Paisaje tras un incendio, en Alcalá la Real, Jaén, España. Fuente: Wikimedia Commons.
La Real Academia de Ingeniería pretende aumentar la concienciación social sobre los incendios forestales, y para ello ha publicado un documento en el que pone en contexto la realidad del problema y sostiene, por ejemplo, que no se debe aumentar el gasto público en extinción sino que se deben potenciar las labores de prevención.
La entidad presidida por Elías Fereres parte de la base de que "en el área mediterránea en donde vivimos no es posible suprimirlos totalmente", y a partir de ahí propone empezar a trabajar en una gestión real y efectiva contra los incendios forestales. "Hay que intentar minimizar su número y gravedad mediante la concienciación y la gestión integral del territorio".
Los incendios forestales no son un fenómeno sencillo de explicar, ni siempre obedecen a patrones homogéneos a lo largo del territorio. En España existe una amplia variedad geográfica de situaciones, de forma que existen problemáticas diversas en cuanto a los factores humanos del riesgo, causas inmediatas y la frecuencia o las superficies afectadas. Además, aclara la Academia, no siempre el riesgo meteorológico conlleva mayor número de incendios.
El documento defiende el realismo en el análisis del problema: no se puede pretender que no haya incendios en un país como España. Su clima, cálido y seco en verano, la hace especialmente vulnerable a la propagación del incendio una vez iniciado el fuego.
Contexto histórico
El año 2012 está siendo especialmente trágico para España en materia de incendios, por la pérdida de 10 vidas y por la gran superficie quemada (185.000 quemadas a fecha 16 de septiembre). "Lamentablemente", señala el documento, se desconoce que todos los años mueren personas en las labores de extinción (en la década 1996-2008 hubo una media de 6 fallecidos al año) y que son muchos los años en los que la superficie quemada es similar o incluso significativamente mayor. En 1978, 1985, 1989 y 1994 se quemaron más de 400.000 hectáreas. La década de 1981-90 fue espectacularmente mala, con 238.000 hectáreas quemadas de media anual.
Cada vez hay más bosques y más densos o con abundante matorral por el abandono de la agricultura y la ganadería extensiva y por el declive de los aprovechamientos forestales; y más personas por lo que cada vez es mayor el riesgo de incendio y mayor la probabilidad de que se propague.
La interfaz-urbano forestal se ha ampliado en las últimas décadas de forma "preocupante" pues dificulta la identificación de la frontera entre espacios urbanos y forestales, favorece la confusión en la legislación a aplicar, desvincula al ciudadano de la percepción del riesgo de incendio y complica enormemente la gestión de la emergencia cuando se produce el fuego.
La entidad presidida por Elías Fereres parte de la base de que "en el área mediterránea en donde vivimos no es posible suprimirlos totalmente", y a partir de ahí propone empezar a trabajar en una gestión real y efectiva contra los incendios forestales. "Hay que intentar minimizar su número y gravedad mediante la concienciación y la gestión integral del territorio".
Los incendios forestales no son un fenómeno sencillo de explicar, ni siempre obedecen a patrones homogéneos a lo largo del territorio. En España existe una amplia variedad geográfica de situaciones, de forma que existen problemáticas diversas en cuanto a los factores humanos del riesgo, causas inmediatas y la frecuencia o las superficies afectadas. Además, aclara la Academia, no siempre el riesgo meteorológico conlleva mayor número de incendios.
El documento defiende el realismo en el análisis del problema: no se puede pretender que no haya incendios en un país como España. Su clima, cálido y seco en verano, la hace especialmente vulnerable a la propagación del incendio una vez iniciado el fuego.
Contexto histórico
El año 2012 está siendo especialmente trágico para España en materia de incendios, por la pérdida de 10 vidas y por la gran superficie quemada (185.000 quemadas a fecha 16 de septiembre). "Lamentablemente", señala el documento, se desconoce que todos los años mueren personas en las labores de extinción (en la década 1996-2008 hubo una media de 6 fallecidos al año) y que son muchos los años en los que la superficie quemada es similar o incluso significativamente mayor. En 1978, 1985, 1989 y 1994 se quemaron más de 400.000 hectáreas. La década de 1981-90 fue espectacularmente mala, con 238.000 hectáreas quemadas de media anual.
Cada vez hay más bosques y más densos o con abundante matorral por el abandono de la agricultura y la ganadería extensiva y por el declive de los aprovechamientos forestales; y más personas por lo que cada vez es mayor el riesgo de incendio y mayor la probabilidad de que se propague.
La interfaz-urbano forestal se ha ampliado en las últimas décadas de forma "preocupante" pues dificulta la identificación de la frontera entre espacios urbanos y forestales, favorece la confusión en la legislación a aplicar, desvincula al ciudadano de la percepción del riesgo de incendio y complica enormemente la gestión de la emergencia cuando se produce el fuego.
Los pinos no tienen la culpa de los incendios, según la RAI. Imagen: TANAKA Juuyoh. Fuente: Flickr.
Las verdaderas causas
Se ha avanzado de forma significativa en conocer la causalidad de los incendios forestales, asegura la Academia. "Pese a lo que piensa mayoritariamente la población, menos del 20% de los incendios son por causa desconocida. Lo que sí resulta difícil es conocer al responsable y demostrar su culpabilidad."
Las causas por las que se originan los fuegos son variopintas, pero los montes que arden en España "no se queman ni para urbanizar el terreno ni para vender la madera. Cualquier mensaje en esta dirección desvía la atención de los auténticos responsables", añade.
En España, al igual que en el resto del mundo, el inicio del fuego en los montes y el consiguiente incendio forestal se origina en un 95% de los casos por la acción humana (intencionados y negligencias o causas accidentales), siendo el 5% restante debido a causas naturales (rayos). En correspondencia lógica, se podrían clasificar respectivamente en evitables (mediante acciones individuales o políticas forestales) e inevitables.
La culpa no es de los pinos
Los pinos son los sospechoso habituales en el inconsciente colectivo. Sin embargo, la RAI asegura que "en ningún caso el origen de la masa (masas naturales o repoblaciones) o la especie (pinos y eucaliptos) son motivos por los que los montes ardan.
El incendio casi siempre lo provoca el hombre y todos los montes arden cuando las condiciones ambientales (humedad, temperatura y viento) son especialmente desfavorables". Desde el matorral al alcornocal e, incluso, la laurisilva canaria.
La reiterada alusión en los medios de comunicación a las especies “pirófitas” desvía la atención sobre las causas reales, denuncia el documento. Los pinos fueron plantados por ser, entre nuestros árboles autóctonos, las únicas especies capaces de prosperar en suelos degradados tras milenios de pastoreo.
La importancia de la prevención
Para la RAI, la mejor prevención es la concienciación ciudadana, en especial en lo que se refiere al uso del fuego en el medio agrícola (quema de rastrojos) y ganadero (eliminación o reducción de la talla del matorral y estímulo del rebrote herbáceo o leñoso). Esta es la principal causa de los incendios forestales.
Una vez concienciada la sociedad, la mejor forma de evitar los daños por incendios es mediante medidas de gestión del paisaje y de la estructura de la vegetación que, una vez iniciado el fuego, hagan a los bosques más resistentes a la propagación: paisajes discontinuos, compartimentados, y con menos biomasa.
Se ha avanzado de forma significativa en conocer la causalidad de los incendios forestales, asegura la Academia. "Pese a lo que piensa mayoritariamente la población, menos del 20% de los incendios son por causa desconocida. Lo que sí resulta difícil es conocer al responsable y demostrar su culpabilidad."
Las causas por las que se originan los fuegos son variopintas, pero los montes que arden en España "no se queman ni para urbanizar el terreno ni para vender la madera. Cualquier mensaje en esta dirección desvía la atención de los auténticos responsables", añade.
En España, al igual que en el resto del mundo, el inicio del fuego en los montes y el consiguiente incendio forestal se origina en un 95% de los casos por la acción humana (intencionados y negligencias o causas accidentales), siendo el 5% restante debido a causas naturales (rayos). En correspondencia lógica, se podrían clasificar respectivamente en evitables (mediante acciones individuales o políticas forestales) e inevitables.
La culpa no es de los pinos
Los pinos son los sospechoso habituales en el inconsciente colectivo. Sin embargo, la RAI asegura que "en ningún caso el origen de la masa (masas naturales o repoblaciones) o la especie (pinos y eucaliptos) son motivos por los que los montes ardan.
El incendio casi siempre lo provoca el hombre y todos los montes arden cuando las condiciones ambientales (humedad, temperatura y viento) son especialmente desfavorables". Desde el matorral al alcornocal e, incluso, la laurisilva canaria.
La reiterada alusión en los medios de comunicación a las especies “pirófitas” desvía la atención sobre las causas reales, denuncia el documento. Los pinos fueron plantados por ser, entre nuestros árboles autóctonos, las únicas especies capaces de prosperar en suelos degradados tras milenios de pastoreo.
La importancia de la prevención
Para la RAI, la mejor prevención es la concienciación ciudadana, en especial en lo que se refiere al uso del fuego en el medio agrícola (quema de rastrojos) y ganadero (eliminación o reducción de la talla del matorral y estímulo del rebrote herbáceo o leñoso). Esta es la principal causa de los incendios forestales.
Una vez concienciada la sociedad, la mejor forma de evitar los daños por incendios es mediante medidas de gestión del paisaje y de la estructura de la vegetación que, una vez iniciado el fuego, hagan a los bosques más resistentes a la propagación: paisajes discontinuos, compartimentados, y con menos biomasa.
Una recomendación destaca por su originalidad: Se debe estimular el consumo de productos forestales. Los montes gestionados que producen beneficios a sus propietarios se queman menos, "y Soria es el mejor ejemplo".
El gasto en extinción
En cambio, la Academia es más positiva respecto a las políticas actuales de extinción. "No se dispone de información relativa a lo que gastan las administraciones en medios de extinción (brigadas, helicópteros y aviones), pero acusar a las administraciones -las únicas que invierten, poco o mucho, en prevención y en extinción- de haber reducido sus asignaciones presupuestarias es desviar la atención sobre los verdaderos problemas vinculados a los incendios. En 2012 el Ministerio puso a disposición de las Comunidades Autónomas 62 aeronaves y 500 personas, los mismos medios que en 2009".
El esfuerzo económico en medios de extinción en los últimos años ha sido "extraordinario y no debe aumentarse (probablemente tampoco se pueda)". La inversión en medios de extinción es una política de corto plazo y los montes necesitan políticas integradas y a largo plazo que se centren en la eliminación de las causas de los incendios, añaden.
El gasto en extinción
En cambio, la Academia es más positiva respecto a las políticas actuales de extinción. "No se dispone de información relativa a lo que gastan las administraciones en medios de extinción (brigadas, helicópteros y aviones), pero acusar a las administraciones -las únicas que invierten, poco o mucho, en prevención y en extinción- de haber reducido sus asignaciones presupuestarias es desviar la atención sobre los verdaderos problemas vinculados a los incendios. En 2012 el Ministerio puso a disposición de las Comunidades Autónomas 62 aeronaves y 500 personas, los mismos medios que en 2009".
El esfuerzo económico en medios de extinción en los últimos años ha sido "extraordinario y no debe aumentarse (probablemente tampoco se pueda)". La inversión en medios de extinción es una política de corto plazo y los montes necesitan políticas integradas y a largo plazo que se centren en la eliminación de las causas de los incendios, añaden.