Cada poema de Diario ínfimo (Isla de Siltolá, 2016), de Mercedes Roffé (Buenos Aires, 1954), lleva una fecha exacta, un lugar en el calendario, en el tiempo. La poesía sucede paralela al acontecer diario y se impregna de esos días, de lo que ocurre dentro y fuera de nosotros.
El adjetivo “ínfimo” nos sugiere una nota al margen, como si las palabras adquirieran la función de una frase aclaratoria. Pero no es ese su objetivo, sino el de indagar a través de las múltiples vías por las que transcurre el pensamiento y la intuición poética.
El libro se inicia con un “pero”, un obstáculo, un desdecir. Es el “pero” que inmoviliza –“un no/ una forma de no/ de doblegar/ de hundirse”–, que detiene lo que discurre y que a su vez genera un nuevo afluente.
Detrás de la caída es necesario reconstruirse, como la metáfora de las nubes en el poema “Urgencia”; con qué facilidad la nube cambia de estado, se desprende de sí misma: “desperezándose hasta/ desentenderse/ de su propia materia”. Pero en esos cambios, en eso que no fuimos o “nunca seremos”, hay un instante, una ráfaga de luz que permanece.
Indagamos en la memoria y el pasado habita en nuestro presente y nuestro futuro. De este modo leemos en el poema “Tiempos”:
no hay retornar del rayo al cielo
de la ola, a la planicie del mar
de la ceniza al silencio
y sin embargo
las horas se componen
se re-componen
laberintos de luz y sombras
en las vísceras del tiempo
Subyace en los poemas un deseo de regresar al origen para seguir avanzando: “entonces la manera de empezar/ es remontarse/ desandar cada senda”, escribe Mercedes Roffé en “Pasos”; y en el poema “Lo otro”: “Y con un gesto de la mano/ fundió/ el pasado y el presente/ el presente con lo porvenir”.
El adjetivo “ínfimo” nos sugiere una nota al margen, como si las palabras adquirieran la función de una frase aclaratoria. Pero no es ese su objetivo, sino el de indagar a través de las múltiples vías por las que transcurre el pensamiento y la intuición poética.
El libro se inicia con un “pero”, un obstáculo, un desdecir. Es el “pero” que inmoviliza –“un no/ una forma de no/ de doblegar/ de hundirse”–, que detiene lo que discurre y que a su vez genera un nuevo afluente.
Detrás de la caída es necesario reconstruirse, como la metáfora de las nubes en el poema “Urgencia”; con qué facilidad la nube cambia de estado, se desprende de sí misma: “desperezándose hasta/ desentenderse/ de su propia materia”. Pero en esos cambios, en eso que no fuimos o “nunca seremos”, hay un instante, una ráfaga de luz que permanece.
Indagamos en la memoria y el pasado habita en nuestro presente y nuestro futuro. De este modo leemos en el poema “Tiempos”:
no hay retornar del rayo al cielo
de la ola, a la planicie del mar
de la ceniza al silencio
y sin embargo
las horas se componen
se re-componen
laberintos de luz y sombras
en las vísceras del tiempo
Subyace en los poemas un deseo de regresar al origen para seguir avanzando: “entonces la manera de empezar/ es remontarse/ desandar cada senda”, escribe Mercedes Roffé en “Pasos”; y en el poema “Lo otro”: “Y con un gesto de la mano/ fundió/ el pasado y el presente/ el presente con lo porvenir”.
Diálogo con el arte
La poesía de Mercedes Roffé no es ajena al devenir histórico; así el poema “Túnez”, con fecha de 30 de junio, nos recuerda los atentados perpetrados en un complejo hotelero dos días antes: “¿qué mas indefensión que tenderse/ desnudo al sol?”.
Hay días “en que las piedras vienen a visitarnos”, en los que la felicidad se cubre con un “pero” aplastante, como en “Todo es miedo”: “soy feliz/ o quizás podría serlo/ o lo he sido/ (…) “pero el miedo”. Días en que nos habitan el “tenaz cansancio” –“esa coraza adentro/ esa camisa de fuerza”–, las grietas, las heridas, “un surco”. Días como “Laberintos”: “la tentación de entrar/ la sospecha/ de no poder salir”.
Encontramos también en Diario ínfimo un diálogo con el arte; la poesía es ritmo, forma parte del ritmo del universo, como la música que “va dictando lo/ que (no) se ve”. La pintura, al igual que el poema, ansía detener el instante. Mercedes Roffé dialoga con obras de pintoras como Olga Rozanova, Alice Bailly, o Marianne von Werefkin, cuyos cuadros reflejan la preocupación de la poeta por la situación de las mujeres, nuestro papel en la historia y en el mundo en que vivimos. Así leemos en el poema “Mujeres de negro”:
Pero ellas van mirándose
la punta de los zapatos
no alzar la vista
ni la voz
podría decirse
su esencia
La vuelta al origen se concentra en imágenes como las del poema “Continentes”: “como el océano/ que entra en la gota”. Se trata de una búsqueda nos lleva a una constante interrogación: “Pero/¿qué es el pasado? ¿qué el presente?”, escribe Mercedes Roffé en el poema “Indagaciones”:
memoria y percepción
¿no son coetáneos?
si la mente es perpetuo movimiento
y el tiempo es movimiento
y el ayer y el hoy se buscan
en una danza que es, a un tiempo,
repetición y réplica y
contrapunto
Porque el pasado y el presente confluyen “en ese diario de viaje/ que es la vida”, y el presente quizás sea “ese ayer revisitado siempre”.
Diario ínfimo se cierra con el poema “Conciliación o Celebración de la belleza”, hermoso diálogo con “Siete argumentos para defender la poesía en medio del ruido”, un ensayo de Rafael Argullol, para quien la poesía nace del silencio y se aparta del ruido cotidiano para indagar dentro de nosotros. Como contrapunto escribe Mercedes Roffé:
no hay frontera
no hay
término que separe
reflexión y emoción
discernimiento y belleza
La poesía es ritmo, ritmo primigenio que nace del origen, del silencio, y se expande como el Big Bang. Es el “eco” de Osip Mandelstam, “el infinito y el viento” de Leopardi. La poesía continúa celebrando la belleza; está inmersa en el tiempo en el que nace, y se impregna a su vez de de un anhelo de eternidad.
La poesía de Mercedes Roffé se adentra en el laberinto de la memoria, busca llegar al centro y encontrar la salida. La acompaña el juego de la imaginación. Con la poesía viajamos por las fronteras interiores, nos sentimos invitados a celebrar la belleza de lo real y lo intangible; y el poema se convierte en ese “iluminado artificio” con el que “la intuición penetra el hontanar/ de enigmas que nos cerca”.
La poesía de Mercedes Roffé no es ajena al devenir histórico; así el poema “Túnez”, con fecha de 30 de junio, nos recuerda los atentados perpetrados en un complejo hotelero dos días antes: “¿qué mas indefensión que tenderse/ desnudo al sol?”.
Hay días “en que las piedras vienen a visitarnos”, en los que la felicidad se cubre con un “pero” aplastante, como en “Todo es miedo”: “soy feliz/ o quizás podría serlo/ o lo he sido/ (…) “pero el miedo”. Días en que nos habitan el “tenaz cansancio” –“esa coraza adentro/ esa camisa de fuerza”–, las grietas, las heridas, “un surco”. Días como “Laberintos”: “la tentación de entrar/ la sospecha/ de no poder salir”.
Encontramos también en Diario ínfimo un diálogo con el arte; la poesía es ritmo, forma parte del ritmo del universo, como la música que “va dictando lo/ que (no) se ve”. La pintura, al igual que el poema, ansía detener el instante. Mercedes Roffé dialoga con obras de pintoras como Olga Rozanova, Alice Bailly, o Marianne von Werefkin, cuyos cuadros reflejan la preocupación de la poeta por la situación de las mujeres, nuestro papel en la historia y en el mundo en que vivimos. Así leemos en el poema “Mujeres de negro”:
Pero ellas van mirándose
la punta de los zapatos
no alzar la vista
ni la voz
podría decirse
su esencia
La vuelta al origen se concentra en imágenes como las del poema “Continentes”: “como el océano/ que entra en la gota”. Se trata de una búsqueda nos lleva a una constante interrogación: “Pero/¿qué es el pasado? ¿qué el presente?”, escribe Mercedes Roffé en el poema “Indagaciones”:
memoria y percepción
¿no son coetáneos?
si la mente es perpetuo movimiento
y el tiempo es movimiento
y el ayer y el hoy se buscan
en una danza que es, a un tiempo,
repetición y réplica y
contrapunto
Porque el pasado y el presente confluyen “en ese diario de viaje/ que es la vida”, y el presente quizás sea “ese ayer revisitado siempre”.
Diario ínfimo se cierra con el poema “Conciliación o Celebración de la belleza”, hermoso diálogo con “Siete argumentos para defender la poesía en medio del ruido”, un ensayo de Rafael Argullol, para quien la poesía nace del silencio y se aparta del ruido cotidiano para indagar dentro de nosotros. Como contrapunto escribe Mercedes Roffé:
no hay frontera
no hay
término que separe
reflexión y emoción
discernimiento y belleza
La poesía es ritmo, ritmo primigenio que nace del origen, del silencio, y se expande como el Big Bang. Es el “eco” de Osip Mandelstam, “el infinito y el viento” de Leopardi. La poesía continúa celebrando la belleza; está inmersa en el tiempo en el que nace, y se impregna a su vez de de un anhelo de eternidad.
La poesía de Mercedes Roffé se adentra en el laberinto de la memoria, busca llegar al centro y encontrar la salida. La acompaña el juego de la imaginación. Con la poesía viajamos por las fronteras interiores, nos sentimos invitados a celebrar la belleza de lo real y lo intangible; y el poema se convierte en ese “iluminado artificio” con el que “la intuición penetra el hontanar/ de enigmas que nos cerca”.