Huella neurológica del dolor físico identificada en el presente estudio. Imagen: Tor Wager. Fuente: Universidad de Colorado en Boulder.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Colorado en Boulder (EEUU) ha conseguido determinar el patrón neuronal que se corresponde con el dolor físico, en concreto, con el dolor físico que provoca el calor.
El hallazgo, según publica Science Now, podría resultar clave para desarrollar mejores diagnósticos y tratamientos para cualquier tipo de dolor en el futuro.
Asimismo, este sistema podría usarse algún día para medir –de manera objetiva- la experiencia de dolor a partir de escáneres del cerebro, algo que podría resultar muy útil, ya que de momento los médicos sólo pueden saber del dolor que sufren sus pacientes a través del testimonio de éstos, y se sabe que la percepción del dolor puede ser muy subjetiva.
Una huella neuronal común
El estudio fue dirigido por el neurocientífico Tor Wager, cuyo laboratorio en la Universidad de Colorado está dedicado específicamente a investigar las vías neuronales que subyacen a la generación y la regulación del dolor y de las emociones.
En el desarrollo de la investigación se usó la técnica de exploración de resonancia magnética funcional (fMRI), que permite mostrar en imágenes las regiones cerebrales que ejecutan una tarea determinada. Los 114 participantes sometidos a estos escáneres fueron personas sanas a las que se les suministraron pulsos de calor en el brazo, algunos de ellos dolorosos y otros no.
Durante los pulsos dolorosos, se activó en ellos un grupo diverso de regiones cerebrales, de manera consistente, informa la revista Scientific American.
Aunque estas regiones ya habían sido previamente asociadas con el dolor, la novedad del presente estudio radica en que en él se consiguió detectar una activación constante del cerebro cuando los voluntarios informaron de la sensación de dolor, con mayor exactitud que en investigaciones previas.
Esta “huella neuronal” del dolor apareció en el 93% de los participantes que informaron de que sentían dolor como consecuencia del calor; aumentó cuando la intensidad del dolor crecía; y menguó cuando los voluntarios tomaron un calmante (remifentanil).
Por otra parte, la fuerza de la huella de respuesta neuronal aumentó cuando las temperaturas se incrementaron, variando positivamente entre la aplicación de 44.3°C a la de 49.3°C, que es la que puede hacernos sentir el café caliente de una taza que se nos caiga encima.
Esto significa que se pudo predecir, a partir de la huella neuronal, cuál de estos dos dolorosos pulsos de calor dañaban más a los sujetos, informa la revista The New England Journal of Medicine, en la que se ha detallado la investigación.
El hallazgo, según publica Science Now, podría resultar clave para desarrollar mejores diagnósticos y tratamientos para cualquier tipo de dolor en el futuro.
Asimismo, este sistema podría usarse algún día para medir –de manera objetiva- la experiencia de dolor a partir de escáneres del cerebro, algo que podría resultar muy útil, ya que de momento los médicos sólo pueden saber del dolor que sufren sus pacientes a través del testimonio de éstos, y se sabe que la percepción del dolor puede ser muy subjetiva.
Una huella neuronal común
El estudio fue dirigido por el neurocientífico Tor Wager, cuyo laboratorio en la Universidad de Colorado está dedicado específicamente a investigar las vías neuronales que subyacen a la generación y la regulación del dolor y de las emociones.
En el desarrollo de la investigación se usó la técnica de exploración de resonancia magnética funcional (fMRI), que permite mostrar en imágenes las regiones cerebrales que ejecutan una tarea determinada. Los 114 participantes sometidos a estos escáneres fueron personas sanas a las que se les suministraron pulsos de calor en el brazo, algunos de ellos dolorosos y otros no.
Durante los pulsos dolorosos, se activó en ellos un grupo diverso de regiones cerebrales, de manera consistente, informa la revista Scientific American.
Aunque estas regiones ya habían sido previamente asociadas con el dolor, la novedad del presente estudio radica en que en él se consiguió detectar una activación constante del cerebro cuando los voluntarios informaron de la sensación de dolor, con mayor exactitud que en investigaciones previas.
Esta “huella neuronal” del dolor apareció en el 93% de los participantes que informaron de que sentían dolor como consecuencia del calor; aumentó cuando la intensidad del dolor crecía; y menguó cuando los voluntarios tomaron un calmante (remifentanil).
Por otra parte, la fuerza de la huella de respuesta neuronal aumentó cuando las temperaturas se incrementaron, variando positivamente entre la aplicación de 44.3°C a la de 49.3°C, que es la que puede hacernos sentir el café caliente de una taza que se nos caiga encima.
Esto significa que se pudo predecir, a partir de la huella neuronal, cuál de estos dos dolorosos pulsos de calor dañaban más a los sujetos, informa la revista The New England Journal of Medicine, en la que se ha detallado la investigación.
El dolor mental y el dolor físico activan distintas regiones
Por otra parte, el estudio ha determinado también que esta actividad cerebral concreta señala el dolor físico más que cualquier otra experiencia no placentera, ya que no surgió cuando a los voluntarios se les mostraron imágenes de compañeros sentimentales que los habían abandonado.
Así, aunque el dolor físico y el dolor emocional impliquen la coincidencia en la activación de algunas regiones cerebrales, el estudio mostró diferencias sutiles a nivel neuronal en ambas formas de sufrimiento.
De dicha coincidencia ya hablamos en Tendencias21 al describir una investigación anterior, en este caso llevada a cabo por científicos de la Universidad de Michigan (EEUU) en 2011.
En ella se reveló que el dolor físico y el dolor producido por el rechazo social activan las neuronas de las mismas áreas del cerebro: la corteza somatosensorial secundaria y la ínsula dorsal posterior.
Posibles aplicaciones
Los especialistas esperan que este trabajo suponga un paso adelante hacia el desarrollo de fórmulas de identificación del dolor a través de imágenes del cerebro.
Un marcador del dolor basado en la actividad neuronal podría algún día ayudar a los médicos a asistir a pacientes con dificultades de comunicación, como las personas demasiado jóvenes o las víctimas de un infarto cerebral.
Sin embargo, Wager no cree que esta huella neuronal llegue a convertirse en algo similar a un “detector de mentiras” para el dolor porque, según él, “hay muchos factores psicológicos y fisiológicos que influyen en la percepción subjetiva del dolor, y nosotros sólo hemos descubierto uno de ellos”. “Muy probablemente, muchos estados de la actividad cerebral provocan el dolor, que no es una única cosa”, continúa.
De momento, se necesitarán nuevas investigaciones para determinar hasta qué punto este método podría servir para distinguir otros tipos de dolores, como los dolores punzantes o latentes; pero para los científicos ya supone un buen punto de partida.
Por otra parte, el estudio ha determinado también que esta actividad cerebral concreta señala el dolor físico más que cualquier otra experiencia no placentera, ya que no surgió cuando a los voluntarios se les mostraron imágenes de compañeros sentimentales que los habían abandonado.
Así, aunque el dolor físico y el dolor emocional impliquen la coincidencia en la activación de algunas regiones cerebrales, el estudio mostró diferencias sutiles a nivel neuronal en ambas formas de sufrimiento.
De dicha coincidencia ya hablamos en Tendencias21 al describir una investigación anterior, en este caso llevada a cabo por científicos de la Universidad de Michigan (EEUU) en 2011.
En ella se reveló que el dolor físico y el dolor producido por el rechazo social activan las neuronas de las mismas áreas del cerebro: la corteza somatosensorial secundaria y la ínsula dorsal posterior.
Posibles aplicaciones
Los especialistas esperan que este trabajo suponga un paso adelante hacia el desarrollo de fórmulas de identificación del dolor a través de imágenes del cerebro.
Un marcador del dolor basado en la actividad neuronal podría algún día ayudar a los médicos a asistir a pacientes con dificultades de comunicación, como las personas demasiado jóvenes o las víctimas de un infarto cerebral.
Sin embargo, Wager no cree que esta huella neuronal llegue a convertirse en algo similar a un “detector de mentiras” para el dolor porque, según él, “hay muchos factores psicológicos y fisiológicos que influyen en la percepción subjetiva del dolor, y nosotros sólo hemos descubierto uno de ellos”. “Muy probablemente, muchos estados de la actividad cerebral provocan el dolor, que no es una única cosa”, continúa.
De momento, se necesitarán nuevas investigaciones para determinar hasta qué punto este método podría servir para distinguir otros tipos de dolores, como los dolores punzantes o latentes; pero para los científicos ya supone un buen punto de partida.
Referencia bibliográfica:
Tor D. Wager, Lauren Y. Atlas, Martin A. Lindquist, Mathieu Roy, Choong-Wan Woo, y Ethan Kross. An fMRI-Based Neurologic Signature of Physical Pain. The New England Journal of Medicine (2013). DOI: 10.1056/NEJMoa1204471.
Tor D. Wager, Lauren Y. Atlas, Martin A. Lindquist, Mathieu Roy, Choong-Wan Woo, y Ethan Kross. An fMRI-Based Neurologic Signature of Physical Pain. The New England Journal of Medicine (2013). DOI: 10.1056/NEJMoa1204471.