entorno (individuo-sociedad).
En una contribución personal a esta teoría de campo, y para resolver con una teoría integrativa distintas posiciones que se dan en la terapia gestalt, desarrollé la teoría de “los tres campos ”. En ella también considero que el continuo cuerpo-mente, al que llamo ‘campo organísmico’, se puede integrar en esta visión de una realidad que trasciende las categorías. El campo del continuo cuerpo-mente está anidado en el continuo organismo-entorno.
Esta manera de concebir la relación individuo-sociedad va, a mi entender, más allá de lo que Bartra llama una “prótesis cultural del cerebro ” e implica una experiencia más compleja y más total. Más en el sentido de: “la realidad [...] es que formamos un continuo con el entorno y con la sociedad en el que todos somos un uno indivisible...”, como ha escrito Eduardo Martínez de la Fe en Tendencias21. Un campo como decimos en terapia gestalt. Y sigue E. Martínez: “El continuo individuo-sociedad es similar al espacio-tiempo de Einstein o al continuo sujeto-objeto derivado de la ciencia del conocimiento: una realidad no puede explicarse sin la otra.” Es decir, si estamos en un campo no podemos prescindir de uno de sus polos, carece de sentido pensarlo así.
Intercambio de partículas... y de información
La Teoría del campo unificado de la física implica que: “...las fuerzas entre los objetos pueden describirse por los efectos de los “campos” [...] los campos pueden describirse en términos de intercambio de partículas que transfieren el momento y la energía entre los objetos”. Si nos basamos en la teoría de Vlatko Vedral (Tendencias21) y otros (Tendencias21) podemos sugerir que ese intercambio de partículas es, al fin y al cabo, un intercambio de información.
En base al planteamiento de la teoría de sistemas (Bertalanffy, 1968), concebimos la homología de las estructuras en diferentes niveles de la realidad (físico, químico, biológico, psicológico, social...). Así, si trasladamos la teoría del campo unificado de la física al terreno macroscópico, podemos entender que esas “fuerzas entre los objetos” pueden referirse perfectamente a las tensiones e intercambios que se producen entre dos polos diferenciados cualesquiera.
En el ser humano, esas tensiones e intercambios se producirían entre el cuerpo y la mente -en un nivel de la realidad humana- y entre su organismo y su entorno, en otro de los niveles. Por tanto, podríamos concebir que entre el cuerpo y la mente y entre el organismo y su entorno se da un intercambio recursivo de información. Por tanto, la interacción humana se puede concebir como un “campo unificado ” (Parlett, 1991) y lo mismo ocurre con la intro-acción.
El self como función de campo
El resultado del campo que constituyen dos polaridades está más allá del significado de cada uno de los polos que lo forman (Tendencias21 ). Así, el campo organísmico es ‘algo más’ que cuerpo y mente. Es otra cosa. Por ejemplo, el agua es y no es oxigeno e hidrógeno; es agua sin dejar de ser, al mismo tiempo, sus componentes. Así el cuerpo-mente es ¡otra cosa!, más allá del cuerpo y de la mente, aunque no sea ‘más que’ cuerpo y mente.
Lo mismo ocurre con el campo organismo-entorno, es más que la experiencia de la interacción del individuo con el entorno. La experiencia integrada de ambos campos trasciende las divisiones mentales. Ese traspasar las divisiones mentales implica experimentar el “instante revelador” del que hablo en otro artículo de Tendencias21.
A la función que une el campo organismo-entorno y fluye como “fuerza entre los objetos”, la terapia gestalt la denomina self (sin traducir). Añado que en terapia gestalt el ‘entorno’ es normalmente otra persona. Así hablamos del self de una relación interpersonal. El self, al ser una función del campo, una propiedad del mismo, no ‘pertenece’ ni al individuo, ni al entorno; a ninguno de los individuos de la relación interpersonal. Es algo que se activa entre ambos en un momento dado. Como en el electroimán, en el que se produce el campo al activar la corriente eléctrica [2].
La voluntad del campo de fuerzas
Para entender la manifestación del self deberíamos entender primero el comportamiento del campo en una de sus manifestaciones más sencillas, como ocurre en Física. En el campo electromagnético, no podemos decir que su manifestación sea responsabilidad de un polo o del contrario. De la misma manera, el campo gravitatorio no es ‘responsabilidad’ de un cuerpo en particular (por ejemplo, hablar de la fuerza de gravedad en la Tierra, como si fuera algo exclusivo del planeta), sino de toda la masa del Universo.
Pero podemos ir más allá con el ejemplo del imán. Las limaduras de hierro normalmente se aglomeran en los polos. Pero si ponemos una hoja de papel, vemos cómo se forman unas líneas de fuerza que revelan la existencia de un fenómeno que antes no veíamos.
Esta imagen del papel es fructífera para entender lo que ocurre con el campo organismo-entorno. Si no ponemos el ‘papel’ de un conocimiento que nos diga ‘donde mirar’ no podremos ver. La tendencia natural de nuestro yo, con su visión parcial, monocular, es sumarse a un polo (aglomerarse en un polo). Inclinados así por el yo, no llegamos a percibir el campo que existe cuando consideramos la totalidad. Esto nos lo dijo ya Kuhn (1962) cuando nos contó que para observar un hecho hay que disponer de un paradigma que nos diga donde mirar.
Así en ese self ‘ocurren cosas’ que no son ‘voluntad’ de ninguna de las personas que intervienen en él por separado. Podríamos decir que es ‘voluntad’ del campo, si es que eso se pudiera entender así [3]. El fenómeno es una propiedad del campo. Así como el magnetismo y la gravedad son propiedades de un campo, así es el self, propiedad del campo organismo-entorno.
Un ejemplo puede aclarar algo esta cuestión: dos personas pueden llegar a una conclusión, idea, propuesta... nueva al mismo tiempo, algo que no estaba en su relación momentos antes. Actualmente, hay pruebas objetivas de este fenómeno. Por ejemplo, un intercambio simultáneo de correos electrónicos sobre una cuestión nueva surgida al mismo tiempo en ambas personas. Es un fenómeno que se percibe como más allá de la voluntad individual de cada una de las personas y resulta una experiencia fascinante (Delacroix, 2006). En el campo se produce una interacción sinérgica de ambos polos, de ahí su amplitud expresiva.
Muchas parejas, no necesariamente matrimoniales, pues pueden ser de trabajo o tener algún otro vínculo familiar, conocen esta experiencia: les habrá ocurrido alguna vez mencionar una misma palabra, idea, propuesta, recuerdo... en el mismo momento. Ahora podemos entender este hecho como un fenómeno de campo. Lo que ocurre en un campo sucede simultáneamente en todo él (Laszlo, 1993). Según este autor, no hay límites a la velocidad de trasmisión ondulatoria porque es un fenómeno que no depende de la materia-energía, sino de la información-forma.
Por tanto, en un campo organismo-entorno suceden cosas que no podemos explicar con la epistemología lineal cartesiano-newtoniana, pues no es una cuestión de causa-efecto, sino de simultaneidad (aunque ésta no sea la palabra exacta para calificar el hecho). Algo que nuestro paradigma lineal no puede entender.
Como el campo se extiende más allá de la interacción directa entre dos personas, podemos también atribuir a este fenómeno el que dos o más personas, sin conexión entre ellas, lleguen a soluciones parecidas en momentos muy próximos en el tiempo (relativamente frecuente y documentado en descubrimientos científicos [4].
Esto podría relacionarse –a nivel macroscópico– con la no localidad de la física cuántica en el microscópico. Este efecto ya no estaría sustentado por el campo organismo-entorno, sino por el “metacampo” y estaría asimismo relacionado con el fenómeno de la sincronicidad, lo que explico en otro lugar también como efecto de campo.
¿Por qué la física nos recuerda a la mística?
Lo mismo ocurre con el self cuerpo-mente, no es ni cuerpo ni mente, es ambas cosas y está más allá de la percepción común separada (parcial) de ambos polos. En este terreno ocurre a veces que la solución o la acción, que puede haber sido pensada y sentida antes, y durante mucho tiempo incluso, sucede en un momento que no es ni cuerpo ni mente, sino que está más allá de una percepción parcial de ambos.
Ese tipo de percepción-intuición-inspiración (a veces tras un sueño), que no es exclusivamente mental, y tampoco corporal, pertenece a la expresión de ese campo unificado cuerpo-mente. Como he dicho arriba, es algo que también está documentado en fenómenos de descubrimiento científico (Fox Keller , 1985).
Para acceder a esta percepción de la realidad hay que dejar de lado, en nuestra cultura, el dominio polar que ejerce la mente sobre la interpretación de la realidad, como muestro en un artículo [5]. Este acceso es el que preconizan las religiones, las prácticas místicas de distintos orígenes, la psicoterapia gestalt y la psicología transpersonal. Ahora podemos pensarlo como la manifestación de un campo unificado.
Así pues, la sensación que se experimenta tras una ‘experiencia cumbre’ o mística puede interpretarse como la experiencia de la unidad del campo en el ámbito de la consciencia humana. La iluminación, el satori, el Ser o la presencia (como lo menciona Eckhart Tolle, 1997) son los nombres que recibe una experiencia, de campo, cuya vía regia para acceder a ella ‘sólo’ implica ‘parar la mente’, como dice Tolle. Ese parar la mente –actividad tan intensa en nuestra especie que impide cualquier otra percepción– posibilita una aprehensión más total de sí mismo y del entorno. Una inmersión en el mundo real.
Esta experiencia del ser humano nos indica cómo se ve-experimenta el campo desde la consciencia. No es, pues, imposible que la misma nos dé una visión de cómo puede ser el campo en la física, clásica o cuántica, o en cualquier otra modalidad del mismo. Así es inteligible que ciertos escritos místicos nos recuerden los de los físicos en muchos aspectos como bien nos hace saber Fritjof Capra (1975) en El tao de la física . La evolución del campo en el ser humano
Hemos visto el concepto de campo y su importancia para interpretar las cuestiones humanas. El campo implica una concepción de la realidad humana más allá de la visión tradicional de las cosas y de la visión materialista que concibe las circunstancias de la consciencia humana como producto del cerebro. Hecho esto nos vamos a ocupar ahora de la evolución del campo en el ser humano. Esto tendrá lugar describiendo las polaridades que constituyen el campo a lo largo del desarrollo humano.
Como hemos visto en otro artículo, el ser humano es originariamente unidad en el seno materno. Unidad cuerpo-mente y unidad organismo-entorno. Su desarrollo implica la separación de ambas unidades. Sólo separando, distinguiendo, definiendo, una cosa de la otra, frente a la otra, se puede desarrollar la consciencia.
La separación con el entorno tiene lugar en el propio nacimiento; aunque no llega a la consciencia hasta los 9-10 años. La separación cuerpo-mente se inicia hacia los 2-3 años. Evolutivamente, hasta adquirir la consciencia de campo, el desarrollo humano implica primero la posterior unión del cuerpo y la mente y más tarde del organismo (individuo) y el entorno (incluidas las otras personas).
La unión cuerpo-mente, a la que Wilber (1997, 1980) llama “Centauro”, es el último estadio del desarrollo de la consciencia personal y, por lo tanto, el umbral de acceso a la espiritualidad. Espiritualidad que aquí definimos como un estado avanzado o posterior de lo que se inicia en la integración organismo-entorno.
Así pues, podemos decir que la dualidad presente en toda la realidad desde su nivel cuántico (el conocido yin-yang de la filosofía oriental) aparece en la naturaleza humana en un nivel como cuerpo y mente. El cuerpo se asemeja más a la partícula y la mente a la onda. En otro nivel, se presenta como organismo y entorno. El organismo está definido, el entorno no.
Este entorno es, a veces, otra persona, a veces un evento... El entorno fluctúa ante nuestra atención y es nuestra observación sobre ese entorno indefinido lo que lo fija en un momento y espacio dado (como, a nivel microscópico sucede con el colapso de la función de onda). Otra forma de verlo es mediante el concepto figura-fondo [6] de la psicología gestalt.
De esta manera, establecemos la secuencia que nos lleva en nuestro desarrollo desde la inicial identificación del neonato con la materia , al descubrimiento primero del cuerpo y luego de la mente, para después integrar ambos y posteriormente acceder a una nueva ‘identificación consciente con la materia’ [7], que es la base de las experiencias superiores de la consciencia o espiritualidad. Así, la dialéctica de los opuestos está siempre presente en el desarrollo humano.
Tal como describo en un artículo , la tensión entre los polos del cuerpo y de la mente formaría el campo que llamo organísmico. La tensión existente entre este organismo y el entorno forma, entonces, el campo postulado por la terapia gestalt como campo organismo-entorno (Perls, Hefferline y Goodman, 1951).
Así tenemos entonces dos dialécticas que resumen el proceso de autoorganización y desarrollo de la consciencia humana. El campo organísmico que, formado por la tensión cuerpo-mente, da acceso a la consciencia personal; y el campo organismo-entorno que, formado por la tensión entre el organismo y el entorno (individuo y entorno, humano incluido) da lugar, en el transcurso del desarrollo, a la consciencia transpersonal. Ambas consciencias se definen aquí, pues, como emergentes de la naturaleza del campo unificado, como propiedades del mismo.
Para entender la manifestación del self deberíamos entender primero el comportamiento del campo en una de sus manifestaciones más sencillas, como ocurre en Física. En el campo electromagnético, no podemos decir que su manifestación sea responsabilidad de un polo o del contrario. De la misma manera, el campo gravitatorio no es ‘responsabilidad’ de un cuerpo en particular (por ejemplo, hablar de la fuerza de gravedad en la Tierra, como si fuera algo exclusivo del planeta), sino de toda la masa del Universo.
Pero podemos ir más allá con el ejemplo del imán. Las limaduras de hierro normalmente se aglomeran en los polos. Pero si ponemos una hoja de papel, vemos cómo se forman unas líneas de fuerza que revelan la existencia de un fenómeno que antes no veíamos.
Esta imagen del papel es fructífera para entender lo que ocurre con el campo organismo-entorno. Si no ponemos el ‘papel’ de un conocimiento que nos diga ‘donde mirar’ no podremos ver. La tendencia natural de nuestro yo, con su visión parcial, monocular, es sumarse a un polo (aglomerarse en un polo). Inclinados así por el yo, no llegamos a percibir el campo que existe cuando consideramos la totalidad. Esto nos lo dijo ya Kuhn (1962) cuando nos contó que para observar un hecho hay que disponer de un paradigma que nos diga donde mirar.
Así en ese self ‘ocurren cosas’ que no son ‘voluntad’ de ninguna de las personas que intervienen en él por separado. Podríamos decir que es ‘voluntad’ del campo, si es que eso se pudiera entender así [3]. El fenómeno es una propiedad del campo. Así como el magnetismo y la gravedad son propiedades de un campo, así es el self, propiedad del campo organismo-entorno.
Un ejemplo puede aclarar algo esta cuestión: dos personas pueden llegar a una conclusión, idea, propuesta... nueva al mismo tiempo, algo que no estaba en su relación momentos antes. Actualmente, hay pruebas objetivas de este fenómeno. Por ejemplo, un intercambio simultáneo de correos electrónicos sobre una cuestión nueva surgida al mismo tiempo en ambas personas. Es un fenómeno que se percibe como más allá de la voluntad individual de cada una de las personas y resulta una experiencia fascinante (Delacroix, 2006). En el campo se produce una interacción sinérgica de ambos polos, de ahí su amplitud expresiva.
Muchas parejas, no necesariamente matrimoniales, pues pueden ser de trabajo o tener algún otro vínculo familiar, conocen esta experiencia: les habrá ocurrido alguna vez mencionar una misma palabra, idea, propuesta, recuerdo... en el mismo momento. Ahora podemos entender este hecho como un fenómeno de campo. Lo que ocurre en un campo sucede simultáneamente en todo él (Laszlo, 1993). Según este autor, no hay límites a la velocidad de trasmisión ondulatoria porque es un fenómeno que no depende de la materia-energía, sino de la información-forma.
Por tanto, en un campo organismo-entorno suceden cosas que no podemos explicar con la epistemología lineal cartesiano-newtoniana, pues no es una cuestión de causa-efecto, sino de simultaneidad (aunque ésta no sea la palabra exacta para calificar el hecho). Algo que nuestro paradigma lineal no puede entender.
Como el campo se extiende más allá de la interacción directa entre dos personas, podemos también atribuir a este fenómeno el que dos o más personas, sin conexión entre ellas, lleguen a soluciones parecidas en momentos muy próximos en el tiempo (relativamente frecuente y documentado en descubrimientos científicos [4].
Esto podría relacionarse –a nivel macroscópico– con la no localidad de la física cuántica en el microscópico. Este efecto ya no estaría sustentado por el campo organismo-entorno, sino por el “metacampo” y estaría asimismo relacionado con el fenómeno de la sincronicidad, lo que explico en otro lugar también como efecto de campo.
¿Por qué la física nos recuerda a la mística?
Lo mismo ocurre con el self cuerpo-mente, no es ni cuerpo ni mente, es ambas cosas y está más allá de la percepción común separada (parcial) de ambos polos. En este terreno ocurre a veces que la solución o la acción, que puede haber sido pensada y sentida antes, y durante mucho tiempo incluso, sucede en un momento que no es ni cuerpo ni mente, sino que está más allá de una percepción parcial de ambos.
Ese tipo de percepción-intuición-inspiración (a veces tras un sueño), que no es exclusivamente mental, y tampoco corporal, pertenece a la expresión de ese campo unificado cuerpo-mente. Como he dicho arriba, es algo que también está documentado en fenómenos de descubrimiento científico (Fox Keller , 1985).
Para acceder a esta percepción de la realidad hay que dejar de lado, en nuestra cultura, el dominio polar que ejerce la mente sobre la interpretación de la realidad, como muestro en un artículo [5]. Este acceso es el que preconizan las religiones, las prácticas místicas de distintos orígenes, la psicoterapia gestalt y la psicología transpersonal. Ahora podemos pensarlo como la manifestación de un campo unificado.
Así pues, la sensación que se experimenta tras una ‘experiencia cumbre’ o mística puede interpretarse como la experiencia de la unidad del campo en el ámbito de la consciencia humana. La iluminación, el satori, el Ser o la presencia (como lo menciona Eckhart Tolle, 1997) son los nombres que recibe una experiencia, de campo, cuya vía regia para acceder a ella ‘sólo’ implica ‘parar la mente’, como dice Tolle. Ese parar la mente –actividad tan intensa en nuestra especie que impide cualquier otra percepción– posibilita una aprehensión más total de sí mismo y del entorno. Una inmersión en el mundo real.
Esta experiencia del ser humano nos indica cómo se ve-experimenta el campo desde la consciencia. No es, pues, imposible que la misma nos dé una visión de cómo puede ser el campo en la física, clásica o cuántica, o en cualquier otra modalidad del mismo. Así es inteligible que ciertos escritos místicos nos recuerden los de los físicos en muchos aspectos como bien nos hace saber Fritjof Capra (1975) en El tao de la física .
Hemos visto el concepto de campo y su importancia para interpretar las cuestiones humanas. El campo implica una concepción de la realidad humana más allá de la visión tradicional de las cosas y de la visión materialista que concibe las circunstancias de la consciencia humana como producto del cerebro. Hecho esto nos vamos a ocupar ahora de la evolución del campo en el ser humano. Esto tendrá lugar describiendo las polaridades que constituyen el campo a lo largo del desarrollo humano.
Como hemos visto en otro artículo, el ser humano es originariamente unidad en el seno materno. Unidad cuerpo-mente y unidad organismo-entorno. Su desarrollo implica la separación de ambas unidades. Sólo separando, distinguiendo, definiendo, una cosa de la otra, frente a la otra, se puede desarrollar la consciencia.
La separación con el entorno tiene lugar en el propio nacimiento; aunque no llega a la consciencia hasta los 9-10 años. La separación cuerpo-mente se inicia hacia los 2-3 años. Evolutivamente, hasta adquirir la consciencia de campo, el desarrollo humano implica primero la posterior unión del cuerpo y la mente y más tarde del organismo (individuo) y el entorno (incluidas las otras personas).
La unión cuerpo-mente, a la que Wilber (1997, 1980) llama “Centauro”, es el último estadio del desarrollo de la consciencia personal y, por lo tanto, el umbral de acceso a la espiritualidad. Espiritualidad que aquí definimos como un estado avanzado o posterior de lo que se inicia en la integración organismo-entorno.
Así pues, podemos decir que la dualidad presente en toda la realidad desde su nivel cuántico (el conocido yin-yang de la filosofía oriental) aparece en la naturaleza humana en un nivel como cuerpo y mente. El cuerpo se asemeja más a la partícula y la mente a la onda. En otro nivel, se presenta como organismo y entorno. El organismo está definido, el entorno no.
Este entorno es, a veces, otra persona, a veces un evento... El entorno fluctúa ante nuestra atención y es nuestra observación sobre ese entorno indefinido lo que lo fija en un momento y espacio dado (como, a nivel microscópico sucede con el colapso de la función de onda). Otra forma de verlo es mediante el concepto figura-fondo [6] de la psicología gestalt.
De esta manera, establecemos la secuencia que nos lleva en nuestro desarrollo desde la inicial identificación del neonato con la materia , al descubrimiento primero del cuerpo y luego de la mente, para después integrar ambos y posteriormente acceder a una nueva ‘identificación consciente con la materia’ [7], que es la base de las experiencias superiores de la consciencia o espiritualidad. Así, la dialéctica de los opuestos está siempre presente en el desarrollo humano.
Tal como describo en un artículo , la tensión entre los polos del cuerpo y de la mente formaría el campo que llamo organísmico. La tensión existente entre este organismo y el entorno forma, entonces, el campo postulado por la terapia gestalt como campo organismo-entorno (Perls, Hefferline y Goodman, 1951).
Así tenemos entonces dos dialécticas que resumen el proceso de autoorganización y desarrollo de la consciencia humana. El campo organísmico que, formado por la tensión cuerpo-mente, da acceso a la consciencia personal; y el campo organismo-entorno que, formado por la tensión entre el organismo y el entorno (individuo y entorno, humano incluido) da lugar, en el transcurso del desarrollo, a la consciencia transpersonal. Ambas consciencias se definen aquí, pues, como emergentes de la naturaleza del campo unificado, como propiedades del mismo.
Foto: sxu license. Fuente: Everystockphoto.
Creatividad y sincronicidad
Por último voy a desarrollar una especulación que resulta difícil de aceptar desde una perspectiva cartesiano-newtoniana; pero tiene la ventaja de que unifica dos fenómenos aparentemente ajenos, como son la creatividad y la sincronicidad, en una misma explicación. Ambos fenómenos serían una expresión del campo unificado en dos distintos niveles de su manifestación.
La creatividad, la inspiración y la imaginación serían el resultado de una actuación conjunta –unificada– del campo cuerpo-mente (simultaneidad interna); y los fenómenos de sincronicidad, una manifestación del campo unificado organismo-entorno (simultaneidad externa).
Según esta hipótesis, la creatividad es una gestalt emergente que resulta de la integración de las polaridades opuestas mente y cuerpo, y que se manifiesta con las características de un campo unificado. Digamos que la creatividad es una simultaneidad del organismo cuando se expresa integralmente como campo unificado cuerpo-mente [8].
Es decir, como describo más arriba, cuando se produce una respuesta que está más allá del cuerpo y de la mente, pues implica la aparición de un fenómeno de ‘líneas de fuerza’ (símil del imán) que no eran perceptibles antes. Un fenómeno que sólo es posible cuando los opuestos revelan lo que hay ‘escondido’ en ellos al manifestarse conjuntamente (Tendencias21).
De la misma manera, la simultaneidad de eventos –personales, sociales, científicos u otros– sería un aspecto ‘creativo’ del campo organismo-entorno. Quizá expresar estos hechos en un código que está más cerca del lenguaje científico que del humanista haga más accesible su naturaleza a determinados modos de pensar de nuestra cultura y nos permita comprender toda la realidad desde una perspectiva unificada. Esta perspectiva unificada implica que humanismo y cientificismo son, al fin y al cabo, dos formas de ver-describir una misma realidad única.
La fenomenología de campo nos puede explicar manifestaciones y sucesos atribuidos tradicionalmente a causas que están más allá de la naturaleza humana. Con la teoría de campo podemos justificar estos hechos atribuidos al inconsciente, a la inspiración (a las ‘musas’), a los dioses, o a cualesquier otro concepto abstracto o mítico. Asimismo tampoco las causas cerebrales de la creatividad explican realmente el asunto. El pensamiento lineal sólo nos da cuenta de un aspecto parcial del hecho.
Precisamente un artículo de Tendencias21 relaciona la bipolaridad y la esquizofrenia con la creatividad. Normalmente, la polaridad en la que todos estamos inmersos en nuestra cultura se contiene por el acatamiento de las normas imperantes (Hearn y Madrona, 2015). En ocasiones, en algunos individuos esa polaridad es más acusada y necesitaría de un salto hacia delante para integrar los opuestos en una percepción más global que es la que nos da la experiencia-pensamiento de campo.
Pero esa percepción no es respaldada por la cultura y deja, por lo tanto, a muchos individuos sin respuestas y sin orientación, sumidos en un conflicto y definidos por una patología (Grof, 1985). Esa polaridad se hace evidente en situaciones más agudas en las que el individuo no puede integrar esos opuestos polares. Sin embargo, esas personas, como nos cuenta Grof (1985), están más próximas a una experiencia transpersonal (de campo) que puede integrar su dualidad, y podrían tener un diagnóstico mucho más promisorio si la cultura supiera enfocar y tratar esas situaciones. Si tan siquiera abriera su mente a un paradigma alternativo que sí es capaz de explicarlas.
Asimismo la postulación del fenómeno de la sincroniciad, es una explicación que lo describe todo sin decir nada acerca de la naturaleza del fenómeno mismo. De hecho, según la hipótesis mantenida aquí, la sincronicidad –una simultaneidad psique-entorno, según la define originalmente Jung–, no sería la única simultaneidad posible en el Universo. Como hemos visto, se puede dar sincronicidad también entre sucesos que no tienen ninguna conexión psíquica entre sí.
Comprendo que sea difícil de entender, para hacerlo es necesario cambiar de paradigma; es decir, desarrollar la percepción de campo (o transpersonal y espiritual como se llama en otros entornos). Es, por lo tanto, algo difícil –por no decir imposible– de entender y aceptar desde el racionalismo imperante del paradigma cartesiano-newtoniano: “Es simplemente imposible describir con claridad una epistemología alternativa en los términos convencionales...” (Keeney, 1983, pág. 29).
Sin embargo, postulada de esta manera, como manifestación o propiedad de un campo, nos permite concebir el fenómeno como algo más próximo al paradigma científico. Quizá por ejemplo, apunto, el fenómeno del colapso de la función de onda no sea por ‘causa’ de la medición del observador (interpretación lineal clásica) sino un fenómeno de la sincronicidad (simultaneidad) del campo organismo-entorno. Una manera diferente de interpretar el mismo fenómeno, como ya nos enseñó Kuhn (1962) a apreciar.
Sería cuestión de pensarlo de otra manera. Al fin y al cabo sobre el fenómeno hay múltiples interpretaciones. Una cosa son las matemáticas que describen el fenómeno y las predicciones que son su consecuencia, y otra muy diferente lo que los físicos entienden que están viendo, pues ven cosas muy diferentes dependiendo del paradigma al que estén adscritos (Interpretaciones de la mecánica cuántica, Zohar, 1990; Peat, 1987). Y tratándose de una fenomenología de campo que se extiende más allá de los fenómenos puramente materiales, los físicos no tienen la única palabra.
Conclusión
En un mundo en el que predomina el individualismo egoísta y las metas parciales es necesario potenciar la consciencia (Laszlo, Grof y Russell, 2000). En un primer momento la consciencia nace de la separación y la individuación; pero necesita a continuación volver a la unidad originaria para completar el desarrollo.
Nuestra cultura, sobre todo la occidental, ha desarrollado la individuación a lo largo de milenios y ha enseñado a nuestros hijos que ésa es la mejor manera de enfrentarse a la vida [9]. Como sociedad estamos anclados (fijados , que diría Freud) en esa visión parcial de la realidad y no somos capaces de ver la necesidad imperiosa de completar el ciclo.
La creatividad es una respuesta de campo e implica una actitud íntegra y abierta ante la realidad, una respuesta total. De la misma manera, las diversas manifestaciones de la sincronicidad son una respuesta de campo que implica la consciencia de que existe una relación más compleja entre el ser humano y el ‘mundo’. Como dice Moore (1992): “...nuestra alma es inseparable del alma del mundo, y ... se las encuentra a las dos en la multiplicidad de las cosas de que se componen la naturaleza y la cultura” (p. 26).
Por último voy a desarrollar una especulación que resulta difícil de aceptar desde una perspectiva cartesiano-newtoniana; pero tiene la ventaja de que unifica dos fenómenos aparentemente ajenos, como son la creatividad y la sincronicidad, en una misma explicación. Ambos fenómenos serían una expresión del campo unificado en dos distintos niveles de su manifestación.
La creatividad, la inspiración y la imaginación serían el resultado de una actuación conjunta –unificada– del campo cuerpo-mente (simultaneidad interna); y los fenómenos de sincronicidad, una manifestación del campo unificado organismo-entorno (simultaneidad externa).
Según esta hipótesis, la creatividad es una gestalt emergente que resulta de la integración de las polaridades opuestas mente y cuerpo, y que se manifiesta con las características de un campo unificado. Digamos que la creatividad es una simultaneidad del organismo cuando se expresa integralmente como campo unificado cuerpo-mente [8].
Es decir, como describo más arriba, cuando se produce una respuesta que está más allá del cuerpo y de la mente, pues implica la aparición de un fenómeno de ‘líneas de fuerza’ (símil del imán) que no eran perceptibles antes. Un fenómeno que sólo es posible cuando los opuestos revelan lo que hay ‘escondido’ en ellos al manifestarse conjuntamente (Tendencias21).
De la misma manera, la simultaneidad de eventos –personales, sociales, científicos u otros– sería un aspecto ‘creativo’ del campo organismo-entorno. Quizá expresar estos hechos en un código que está más cerca del lenguaje científico que del humanista haga más accesible su naturaleza a determinados modos de pensar de nuestra cultura y nos permita comprender toda la realidad desde una perspectiva unificada. Esta perspectiva unificada implica que humanismo y cientificismo son, al fin y al cabo, dos formas de ver-describir una misma realidad única.
La fenomenología de campo nos puede explicar manifestaciones y sucesos atribuidos tradicionalmente a causas que están más allá de la naturaleza humana. Con la teoría de campo podemos justificar estos hechos atribuidos al inconsciente, a la inspiración (a las ‘musas’), a los dioses, o a cualesquier otro concepto abstracto o mítico. Asimismo tampoco las causas cerebrales de la creatividad explican realmente el asunto. El pensamiento lineal sólo nos da cuenta de un aspecto parcial del hecho.
Precisamente un artículo de Tendencias21 relaciona la bipolaridad y la esquizofrenia con la creatividad. Normalmente, la polaridad en la que todos estamos inmersos en nuestra cultura se contiene por el acatamiento de las normas imperantes (Hearn y Madrona, 2015). En ocasiones, en algunos individuos esa polaridad es más acusada y necesitaría de un salto hacia delante para integrar los opuestos en una percepción más global que es la que nos da la experiencia-pensamiento de campo.
Pero esa percepción no es respaldada por la cultura y deja, por lo tanto, a muchos individuos sin respuestas y sin orientación, sumidos en un conflicto y definidos por una patología (Grof, 1985). Esa polaridad se hace evidente en situaciones más agudas en las que el individuo no puede integrar esos opuestos polares. Sin embargo, esas personas, como nos cuenta Grof (1985), están más próximas a una experiencia transpersonal (de campo) que puede integrar su dualidad, y podrían tener un diagnóstico mucho más promisorio si la cultura supiera enfocar y tratar esas situaciones. Si tan siquiera abriera su mente a un paradigma alternativo que sí es capaz de explicarlas.
Asimismo la postulación del fenómeno de la sincroniciad, es una explicación que lo describe todo sin decir nada acerca de la naturaleza del fenómeno mismo. De hecho, según la hipótesis mantenida aquí, la sincronicidad –una simultaneidad psique-entorno, según la define originalmente Jung–, no sería la única simultaneidad posible en el Universo. Como hemos visto, se puede dar sincronicidad también entre sucesos que no tienen ninguna conexión psíquica entre sí.
Comprendo que sea difícil de entender, para hacerlo es necesario cambiar de paradigma; es decir, desarrollar la percepción de campo (o transpersonal y espiritual como se llama en otros entornos). Es, por lo tanto, algo difícil –por no decir imposible– de entender y aceptar desde el racionalismo imperante del paradigma cartesiano-newtoniano: “Es simplemente imposible describir con claridad una epistemología alternativa en los términos convencionales...” (Keeney, 1983, pág. 29).
Sin embargo, postulada de esta manera, como manifestación o propiedad de un campo, nos permite concebir el fenómeno como algo más próximo al paradigma científico. Quizá por ejemplo, apunto, el fenómeno del colapso de la función de onda no sea por ‘causa’ de la medición del observador (interpretación lineal clásica) sino un fenómeno de la sincronicidad (simultaneidad) del campo organismo-entorno. Una manera diferente de interpretar el mismo fenómeno, como ya nos enseñó Kuhn (1962) a apreciar.
Sería cuestión de pensarlo de otra manera. Al fin y al cabo sobre el fenómeno hay múltiples interpretaciones. Una cosa son las matemáticas que describen el fenómeno y las predicciones que son su consecuencia, y otra muy diferente lo que los físicos entienden que están viendo, pues ven cosas muy diferentes dependiendo del paradigma al que estén adscritos (Interpretaciones de la mecánica cuántica, Zohar, 1990; Peat, 1987). Y tratándose de una fenomenología de campo que se extiende más allá de los fenómenos puramente materiales, los físicos no tienen la única palabra.
Conclusión
En un mundo en el que predomina el individualismo egoísta y las metas parciales es necesario potenciar la consciencia (Laszlo, Grof y Russell, 2000). En un primer momento la consciencia nace de la separación y la individuación; pero necesita a continuación volver a la unidad originaria para completar el desarrollo.
Nuestra cultura, sobre todo la occidental, ha desarrollado la individuación a lo largo de milenios y ha enseñado a nuestros hijos que ésa es la mejor manera de enfrentarse a la vida [9]. Como sociedad estamos anclados (fijados , que diría Freud) en esa visión parcial de la realidad y no somos capaces de ver la necesidad imperiosa de completar el ciclo.
La creatividad es una respuesta de campo e implica una actitud íntegra y abierta ante la realidad, una respuesta total. De la misma manera, las diversas manifestaciones de la sincronicidad son una respuesta de campo que implica la consciencia de que existe una relación más compleja entre el ser humano y el ‘mundo’. Como dice Moore (1992): “...nuestra alma es inseparable del alma del mundo, y ... se las encuentra a las dos en la multiplicidad de las cosas de que se componen la naturaleza y la cultura” (p. 26).
Bibliografía:
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Zohar, D. (1990, ec. 1990). La conciencia cuántica. Ed. Plaza y Janés & Muy Interesante. Barcelona.
Notas:
[1] La psicología gestalt y la terapia gestalt no son exactamente lo mismo, tienen incluso orígenes diferentes, pero no son completamente ajenas. Coinciden totalmente en algunos de sus conceptos básicos. Como, por ejemplo, el propio concepto de gestalt.
[1] La psicología gestalt y la terapia gestalt no son exactamente lo mismo, tienen incluso orígenes diferentes, pero no son completamente ajenas. Coinciden totalmente en algunos de sus conceptos básicos. Como, por ejemplo, el propio concepto de gestalt.
[2] Aquí habría que distinguir entre un campo permanente como en el imán y un campo activado como en el electroimán; pero esta cuestión ya sería tema para otro momento.
[3] Y es por este camino que llegamos tan lejos como para afirmar que es voluntad de Dios, del Destino –así con mayúscula– o de cualquier otra reificación de una fuerza natural. Algo que, imbuidos por la necesidad de control de nuestro yo no identificamos como propio, pues pertenece a la manifestación de campo, lo atribuimos a fuerzas imaginadas para contrarrestar nuestros miedos, como en la antigüedad atribuíamos a los dioses fuerzas cuya naturaleza conocemos hoy perfectamente. El caso es que las manifestaciones del campo son una explicación de la fenomenología religiosa. Y todas las formaciones religiosas y espirituales se encaminan a percibir el campo; aunque no lo llamen de esta manera.
[4] El descubrimiento de la teoría de la evolución por Charles Darwin y Alfred Russel Wallace ; el desarrollo del cálculo hecho independientemente por Newton y Leibniz. Y otros descubrimientos en los que se ven implicados campos diferentes como el arte y la ciencia, según nos explica David Peat (1987, pp. 43 y 44).
[5] Es interesante a este respecto el libro El poder del ahora de Eckhart Tolle (1997).
[6] Este concepto, aplicado por la terapia gestalt, implica que el ser humano siempre elige de un fondo multidiverso una figura que destaca a su atención.
[7] Aquí hemos de añadir que la “identificación con la materia” es una simplificación conceptual. Como he dicho en otros artículos podemos concebir estos niveles de la realidad como formados por materia-energía/información-forma. Pero para las necesidades de este artículo no es necesario ‘enredarnos’ en este tema.
[8] Hay un concepto antiguo que se acerca al que aquí propongo, el del alma. Según Thomas Moore (1992): “Lo que necesitamos [...] es el alma, en el medio, manteniendo la unión de mente y cuerpo...”. Lo que nos indica que muchos de los conceptos que actualmente podemos desarrollar con un lenguaje actual, más acorde con el científico, ya han sido percibidos anteriormente y descritos con el lenguaje que existía en ese momento. “Alma” sería el nombre que recibió la percepción de campo cuando aún no se tenía noción del mismo.
[9] Es interesante el caso que expone Moore (1992) al respecto. Se trata de una mujer que sufre por no ser suficientemente independiente como le dictan las normas de su cultura. Después de darle, mediante el diálogo, una vuelta de 180º a su planteamiento original haciéndola consciente de los aspectos positivos de la dependencia, unidad e intimidad con los demás, Moore nos describe: “Tuve la sensación de que aquella mujer, como pasa a menudo, evitaba la intimidad y la amistad convirtiéndolas en una caricatura de una dependencia excesiva.” (p. 30). Como digo en otro artículo la sombra que implica esa valoración radical de la independencia y de la autonomía, del “hombre que se hace a sí mismo”, tan querida en ciertas culturas, es tan masiva y extrema que no son, para mí, nada extraños sus magnificados comportamientos autodestructores, su insensibilidad social nacida de su radical aislamiento personal, su consecuencia paranoica y su prepotencia compensatoria. Como ya dije en el artículo mencionado la mayor virtud (que no niego) lleva consigo la sombra más radical, absoluta y ciega. Sinesio Madrona es licenciado en psicología. Formado en terapia psicoanalítica, rogeriana y gestáltica. Es autor de una teoría matemático-geométrica, basada en el ritmo, la armonía y la simetría, que describe el crecimiento humano y el desarrollo de la consciencia como un proceso evolutivo de autoorganización de creciente complejidad.