Forcades: Casi todas las farmacéuticas han sido condenadas en los tribunales

Esta situación es producto de las políticas neoliberales de los últimos diez o veinte años, pero existen alternativas


Casi la totalidad de las grandes compañías farmacéuticas fueron procesadas y condenadas por los tribunales de Estados Unidos entre 2000 y 2003, explica en la siguiente entrevista Teresa Forcades, médico y monja especializada en el estudio de la industria farmacéutica. Según Forcades, esta industria además campa a sus anchas, pues financia investigaciones sobre medicamentos e incluso paga los sueldos de los trabajadores de las instituciones que deberían controlarla. La solución a esta situación, afirma la investigadora, pasa por buscar fuentes de financiación libres de intereses comerciales, evitar la privatización de la salud; y que los propios médicos resistan a la manipulación de las compañías. Por Eulàlia Tort.


Eulàlia Tort
05/04/2013

Teresa Forcades. Imagen: Marc Ancochea. Fuente: Edicions DAU.
Teresa Forcades i Vila es monja en el monasterio de Sant Benet de Montserrat. Nació en Barcelona (1966) y estudió Medicina en esta ciudad. En 1992 se marchó a Estados Unidos, donde realizó la especialidad de Medicina Interna en la Universidad de Nueva York, en Búfalo, y cursó el Master of Divinity en la Universidad de Harvard.

Entró en el monasterio en 1997. Se doctoró en Salud Pública en 2004 y en Teología Fundamental en 2008, con una tesis sobre el concepto de “persona” en la teología trinitaria clásica en relación con la noción moderna de libertad como autodeterminación.


¿Las compañías farmacéuticas cometen crímenes?

Este es el título de un estudio que publiqué el año 2006 con el Centro de estudios Cristianismo y Justicia. El título que elegí no es metafórico, sino literal: casi la totalidad de las grandes compañías farmacéuticas fueron procesadas y condenadas por los tribunales de Estados Unidos durante el breve período que va desde el año 2000 hasta el 2003. Por lo tanto, son criminales de acuerdo con las sentencias de los jueces.

¿De qué crímenes estamos hablando?

No es que vayan por la calle asesinando a gente…, me refiero a la ocultación interesada de información vital.

¿Qué quieres decir?

Imaginemos una empresa farmacéutica que está realizando un estudio sobre la seguridad de un medicamento en concreto. Lo que te contaré ahora es un caso real. Los laboratorios Merck lanzaron al mercado un antiinflamatorio llamado Vioxx. Mientras elaboraban un estudio de seguridad, detectaron un exceso de infartos de miocardio entre los pacientes que tomaban el medicamento. Cuando hablo de ocultar información vital, me refiero a un caso como este, en el que hay una relación directa entre el uso de un medicamento y la aparición de efectos secundarios, incluso mortales.

La manipulación de la información llegó cuando rediseñaron el estudio para ocultar estos datos. Asumir los resultados del estudio hubiera implicado que Merck tendría que haber retirado del mercado el medicamento con la consecuente pérdida de ingresos.

Increíble...

El juicio demostró que Merck ocultaba datos descaradamente. La investigación del caso concluyó que Vioxx podía haber sido responsable de más de 27.000 muertes por ataque al corazón entre 1999 y 2003. Por lo tanto, queda claro que cuando me refiero a los crímenes de las compañías farmacéuticas, lo hago en un sentido literal y es evidente que la administración pública también es responsable.

Date cuenta de que este medicamento llegó al mercado porque contó con el visto bueno de la agencia estadounidense reguladora del medicamento, la Food and Drug Administration (FDA).

¿Y cuál fue la condena a los laboratorios Merck? Supongo que no demasiado dura, porque todavía hoy es una de las farmacéuticas más potentes del mundo.

Tuvieron que pagar una suma importante de dinero pero, claro, nada comparado con lo que ganaron comercializando Vioxx. Si nos ponemos cínicas diríamos que a la empresa le han resultado rentables las casi 30.000 muertes que han provocado. Y si seguimos con este ejercicio de cinismo, añadiré que Merck se resistió a retirar el producto del mercado mientras duró el juicio, haciendo uso de estrategias legales.

Desde que llegó el primer requerimiento hasta que terminó el proceso, pasaron nueve meses. Durante todo este tiempo, los abogados de la compañía farmacéutica hicieron malabarismos legales para que el producto se pudiera seguir vendiendo, a pesar de la cifra de muertos. Como ves, nos situamos en un nivel en el que la vida humana no tiene ningún valor.

Me parece imposible que nuestro sistema de salud no tenga modo de comprobar que los medicamentos que tomamos no nos matarán. ¿No existen filtros? ¿Cómo llega un medicamento hasta la farmacia que tenemos al lado de casa?

Te contaré el trayecto que recorre un medicamento en cuatro etapas, verás que en todas ellas hay motivos para ser crítico. El problema comienza con la formulación de la hipótesis de investigación, es decir, la idea primera.

Cuando te planteas una hipótesis, puede que ésta parta de las necesidades reales de las personas enfermas, o bien de las necesidades de una empresa que pretende lucrarse. Son los científicos quienes deben formular la hipótesis de trabajo, unos científicos que pueden ser dependientes o independientes. Como puedes imaginar, la mayoría de los científicos son dependientes, porque trabajan para las mismas compañías farmacéuticas que les hacen investigar exclusivamente sobre hipótesis favorables a sus intereses económicos. Y esto no es todo: se han dado casos en que han inventado enfermedades.

¿Enfermedades inventadas?

En 1998, Pfizer, la principal compañía farmacéutica de Estados Unidos, comercializó Viagra para el tratamiento de la disfunción sexual masculina. Pues bien, tras el éxito abrumador en las ventas de este medicamento, se plantearon que quizá había que desarrollar un producto similar para las mujeres. El problema era que, si supuestamente existía un criterio claro para hablar de disfunción sexual masculina –dificultades en la erección–, en el caso de las mujeres era mucho más difícil de definir.

Este es un ejemplo evidente de creación de una nueva patología en función de los intereses de la industria farmacéutica. La manipulación de la hipótesis también se da en los casos de patentes de medicamentos estrella, cuando están a punto de terminar. La mayoría de compañías convocan a sus científicos para que encuentren un medicamento que haga exactamente lo mismo o, a ser posible, que sea un poco mejor.

La idea es no perder ventas una vez acabe la patente del medicamento, ya que a partir de ese momento se podrá comercializar como genérico a un precio más razonable. Modifican una o dos moléculas de un medicamento que funciona y lo lanzan de nuevo al mercado.

El problema es que este mínimo cambio hecho con la única intención de enriquecer a la compañía farmacéutica puede ser, para los pacientes, fuente de efectos secundarios invalidantes o incluso mortales.

Horrible. ¿Qué ocurre durante la segunda fase del lanzamiento de un medicamento?

Una vez tienes formulada la hipótesis, llega la ejecución del estudio. Primero piensas cómo lo quieres hacer y en función de qué intereses, y después lo tienes que llevar a la práctica. De esta segunda fase quisiera destacar el tema del consentimiento informado.

¿Te refieres a cómo eligen a las personas que harán de conejillos de Indias?

Sí, muchas veces la gente no es consciente de lo que supone participar en estos estudios de medicamentos nuevos. Al estar más regulado, a menudo las farmacéuticas hacen estudios en países pobres, en los que cometen grandes injusticias. En primer lugar, porque a los voluntarios que participan solo les dan tratamiento mientras dura el estudio.

Imagina que prueban un medicamento que funciona; pues bien, una vez finalizado el estudio, estas personas que han servido de conejillos de Indias se quedan sin recibir el tratamiento. De un día para otro… ¡Se acabó! La empresa se ha aprovechado de estas personas, a veces niños o bebés, porque gracias a su colaboración, lanza un nuevo medicamento que le reportará grandes beneficios, pero no les asegura que puedan beneficiarse de este medicamento.

Y, en segundo lugar, la compañía puede decidir no comercializar el medicamento en un país pobre porque no le sale rentable, aunque hayan sido los ciudadanos de ese país los que han hecho posible el lanzamiento del medicamento. Todo esto son casos reales.

¡Es muy fuerte!

Imagina que estás haciendo este estudio y comienzas a detectar efectos secundarios no previstos. Si seguimos con el caso de Vioxx de los laboratorios Merck, lo que pretendían era lanzar al mercado un nuevo producto que sustituyera su antiinflamatorio estrella, porque la patente estaba a punto de terminar.

Ya hemos dicho que mientras hacían el estudio constataron la aparición de efectos secundarios y ocultaron la información.

A continuación, publicitaron el producto afirmando que Vioxx tenía menos efectos sobre el aparato digestivo, ya que muchas personas sufrían molestias de estómago por sensibilidad en la mucosa gástrica.

Muchas de estas personas dejaron su antiinflamatorio habitual y se pasaron a Vioxx, y entre estas se encuentran las más de 27.000 muertes por infarto de miocardio de las que hablábamos antes.

¿No hay ningún organismo que se dedique a certificar la seguridad de los medicamentos?

Existen los comités de ética encargados de velar por la consistencia ética de los estudios, tanto en relación con las hipótesis de fondo como en su ejecución, pero los miembros de estos comités, cada vez más, reciben su sueldo de la industria farmacéutica. Una vez hecho el estudio, los resultados deben enviarse a la agencia reguladora. En el caso de Europa, es la Agencia Europea del Medicamento (EMEA) ; en Estados Unidos, la FDA. Pero estas agencias son corruptas.

Te contaré un caso: The Big Pharma es el lobby que representa los intereses de toda la industria farmacéutica norteamericana. Pues bien, presionaron a la agencia del medicamento porque creían que tardaba demasiado en aprobar los nuevos productos. Las grandes compañías no podían esperar los diez meses que tardaba esta agencia en pronunciarse sobre un medicamento, porque les retrasaba el lanzamiento del producto y, claro, perdían dinero.

De modo que las empresas dotaron a la agencia con más personal para que pudieran tramitar los permisos con más rapidez. Por lo tanto, los sueldos de las personas que deben certificar la validez de un medicamento están financiados por la misma industria que produce ese medicamento.

¿También pasa en Europa?

La EMEA está financiada en más de un 75 % por la industria farmacéutica. Cuando estudié el caso de la gripe A, descubrí que el grupo de expertos que aconsejaban a la EMEA sobre esta cuestión estaba financiado al 100 % por la industria farmacéutica.

Lo mismo ocurre con la Organización Mundial de la Salud (OMS), que recibe más del 50 % de su financiación de compañías privadas y no directamente de los gobiernos, como debería ser.

¿Siempre ha sido así?

No, esta situación es producto de las políticas neoliberales de los últimos diez o veinte años. Hasta entonces los países hacían las contribuciones más significativas a la OMS, pero con la crisis, son las empresas las que la financian y, ya se sabe, quien paga manda.

El problema es que se mezclan los intereses económicos privados con la salud de la gente. La salud es un derecho que debe estar protegido, sin manipulaciones en función de intereses privados. La medicina no es un negocio para enriquecerse, con esto está todo dicho.

¿Y qué pasa después de la aprobación del medicamento?

La tercera fase para que llegue un nuevo medicamento a las farmacias es el marketing. Aquí es importante hablar de las proporciones entre el presupuesto destinado al marketing y el presupuesto destinado a la investigación.

El psiquiatra Richard Bentall, en el libro “Medicalizar la mente”, afirma que las grandes multinacionales dedican un 11 % a investigación y un 39 % a marketing.

Cuando llevé a cabo el estudio sobre las compañías farmacéuticas, entre 2000 y 2003, el gasto en marketing triplicaba la inversión en investigación e innovación, la que se supone que caracteriza la actividad de cualquier empresa farmacéutica. Estas empresas disimulan la inversión en marketing en los balances de presupuesto y en las auditorías que les hacen, como ponen en evidencia los medicamentos huérfanos, aquellos que nadie quiere patrocinar porque son para enfermedades minoritarias.

La empresa no quiere dedicar esfuerzos a la investigación de una enfermedad que padece una persona entre un millón, porque después no podrá hacer negocio con la venta del medicamento. Para estos casos, está prevista la participación de la administración, que se encarga de financiar en un 50 % la investigación de las enfermedades minoritarias.

En estas ocasiones queda clara cuál es la cantidad necesaria para investigar, y la cifra se distingue de los gastos de marketing. Así es como hemos sabido que habitualmente las empresas farmacéuticas declaran gastos de investigación muy por encima de los reales.

Si el gasto en marketing triplica al de investigación, más que empresas dedicadas a desarrollar medicamentos, las compañías farmacéuticas parecen ser agencias de comunicación.

Otro ejemplo. En el año 2000, Estados Unidos y Nueva Zelanda eran los únicos países que permitían el marketing directo a pacientes de medicamentos con receta. Esto significa que los medicamentos que un paciente puede tomar solo con receta del médico, se anunciaban en televisión. Imagina a Messi o a cualquier personaje mediático anunciando un antibiótico.

Esto tiene efectos en los pacientes, porque después van a la consulta del médico a pedir el medicamento que han visto anunciado en televisión. Es importante que el médico tenga claro su papel.

¿Viviste algo parecido cuando trabajabas en Estados Unidos?

Sí, y no resulta fácil. Es imposible saberlo todo de todos los medicamentos, hay pacientes que te hablan de la eficacia de un medicamento con cifras y porcentajes que han visto en televisión. El parlamento inglés encargó un informe sobre su sistema sanitario a un grupo de expertos. En este informe se realizan una serie de recomendaciones que suscribo totalmente.

Una de ellas era que un médico recién licenciado no podía recetar un medicamento nuevo hasta que tuviera, al menos, cinco años de práctica profesional. Los médicos somos vulnerables: aparecen los representantes de la industria farmacéutica vendiéndonos la moto con esquemas de colores, y resulta que acabamos repitiendo su discurso. Como ves, es un marketing que presiona mucho, tanto a los profesionales como a los pacientes.

Debe ser difícil tener la lucidez necesaria en todo momento.

Hay presiones y prácticas fraudulentas. Se trataba de un caso real, sobre una empresa que vendía medicamentos para la anemia. Se dieron cuenta de que las ventas en un hospital en concreto habían bajado. ¿Qué hicieron? Decidieron promocionar una nueva línea de quimioterapia que causaba anemia en los pacientes. Resultado: las ventas de su medicamento se recuperaron. Todo esto no es ninguna hipótesis, es el modo de funcionamiento de esta industria.

El fin justifica los medios, queda claro.

Y seguimos, porque en la última etapa, antes de que un medicamento nuevo llegue a la farmacia, también hay elementos para ser críticos. Después del marketing, debemos citar a la llamada farmacovigilancia, es decir, recoger datos sobre la reacción de la población ante un medicamento nuevo. Por muy bien que hayas hecho el estudio, aunque fuera un estudio sobre 20.000 personas, que son muchas, hay que analizar cómo reacciona la gente al producto durante la fase de comercialización, porque entonces no serán miles, sino cientos de miles o incluso millones de personas las que tomarán el medicamento.

Una vez más, esta tarea de control está hoy en día en manos de la misma industria que debe ser controlada. Ha habido casos de adulteración de resultados o de manipulación en la recogida de la información.

¡Todo está corrompido!

Lo mismo ocurre con las revistas médicas, también las más prestigiosas, porque cada vez dependen más de la financiación de las compañías farmacéuticas. Así lo denuncian sus directores. Por lo tanto, debemos saber que los artículos que publican tendrán este sesgo. Los tentáculos de la industria farmacéutica cada vez van más lejos, llegan incluso a las facultades de Medicina, sobre todo en los másteres y posgrados. Entrar en el plan Bolonia obligó a las universidades, deprisa y corriendo, a ofrecer estos cursos.

Pues bien, la industria ya estaba preparada para ofrecerles recursos, profesores y programas. La industria lo impregna todo. Te pondré otro ejemplo. Cuando denuncié todo el tema de la gripe A, me invitaron a las Jornadas Nacionales de Medicina Preventiva del Estado español, en mayo de 2009 en Cartagena. Al llegar, el presidente de la Sociedad Nacional de Médicos de Medicina Preventiva me dijo que al año siguiente no me podrían volver a invitar, porque dos laboratorios habían retirado su financiación al saber que yo participaría. Lo que más me sorprendió fue que el presidente entrara en el juego.

¿Cuál es la alternativa?

Buscar fuentes de financiación libres de intereses comerciales. En la Asociación de Teólogas Europeas de la que formo parte (ESWTR), las ponentes de nuestros congresos no solo no cobran, sino que pagan su alojamiento como todas. Es una forma de ser independientes. Las participantes ofrecen las ponencias gratuitamente, y al año siguiente se benefician de otras ponencias. Tampoco es necesario que los congresos se realicen en hoteles de cinco estrellas ni que las comidas sean pantagruélicas. Se necesita más ciencia y menos parafernalia.

¿Y qué me dices del ámbito público? Hasta ahora hemos hablado de la investigación que llevan a cabo las farmacéuticas, pero supongo que los estudios en el ámbito público deben de estar menos “contaminados”.

Ahora se están poniendo de moda los llamados “partenariados público-privado” que son un paso más en el absurdo de cómo se llevan a cabo las investigaciones. Aunque pueda parecer bien que en tiempos de crisis haya un capital privado que ayude a la iniciativa pública, el problema está en cómo se implementan y quién manda en la investigación, si el capital público o el privado. Normalmente se trata de iniciativas 40-60 ó 49-51, es decir, que la empresa privada es la que domina.

Por lo tanto, el resultado es que se está transfiriendo dinero público a la empresa privada en la medida que ésta tiene derecho a veto. Si la investigación toma unos derroteros que no interesan al capital privado, la empresa puede abortarla. Es otro escándalo que se debe denunciar: se regala dinero público a la industria privada para que promocione sus intereses.

Los ciudadanos estamos indefensos en medio de una maquinaria tan poderosa. ¿Nadie se organiza frente a las grandes corporaciones?

También está el tema de las asociaciones de afectados. Seguiré con el ejemplo del caso Vioxx. Durante el juicio, Merck aportó testigos, enfermos que contaron al juez que antes no podían salir de casa, pero que con el antiinflamatorio Vioxx su vida había cambiado. El problema es que los testigos estaban sobornados por Merck.

Si no se llega a descubrir, el juez habría podido pronunciar una resolución muy diferente. Fíjate que hablamos de empresas que tienen beneficios superiores al presupuesto del Gobierno de un país importante. El desequilibrio, la capacidad de presionar, el control de los medios de comunicación, de la opinión pública…, tenemos que ser conscientes.

¿Cuál es la solución?

Pasa por la reivindicación del espacio público. Durante los últimos años se ha desprestigiado la medicina pública y la seguridad social, pero es necesario recordar que el Estado español ocupaba el séptimo lugar, en el año 2000, en el ranking que elabora la OMS entre los 197 países que la constituyen, a fin de determinar la calidad de los distintos sistemas sanitarios. Un resultado que no está nada mal. Alemania ocupaba el puesto vigésimo quinto, y Estados Unidos el trigésimo cuarto.

Está claro que la privatización de la salud no aumenta en modo alguno su eficacia. No tiene sentido desmantelar un sistema que funciona. Evidentemente, siempre se pueden mejorar cosas, pero no olvidemos que nuestro sistema sanitario estaba situado entre los mejores del mundo.

Debemos tomar conciencia de este desmantelamiento: hace veinte años, las revistas científicas más importantes no estaban controladas por esta industria. Hace veinte años, las facultades de Medicina eran más libres. Esto quiere decir que la alternativa es posible, y que debemos tomar conciencia de la peligrosidad y de la criminalidad del orden actual de las cosas.

Si hablamos de los medicamentos, ¿los genéricos son la mejor opción?

El genérico es un medicamento que ya no está protegido por una patente y por tanto, todos los laboratorios pueden comercializarlo bajo el nombre del componente químico del producto. Las patentes sirven para proteger la inversión de un laboratorio en el desarrollo de un medicamento, de alguna forma dan a la compañía farmacéutica las condiciones necesarias para compensar el gasto en investigación. La patente como concepto, aunque podríamos cuestionar la extensión de la propiedad intelectual, es positiva. Son los crímenes que cometen estas empresas lo que no debemos perder de vista.

Pero una compañía farmacéutica que tiene una patente puede impedir la venta de un medicamento importante para mucha gente.

La patente da a las compañías farmacéuticas el derecho a comercializar el medicamento en exclusiva durante veinte años. Y estas hacen de ello un mal uso, como hemos visto cuando hablaba de laboratorios que deciden no vender medicamentos en los países pobres porque no les resulta rentable.

Es el caso de los laboratorios Abbot, que desarrollaron un antirretroviral que no necesitaba refrigeración. Aunque podrían resultar muy útiles en los países africanos por las altas temperaturas y las frecuentes interrupciones del suministro eléctrico, se negaron a comercializarlo en África.

Precisamente en el continente donde, según los informes de la ONU del año 2003, más de treinta millones de personas estaban infectadas con el VIH, y esto solo en el África subsahariana. No puede ser: las patentes deben tener contrapartidas. Una cosa deberían ser las patentes en los países ricos y otra, permitir la producción de genéricos en los países pobres.

Seguramente lo peor de todo sea la impunidad.

Cuando se han demostrado todos estos crímenes ante el juez, las empresas han tenido que pagar multas inferiores al beneficio que han obtenido con la comercialización del producto. Nadie ha pisado la cárcel por estos crímenes que han costado la vida a muchas personas que confiaban en el sistema sanitario. No deberíamos hablar de los crímenes de las compañías farmacéuticas, sino de los crímenes de las personas concretas, con nombres y apellidos, que están al frente de estas compañías.

¿Podemos cambiar todo este montaje? ¡Nos va la salud!

Para mí siguen siendo válidas todas las propuestas que formuló el Comité de Expertos en el parlamento inglés en 2005. Son iniciativas que pueden implementarse ahora mismo, válidas y seguramente más urgentes ahora que hace siete años. Otro aspecto imprescindible sería que la OMS fuera realmente independiente porque hoy está muy lejos de serlo. Uno de los requisitos para poder colaborar como experto en esta organización internacional es no tener conflictos de intereses con la industria farmacéutica.

Pues bien, en el caso de la gripe A, la OMS no fue capaz de mostrar a las autoridades los documentos firmados por los colaboradores donde reconocían su independencia respecto a la industria farmacéutica.

Aquí también se mezcla la política.

Creo que uno de los problemas es que hemos pasado del multipartidismo al bipartidismo, siguiendo el modelo norteamericano de demócratas y republicanos. Pero la cuestión es que negocian entre ellos y hay temas que jamás se abordan. Fingen ser dos polos opuestos, pero todos tienen claro lo que no se debe tocar. Cuando realicé el estudio de las compañías farmacéuticas, me di cuenta de que la industria disponía en Estados Unidos de un número de lobbystas profesionales superior al número de congresistas.

Esto significa que cada parlamentario tenía asignado a uno o más profesionales que se dedicaban a estudiar su historia y perfil. La tarea de estos lobbystas era influenciar a los congresistas para que votaran de acuerdo con los intereses de la industria. Además, debemos añadir que en ese mismo país, el 90 % de los congresistas son millonarios.

No sé cuál es la situación económica de nuestros representantes políticos, pero estoy segura de que sus rentas se sitúan por encima de la media. ¿Cómo nos puede representar un millonario o una persona que no está en nuestra misma escala social? Por eso me parece interesante lo que hacen países como Venezuela, que buscan una alternativa diferente a la nuestra.

Pero supongo que sois los que trabajáis en el campo sanitario quienes tenéis un reto mayor.

Hay mucho trabajo que hacer en cada hospital, en cada centro de salud. Y de hecho, hay mucha gente trabajando. Recientemente di una charla sobre medicalización a un grupo de enfermeras en Manresa (Barcelona) y dos de ellas me dijeron que el médico con el que trabajan no admitía a los representantes de la industria farmacéutica en su consulta.

Este es un ejemplo de la capacidad de maniobra que todos tenemos: puedes recibir a un representante o no hacerlo. Puedes recibirlo solo cuando te interesa o nunca. Puedo esforzarme en recetar genéricos o medicamentos fuera de todo este mercado. La aportación de cada uno, ni importa cuán pequeña sea, es importante.

Dices que has dado una charla sobre medicalización. ¿Qué es?

El término nace con la modernidad. En un primer momento, la intervención de la ciencia médica en la sociedad mejoraba la vida de las personas. Por ejemplo, a finales del siglo XIX, Italia tenía altos índices de malaria. A partir de un razonamiento médico, tomaron una serie de medidas higiénicas que salvaron muchas vidas: los médicos se dieron cuenta de que las fiebres de los ciudadanos eran producto de la malaria, que se transmitía a través de un insecto que vive en el agua estancada. Por lo tanto, lo que se debía hacer era secar los pantanos para eliminar al mosquito transmisor. Después vino el alcantarillado, fundamental para la salud de los ciudadanos, porque al no canalizar el agua, los niños que jugaban junto a las aguas fecales sufrían las consiguientes infecciones de tifus, cólera, salmonella…

Otro gran tema fue el aire. La gente vivía en casas sin ventilación, trabajaba en fábricas donde no entraba la luz del sol. Por lo tanto, la tuberculosis y las enfermedades pulmonares estaban a la orden del día. Estos ejemplos muestran la primera oleada de medicalización de la sociedad: cuanto más interviene la ciencia médica, la población goza de mejor salud. Hoy estamos ante una situación contraria: cuanto más progresa la ciencia médica, más enfermos estamos.

¿Qué quieres decir?

¿Cómo puede ser que el 90 % de los niños de una clase estén tomando medicamentos? ¿O que el 10 % de los niños estén diagnosticados de TDAH? ¿Por qué pasa? Hay que estudiar a fondo qué consecuencias tiene poner treinta vacunas a los niños antes de que cumplan los cinco años, habría que saber cómo afecta a su cerebro.

Date cuenta de que la vacuna de la triple vírica se pone de una vez, pero estamos introduciendo al mismo tiempo tres virus atenuados (virus vivos) en el cuerpo de un niño que tiene un sistema inmunitario que aún se está formando, con el agravante de los contaminantes.

¿Qué son los contaminantes?

La mayoría de las vacunas de las que disponemos se producen a partir de la infección de células de un animal. Concretamente, la vacuna de la gripe se suele fabricar infectando el embrión de un huevo. Se deja que crezca el embrión infectado y, en previsión de que pueda coger alguna infección dañina, le inyectan un antibiótico. Pues bien, abres el huevo, coges la pasta del interior, la troceas y la filtras para que te quede el material vírico.

La industria goza del derecho a no dar a conocer la fórmula entera, por lo que no conocemos todos los componentes. Para empezar, las aves y los pollos tienen enfermedades propias como la gripe aviar o las leucemias del pollo. Se han dado casos de personas con enfermedades derivadas de los contaminantes de estas vacunas. La vacuna de la gripe también se desarrolla a partir de células cancerosas de riñón de perro.

La cuestión es que introducimos el material genético de células cancerosas en el cuerpo de los niños, sin tener estudios a largo plazo sobre sus efectos. También se utilizan embriones humanos para cultivos, y algunos grupos con ganas de provocar escándalo, pero con base objetiva, afirmaron que inyectamos a los niños células de otros niños.

¿Y esto es seguro para nuestro cuerpo?

No sabemos qué consecuencias tiene todo esto en la genética, precisamente por lo que te comentaba, por esta falta de estudios a largo plazo. Hay vacunas que ponemos cuando los niños tienen apenas dos meses y su sistema inmunitario no está formado. Sobre la vacuna de la gripe tampoco hay suficientes estudios. No sabemos cómo afecta al cerebro de las personas mayores que reciben esta vacuna anualmente desde los sesenta y cinco años.

Durante mucho tiempo, las vacunas contenían aluminio, un componente asociado a las afectaciones neurológicas. Por lo tanto, por ejemplo, si te han estado inyectando esta vacuna durante diez años, puede ser que tu cerebro empiece a estar intoxicado con aluminio.

Decías que cuanto más avanza la medicina, más enfermos estamos. ¿Cómo es posible?

Cada vez estamos más preocupados por las enfermedades y tomamos más medicamentos, nos hacemos visitar más, nos sometemos a más pruebas, estamos más enfermos según las etiquetas oficiales. Otra cosa sería preguntarnos si estas etiquetas son excesivas. Por ejemplo, un poco de depresión en un adolescente. Es lo propio de la edad pero hoy nos dirían que el adolescente padece depresión juvenil y le recetarían un medicamento.

Quizá estamos menos enfermos que nuestros antepasados pero más obsesionados por la salud, lo que acaba convirtiéndose en una patología propia de nuestra época. Siempre estamos pendientes de analíticas, tenemos molestias aquí o allá, y la aberración más grande es que a veces los medicamentos llegan a lugares donde no hay comida.

¿A qué te refieres?

Nestlé llevó a cabo una campaña en África cuyo resultado fue una gran mortalidad infantil. Te explico: la empresa convenció a las mujeres africanas de que era mejor dar leche en polvo –la que ellos fabricaban– a sus hijos en vez de leche materna. A través de diferentes ONG, regalaron botes de leche en polvo, pero el problema fue que, para obtener la leche, se tenía que disolver el polvo en agua.

Como sabemos, en muchos lugares de África el agua no sale del grifo de casa. Por lo tanto, algunas mujeres dieron leche a sus hijos con agua contaminada y otras, para ahorrar, ponían una cucharada menos del preparado. El resultado fueron diarreas, muchas mortales, en los bebés por infecciones y por mala preparación del producto.

El 20 % de la población mundial gasta el 80 % de los recursos del mundo…

Y el 90 % de los recursos médicos se dedican a investigar las enfermedades que afectan al 10 % de la población. Médicos Sin Fronteras llevó a cabo una campaña sobre las enfermedades olvidadas, aquellas que afectan a la población de los países pobres: enfermedad del sueño, enfermedad de Chagas, malaria, etc. Aunque hay millones de personas afectadas, la investigación es mínima.

Precisamente parece que estamos cerca de la vacuna de la malaria.

Yo, más que sobre la vacuna, te hablaré del MMS, una solución que descubrió Jim Humble basada en dióxido de cloro. Sus promotores afirman que este producto acaba con la malaria. Una hermana del monasterio que es de Kenia se llevó este preparado a su pueblo y obtuvo muy buenos resultados.

Personas que merecen toda mi confianza me han hablado de este producto, y yo misma he tomado las dosis recomendadas para resfriados sin problemas. Además, es baratísimo. La idea de la vacuna, acostumbrar la población a ponerse una inyección de forma sistemática no me convence. Se parece demasiado al "soma" de Un mundo feliz de Aldous Huxley.

¿Este preparado MMS es una alternativa a la vacuna?

Habría que investigarlo a fondo. La información de la que dispongo es favorable, y me parece muy sospechoso que se haya prohibido su venta en algunos lugares y que se persiga a las personas que lo comercializan. Lo mismo podríamos decir del caso de una planta llamada stevia rebaudiana, en el tratamiento de la diabetes. ¿Por qué se prohíbe en lugar de investigar seriamente sus efectos?

¿Desaconsejas vacunarse?

Los padres deben saber que las vacunas infantiles no son obligatorias y que existe el derecho a ser selectivos: poner algunas sí y otras no. Ante esta pregunta aconsejaría leer al pediatra inglés Richard Halvorsen o que se informen en organizaciones como la Liga para la Libertad de Vacunación, que tiene una página web muy completa.

¿Y qué dirías de la homeopatía y la medicina alternativa en general? ¿Se escapa de este negocio?

No creamos que todo lo que consideramos medicina alternativa escapa de este negocio, porque a menudo está diseñada por una industria que tiene unos intereses muy claros. Además, que se llame alternativa no significa que detrás no tenga a los grandes laboratorios, aunque dibujen florecitas en las cajas. Tanto en la medicina oficial como en las alternativas, hay personas serias y responsables a la vez que personas que solo se preocupan por sus intereses. ¿Qué hacer? Asumir que hay un riesgo y seguir la propia intuición a la hora de decidir. Es importante vivir la relación terapéutica desde la confianza en el profesional, pero sobre todo como un diálogo en el que el enfermo tiene la última palabra.

Principales conclusiones del Comité de Expertos del parlamento inglés, del año 2005, que Teresa Forcades resumió en su estudio sobre los crímenes de las grandes compañías farmacéuticas y que todavía hoy suscribe completamente:

Informe: The influence of the Pharmaceutical Industry
22 de marzo de 2005
House of Commons

1. Los medicamentos de “yo-también” son un problema, pero la comisión no ha llegado a ningún acuerdo sobre este punto.

2. Es preciso establecer un centro independiente para llevar a cabo los ensayos clínicos ya que el sistema actual está demasiado sesgado.

3. La agresividad del marketing inmediato a la comercialización de un nuevo medicamento, el alud de información que se distribuye y el encubrimiento de esta información haciéndola pasar por educación médica contribuyen a que se receten medicamentos de forma inadecuada.

4. La falsificación de artículos científicos y la ocultación de los resultados de los ensayos no favorables a la industria provocan la proliferación de recetas inadecuadas.

5. La culpa de las recetas inadecuadas no es solo de las compañías farmacéuticas, sino también de médicos y otros profesionales que no son lo suficientemente críticos, y se muestran demasiado dispuestos a aceptar los regalos de las compañías farmacéuticas y a dar por buena la información que éstas les suministran.

6. El marketing de la industria farmacéutica es implacable y ubicuo, y se dirige no solo a los profesionales, sino también a los pacientes y al público en general.

7. Debe elaborarse un folleto para los pacientes con información general y completa que indique cuál es el papel de los medicamentos en el tratamiento de las enfermedades.

8. La publicidad dirigida directamente a los pacientes es inadecuada e innecesaria en el Reino Unido. Esta publicidad tiene un alto contenido emocional (…).

9. La publicidad indirecta a través de campañas educativas no está lo suficientemente bien regulada.

10. A menudo, se desconoce qué tipo de apoyo reciben los grupos de pacientes por parte de las compañías farmacéuticas. Esta información tiene que ser pública.

11. La vigilancia de los medicamentos ya comercializados es insuficiente.

12. El Gobierno tiene que financiar el estudio de las alternativas terapéuticas no farmacológicas que la industria farmacéutica ignora porque no son rentables para ella.

13. Los médicos y otros profesionales con derecho a recetar tienen que asumir su parte de culpa por los problemas resultantes de la prescripción inadecuada de antidepresivos del tipo SSRI y de antiinflamatorios del tipo inhibidores COX-2. Estos medicamentos han sido recetados a gran escala de forma indiscriminada. Esto se debe, en parte, a la intensa actividad de promoción, especialmente, en el momento de su comercialización, pero también es consecuencia de haber mantenido en secreto información importante y de haber aceptado de forma poco crítica la propaganda de las compañías farmacéuticas. El marketing agresivo ha llegado a convencer a demasiados profesionales del hecho que pueden receptar impunemente. (…) No tenemos ningún mecanismo efectivo para moderar la explosión de recetas que acompaña la comercialización de un nuevo producto. Este es el período más importante para promocionar un nuevo medicamento, pero es preciso remarcar que es también el período en que menos cosas sabemos de sus efectos reales.

14. Recomendamos que el registro de ensayos clínicos lo mantenga un organismo independiente y que los resultados de todos los estudios –favorables y desfavorables– sean hechos públicos como condición previa a la comercialización.

15. Que se limite la cantidad de muestras gratuitas que reciben los profesionales que pueden recetar, especialmente durante los primeros seis meses de comercialización de un nuevo medicamento (…).

16. Es preciso que las evaluaciones de la agencia reguladora y la información y los criterios que ha utilizado para llevarlas a cabo sean públicos. Que se incluyan ciudadanos en las comisiones de estudio y se les ofrezca la formación y el apoyo suficientes para que puedan jugar un papel activo en la toma de decisiones.

17. Deben investigarse mejor los efectos secundarios. Los observados en los ensayos clínicos previos a la comercialización son insuficientes.

18. Que la agencia reguladora contrate más personal para monitorizar los nuevos medicamentos durante los primeros meses. Que todos los nuevos medicamentos sean reevaluados por la agencia reguladora de forma sistemática cinco años después de su entrada en el mercado.

19. Recomendamos que la agencia reguladora posea la misma autoridad para restringir los usos de un medicamento que la que tiene para autorizar su comercialización.

20. Recomendamos que se haga efectivo en todo el país el sistema de registro de los efectos secundarios, que se investiguen todos los casos y que ello se realice con transparencia y sin dar falsas seguridades.

21. Recomendamos que exista un proceso público siempre que un medicamento sea retirado del mercado debido a sus efectos secundarios.

22. El marketing excesivo alienta a recetar medicamentos de forma inadecuada. Las actuales estrategias para dar a conocer información no sesgada son insuficientes. Recomendamos que la agencia reguladora tenga derecho a veto sobre todo el material promocional de los nuevos productos farmacéuticos y que se limite el derecho a recetar nuevos medicamentos, durante los dos primeros años de su comercialización (…). Si al cabo de dos años no han existido señales de alarma en cuanto a efectos secundarios peligrosos, puede entonces ampliarse el derecho a recetarlos.

23. Recomendamos una mejor coordinación y prontitud en las tareas de investigación de las quejas de marketing ilegal. En caso de que sea preciso corregir la información engañosa, debe asegurarse que la corrección recibe tanta publicidad como recibió el engaño (…).

24. El mercado de genéricos es importante. Debe evitarse que las compañías farmacéuticas manipulen la legislación de patentes para alargarlas indebidamente.

25. Recomendamos que a los estudiantes de medicina se les enseñe a evaluar de forma crítica los resultados de los ensayos clínicos, a reconocer los efectos secundarios de los medicamentos y a relacionarse adecuadamente con los representantes de las farmacéuticas. Deben existir cursos de posgrado obligatorios para todos los profesionales con derecho a recetar para que estén al día. Deben regularse más estrictamente las prácticas de receta de los profesionales.

26. Recomendamos que las asociaciones profesionales mantengan un registro público de todos los regalos, dinero, honores y otros beneficios que estas asociaciones y cada uno de sus miembros reciban de parte de las compañías farmacéuticas. Cada miembro debería ser responsable de mantener actualizado dicho registro (…).

27. Que se endurezcan las normas relativas a las campañas de salud promocionadas por los laboratorios de modo que quede claro y sea explícito para todos que aquella campaña ha sido financiada por una compañía que tiene en ello intereses económicos directos.

28. Que los grupos de pacientes declaren sus fuentes de financiación y los favores que reciben y lo hagan público.

29. Que la incidencia, el coste y las implicaciones de las enfermedades causadas por los medicamentos sean investigadas de forma sistemática por el Departamento de Sanidad junto con la agencia reguladora de los medicamentos.

30. Que el Gobierno cree un nuevo programa que asegure el acceso a los medicamentos a todos los enfermos, que garantice adecuadamente la seguridad y la eficacia de estos medicamentos y su uso racional, y vele para que los tratamientos farmacológicos se estudien comparativamente con relación a los tratamientos no farmacológicos.

31. Que el sistema nacional de salud modifique su normativa y que los tratamientos no farmacológicos se consideren de igual categoría que los farmacológicos.

32. Que la responsabilidad de representar los intereses de la industria farmacéutica sea transferida al Departamento de Comercio e Industria para que el Departamento de Salud pueda dedicarse exclusivamente, como es su obligación, a la regulación de los medicamentos y a la promoción de la salud.

Esta entrevista está recogida en el libro Diálogos con Teresa Forcades, editado por Ediciones DAU (2013). Se reproduce con autorización del editor y de la autora.



Eulàlia Tort
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