Internet: ¿La tecnología que mejorará el cerebro humano?

La convergencia entre redes artificiales y redes neuronales podría impulsar el desarrollo de nuestra inteligencia biológica, pero también de la inteligencia artificial


La tecnología nos ha permitido volar sin alas pero, ¿podrá impulsar igualmente nuestra inteligencia? Algunos tecnólogos y futuristas señalan que sí, que nuestras capacidades cognitivas mejorarán en unos años gracias a la tecnología y, en especial, gracias a Internet. Telepatía, telequinesia o información ilimitada podrían ser capacidades aportadas por implantes conectados al cerebro y a la Red al mismo tiempo. Mientras llegan estos avances, la naturaleza sigue su curso y va cambiando bajo la influencia de Internet, aunque de forma mucho más discreta. Al menos por ahora. Por Yaiza Martínez.


26/05/2015

Imagen: agsandrew. Fuente: Fotolia.
Según algunos expertos, como John Hawk, nuestro cerebro se está reduciendo como consecuencia de nuestra ‘cómoda’ vida, en la que no precisamos luchar (tanto) por la supervivencia. Pasa igual en el mundo animal: los animales domésticos, como perros, gatos o pájaros, tienen cerebros entre un 10 y 15% más pequeños que sus homólogos salvajes. Si seguimos a este ritmo de reducción, calculan los científicos, nuestro cerebro no será mayor que el del Homo erectus dentro de unos 20.000 años.

Esta es la ‘mala’ noticia. La buena es que, afortunadamente, en la actualidad otra influencia está haciendo evolucionar al cerebro humano: la tecnología, asegura el neurocientífico de la Universidad de Tuft (EEUU) y autor de numerosos libros sobre el funcionamiento del cerebro y sobre inteligencia artificial, Jeff Stibel.

Dentro de la tecnología, Stibel remarca la importancia de Internet para impulsar la inteligencia humana: “A medida que la revolución de Internet se desarrolla”, escribe el experto en un artículo publicado en Tufts Now, “estamos asistiendo no sólo a la extensión de la mente, sino también a la unificación de mente y máquina, dos redes que conforman una sola”. “Creer que, algún día, podamos tener toda la información del mundo incrustada en nuestras mentes a través de Internet, ya no es solo imaginación”, asegura el experto.

Telepatía, telequinesia, información ilimitada

Desde que, en 1929, el neurólogo alemán Hans Berger (considerado el padre de la electroencefalografía) descubriera que el cerebro funciona por impulsos eléctricos; y desde que, a partir de 1969,  el biofísico de la Universidad de Washington Eberhard Fetz decidiera usar esos impulsos para controlar dispositivos eléctricos, la vinculación cerebro-ordenador se ha ido haciendo posible.

A partir de entonces, y gracias al rápido desarrollo de los chips de silicio, las computadoras y las redes de datos, se ha ido fraguando la tecnología para conectar los cerebros de personas a las máquinas y, posteriormente a Internet, lo que, según Stibel, dará lugar a un nuevo tipo de inteligencia.

En Tendencias21 ya hemos  hablado de varios experimentos  en esta dirección. Por ejemplo, en 2014, un equipo internacional de neurocientíficos e ingenieros robóticos consiguió demostrar por vez primera que la comunicación directa entre cerebros humanos es posible a través de la Red de redes. Según los autores del avance, este fue un paso hacia una nueva forma de comunicación no basada ni en el lenguaje ni en el movimiento (¿avance cognitivo?).  

Por otra parte, también en 2014, investigadores de la Universidad de Washington lograron hacer que esa comunicación sirviera para que un emisor enviase órdenes mentales de movimiento corporal a un receptor que las ejecutó.

Pero no solo podremos practicar la telepatía gracias a este  tipo de conexiones, aventura Stibel en su artículo: también será posible la telequinesis (mover objetos con la mente) dando órdenes a través de Internet. Para esto será necesario una interfaz cerebro-computadora (conectada a la Red), algo que ya existe: véase la tecnología del chip implantado en el cerebro BrainGate en la que trabaja Stibel, por ejemplo, y que ha permitido a personas tetrapléjicas mover objetos con la mente.

Por útlimo, y como ya hemos señalado, se ha aventurado que, algún día, tendremos acceso directo a Internet a través de implantes (nanochips) en el cerebro.  

No solo Stibel sueña con el aumento de la inteligencia gracias a la aplicación de la tecnología e Internet. Ray Kurzweil, definido como el futurista más influyente del mundo en estos momentos, también ha señalado que el potencial para seguir aumentando la inteligencia humana en esta dirección es enorme.

Combinar Internet y cerebro para impulsar la IA

Así que, gracias a la tecnología e Internet, podrían aumentarse las capacidades cognitivas humanas (pasaríamos a tener una fuente de datos ilimitada en el cerebro y nuevas capacidades hasta ahora inalcanzables, salvo en el terreno de la ciencia ficción). Pero no solo nuestra inteligencia se beneficiaría de la Red de redes: la inteligencia artificial también podría salir mejorada.

Según Stibel, esto sería posible porque el funcionamiento de Internet se parece tanto al del propio cerebro que este último puede servir como modelo para el desarrollo de la IA: “Internet tiene toda la extravagancia del cerebro: puede trabajar en paralelo, puede comunicarse a través de grandes distancias, y comete errores”, escribe el investigador.

Sus palabras estarían corroboradas por un estudio reciente  en el que se constató que las redes naturales –como son las redes neuronales- son más estables y eficientes que las redes artificiales, por razones muy concretas (quizá reproducibles): su relación entre la estructura interna de cada red natural, y el patrón de conexiones que cada una de esas redes establece con otras redes.

Según los autores de esta investigación, lograr imitar ese paradójico equilibrio permitirá mejorar las redes no biológicas, como las redes de información de las que hablamos.

Y no solo imitar, asegura Stibel, sino también hacer converger ambos tipos de redes:  “A pesar de que Internet aún se encuentra en una etapa temprana de su evolución, podemos aprovechar el cerebro que la naturaleza nos ha dado y hacer converger las redes de ordenadores y las redes neuronales para crear verdadera inteligencia en máquinas artificiales”.

El efecto (real o actual) de Internet sobre el cerebro

Un tema del que no habla Stibel es el del efecto actual de Internet sobre el cerebro y, en conscuencia, sobre nuestras capacidades cognitivas. En otras palabras, no entra a analizar si Internet está, hoy por hoy y sin necesidad de implantes tecnológicos, modificando el cerebro humano.

En 2010, sin embargo, un estudio del University College of London sí analizó esta cuestión. Constató que Internet está modificando el cerebro, en este caso de los más jóvenes, haciendo que estos sean cada vez más capaces de realizar varias tareas al mismo tiempo; aunque también provocando que pierdan su capacidad de concentración y de leer y escribir textos largos.  

Por otra parte, en 2009, científicos de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) descubrieron que usar los buscadores de Internet hace que los cerebros de la gente mayor estén mucho más activos que cuando realizan otras actividades, como la lectura.

Además, se comprobó que estimular, con el uso de Internet, los cerebros de personas que no usaban esta herramienta, hacía que, en tan sólo una semana y con una hora diaria de práctica, los usuarios alcanzasen los mismos niveles de activación cerebral que los más expertos. Así que, se concluyó, Internet puede reactivar el cerebro adulto.

Por último, a finales de 2014, un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Zurich (Suiza), reveló que cuando se pasa tiempo interactuando con otras personas a través de Internet, y usando para ello la pantalla táctil de los smartphones, estamos cambiando la forma en que nuestros pulgares y nuestro cerebro interaccionan.

En concreto, existe una actividad eléctrica cerebral mejorada en los usuarios de teléfonos inteligentes cuando tres de los dedos de estos se tocan en el proceso de comunicación, reveló la investigación. Así que, aunque sea sin implantes, Internet ya está cambiando nuestro cerebro.  Y, con él, quizá también nuestra inteligencia y nuestra cosmovisión; pero aún no sabemos bien en qué direcciones.



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