El último derechazo de Clint Eastwood

MILLION DOLLAR BABY habla de la dignidad humana de forma poliédrica y en todos sus aspectos


Es difícil poder encontrar hoy en día una obra cinematográfica de las características de Million Dollar Baby. ¿Qué la diferencia del grueso de producciones en cartel? En primer lugar, habría que reseñar cada personaje que habita el film, y que el tratamiento que su director Clint Eastwood hace de ellos se aleja mucho de la utilización arquetípica, simple y meramente funcional que gran parte de los guionistas y directores de hoy en día (salvo excepciones) aplican a sus personajes, convertidos por ellos en meros títeres. Por Manuel Menchon.


Manuel Menchon
13/03/2005

Hillary Swank
Esta no es una película de personajes, es una película de personas, de seres humanos. Tras la proyección, al cabo de las horas e incluso de los días, da la sensación de haber conocido realmente a estas personas que luchan, ríen, sufren y respiran en Million Dollar Baby.

Esto sucede no sólo con los protagonistas: el viejo entrenador Frank Dunn (Eastwood) y su pupila (extraordinaria Hilary Swank). También sucede con los secundarios como el paciente y observador Eddie (maravilloso Morgan Freeman), y con los personajes más episódicos y aparentemente menos importantes, como el sacerdote (por primera vez en años un sacerdote no es una caricatura, sino una persona con crencias), y el joven descerebrado pero luchador, “Peligro” Barch. Otro aspecto a reseñar, y esto hay que agradecérselo a la labor de Eastwood detrás de las cámaras, es que trate al espectador como un ser adulto, que no lo engañe con trampas, trucos o giros efectistas de la trama (y eso que el guión se prestaba a ello).

Durante toda la película, el director, con mano firme, sabe donde desemboca la trama, y avisa de ello continuamente al espectador. Por ejemplo, con los comentarios de Eddie (“A veces la mejor forma de luchar es retirarse”) o con la secuencia en que aparece la oponente de Maggie en el cuadrilátero, la temible Osa Azul.

En este sentido, merece la pena reseñar el empleo del sonido, la utilización que Eastwood hace tanto de la fotografía, potenciando las sombras sobre el rostro del personaje, como del vestuario de la Osa, que con la capucha que le oculta la cara en un momento de la película, parece la llegada de la mismísima muerte, igual de terrorífica que la imagen de la muerte en el Séptimo Sello, de Ingmar Bergman. Por no olvidar la lección que Frank da constatemente a su alumna: “Protégete siempre”.

La dignidad humana como telón de fondo

Pero, ¿de qué nos habla realmente esta obra maestra?, ¿qué la vertebra? No es desde luego el tema del triunfo, tan típico de las películas de boxeo, ni de la lucha por la vida ni de la muerte. Es esto y más.

Eastwood habla de la dignidad humana de forma poliédrica y en todos sus aspectos: la dignidad de los perdedores, la de los débiles, la dignidad frente a la vida y frente a la muerte, de los principios y valores, de la dignidad para afrontar la pérdida…y si me apuran incluso la dignidad de la mujer frente a un mundo masculinizado, representado aquí por el boxeo. Es significativo que los antagonistas sean definidos por la falta de esa dignidad con la que los protagonistas afrontan su existencia.

Finalmente destacan, de entre las numerosas secuencias magistrales, los últimos veinte minutos de metraje. Eastwood retrata en ellos uno de los momentos más duros y demoledores que hemos podido ver en los últimos tiempos en la pantalla, con sobriedad, respeto y, ¿por qué no decirlo?, amor.

El director sabe que la grandeza del ser humano se oculta tras una mirada, una sonrisa y una lágrima. Lo sabe, lo muestra, y se aleja con suavidad dejando a las personas (los espectadores y personajes de ficción) en su intimidad.




Manuel Menchon
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