EDUARDO MARTÍNEZ DE LA FE
Ha sido un periódico de Burkina Faso, uno de los países más pobres del mundo, el que ha puesto el dedo en la llaga de la ecuación climática.
Denuncia la hipocresía de los países más contaminantes (Estados Unidos, China y Europa) para señalar que el desafío del calentamiento global no ha supuesto ningún cambio significativo en los últimos 20 años, cuando se inició la serie de conferencias de Naciones Unidas sobre el cambio climático que culmina esta semana en París.
Las otras regiones del mundo, particularmente África, son en realidad las víctimas colaterales de la indiferencia de las regiones dominantes sobre los cambios climáticos, escribe Le Pays. Y plantea a las potencias una doble cuestión, una moral y otra económica.
La primera, que no tienen derecho a exigir a los demás países el pago de la factura ambiental que demanda el nivel de vida de sus poblaciones, sobre todo porque las catástrofes naturales que desencadena el calentamiento global afectan especialmente a las regiones periféricas. La segunda, que deben revisar el modelo económico que nos conduce a todos a una catástrofe global.
El periódico termina con una llamada de atención a las poblaciones africanas, extensible a otras regiones periféricas: no pueden seguir esperando a que las potencias vengan a solucionar el impacto del cambio climático en sus respectivas regiones. Una llamada, también, a la conciencia de los ciudadanos de las regiones desarrolladas, que con nuestras elecciones políticas hacemos posible que los gobernantes ignoren los gritos de la naturaleza y de las poblaciones más afectadas.
Denuncia la hipocresía de los países más contaminantes (Estados Unidos, China y Europa) para señalar que el desafío del calentamiento global no ha supuesto ningún cambio significativo en los últimos 20 años, cuando se inició la serie de conferencias de Naciones Unidas sobre el cambio climático que culmina esta semana en París.
Las otras regiones del mundo, particularmente África, son en realidad las víctimas colaterales de la indiferencia de las regiones dominantes sobre los cambios climáticos, escribe Le Pays. Y plantea a las potencias una doble cuestión, una moral y otra económica.
La primera, que no tienen derecho a exigir a los demás países el pago de la factura ambiental que demanda el nivel de vida de sus poblaciones, sobre todo porque las catástrofes naturales que desencadena el calentamiento global afectan especialmente a las regiones periféricas. La segunda, que deben revisar el modelo económico que nos conduce a todos a una catástrofe global.
El periódico termina con una llamada de atención a las poblaciones africanas, extensible a otras regiones periféricas: no pueden seguir esperando a que las potencias vengan a solucionar el impacto del cambio climático en sus respectivas regiones. Una llamada, también, a la conciencia de los ciudadanos de las regiones desarrolladas, que con nuestras elecciones políticas hacemos posible que los gobernantes ignoren los gritos de la naturaleza y de las poblaciones más afectadas.