En Bali se ha salvado lo que Greenpeace consideraba la última oportunidad para que el Protocolo de Kyoto se prolongue y consolide compromisos concretos para la reducción de los gases de efecto invernadero. La "hoja de ruta" aprobada sienta las bases para las negociaciones que conducirán a un nuevo tratado que reemplace al de Kioto en 2012. El lado negativo es que el texto aprobado elude las cifras relativas a las emisiones contaminantes y a la necesidad de reducirlas, que constituían la base del rechazo norteamericano. El actual Protocolo de Kioto obliga a todos los países industrializados, salvo Estados Unidos, a reducir sus emisiones de gases invernadero entre el 2008 y el 2012. Los países en desarrollo están exentos y las nuevas negociaciones comprometerán a todas las naciones a reducir las emisiones desde el 2013 en adelante. La dureza de la negociación ha puesto de manifiesto, sin embargo, varias evidencias. Por un lado, el abismo que separa a Estados Unidos del resto de las naciones respecto a la responsabilidad medioambiental, aunque la previsible victoria demócrata en las elecciones presidenciales de 2008 otorga posibilidades a un eventual progreso en el compromiso norteamericano. Por otro lado, en Bali se han manifestado las profundas divergencias existentes a la hora de enfocar la crisis climática entre los países del Norte y del Sur, así como el peso específico de China en las grandes cuestiones mundiales y el afán de Europa de liderar la lucha contra el cambio climático. El consenso climático global finalmente se ha alcanzado, pero es demasiado ambiguo y demasiado frágil para la dimensión de la crisis del clima.