La Ayahuasca abre la percepción a la realidad detrás de la realidad

Su uso se extiende en psicoterapia y en el cultivo del mundo interior


La Ayahuasca no es un alucinógeno, sino que abre la percepción a una dimensión diferente de la realidad, en cierta forma incontrolable. Su uso se está extendiendo, tanto en psicoterapia como en el cultivo del mundo interior. Así consigue unir dos tradiciones habitualmente separadas: la psicodélica occidental y la indígena chamánica. Es la tesis del último libro del antropólogo Josep María Fericgla. Por Juan A. Martínez de la Fe.


Juan A. Martínez de la Fe
27/02/2018

No hace mucho tiempo, comentaba en esta sección un libro de Joan Prat, La nostalgia de los orígenes, que ofrecía cuatro vías en esa nostalgia del ser humano por el retorno a la unidad edénica del principio de todo. En él encontramos referencias al uso de sustancias modificadoras del estado de consciencia para alcanzar esos fines.

Ahora se ha publicado una una nueva obra que viene a profundizar en una de esas sustancias: la ayahuasca, escrita por Josep Mª Fericgla, doctor en antropología cultural y etnopsicólogo, especialista en chamanismos y experiencias extáticas. (Ayahuasca, la realidad detrás de la realidad, Editorial Kairós, Barcelona, 2018).
 
El libro se nos presenta dividido en dos partes; la primera no es novedosa, aunque sí muy útil, puesto que recoge artículos y conferencias del autor referidos a la situación de la ayahuasca en Occidente. Sí es nueva aportación la segunda parte, en la que se describe la aplicación y formas de uso de la ayahuasca en psicoterapia y en el cultivo del mundo interno. Constata el autor la asombrosa expansión de la ayahuasca en Occidente por la creciente necesidad de una experiencia trascendente; a lo que abunda el hecho de que, en un mundo que ofrece permanente distracción y promesas de felicidad, la soledad es un fenómeno habitual que lleva a muchos a quitarse la vida ante esa angustia existencial.
 
Es un libro que resultará de utilidad a psicoterapeutas, pero también a quienes sin serlo, pretenden iluminar sus sombras y hermanarse con el resto de humanos conscientes de su propio ser. Y el autor no escribe de oídas, sino de su propia experiencia en el uso de esta mixtura que le ha servido para tomar decisiones importantes, reencontrar el sentido de su vida y hacerse responsable y consciente de ella.
 
Perspectiva antropológica

Jonathan Ott prologa el libro, del que dice: “Tenemos delante, libremente sazonado con sabrosas digresiones teóricas e históricas, un manual práctico sobre el empleo de la ayahuasca. El libro reúne una perspectiva antropológica […] con un punto de vista humanista, moderno y utilitario: particularmente con una visión clínico-pedagógica respecto a la utilización de la ayahuasca como coadyuvante o herramienta psicoterapéutica”. Y nos adelanta algo importante que encontraremos en posteriores páginas: que la ayahuasca en ningún sentido es un alucinógeno, sino todo lo contrario: nos proporciona una visión más fiel de la substancia, como energía más que como materia.
 
Con muy buen criterio, Fericgla arranca su exposición explicando los efectos de la ayahuasca en personas que no la han tomado nunca. Lo primero que hay que decir es que, cuando se habla de ayahuasca, no se habla de un solo elemento, sino que este vocablo es un genérico como puede serlo “vino”; luego hay variedades: blanco, tinto, rosado, reserva, … Después, comentar que, en términos occidentales, se trata de una decocción psicoactiva visionaria, no alucinógena, de utilidad en ciertos tratamientos terapéuticos y de autoconocimiento. Por lo tanto, no se puede comparar sus efectos con los de sustancias psicoactivas de uso lúdico. Con ella, con la ayahuasca, se despiertan los circuitos y mecanismos biológicos que permiten crear nuevas conexiones en nuestro cerebro, en especial, en el hipocampo.
 
Para poder apreciar por completo el efecto de la ayahuasca es preciso un proceso previo de aprendizaje, porque se manifiesta de diferentes maneras en quienes la toman, algo que, inicialmente, puede desorientar. También puede depender de los vegetales y variedades que se usen para preparar la mezcla. Lo que sí queda claro es que la ayahuasca abre la percepción a una dimensión diferente, en cierta forma incontrolable.
 
Profundizando en el tema, el autor explica que prefiere la expresión “cultivo del mundo interno” a “desarrollo personal”. El cultivo implica una postura activa que lleva a una cierta intimidad entre el cultivador y lo cultivado, mientras que el desarrollo puede ser un proceso pasivo e impersonal. Dicho esto, en su práctica de psicoterapeuta a lo largo de más de dos décadas, hace uso de un protocolo en el que la psicoterapia figura en primer lugar: solo cuando se está equilibrado se puede elevar el tono de la búsqueda y esforzarse para cultivar el mundo interno; superada esta primera fase es cuando se está en condiciones de cultivar la espiritualidad.
 
Diversas calidades de consciencia
 
A este proceso solo se acercan realmente las personas que verdaeramente buscan, no quienes han dejado de buscar o que únicamente se dedican al turismo psicoespiritual, acudiendo a cursos y cursillos de variada denominación que se aprovechan de la inquietud que se palpa en el interior de muchos de nosotros. Charlas y conferencias dictadas por chamanes amerindios aterrizados en Occidente y      que hablan de productos occidentales tales como ecochamanismo, tecnochamanismo, chamanismo cuántico, etc. Lo que, ciertamente, no implica que no existan los auténticos chamanes, honestos, íntegros y austeros.
 
Cuando se habla del mundo interno y de su cultivo, hay que distinguir diversas calidades de consciencia, comenzando por una de nivel bajo hasta otra mayor que se mueve en varias direcciones y es esta consciencia la única respuesta que uno puede llegar a lograr con su esfuerzo. Todos anhelamos saber algo, y se toma la ayahuasca y se medita para saber; la respuesta está en una forma de ser más consciente, de estar abiertos a un nivel más rico de la experiencia. Y, al final, uno descubre que no hay nada que cambiar, nada: el esfuerzo ha de dirigirse a la aceptación de uno mismo con honestidad, sin autocomplacencia ni justificaciones infantiles.
 
¿Cómo se nota la honestidad con que alguien cultiva su mundo interno? En el lenguaje que usa en sus respuestas, porque para empezar en ese cultivo del mundo interno hay que formularse las preguntas adecuadas. Y en ese camino, la ayahuasca puede ayudar a aprender esta asignatura, nada fácil, que es ese vivir, íntegramente relacionado con realizarse.
 
Cabe preguntarse si el uso de esta mixtura es igual en Occidente que entre los pueblos animistas de los que nos llega. Ya Fericgla nos advierte de que existe poca relación real y profunda entre el mundo psíquico occidental y las cosmovisiones animistas y chamánicas de los pueblos indígenas amazónicos.
 
Es verdad que la ayahuasca es un psicointegrador de las dimensiones consciente e incosciente del ser humano, y también de las dimensiones individual y grupal; pero es muy probable que las imágenes que emergen del profundo inconsciente colectivo a la consciencia individual tengan diferentes interpretaciones.
 
Porque en Occidente nos resistimos a abandonar una cosmovisión precrítica que nos aleja del conocimiento esotérico y unificado propio de la cosmovisión animista: gráficamente, el autor nos indica que queremos seguir siendo niños y no ser como niños, que es lo que indicó Jesús. Se acepta a cualquier chamán que invita al uso de la ayahuasca, pero sin renunciar a una mente cristiana y al seguro mundo emocional.
 
La fe en el chamanismo exige un sacrificio del intelecto crítico y un sacrificio emocional. Todos buscamos la unidad, el Uno. Las religiones lo intentan con diferentes denominaciones a ese Uno; pero existe una profunda diferencia esencial en esa búsqueda: el animista descansa en la totalidad de la realidad psíquica proyectada hacia el exterior, descansa en la psique humana con su contenido consciente e inconsciente como realidad última de la existencia, mientras que el punto de vista occidental es extrovertido, es decir, concibe el sentido de la vida y las bondades de la existencia como venidos de fuera.

Tercera vía de la ayahuasca
 
Fericgla nos ilustra con las fases que tiene la expansión de la ayahuasca en Occidente y advierte de los problemas que pueden surgir en los sistemas culturales cruzados, ya que este cruce de culturas deja muchos espacios vacíos de normas reguladoras. Y se refiere a la llamada Tercera Vía de la ayahuasca que recoge las aportaciones indígenas, pero sin tratar de copiar su forma y sus términos de referencia animistas e introvertidos no metabolizables por la cosmovisión extrovertida occidental.
 
Se pregunta qué buscamos los occidentales en la experiencia de la ayahuasca, encontrando la respuesta en que “vivimos un tiempo de mucho dolor en el corazón y de mucha locura en la mente de las personas […] necesitamos reencontrar el silencio espiritual y un sentido trascendente para vivir”. Así pues, la ayahuasca debe enfocarse hacia saludables y sagrados procesos de integración interior; a través de ella, se abren las puertas de la consciencia al inconsciente familiar, étnico y al inconsciente colectivo profundo, con todo lo que ello conlleva de acceso a informaciones almacenadas en nuestro ser. Ahora bien: la ayahuasca abre esas puertas, pero no las llena de contenidos concretos; eso nos corresponde a nosotros.
 
Parece evidente que el uso de la ayahuasca se está extendiendo; por algo será. Y está consiguiendo unir dos tradiciones habitualmente separadas: la psiquedélica occidental y las indígenas chamánicas.
 
Fericgla nos explica tres vías o modos de usar esta mixtura: el estilo chamánico, de carácter animista, en el que las personas atraviesan la débil membrana que separa los diferentes estratos o realidades y pueden moverse por ellos de una manera natural, que no supone nada fuera de lo común en su vida.
 
Está también el estilo devocional, que se concreta en algo de tipo religioso, como ocurre con el ejemplo que aporta de Mestre Irineu o Meste Juramidam y su Santo Daime; se da aquí un fenómeno que marca diferencia con el estilo chamánico: el hecho de pedir algo, inconcebible entre los chamanes.
 
Finalmente, está el estilo occidental o tercera vía: se trata de una manera de adecuar el uso de la ayahuasca a nuestra mentalidad, no animista y que espera que todo bien le venga del exterior, no de su interior. Aquí destaca su uso en psicoterapia; palabras del autor: “en terminología occidental, la ayahuasca ayuda a desvelar recuerdos olvidados o censurados por la consciencia (de gran utilidad en la psicoterapia convencional); a integrar elementos del inconsciente en la consciencia (función psicointegradora fundamental en el proceso de individuación y de evolución humana); a crear alma […] y a sanar el angustioso sufrimiento de la neurosis (resultado de la pérdida del sentido de la existencia que, a su vez, es la consecuencia de la desconexión con el Ser interno)”.
 
¿La puede tomar todo el mundo?
 
Hay una pregunta que surge espontáneamente: ¿puede todo el mundo tomar la ayahuasca? En el mundo amazónico, la cuestión carece de sentido, ya que el chamán sabe quién está en condiciones de tomarla y en qué cantidad, negándose a proporcionarla a quien no considera idóneo.
 
En nuestro mundo, donde con frecuencia es un medio de obtener beneficios económicos, lo importante es determinar quién está en condiciones de ocupar el lugar del chamán. ¿Se necesita una preparación? Y, si es así, ¿dónde se obtiene?
 
Ante la ausencia de normas reguladoras sobre el particular, Josep María Fericgla propone la creación de una especie de asociación o plataforma de personas cualificadas que pudiera determinar quién es apto para suministrar la ayahuasca: “un colectivo de personas expertas y honestas, sin intereses económicos y con el apoyo de la comunidad formada por los usuarios con inclinación hacia la ayahuasca”.
 
La clave fundamental para reconocer a un potencial buen guía de sesiones de consumo de la mixtura es su integridad, calidad humana y conocimiento. El autor ofrece un somero resumen de esas condiciones mínimas exigibles a un buen guía.
 
Puede ocurrir que, al tomar la mixtura, alguien haya sufrido una mala experiencia. Ante esto, el autor nos propone tres factores a tener en cuenta por quien se decida a consumirla: el primer factor es la propia ayahuasca, la cantidad, la calidad o el tipo que se toma. Un segundo factor es el contexto en el que se consume: símbolos ambientales, música, entorno, etc. Y, por último, el tercer factor es el propio sujeto: cómo se siente emocionalmente, creencias espirituales, sensibilidad, madurez, expectativas… La toma de la mixtura ha de tener una preparación previa de muy variable duración, tanto en aspectos corporales como psicológicos y mentales, de los que Fericgla enuncia algunos en su obra.
 
Pero también es fundamental la elección del guía, del que ya se ha dicho algo a lo largo de las páginas precedentes. Y, para finalizar esta primera parte, el autor nos narra su experiencia de una noche chamánica y el fecundo y poético no hacer: “los anhelantes y neuróticos occidentales debemos aprender a estar sin hacer nada para vivir mejor, hacer nada sin aburrirnos”, nos cuenta como resultado de esta su experiencia amazónica.
 
Ayahuasca y psicoterapia
 
Más técnica es la segunda parte del libro, dedicada a la ayahuasca y la psicoterapia. Comienza resumiendo los efectos de la mixtura amazónica en las diferentes zonas operacionales del cerebro hasta donde se sabe hoy día según las últimas investigaciones, pasando luego a exponer cómo actúa a nivel molecular, “toda una interesante novela de persecuciones microscópicas”.
 
También hay un apartado dedicado al uso de la ayahuasca en psicoterapia, tema del que se han adelantado varios aspectos en el texto precedente. Tanto en el mundo amazónico como en el occidental, el uso de la mixtura busca un mismo objetivo: curar; pero el procedimiento es completamente distinto. En nuestro mundo, el paciente que acude al psicoterapeuta rara vez lo hace buscando un espacio o un método de realización de sus potenciales en un sentido espiritual o existencial, a pesar de que este es el núcleo del problema, ya que la experiencia de lo numinoso es lo más anhelado por la humanidad.
 
Por ello, Fericgla reclama un cambio de paradigma en casi toda la psicoterapia actual; no es precisamente diplomático en sus palabras: ese paradigma ha de dejar de lado “desde el acartonado psicoanálisis freudiano o el incomprensible análisis lacaniano, hasta la actual Gestalt, con su errático y trastornado intento de llevar la atención del paciente -al que denomina ‘cliente’ explicitando el mercantilismo de base de la Gestalt- al ahora y aquí y a una experiencia de sutil ser interno mal copiando formas y conceptos orientales, sufíes o del Cuarto Camino”.
 
Para él, solo la psicología junguiana y la psicología humanista pueden ayudar a comprender los efectos de la ayahuasca desde una óptica occidental. Sería interesante la comparación entre la propuesta del autor con la del psicoterapeuta Jaime Llinares quien, en su única obra póstuma, tiene puntos en común con aquella aunque difiere en otros. En definitiva, y como ya se ha dicho, la mixtura solo abre esa puerta al inconsciente, a lo numinoso, pero no corrige ni cura nada.
 
El uso de la ayahuasca como recurso psicoterapéutico exige un nuevo paradigma en la concepción convencional del ser humano, debe ser un paradigma más cercano a la filosofía y a la espiritualidad prácticas que a la psicología académica. No se trata de crear una nueva cosmovisión, sino de acercar a una formulación actual del paradigma que abre una ventana a la eternidad y a la experiencia de lo Absoluto. En definitiva, se trata de incluir la búsqueda consciente y útil del Ser entre los objetivos terapéuticos de la mixtura.
 
Este paradigma está, a juicio de Fericgla, muy bien expuesto en la obra de Robert S. Hartman, cuya esencia es la Axiología Formal o la ciencia del bien, a la que dedica un amplio espacio de su libro; no se trata de una ciencia de los valores, sino de la ciencia del valor, a la que aplica un test que radiografía el valor que cada persona otorga a sus valores en una mirada universal. Es un extracto, sumamente interesante, de la obra de Hartman, de muy recomendable lectura, ampliable con la bibliografía que Fericgla ofrece.
 
También el autor nos brinda una explicación de los tipos de psicótropos, que reúne en tres: Los empatógenos o contactógenos, los eliminadores del ego y, por último, los traspasadores del ego, grupo este en el que incluye a la ayahuasca y en el que, sin diluir los límites del ego, permite conectar conscientemente con el Ser interno, sin que desaparezca la sensación de identidad; bajo el efecto de la ayahuasca, no se distorsiona ni la percepción del tiempo ni la del espacio ni de la propia identidad. Entiende que bajo el efecto de la ayahuasca se genera un campo electromagnético de baja frecuencia que puede llegar a influir en la cristalización de las proteínas, algo a lo que se refiere al explicar los experimentos, aún incompletos, que ha llevado a cabo.

Modus operandi
 
Conntiene esta obra, además, un modus operandi que ofrece el autor para quienes dirijan procesos terapéuticos con la ayahuasca; se trata de un conjunto de reflexiones teóricas, datos empíricos y maneras de proceder pertinentes a la forma occidental de tomar y comprender el efecto de la mixtura en el marco de nuestra cosmovisión.
 
Nos explica cómo existen varias maneras de denominar las tomas de ayahuasca y que cada denominación tiene sus connotaciones específicas: trabajo de Daime, ceremonia, sesión, etc. Pero, con independencia de ello, lo importante es la calidad humana de la persona que guía la experiencia quien, a su vez, ha de tener en consideración los tres pilares a los que ya se ha hecho referencia con anterioridad: la substancia, el sujeto y el contexto. A cada uno de estos aspectos dedica Fericgla varias páginas.
 
En cuanto a la substancia, advierte de que hay unas cuatro mil combinaciones posibles de especímenes vegetales que dan un resultado psicoactivo equivalente, siendo muy conveniente que la decocción se realice con productos de buena calidad y que se controle adecuadamente la cantidad que se debe de tomar.
 
“El estado psicofísico y la elevación espiritual de la persona que ingiere la ayahuasca tienen tanto peso en la experiencia final como la propia mixtura y el contexto”, nos dice el autor, lo que argumenta aclarando que “ningún enteógeno, tomado en dosis razonables, genera nada cuya semilla no esté dentro del sujeto y lista para germinar”.
 
Por último y refiriéndose al contexto, lo define como “el conjunto formado por la realidad fenomenológica y por el campo energético que emerge de ella, campo que a la vez es resultado y determinante de lo fenoménico”.
 
En este sentido, el contexto está constituido por varios estratos: a) simbólico, b) físico-espacial, c) sistémico, d) humano-emocional y d) energético-espiritual. Y, a continuación, desciende de manera más pormenorizada a describir el espacio, los símbolos, la intención, la música y el silencio.
 
Aplicación terapéutica
 
Para culminar la obra, Josep M.ª Fericgla ofrece un capítulo dedicado a la aplicación terapéutica de la ayahuasca, en el que, tras dibujar la neurosis generalizada que padece esta sociedad en que vivimos y explicar cómo, en la actualidad, se habla más bien de trastornos, nos describe cómo llegan a producirse: en un momento dado, generalmente en la infancia, a causa de diferentes motivos, se llega a un momento en que se desconecta de la realidad, a fin de obviar el dolor que nos produce esa experiencia traumática; es en esa desconexión donde se localiza el origen de nuestras neurosis o  nuestros trastornos.
 
En este sentido, el efecto integrador de la mixtura puede ayudar extraordinariamente a lograr revivir ese instante de la desconexión, volviendo a establecer líneas de unión entre la conciencia y el inconsciente. Distingue tres niveles en los que se dan fenómenos de integración, que no son mutuamente excluyentes: el individual, el grupal y con el entorno natural, y el autor desarrolla cada uno de ellos.
 
El libro se cierra con una Addenda con tres apartados. En el primero de ellos, se recogen los resultados de analizar y comparar el test axiológico Hartman antes del consumo de ayahuasca y pasadas 24 horas tras la sesión. En el segundo, añade catorce puntos concretos que debe de respetar toda experiencia activadora de estructuras internas de sujeto; es decir: la manera de entender la esencia de los ritos y diferenciarlos de los festejos o celebraciones sociales. Finalmente, en el tercero, se ofrecen unos factores subjetivos del efecto de la ayahuasca en un contexto terapéutico. Una sección de bibliografía citada da culmen a esta interesante obra.
 
Numinoso y terapéutico
 
Nos encontramos ante un libro que nos ofrece una visión amplia sobre el consumo de aquellos productos que se conocen con el nombre genérico de ayahuasca. Nos presenta una especie de aparente doble finalidad en el uso de la mixtura: de un lado, aquella que pretende entrar en contacto con lo numinoso, con el Ser, con el Absoluto, mediante los estados ampliados de consciencia; de otro, su uso en la solución de los diferentes trastornos a los que se enfrentan la psicología y la psiquiatría modernas.
 
Con lo que nos hallamos ante una obra que aclara conceptos y es de gran utilidad para los interesados en el amplio campo de la espiritualidad y que, por otro lado, constituye una útil guía para los profesionales del mundo de la psicoterapia. En el primer caso, el lector puede encontrar un excelente complemento a lecturas tales como la vía chamánica que propone Joan Prat, en su obra recientemente comentada, La nostalgia de los orígenes, de esta misma firma editorial.
 
Desde luego, no parece un libro que pueda pasar sin polémica, sobre todo en lo que concierne a la conexión con lo espiritual, lo numinoso, a partir de unos efectos físicos producidos en el cerebro por el consumo de un enteógeno. También por la atribución de manera especial al cristianismo de estar en el origen de muchas de las disfunciones que atosigan hoy a nuestra sociedad.
 
En cualquier caso, la postura del autor es perfectamente defendible y perfectamente argumentada, lo que le confiere un valor significativo en cualquier debate que se pueda producir: su experiencia personal y profesional, sólidamente apoyada por un robusto curriculum académico, aparte de su claridad y amena exposición de los temas, hacen de este libro un referente a tener en cuenta.                                                                                          



Juan A. Martínez de la Fe
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