La música, como el arte o la naturaleza, ayuda a entender el cerebro. Por ejemplo, explica el neurocientífico Javier de Felipe, asignar sonidos de instrumentos musicales a las neuronas ayuda a entrever un patrón en su estructura. De Felipe es director del proyecto Cajal Blue Brain, que pretende averiguar cómo funciona el cerebro creando una simulación computacional del mismo, así como coordinador en España del Human Brain Project, e investigador del Instituto Cajal de Madrid.
En la segunda parte de una entrevista con Tendencias 21 TV, el experto compara las espinas dendríticas y otras estructuras del cerebro con las de un rosal. De frente, se ven todas las espinas juntas, grandes y pequeñas, y no se sabe cuáles están delante y cuáles detrás.
El tamaño y longitud de las espinas dendríticas tiene que ver con sus propiedades. Para buscar un patrón en su estructura, el equipo de De Felipe asignó cada espina a un sonido de trompeta, según su forma.
Se oían cosas que no se ven a priori, recuerda el experto. Se crea una especie de morse, en la que se ve una distribución no aleatoria, una especie de música que se va repitiendo, y eso significa que hay un diseño, señala.
La naturaleza también inspira a la investigación del cerebro. De Felipe pensó que, igual que los árboles tienen unos determinados ángulos entre sus ramas, quizás las neuronas también. Y así era, hay una regla matemática, un determinismo sináptico, lo cual le sorprendió mucho.
El mismo Leonardo da Vinci hizo estudios sobre los árboles, una fórmula matemática para dibujarlos de forma más exacta.
De Felipe ha escrito un libro, El jardín de la neurología, en el que habla de su pensamiento y de lo que ha estudiado sobre lo bello, el arte y el cerebro: sobre cómo se inspira el cerebro a través del arte, sobre la relación entre la naturaleza y el cerebro.
El homo sapiens tiene 200.000 años, pero la capacidad de abstracción, el arte, no surgieron hasta mucho más tarde, pero el cerebro era igual de grande. ¿Qué había cambiado?, se pregunta De Felipe. El entorno intelectual, se responde.
Si a un niño de hace 200.000 años le colocamos en la actualidad, cree De Felipe, sería como un niño cualquiera, y viceversa. Einstein no podría haber sido el mismo hace 200.000 años. Lo que eso nos enseña, dice, es que cuando nacemos tenemos unas capacidades, pero que hay que desarrollarlas, y que no sabemos cuál es el límite.
Por eso, hace falta tener un entorno intelectual adecuado, y por eso, afirma, la educación y la cultura son críticas para un país.
La evolución biológica ha sido muy pequeña, pero la cultura es gigantesca, añade. Aprendemos todo mucho más rápido; hemos inventado el lenguaje, la religión; nuestro cerebro es como una esponja, que se va reestructurando. La cuestión es cómo conectamos los cables del cerebro, para que funcione al 100%.
Ver la primera parte de esta entrevista
En la segunda parte de una entrevista con Tendencias 21 TV, el experto compara las espinas dendríticas y otras estructuras del cerebro con las de un rosal. De frente, se ven todas las espinas juntas, grandes y pequeñas, y no se sabe cuáles están delante y cuáles detrás.
El tamaño y longitud de las espinas dendríticas tiene que ver con sus propiedades. Para buscar un patrón en su estructura, el equipo de De Felipe asignó cada espina a un sonido de trompeta, según su forma.
Se oían cosas que no se ven a priori, recuerda el experto. Se crea una especie de morse, en la que se ve una distribución no aleatoria, una especie de música que se va repitiendo, y eso significa que hay un diseño, señala.
La naturaleza también inspira a la investigación del cerebro. De Felipe pensó que, igual que los árboles tienen unos determinados ángulos entre sus ramas, quizás las neuronas también. Y así era, hay una regla matemática, un determinismo sináptico, lo cual le sorprendió mucho.
El mismo Leonardo da Vinci hizo estudios sobre los árboles, una fórmula matemática para dibujarlos de forma más exacta.
De Felipe ha escrito un libro, El jardín de la neurología, en el que habla de su pensamiento y de lo que ha estudiado sobre lo bello, el arte y el cerebro: sobre cómo se inspira el cerebro a través del arte, sobre la relación entre la naturaleza y el cerebro.
El homo sapiens tiene 200.000 años, pero la capacidad de abstracción, el arte, no surgieron hasta mucho más tarde, pero el cerebro era igual de grande. ¿Qué había cambiado?, se pregunta De Felipe. El entorno intelectual, se responde.
Si a un niño de hace 200.000 años le colocamos en la actualidad, cree De Felipe, sería como un niño cualquiera, y viceversa. Einstein no podría haber sido el mismo hace 200.000 años. Lo que eso nos enseña, dice, es que cuando nacemos tenemos unas capacidades, pero que hay que desarrollarlas, y que no sabemos cuál es el límite.
Por eso, hace falta tener un entorno intelectual adecuado, y por eso, afirma, la educación y la cultura son críticas para un país.
La evolución biológica ha sido muy pequeña, pero la cultura es gigantesca, añade. Aprendemos todo mucho más rápido; hemos inventado el lenguaje, la religión; nuestro cerebro es como una esponja, que se va reestructurando. La cuestión es cómo conectamos los cables del cerebro, para que funcione al 100%.
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Javier de Felipe es neurobiólogo, director del Laboratorio Cajal de Circuitos Corticales UPM-CSIC, director del proyecto Cajal Blue Brain -asociado con el Blue Brain originario de Suiza- y coordinador en España del Human Brain Project, de cuya división Neurociencia Molecular y Celular es coordinador científico. También ha participado en el proyecto Neurolab de la NASA, y ha recibido, entre otros premios, el Krieg Cortical Kudos Award que le otorgó el Cajal Club (EE.UU.).