Escritura en la vivencia extrema: ‘La hija’, de María García Zambrano

La autora publica su último poemario en la colección de poesía El sastre de Apollinaire


El poemario ‘La hija’ (El sastre de Apollinaire, 2015), de María García Zambrano, expresa una vivencia extrema. Su lenguaje nos lleva a los ámbitos hospitalarios y a los infiernos del sufrimiento. Todo nos precipita, primero en el deseo, después en el dolor; que se hace escritura sustentado en imágenes vigorosas y plásticas. Por Juana Castro.




Este libro, La hija (El sastre de Apollinaire, 2015), de María García Zambrano (Elda 1973), el segundo en su haber después de Menos miedo (Torremozas 2012), apuesta alto y apuesta mucho.

No podía ser de otro modo porque ha sido la atroz experiencia, la del límite que lleva en el título, lo que, cuando pudo, la puso a escribir, y escribir en lo candente y cercano, sobre las propias brasas.

La mayoría de los poemas son breves –incluidos 3 poemas en prosa, “La habitación de tránsito”, “Habitación 313” y “Las noticias”– escritos así porque su temática no forma parte del corazón del libro: son rendijas, espacios/temas que conectan con el exterior, con “un otro mundo”.

El mayor número está compuesto  por oraciones que a veces semejan unos casi aforismos, pero en los que el lenguaje se ha cuidado mucho, y a ello remiten las citas que introducen cada parte del libro, de muy distinta procedencia espacio-temporal: Hélène Cixous, Alejandra Pizarnik, María Negroni, John Berger, Albert Camus, Raúl Zurita, Mª Ángeles Pérez López, Ana Pérez Cañamares, y sobre todo el monje budista japonés Nichiren Daishonin.
 
En cada poema la autora se dedica a “nominar” como “la escriba”, cada hecho o el entorno que vivió, pero sin  tomar partido: no culpa, no censura, se limita a decir. Se involucra únicamente en trasladar al lenguaje poético la experiencia y el camino que debió recorrer, que recorrió, ante un hecho tan al límite que nos deja indefensas y deshechas.

Vas a ser madre, estás embarazada, ilusionada, es tu proyecto compartido en pareja, todo va bien: son los poemas de la parte I, EL DESEO; y de pronto… El DOLOR, la parte II: estamos ante lo inexplicable, el zarpazo. A continuación, los DAÑOS COLATERALES,  la III parte, con una serie de apuntes de retratos: “La enfermera”,  Envuelta en gasas que secan la tristeza; “La limpiadora”, “La especialista”, “La burócrata”, Vestida con la piel de los corderos / pronuncia / la sentencia del tirano; más “La habitación de tránsito”. 
 
Dos fuerzas se enfrentan, la de la vida y la de la muerte, la de la autonomía y la del sometimiento, ambas casi a la vez, operando una guerra con sus asaltos, sus marcha atrás, sus días de armisticio, y esos otros en los que el mundo se desploma y no se puede hacer sino esperar porque el ser que está ahí es pequeño, indefenso, y hay que remover el mundo para que respire, para que se alimente, se cure, interaccione.
 
El lenguaje y las imágenes –poderosas, vivas– nos llevan a los ámbitos hospitalarios y a los infiernos del sufrimiento, porque nada hay que duela más que una hija. Pero ella ya lo dice desde el poema “Adentro”: es esta mi promesa: / amor sin condiciones.

Matar al escorpión / que no pueda inyectar su veneno en la carne (En “La locura”). La casa llora y yo / seco madera por tu cuerpecito (En “El nido”). Picotean los cuervos las migajas / un surtidor de sangre lechosa como un río (En “La herida”). La madre come su ración de sol. / Orina religiosamente./ (…) Y canta. (En “Preludio”) Que no salten gaviotas de tus ojos (En “El porvenir”). Nadie te enseña a rumiar el dolor (En “La ignorancia”). La hiel es más dulce que este crujir / de sillas al romperse (En “El llanto”). La víbora / (…) que muere a carcajadas (En “La plenitud”)

Sentido de visualidad
 
Imágenes sostenidas por el mar, los pájaros, la madre, la escritura, y por supuesto, las coordenadas de espacio/tiempo que conforman un hospital y el rito obligado, el de una nueva cotidianeidad, espacio en el que a veces “penetra” el exterior, como en el poema “Las noticias”, y el telediario da cuenta de lo que sucede fuera del recinto.

La anáfora es el recurso utilizado por el cual las composiciones  se dotan de unidad y reiteración, además de teñirlos de plegaria:

Soy la dulce letanía…
Soy la madre asistida por la madre…
Soy la escritura que registra el latido… (En “Soy la dulce letanía…”)
Hay una hija…
Hay una hija… (En “La existencia”)

Otro recurso utilizado es el adjetivar con verbos o sintagmas, como  en el poema “La tristeza”: La madre bandada de pájaros que espera la primavera / la madre jeringa de leche para un gorrión se posa (…) La madre esperanza que ata sus dedos al viento y anhela…
 
Si importan el lenguaje y las imágenes, también la grafía y la disposición de las palabras y los versos, los espacios, el interlineado; el uso de mayúsculas, la falta de puntuación… todo tiene un sentido de visualidad, de acercamiento a la plástica, a la página. Y la palabra cae, en el poema “El hospital”, referida a la gota que cae de la sonda alimenticia se transcribe en vertical:

c/
a/
e/
goma que te alimenta y recorre / un camino que lleva a lo hondo
 
Otras maternidades

Este libro es único y nuevo porque no tengo noticia de otro que dé cuenta de la experiencia de alumbrar a una hija y saber que hay que entregarse a ella y hacer de todo, informarse de todo, acudir a todo, porque los especialistas en neurología sólo saben esa pequeña parte que saben del cerebro, en el trascurso todo puede sorprender por positivo como por negativo, y no hay sino hacer acopio para insistir, investigar, cada caso en relación y por separado, este caso en concreto, y eso sólo puede hacerlo una madre, todas las madres.
 
Con inteligencia y sentido estético, cada parte del libro nos precipita, primero en el deseo, después en el dolor, la parte más extensa con 17 poemas, pero entreverados de otros temas, miradas laterales, miradas hacia fuera, esperanzas y recuerdos, a fin de que la lectura no nos aplaste; cuando llega el amor, en la última parte, hay una resurrección, la aceptación que nunca faltó, y quizá el pequeño descanso en el camino.

Como una excepción en un universo femenino, el poema “El sueño de la felicidad” se recrea en evocar el tiempo en que la autora recogía cangrejos de noche en compañía de su padre: y los pies tiritando de mar / y de salitre / mirar debajo de las sombras / su mano agarrando fuerte la mía // cuidado de no pisar el reflejo de la luna.
 
Si en el siglo pasado y en este la maternidad entra a formar parte de las temáticas de las poetas, tenían que llegar también estas otras de maternidades dolorosas o diferentes, del que el libro La hija es un primer documento poético en lengua española.   

Recuerdo, al respecto, dos antecedentes relacionados, cercanos aunque de generaciones anteriores: uno, “Diario de una enfermera”, de Isla Correyero; el otro, mi “Del dolor y las alas”; ambos pueden relacionarse sólo por reflejar ambientes semejantes, siendo el de María García Zambrano el que afronta la temática en su totalidad y su complejidad.

El dolor se hace escritura, sustentada en imágenes vigorosas y plásticas que podemos recoger casi al azar, abriendo por cualquier página. Si hay poesía que es ficción, no se trata de esta. La hija está escrito con tinta y sangre de cada día, como el pan, y se puede un día gritar, con los versos del poema “El porvenir”:

Has venido a decir y yo te esperaré / paciencia y silencio al borde de esta silla / sentada al mismo lado donde lo hizo mi madre / Paciente sabré escuchar tu sonrisa / tus ojos buscando mi lengua la palabra / tus ojos mostrando ese horizonte / lleno de asombro de pájaros de mar
.
 
La realidad no cierra el camino, por eso la parte final lleva por título “El amor”, con 14 poemas: el primero, “Llegaste con un hilo que te ata a la vida” y, entre otros: “La alegría”: tuya es la tierra de los que ríen. / Gracias / raíz sonido sutileza / leve volar de mirlo. / Gracias / oxígeno atmósfera claridad / falanges sosteniendo lo ingrávido; “La vida”, Respiraré por ti; “La gratitud”, Ya no soy la mujer que conquista aeropuertos; “El porvenir”, Pestañas te han nacido para mover / el aire estancado de esta casa; y el último “La hija” con esa cita de canción popular infantil: y aquel barquito y aquel barquito navegó: Tan hermosa / lengua párpados meteoritos / colmados por la furia vencen el miedo (…) Tan hermosa /  destino caricia celebración / apaciguar el hambre / navío que sostiene el mar en sus entrañas. (…) Regreso por el corredor blanco con la hija intacta.


Martes, 12 de Enero 2016
Juana Castro
Artículo leído 1819 veces


Otros artículos de esta misma sección