2. Imagen de Guillermo de Ockham de un vitraux de un templo en Surrey. Fuente: Wikimedia Commons.
En el período comprendido entre los siglos XI y XIII d.C., el mundo cristiano fue escenario de una importante controversia filosófica entre los teólogos de más renombre de la época, conocida como discusión o disputa sobre los Universales.
Por Universales, en el contexto del debate en cuestión, se entienden los conceptos generales que convienen a los conjuntos que abarcan una misma especie de entes, algo así como como las Ideas o Arquetipos concebidos en la filosofía de Platón, que influyó notablemente en el pensamiento cristiano.
La contienda de los Universales
Los agrupados en uno de los bandos contendientes en la controversia de los Universales, los Realistas Medievales, sostenían que los Universales poseían una realidad semejante a la que los platónicos atribuían a las Ideas, o sea que eran entes reales, eternos, perfectos de los cuales los objetos de la naturaleza constituían una copia.
Los objetos reales sólo existían por participación de la correspondiente Idea. Así, por ejemplo, un hombre era, según Platon y seguidores, una copia individual de la Idea Hombre y existía por participación en la Idea o Arquetipo Hombre.
De forma análoga, los partidarios del Realismo Medieval, aducían, siguiendo a Platón, la realidad del Universal Hombre, del cual el hombre como inividuo era sólo una copia.
Si bien se analiza, la mayor parte de los conceptos matemáticos como el de línea recta, y algunos de la física como los de cuerpo rígido y péndulo simple, tienen caracteríticas similares a las atribuidas a los arquetipos platónicos.
La condición de eternidad atribuida por platónicos y realistas medievales a los universales tendrá singular importancia cuando mas adelante analicemos la influencia greco-latina en el pensamiento cristiano.
El concepto de realidad en las ciencias
A más de cuatro siglos de la controversia de los Universales, el análisis sobre la correspondencia entre lo que se entiende por realidad en la ciencia y lo que se entiende por los conceptos y teorías que en el ámbito científico se manejan, es tema todavía hoy tema de debate tanto en el plano netamente científico como en de la filosofía de la ciencia.
Podemos recordar a Whitehead o a Penrose. El debate en cuestión se asemeja, en cierta manera, a la discusión medieval. Los contendientes del debate moderno representan por una parte a quienes alegan que las teorías establecidas y aceptadas por la comunidad científica reflejan la realidad tal como es.
Pero, por otra parte, se sitúan en el otro bando quienes sostienen que las teorías sólo son hipótesis de trabajo utilizadas como instrumentos investigativos para continuar con el quehacer científico, siempre que no presenten contradicciones o ineficacia, debiendo dar paso entonces a otras hipótesis y teorías. El físico inglés Stephen Hawking llama a los primeros Platónicos y a los segundos Positivistas. Hawking se declara positivista.
En un famoso debate sostenido con su colega y colaborador Roger Penrose, relatado en el libro “The Nature of Space and Time”, nos dice Hawking que “Roger es Platónico mientras yo soy Positivista”. La polémica en cuestión se suscita acerca del famoso experimento teórico conocido como El Gato de Schrödinger, en el cual un gato encerrado en una caja tapada en que hay un dispositivo que emitirá un gas letal en un tiempo impredecible, de modo que durante un tiempo arbitrario antes de abrir la caja no se puede saber si ya funcionó o no, si el gato está vivo o está muerto.
De acuerdo con la Teoría de la Mecánica Cuántica podría interpretarse que mientras no se abra la caja el gato estará en un estado entrelazado mitad vivo y mitad muerto. El platónico Penrose (por atribución de Hawking) dirá que lo del experimento “es real”, a lo que contestará el Positivista Hawking: “yo no requiero que la teoría corresponda a la realidad porque yo no sé lo que es eso”.
Y continúa: “Todo lo que me interesa de la teoría es que pueda predecir resultados, y en eso la Mecánica Cuántica ha sido exitosa”. Como se ve es un positivismo funcionalista o instrumentalista.
Por Universales, en el contexto del debate en cuestión, se entienden los conceptos generales que convienen a los conjuntos que abarcan una misma especie de entes, algo así como como las Ideas o Arquetipos concebidos en la filosofía de Platón, que influyó notablemente en el pensamiento cristiano.
La contienda de los Universales
Los agrupados en uno de los bandos contendientes en la controversia de los Universales, los Realistas Medievales, sostenían que los Universales poseían una realidad semejante a la que los platónicos atribuían a las Ideas, o sea que eran entes reales, eternos, perfectos de los cuales los objetos de la naturaleza constituían una copia.
Los objetos reales sólo existían por participación de la correspondiente Idea. Así, por ejemplo, un hombre era, según Platon y seguidores, una copia individual de la Idea Hombre y existía por participación en la Idea o Arquetipo Hombre.
De forma análoga, los partidarios del Realismo Medieval, aducían, siguiendo a Platón, la realidad del Universal Hombre, del cual el hombre como inividuo era sólo una copia.
Si bien se analiza, la mayor parte de los conceptos matemáticos como el de línea recta, y algunos de la física como los de cuerpo rígido y péndulo simple, tienen caracteríticas similares a las atribuidas a los arquetipos platónicos.
La condición de eternidad atribuida por platónicos y realistas medievales a los universales tendrá singular importancia cuando mas adelante analicemos la influencia greco-latina en el pensamiento cristiano.
El concepto de realidad en las ciencias
A más de cuatro siglos de la controversia de los Universales, el análisis sobre la correspondencia entre lo que se entiende por realidad en la ciencia y lo que se entiende por los conceptos y teorías que en el ámbito científico se manejan, es tema todavía hoy tema de debate tanto en el plano netamente científico como en de la filosofía de la ciencia.
Podemos recordar a Whitehead o a Penrose. El debate en cuestión se asemeja, en cierta manera, a la discusión medieval. Los contendientes del debate moderno representan por una parte a quienes alegan que las teorías establecidas y aceptadas por la comunidad científica reflejan la realidad tal como es.
Pero, por otra parte, se sitúan en el otro bando quienes sostienen que las teorías sólo son hipótesis de trabajo utilizadas como instrumentos investigativos para continuar con el quehacer científico, siempre que no presenten contradicciones o ineficacia, debiendo dar paso entonces a otras hipótesis y teorías. El físico inglés Stephen Hawking llama a los primeros Platónicos y a los segundos Positivistas. Hawking se declara positivista.
En un famoso debate sostenido con su colega y colaborador Roger Penrose, relatado en el libro “The Nature of Space and Time”, nos dice Hawking que “Roger es Platónico mientras yo soy Positivista”. La polémica en cuestión se suscita acerca del famoso experimento teórico conocido como El Gato de Schrödinger, en el cual un gato encerrado en una caja tapada en que hay un dispositivo que emitirá un gas letal en un tiempo impredecible, de modo que durante un tiempo arbitrario antes de abrir la caja no se puede saber si ya funcionó o no, si el gato está vivo o está muerto.
De acuerdo con la Teoría de la Mecánica Cuántica podría interpretarse que mientras no se abra la caja el gato estará en un estado entrelazado mitad vivo y mitad muerto. El platónico Penrose (por atribución de Hawking) dirá que lo del experimento “es real”, a lo que contestará el Positivista Hawking: “yo no requiero que la teoría corresponda a la realidad porque yo no sé lo que es eso”.
Y continúa: “Todo lo que me interesa de la teoría es que pueda predecir resultados, y en eso la Mecánica Cuántica ha sido exitosa”. Como se ve es un positivismo funcionalista o instrumentalista.
Realistas Medievales y Nominalistas
Entre los más destacados seguidores del Realismo Medieval se cuentan personalidades cuyas ideas aún se citan y se analizan. Tales como San Anselmo de Canterbury, Escoto Eriúgena, y otros representantes de la etapa en que los teóricos eclesiásticos conjugaban la fe con la razón.
Esto lo entendieron según diferentes grados de influencia entre fe y razón, preparando así de cierto modo al entonces todavía lejano Renacimiento. Comenzaba el debate que hoy se refleja en el fructífero diálogo ciencia-religión a la luz del paradigma de la modernidad.
Como tendencia contraria al Realismo, surgió la que agrupó a quienes alegaban que los Universales sólo eran nombres que tomaban los conceptos generales, sin que constituyeran nada real.
Esta manera de pensar acabó formando el Nominalismo, corriente de pensamiento que tuvo como principales exponentes a Guillermo de Occam y de cierta manera a Duns Escoto, y no poca influencia en las ideas que dieron origen a la Reforma de Lutero.
Defendiendo una posición intermedia entre Realismo y Nominalismo, surgió en el siglo XII, la tesis del teólogo Pedro Abelardo según la cual los Universales no deben considerarse como no existentes pues existen como conceptos y permanecen en la mente de quienes los piensan, aunque no formen parte de la realidad objetiva.
En esto último nos parece advertir de cierta manera, un elemento de diferenciación entre existencia y realidad. Con justeza se le ha dado a la tesis de Abelardo el título de Conceptualismo. El Conceptualismo de Abelardo nos parece que se ajusta más a la tesis sustentada por Stephen Hawking, a la que hicimos referencia y que éste identificó como positivista (funcionalismo o instrumentalismo conceptual).
Algo similar al Conceptualismo de Abelardo fue expuesto por Aristóteles en su crítica a las Ideas de Platón recogida en lo que se ha llamado Realismo Moderado. Este considera que los Universales son realidades en las mentes y, aunque carecen de existencia independiente, tienen su fundamento en las cosas existentes.
Este Realismo Moderado será adoptado básicamente por Aristóteles como revisión del realismo in vacuo que asigna Platón a sus Ideas. Se aviene como vimos al método científico y contribuyó a que con Santo Tomás comenzara a prevalecer la razón sobre la fe. Por Aristóteles se comenzó a considerar que el alma era perecedera, dejando de lado la eternidad del alma que la correspondiente Idea platónica le concedía.
Esta tendencia a la prevalencia de la razón sobre la fe en el mundo cristiano se fue desarrollando a la par con la creación de las ciencias naturales y del método científico.
Este se basaba en la experimentación que ha propiciado que la humanidad haya podido constatar el cumplimiento constante de las leyes, maravillándose por ello. El cumplimiento que mantiene la fe de los científicos tiene una semejanza con la fe del mundo religioso. A ello se refirió Albert Einstein al decir que la confianza en el nunca fallido cumplimiento de las leyes naturales constituye un acto de fe.
Como expuso en su tiempo David Hume, el hecho de que siempre veamos seguir a un hecho otro siempre definido, no obliga ni autoriza lógicamente a asegurar su permanente ocurrencia en cualquier otra circunstancia (nos referimos a su conocida discusión del concepto de causa).
Hoy, inmersos en el Paradigma de la Modernidad, el pensamiento propio de nuestra cultura se inclina espontáneamente a razonar a partir de lo que objetivamente percibe y no a partir lo que puedan sugerirle las ideas platónicas.
Esto no significa, como más adelante veremos, que la moderna racionalidad no permita espacio a lo metafísico, al discurrir religioso, a la incertidumbre, a la duda metódica, a la espiritualidad. Esta manera de ver es lo que ha permitido el actual diálogo ciencia-religión.
San Agustín de Hipona
San Agustín, obispo de Hipona, desarrolla su filosofía a partir de Platón. Las Ideas que, como explicamos, se consideraban eternas, y eran realmente existentes. En consecuencia afirma que la verdad no consiste en la adecuación de nuestro intelecto con las cosas, a las que accedemos por nuestros sentidos, sino más bien en la correspondencia con las Ideas eternas, o modelos de la mente de Dios que han regido la creación del mundo.
La filosofía de Platón que influye en Agustín es la que pasa por la etapa del neoplatonismo que surge en el período alejandrino. En el neoplatonismo se sostiene el principio de que todo lo existente es el Uno, realidad suprema o gran vacuidad de la que surgen todas las demás realidades por emanación.
Se dice también que las realidades existen por participación en la Idea del Uno. El primer ser emanado es el Logos, también llamado Verbo o Inteligencia que contiene las Ideas de todas las cosas. Como tercera y última emanación el Alma como Idea es el principio del movimiento y la materia. Salta a la vista cómo en la Trinidad cristiana está presente la influencia neoplatónica. Estamos hablando de la filosofía de Plotino.
Santo Tomás de Aquino
La controversia de los Universales se suscita en el siglo XI. Por ello, cuando Santo Tomás de Aquino escribe sus Sumas, en que expone una teología influida por Aristóteles, ya se hablaba de Universales y de las Ideas platónicas, aunque revisadas por su discípulo Aristóteles al concebir su Realismo Moderado.
En la filosofía y teología de Tomás de Aquino se refuerza así el papel de la razón, de la mano de la filosofía griega y aristotélica, pero sin rebajar de ninguna manera la imprescindible presencia de la fe cristiana. El conocimiento no surge de la referencia a las ideas eternas, sino de la experiencia sensible; o de los hechos empíricos, como dirá la ciencia.
Por ello, por su referencia a la fe cristiana, en cuanto al alma, Santo Tomás, no obstante, discrepa del aristotelismo al aducir que es inmortal. Discrepa también en cuanto a que considera a Dios creador del universo de la nada, mientras que Aristóteles tenía a Dios como ordenador de un universo eterno.
El aquinense dota de inequívoca personalidad al Dios de Aristóteles y a las Personas de la Trinidad cristiana. Por su valoración de la razón frente a la fe, o en armonía con la fe, el tomismo se hace más aceptable que el agustinismo, todavía referido a la idea platónica de los seres reales.
Algo que también muestra la diferencia entre el tomismo y el agustinismo se manifiesta su acercamiento a lo natural y humano mediante el uso de la razón. Para el tomismo se centra la religiosidad en advertir la presencia de lo divino en la armonía universal, en la maravilla del cumplimiento de las leyes naturales, en comprender que el verdadero milagro es que no se produzcan hechos que violen las leyes naturales que puedan calificarse como milagros.
En la teología actual, influida por el paradigma de la modernidad, se admite la presencia del naturalismo religioso (sólo influencia, que no fundamentación) en Tomás de Aquino. Una muestra de este naturalismo religioso es la tendencia a hacer resaltar la humanidad de Cristo, aunque de ninguna manera el santo teólogo dude de su divinidad.
Entre los más destacados seguidores del Realismo Medieval se cuentan personalidades cuyas ideas aún se citan y se analizan. Tales como San Anselmo de Canterbury, Escoto Eriúgena, y otros representantes de la etapa en que los teóricos eclesiásticos conjugaban la fe con la razón.
Esto lo entendieron según diferentes grados de influencia entre fe y razón, preparando así de cierto modo al entonces todavía lejano Renacimiento. Comenzaba el debate que hoy se refleja en el fructífero diálogo ciencia-religión a la luz del paradigma de la modernidad.
Como tendencia contraria al Realismo, surgió la que agrupó a quienes alegaban que los Universales sólo eran nombres que tomaban los conceptos generales, sin que constituyeran nada real.
Esta manera de pensar acabó formando el Nominalismo, corriente de pensamiento que tuvo como principales exponentes a Guillermo de Occam y de cierta manera a Duns Escoto, y no poca influencia en las ideas que dieron origen a la Reforma de Lutero.
Defendiendo una posición intermedia entre Realismo y Nominalismo, surgió en el siglo XII, la tesis del teólogo Pedro Abelardo según la cual los Universales no deben considerarse como no existentes pues existen como conceptos y permanecen en la mente de quienes los piensan, aunque no formen parte de la realidad objetiva.
En esto último nos parece advertir de cierta manera, un elemento de diferenciación entre existencia y realidad. Con justeza se le ha dado a la tesis de Abelardo el título de Conceptualismo. El Conceptualismo de Abelardo nos parece que se ajusta más a la tesis sustentada por Stephen Hawking, a la que hicimos referencia y que éste identificó como positivista (funcionalismo o instrumentalismo conceptual).
Algo similar al Conceptualismo de Abelardo fue expuesto por Aristóteles en su crítica a las Ideas de Platón recogida en lo que se ha llamado Realismo Moderado. Este considera que los Universales son realidades en las mentes y, aunque carecen de existencia independiente, tienen su fundamento en las cosas existentes.
Este Realismo Moderado será adoptado básicamente por Aristóteles como revisión del realismo in vacuo que asigna Platón a sus Ideas. Se aviene como vimos al método científico y contribuyó a que con Santo Tomás comenzara a prevalecer la razón sobre la fe. Por Aristóteles se comenzó a considerar que el alma era perecedera, dejando de lado la eternidad del alma que la correspondiente Idea platónica le concedía.
Esta tendencia a la prevalencia de la razón sobre la fe en el mundo cristiano se fue desarrollando a la par con la creación de las ciencias naturales y del método científico.
Este se basaba en la experimentación que ha propiciado que la humanidad haya podido constatar el cumplimiento constante de las leyes, maravillándose por ello. El cumplimiento que mantiene la fe de los científicos tiene una semejanza con la fe del mundo religioso. A ello se refirió Albert Einstein al decir que la confianza en el nunca fallido cumplimiento de las leyes naturales constituye un acto de fe.
Como expuso en su tiempo David Hume, el hecho de que siempre veamos seguir a un hecho otro siempre definido, no obliga ni autoriza lógicamente a asegurar su permanente ocurrencia en cualquier otra circunstancia (nos referimos a su conocida discusión del concepto de causa).
Hoy, inmersos en el Paradigma de la Modernidad, el pensamiento propio de nuestra cultura se inclina espontáneamente a razonar a partir de lo que objetivamente percibe y no a partir lo que puedan sugerirle las ideas platónicas.
Esto no significa, como más adelante veremos, que la moderna racionalidad no permita espacio a lo metafísico, al discurrir religioso, a la incertidumbre, a la duda metódica, a la espiritualidad. Esta manera de ver es lo que ha permitido el actual diálogo ciencia-religión.
San Agustín de Hipona
San Agustín, obispo de Hipona, desarrolla su filosofía a partir de Platón. Las Ideas que, como explicamos, se consideraban eternas, y eran realmente existentes. En consecuencia afirma que la verdad no consiste en la adecuación de nuestro intelecto con las cosas, a las que accedemos por nuestros sentidos, sino más bien en la correspondencia con las Ideas eternas, o modelos de la mente de Dios que han regido la creación del mundo.
La filosofía de Platón que influye en Agustín es la que pasa por la etapa del neoplatonismo que surge en el período alejandrino. En el neoplatonismo se sostiene el principio de que todo lo existente es el Uno, realidad suprema o gran vacuidad de la que surgen todas las demás realidades por emanación.
Se dice también que las realidades existen por participación en la Idea del Uno. El primer ser emanado es el Logos, también llamado Verbo o Inteligencia que contiene las Ideas de todas las cosas. Como tercera y última emanación el Alma como Idea es el principio del movimiento y la materia. Salta a la vista cómo en la Trinidad cristiana está presente la influencia neoplatónica. Estamos hablando de la filosofía de Plotino.
Santo Tomás de Aquino
La controversia de los Universales se suscita en el siglo XI. Por ello, cuando Santo Tomás de Aquino escribe sus Sumas, en que expone una teología influida por Aristóteles, ya se hablaba de Universales y de las Ideas platónicas, aunque revisadas por su discípulo Aristóteles al concebir su Realismo Moderado.
En la filosofía y teología de Tomás de Aquino se refuerza así el papel de la razón, de la mano de la filosofía griega y aristotélica, pero sin rebajar de ninguna manera la imprescindible presencia de la fe cristiana. El conocimiento no surge de la referencia a las ideas eternas, sino de la experiencia sensible; o de los hechos empíricos, como dirá la ciencia.
Por ello, por su referencia a la fe cristiana, en cuanto al alma, Santo Tomás, no obstante, discrepa del aristotelismo al aducir que es inmortal. Discrepa también en cuanto a que considera a Dios creador del universo de la nada, mientras que Aristóteles tenía a Dios como ordenador de un universo eterno.
El aquinense dota de inequívoca personalidad al Dios de Aristóteles y a las Personas de la Trinidad cristiana. Por su valoración de la razón frente a la fe, o en armonía con la fe, el tomismo se hace más aceptable que el agustinismo, todavía referido a la idea platónica de los seres reales.
Algo que también muestra la diferencia entre el tomismo y el agustinismo se manifiesta su acercamiento a lo natural y humano mediante el uso de la razón. Para el tomismo se centra la religiosidad en advertir la presencia de lo divino en la armonía universal, en la maravilla del cumplimiento de las leyes naturales, en comprender que el verdadero milagro es que no se produzcan hechos que violen las leyes naturales que puedan calificarse como milagros.
En la teología actual, influida por el paradigma de la modernidad, se admite la presencia del naturalismo religioso (sólo influencia, que no fundamentación) en Tomás de Aquino. Una muestra de este naturalismo religioso es la tendencia a hacer resaltar la humanidad de Cristo, aunque de ninguna manera el santo teólogo dude de su divinidad.
Estado actual del diálogo ciencia-religión
El diálogo ciencia religión que actualmente se desarrolla, orientado por el paradigma de la modernidad y precisamente por eso, encuentra al hombre del tercer milenio contando con una moderna racionalidad. Esta moderna racionalidad científica no se atiene radicalmente a un dogmatismo (impuesto por un razonamiento more geométrico ) y cede espacio a la duda razonada, a la incertidubre así como a lo metafísico, a lo místico y religioso.
Unido a esto, en el ámbito religioso al debatir sobre la existencia o no existencia de Dios, aún los defensores de la religión reconocen que es posible imaginar la realidad de un universo sin Dios. Este es el caso del eminente físico teórico y cosmólogo George Ellis, que aun siendo creacionista, ofrece una variante del Principio Antrópico (el Principio Antrópico cristiano) según la cual Dios al proyectar el universo con parámetros precisos para que el Hombre apareciera, no impuso su presencia de modo evidente lo para darle al hombre la libertad de creer o no en su obra.
Ante las dos circunstancias antes expuestas, es indiscutible la disposición, tanto de científicos ateos como de científicos religiosos, de mantener la mente abierta y los oídos receptivos para escuchar y analizar tanto los argumentos favorables como los contrarios a su posición. Debemos destacar las tendencias que se advierten con más fuerza en el debate en cuestión. Se advierte en las exposiciones de los más prestigiosos intelectuales que se interesan seria y respetuosamente en el tema religioso.
Los razonamientos modernos se basan principalmente en el conocimiento e interpretación del desarrollo del pensamiento científico, filosófico y teológico con la actitud que antes analizamos, a saber, la carencia de dogmatismo y la conciencia de que el universo es un enigma. Vemos una inclinación nada apasionada a la fundamentación del Naturalismo Religioso, con cierta tendencia al ateísmo, pero no dogmático.
Muchos están también abiertos a la no creencia en un dios personal antropomórfico, pero si a la creencia en un ser espiritual asimilable a la divinidad, causa y garante de la armonía universal. A este principio lo llaman Dios, lo que muestra que hay formas nuevas de creencia que no son etiquetables como ateísmo.
Nuevas formas de teísmo declarado se encuentran, por ejemplo, en un movimiento al que se hace referencia como el de los Cuáqueros No Teístas. Del análisis de las nuevas tendencias teístas se han hecho eco instituciones defensoras del teísmo cristiano como lo son la Universidad de Granada y la Fundación Templeton.
La primera cediendo tribuna al prestigioso teólogo español José María Castillo para pronunciar un brillante discurso de aceptación de doctorado Honoris Causa, en el cual con sólidos argumentos, aludiendo a Pablo de Tarso y al concepto kénosis, expone su criterio de que la religiosidad no debe centrarse en Dios sino en Cristo pues como aduce el disertante es el que se ha mostrado sin ocultamiento con el sin par mensaje de amor y esperanza del Cristianismo.
Por su parte la Fundación Templeton otorga su prestigioso Premio a autores de importancia universal como el Astrónomo Real británico Martin Rees, que aunque se declara ateo, sus objeciones ateístas son siempre respetuosas a la religión.
Rees ha insistido principalmente en mostrar que, no obstante los parámetros del universo sean los precisos para que el Hombre apareciera (Principio Antrópico), sin embargo, esto no demuestra la necesidad de un proyecto inteligente al que se refieren las tesis creacionistas del Intelligent Design en el fundamentalismo protestante.
Las tendencias citadas no niegan a Cristo, ni al cristianismo, ni el beneficio para el bien y felicidad de la humanidad del sentimiento religioso y la espiritualidad. Algunas de ellas admiten que hay una causa o garante espiritual indefinida de la armonía universal, del maravilloso constante cumplimiento de las leyes naturales, a la cual algunos llaman Dios. Definitivamente las tendencias racionalmente sostenidas de ninguna manera comparten escenario con el ateísmo y los aspectos negativos que connota.
Conclusiones
La disputa medieval en torno a los Universales y la diversidad de caminos seguidos en la Edad Media por las filosofía y teologías de San Agustín y Santo Tomás de Aquino, muestra que ya en aquellos tiempos de plantearon las grandes cuestiones que hoy se han planteado de nuevo a través de la moderna disputa, o diálogo, entre la ciencia y la religión.
Hoy todo mueve a pensar que debemos construir nuestra visión del mundo a partir de las experiencias empíricas, como quiso hacer Aristóteles y cómo se hace actualmente en la ciencia.
Por otra parte, el análisis de la influencia de la filosofía greco-latina inserta en la Controversia de los Universales y las reflexiones sobre las actuales tendencias de las religiones, inducen nuestra mente a sentir la necesidad de modificar el mensaje doctrinal en tiempos del Paradigma de la Modernidad, para que sea aceptable por los hombres y mujeres del Tercer Milenio.
No se trata de suprimir o transformar la esencia del cristianismo. Se trata de modificar, aclarar, airear, de sustituir la apelación a causas y hechos sobrenaturales y por demás absolutamente innecesarias, para dar paso a la verdad del Cristo no sólo divino sino también humano.
Hay que hacer resaltar su mensaje de amor por el prójimo, de enaltecimiento de virtudes, de valores, y sobre todo a predicar con el ejemplo de una conducta que nos haga sentir complacidos y en paz con nosotros mismos como creyentes y como cristianos.
Artículo enviado a Tendencias 21 por Joaquín González Álvarez, profesor universitario de Física Teórica y Miembro de Mérito de la Sociedad Cubana de Física, residente en Estados Unidos.
El diálogo ciencia religión que actualmente se desarrolla, orientado por el paradigma de la modernidad y precisamente por eso, encuentra al hombre del tercer milenio contando con una moderna racionalidad. Esta moderna racionalidad científica no se atiene radicalmente a un dogmatismo (impuesto por un razonamiento more geométrico ) y cede espacio a la duda razonada, a la incertidubre así como a lo metafísico, a lo místico y religioso.
Unido a esto, en el ámbito religioso al debatir sobre la existencia o no existencia de Dios, aún los defensores de la religión reconocen que es posible imaginar la realidad de un universo sin Dios. Este es el caso del eminente físico teórico y cosmólogo George Ellis, que aun siendo creacionista, ofrece una variante del Principio Antrópico (el Principio Antrópico cristiano) según la cual Dios al proyectar el universo con parámetros precisos para que el Hombre apareciera, no impuso su presencia de modo evidente lo para darle al hombre la libertad de creer o no en su obra.
Ante las dos circunstancias antes expuestas, es indiscutible la disposición, tanto de científicos ateos como de científicos religiosos, de mantener la mente abierta y los oídos receptivos para escuchar y analizar tanto los argumentos favorables como los contrarios a su posición. Debemos destacar las tendencias que se advierten con más fuerza en el debate en cuestión. Se advierte en las exposiciones de los más prestigiosos intelectuales que se interesan seria y respetuosamente en el tema religioso.
Los razonamientos modernos se basan principalmente en el conocimiento e interpretación del desarrollo del pensamiento científico, filosófico y teológico con la actitud que antes analizamos, a saber, la carencia de dogmatismo y la conciencia de que el universo es un enigma. Vemos una inclinación nada apasionada a la fundamentación del Naturalismo Religioso, con cierta tendencia al ateísmo, pero no dogmático.
Muchos están también abiertos a la no creencia en un dios personal antropomórfico, pero si a la creencia en un ser espiritual asimilable a la divinidad, causa y garante de la armonía universal. A este principio lo llaman Dios, lo que muestra que hay formas nuevas de creencia que no son etiquetables como ateísmo.
Nuevas formas de teísmo declarado se encuentran, por ejemplo, en un movimiento al que se hace referencia como el de los Cuáqueros No Teístas. Del análisis de las nuevas tendencias teístas se han hecho eco instituciones defensoras del teísmo cristiano como lo son la Universidad de Granada y la Fundación Templeton.
La primera cediendo tribuna al prestigioso teólogo español José María Castillo para pronunciar un brillante discurso de aceptación de doctorado Honoris Causa, en el cual con sólidos argumentos, aludiendo a Pablo de Tarso y al concepto kénosis, expone su criterio de que la religiosidad no debe centrarse en Dios sino en Cristo pues como aduce el disertante es el que se ha mostrado sin ocultamiento con el sin par mensaje de amor y esperanza del Cristianismo.
Por su parte la Fundación Templeton otorga su prestigioso Premio a autores de importancia universal como el Astrónomo Real británico Martin Rees, que aunque se declara ateo, sus objeciones ateístas son siempre respetuosas a la religión.
Rees ha insistido principalmente en mostrar que, no obstante los parámetros del universo sean los precisos para que el Hombre apareciera (Principio Antrópico), sin embargo, esto no demuestra la necesidad de un proyecto inteligente al que se refieren las tesis creacionistas del Intelligent Design en el fundamentalismo protestante.
Las tendencias citadas no niegan a Cristo, ni al cristianismo, ni el beneficio para el bien y felicidad de la humanidad del sentimiento religioso y la espiritualidad. Algunas de ellas admiten que hay una causa o garante espiritual indefinida de la armonía universal, del maravilloso constante cumplimiento de las leyes naturales, a la cual algunos llaman Dios. Definitivamente las tendencias racionalmente sostenidas de ninguna manera comparten escenario con el ateísmo y los aspectos negativos que connota.
Conclusiones
La disputa medieval en torno a los Universales y la diversidad de caminos seguidos en la Edad Media por las filosofía y teologías de San Agustín y Santo Tomás de Aquino, muestra que ya en aquellos tiempos de plantearon las grandes cuestiones que hoy se han planteado de nuevo a través de la moderna disputa, o diálogo, entre la ciencia y la religión.
Hoy todo mueve a pensar que debemos construir nuestra visión del mundo a partir de las experiencias empíricas, como quiso hacer Aristóteles y cómo se hace actualmente en la ciencia.
Por otra parte, el análisis de la influencia de la filosofía greco-latina inserta en la Controversia de los Universales y las reflexiones sobre las actuales tendencias de las religiones, inducen nuestra mente a sentir la necesidad de modificar el mensaje doctrinal en tiempos del Paradigma de la Modernidad, para que sea aceptable por los hombres y mujeres del Tercer Milenio.
No se trata de suprimir o transformar la esencia del cristianismo. Se trata de modificar, aclarar, airear, de sustituir la apelación a causas y hechos sobrenaturales y por demás absolutamente innecesarias, para dar paso a la verdad del Cristo no sólo divino sino también humano.
Hay que hacer resaltar su mensaje de amor por el prójimo, de enaltecimiento de virtudes, de valores, y sobre todo a predicar con el ejemplo de una conducta que nos haga sentir complacidos y en paz con nosotros mismos como creyentes y como cristianos.
Artículo enviado a Tendencias 21 por Joaquín González Álvarez, profesor universitario de Física Teórica y Miembro de Mérito de la Sociedad Cubana de Física, residente en Estados Unidos.