La flecha del tiempo. Oleo sobre lienzo. María Novo.
Del mismo modo que la luz baña todas las cosas y cada cosa recibe y refleja los rayos que es capaz de recibir y reflejar, así el flujo inspirador de la búsqueda del Sendero pasa a través de las almas de los hombres y cada alma retiene lo que es capaz de retener y reflejar. Mabel Collins.
El paradigma, la sociedad ensimismada y la búsqueda de la espiritualidad
La India no es un lugar cualquiera. A lo largo de su historia ha conservado un profundo sentido de lo sagrado, siendo un contexto cultural que ha posibilitado la emergencia de seres espirituales capaces de gestar experiencias de tipo trascendente. En un rincón de su geografía en una pequeña villa al Sur, un 27 de septiembre de 1953, nació una niña Sudhamani. Desde muy pequeñita se sumió en estados de profunda meditación y expresó una devota tendencia a comprender y a calmar el sufrimiento de los seres que se le acercaban. Desde los 22 años, Amma -ese fue su nombre desde entonces-, comenzó a abrazar a la gente y de allí no ha parado de difundir un mensaje espiritual, no solo en su país, sino además en giras anuales que realiza por todo el mundo. El reconocimiento a Amma en su país, se funda en que ella con esta vocación ha restaurado uno de los ritos espirituales más antiguos de la herencia hindú. Amma ha abrazado hasta la fecha a más de 25 millones de personas necesitadas de afecto y sosiego. Es así como esta mujer entrega su tiempo a la sencilla tarea de repartir abrazos, y la gente, aunque cueste creerlo, hace colas larguísimas para poder recibirlos.
Este hecho no deja de ser curioso, y solo puede entenderse al inferir, que esa gente, que hace colas kilométricas para ser abrazada es la misma, que día a día se siente dañada por los efectos de un modelo de desarrollo que le quita más de lo que da. Este sistema en el que vivimos nos tiene a mal traer, con el espíritu destemplado y sumidos en la rara sensación de vivir a la intemperie. Pero el sistema lo hacemos entre todos. Entre todos contribuimos a la reproducción de una cultura en la que se incentiva la desconfianza, la soledad y el individualismo.
En este modo de organizar la existencia predomina el aislamiento respecto de los demás congéneres, la falta de contacto con los propios sentimientos y la indiferencia frente al pronóstico de precaria permanencia de los recursos de la naturaleza. De modo tal que, en este contexto no es desacertado suponer que las personas mediante un abrazo pueden hacer realidad una fantasía de redención de viejas experiencias angustiosas, comprobando que, al menos por un instante pueden sentirse menos solas, una sensación que se reanuda cada vez que podemos abrirnos al encuentro con el Otro.
La red “abrazadora” de la complejidad
Coincidentemente, la palabra complejidad está en sintonía con esa experiencia “abrazadora”; viene del latín (complectere), cuya raíz -plectere- significa trenzar, enlazar, Este alcance tiene implicancias no solo conceptuales sino también valóricas, sobre todo al considerar la condición de amable asignada a la disposición actitudinal del sujeto que asume su propia complejidad (Pozzoli 2007). Así, el participio del verbo complector significa yo abarco, abrazo, convengamos entonces, que un sujeto que abraza es amable, y el concepto amable significa “que puede ser amado”, de lo que puede resultar una mirada de la existencia compartida muy diferente a la que educamos en la actualidad.
A su vez, el agregado del prefijo -com- de complejidad, le añade al vocablo el sentido de dualidad de dos elementos opuestos que se enlazan íntimamente, de allí que complectere se utilice tanto para referirse al combate entre dos guerreros, como al entrelazamiento de dos amantes (Pozzoli 2007). Podemos afirmar en consecuencia, que tanto los abrazos como la incorporación del pensamiento complejo podrían ser considerados factores afectivos y epistemológicos liberadores de sufrimientos. Como hemos afirmado en otros documentos, la mirada de la complejidad le permite al sujeto admitir la contradicción; ello hace que al no verse obligado cognitivamente a silenciarla, se sienta en la libertad necesaria para abrirse y admitir (la contradicción) también en la vida del Otro, lo que facilita la aceptación de la diversidad y la fluidez de las relaciones humanas.
La potencia sanadora que puede tener un abrazo se inscribe en lo que podríamos llamar una experiencia significativa, un rango de la experiencia que cobra sentido en el marco de la modernidad y de la unidimensionalidad de la Vida. Esta unidimensionalización tiene efectos empobrecedores para el espíritu y para la existencia en general, dada la dedicación que nos exige el trabajo, las restricciones que implica la inserción en un mundo de vigilancias y castigos, el deficiente conocimiento del sí mismo y la sensación de inutilidad de muchos de nuestros sueños más preciados. La práctica extendida de estos valores en Occidente ha generado lo que podríamos llamar una sociedad ensimismada.
Las limitaciones del paradigma que educamos hacen que en ocasiones quedemos perplejos frente a muchos acontecimientos de la vida y también vacíos de sentido existencial. Si bien, el racionalismo comenzó hace unos 25 siglos atrás con los aportes de los clásicos griegos, se fue haciendo predominante en nuestra cultura occidental gracias a los aportes de Aristóteles, Bacon, Descartes y, en particular, por la extensión que cobró el Positivismo.
La interiorización de este tipo de mirada tiene derivaciones a nivel de la conciencia, del comportamiento en sociedad y del empobrecimiento de la espiritualidad. Así, en la cultura occidental hemos enfatizado un conocimiento de tipo intelectual, a través del refuerzo de algunas pocas funciones psíquicas: la percepción sensorial y el pensamiento; siendo éstos considerados rasgos característicos de lo masculino. Día a día, reproducimos los rasgos de una cultura machista, esto hace que por defecto la intuición y la afectividad sean capacidades poco difundidas y valoradas por ser consideradas expresión de lo femenino -y en consecuencia, manifestaciones de debilidad. Tales opciones son la expresión de un sistema cultural basado en dicotomías, de contenidos polares, en el que, de hecho, se escinden las capacidades humanas en función de divisiones excluyentes y unidimensionalizantes.
Una cultura que da la espalda a lo interno
Este paradigma además es externalizante, lo que implica el explícito descuido de la interioridad. En las experiencias educativas, poco o nada se alientan las prácticas reflexivas, de la autoobservación, y menos aún la utilización de los recursos emocionales e intuitivos como fuente de enriquecimiento experiencial. Si tenemos en cuenta la profundidad y extensión de un número de patologías sociales, no es exagerado afirmar que la humanidad completa corre el riesgo de perder su alma en las cosas externas de la vida.
Tanto el ethos, la moralidad, como el sentido de la existencia descansan fundamentalmente en esos pilares intuitivos-afectivos. Al mismo tiempo, la predominancia de una racionalidad instrumental nos va dejando con pocas posibilidades de tomar contacto con la multidimensio-nalidad de la existencia, Las funciones perceptivas del corazón están cada día más atrofiadas, dado que el intelecto todo lo controla y está exclusivamente dedicado a aumentar los recursos materiales y económicos que le aseguren a la persona el mejoramiento y la optimización de su estándar de vida. En este proceso, el sujeto va aprendiendo a desterrar de su imaginario la idea de que es posible acceder a un lugar de plenitud en el que exista la oportunidad de realizar sus sueños1. No obstante, este dispositivo de efectos restrictivos, le permite al sujeto seguir siendo productivo y adaptado a las exigencias del sistema.
Luis Cernuda en su poema Desdicha dice:
Un día comprendió cómo sus brazos eran solamente de nubes
imposible con nubes estrechar hasta el fondo un cuerpo, una fortuna.
Volviendo al tema de los abrazos, señalábamos que en este trasfondo cobran relevancia las experiencias significativas, o lo que en 1947 Abraham Maslow definió como experiencia cumbre: “un estado de unidad con características místicas; una experiencia en la que el tiempo tiende a desvanecerse y el sentimiento que sobrecoge hace parecer que todas las necesidades se hallan colmadas”.
¿Qué significan las llamadas “experiencias-cumbre” de los místicos para nuestro espíritu ? sino el acceso a un orden exquisitamente sutil, profundo y penetrante? Para ejemplificar esta calidad de experiencia, quiero traer a colación unas escenas de la película American Beauty. En la trama central de la historia que se cuenta, un personaje viene mostrando su tristeza frente a los efectos desoladores que para él ha tenido su relación con un padre autoritario y abusivo. El adolescente, a pesar de las secuelas negativas infringidas por esa relación familiar, es capaz de canalizar una profunda emoción de gracia estética generada por una repentina experiencia de contacto con la belleza que llega a sobrecogerlo. Pero, en realidad se trata de una belleza gestada por su propia interioridad.
El personaje está sentado en el sillón del living de su casa, se lo percibe ensimismado en su melancolía. De pronto se para y acciona la máquina de video para mostrarle la filmación a su amiga. En ese registro casero había quedado guardada una experiencia estética perturbadora, provocada por una circunstancia muy sutil, que aunque aparentemente leve, le significó una experiencia numinosa. Uno de esos hechos supuestamente intrascendentes, minúsculo y cotidiano, que de tanto ser visto ya nadie ve: una bolsa plástica que alguien abandonó en una calle cualquiera de la ciudad, es mecida por el viento…
Transcribo el parlamento del personaje que no necesitará de mayores comentarios:
Quieres ver la cosa más bella que he filmado?
Ocurrió uno de esos días en los que sientes que está a punto de nevar
y hay una cierta electricidad en el aire, que casi la puedes oír. ¿Entiendes?
Y esa bolsa plástica que alguien había dejado caer sin querer sobre la vereda,
era mecida por un viento como si bailara un vals,
y la bolsa bailó movida por el viento durante quince minutos frente a mi cámara.
Y ese día me di cuenta que… había una vida entera detrás de las cosas,
y que una fuerza increíblemente benévola me decía
a través de esa danza de la bolsa abandonada
que no hay razón para tener miedo nunca.
Y esa escena me ayudó a recordar lo que no había querido recordar.
Porque para poder sobrevivir al dolor, al íntimo dolor es necesario recordarlo…
para a su vez, poder saber que a veces en lo más minúsculo
…se muestra toda la belleza del mundo.
¡Es tanta la belleza…que siento que no la aguanto…!
Porque, a veces mi corazón simplemente se quiere rendir,
y aunque pudiera estar resentido por lo que me tocó en suerte en la vida,
no puedo seguir lo que resta de vivir por ese antiguo dolor
mientras sea capaz de percibir una tímida muestra
de toda la belleza que guarda el universo.
Y aunque parezca incomprensible, con mis ojos cansados,
a veces siento que estoy viendo toda la belleza a la vez,
y resulta demasiado, y mi corazón se repleta de emoción
como un globo a punto de reventar.
Entonces intento relajarme, y no quiero aferrarme a ella,
de tal modo que esas bellezas tan sublimes,
fluyan a través de mi como una lluvia,
y lo único que puedo sentir ya limpio por esas aguas emocionales,
es gratitud por cada momento de belleza vivido al interior de mi vidita estúpida. (2)
Estas circunstancias hacen evidente que el arte es mucho más que la simple expresión de la búsqueda de la belleza. El impacto que puede generar en el alma humana puede suceder en ese lenguaje invisible que tienen los genuinos estados de gracia estética. En el personaje de la película, ese estado de gracia se conjuga con la oportunidad autogestada de participar de una experiencia cumbre que lo redime aunque sea un instante de la amargura y el dolor que guarda en su corazón.
En la secuencia de las imágenes de la bolsa danzando con el viento se configura un tiempo de connotaciones mágicas, un espacio en el que el espíritu se toma una licencia que le permite evadir el dolor y la pesadumbre de su existencia cotidiana. La experiencia estética activa también es una proclama, una respuesta alegórica que permite soltarse las amarras de lo que en la profundidad de nuestro ser pudo haber quedado trunco o frustrado. Un evento cualquiera, ordinario, repetido, invisibilizado, puede significar una oportunidad liberadora que le permita al espíritu enriquecido abandonar su cautiverio.
La búsqueda de la belleza en el abajo
Dios no sólo juega a los dados con el Universo;
sino que a veces los arroja donde no podemos verlos.
Stephen Hawking
Si bien la modernidad tuvo la pretensión de romper revolucionariamente con el pasado, sin embargo, no pudo evitar el legado de la estética dicotómica, que fue uno de los rasgos característicos de la lógica de los dogmas que tuvieron dominancia en la sociedad tradicional. Su producción también incluye el gusto por la regularidad, lo estable, lo mensurable, lo definido, lo comprensible y lo no contradictorio. Esta es la razón, por la cual las instituciones del conocimiento se empeñan en generar, cueste lo que cueste, un conocimiento de tipo homogeneizante, pretenciosamente válido para todos los tiempos y todos los lugares del universo.
Como dijimos, esta intención totalizadora además promueve un tipo de conocimiento siempre anclado a una realidad exterior. Para ilustrar estas afirmaciones, cabe señalar que la etimología de la palabra teoría (del griego) alude al acto de mirar ¿qué más concreto como disposición y como resultado que la realidad sea real en la medida en que sea accesible a la observación? Este rasgo define un modo específico de experiencia humana, ligada a los sistemas de estandarización y normalización, y a una calidad de la experiencia resultante que, sin duda tranquiliza a los estamentos de poder a partir de la previsibilidad del comportamiento que reportan.
Con este objetivo, las instituciones socializadoras educan este paradigma de modo de facilitar el control del comportamiento, entendiendo que en definitiva, un paradigma no es otra cosa que una gran norma que define lo que es el mundo, que delimita cuáles son los rasgos que en él han de considerarse normales.
Pero, más allá de estas premisas, los objetos expresan y transmiten un significado estético, y aunque el mundo de lo cotidiano esté lleno de circunstancias mágicas o prodigiosas, las fronteras impuestas por el paradigma hacen que, habitualmente, no estemos dispuestos, ni preparados epistemológicamente para percibirlas o captarlas. Por tal motivo, en muchas ocasiones lo que verdaderamente ES está guardado POR DEBAJO de lo que se ve en el nivel de lo manifiesto, dado que la realidad para ser entendida por nuestro intelecto debe ser descompuesta en partes sencillas. La consecuencia es que, en términos generales, la inteligencia ciega no ve la multidimensionalidad (3) .
La realidad es reducida a una única dimensión, y todas las demás se pierden en la invisibilidad. Pero una de las consecuencias que este estado de cosas tiene para el espíritu, es que mientras la inteligencia siga ciega, la sensibilidad permanecerá anestesiada4 . De modo tal que el paradigma simplificador nos limita la experiencia con el mundo y actuamos como si estuviéramos anestesiados.
El beneficio de incorporar el Pensamiento Complejo pasa por la posibilidad de modificar la mirada del mundo y así poder captar lo que está por debajo de la línea de percepción que define la lógica aristotélica del Positivismo. Sólo las explicaciones científicas cuánticas pueden equipararse a la comprensión cósmica que devela el Arte. Ambas, permiten la expresión de los pensamientos y de los estados existenciales integradores y multidimensionales.
El significativo lenguaje del arte
El arte es una pregunta que a lo largo de la historia de la humanidad ha estado permanentemente abierta, atenta al descubrimiento de las cosas. El fenómeno artístico nos interroga en el vacío, revelando el alma oculta de las formas y de los hechos que para la ciencia no son realidad. Quizá, una bolsa plástica en cualquier calle de una ciudad sin nombre, sería por si misma un hecho insignificante que en su aparente levedad no agregaría nada al universo. Pero esa bolsa no vale por si misma, sino por lo que significa para el sujeto que la descubre y que en ese acto se vuelve capaz -en razón de su sensibilidad-, de resignificar la experiencia transgrediendo la limitación que tienen los hechos a nivel de su apariencia.
Sin embargo, la emoción que despierta en el personaje habla de la expresión de una belleza implicada, que no tiene regularmente cabida en la mirada del mundo. Esa belleza -en verdad- está en el sujeto mismo y no en el objeto, una belleza subjetiva que existe sólo para quien la percibe en razón de la viveza de su espíritu y de la capacidad de captarla y vivirla.
En este sentido, la sensibilidad puede expresarse en tres dimensiones fundamentales:
(a) la apertura hacia el mundo exterior, hacia lo diferente, hacia lo Otro;
(b) la construcción interior de lo percibido, fuente del sentido,
(c) la exteriorización de sí mediante diferentes formas de expresión.
La Ciencia ha contribuido bien poco a comprender los fenómenos humanos relacionados con la cultura. Las expresiones del arte, la literatura, o el papel que juegan ciertos rituales en la vida humana; la representación de los mitos en el comportamiento universal y todos los fenómenos concernientes a las creaciones imaginarias son materias excluidas del lenguaje de la ciencia. Los fenómenos de la sensibilidad y de la intersubjetividad fueron desterrados de sus enciclopedias y taxonomías. Sin embargo, dentro del repertorio de las perspectivas teóricas de la Psicología Positivista es necesario distinguir por lo menos dos: la Psicología Fenomenológica y la Junguiana.
El carácter interior que tiene el objeto temático de la fenomenología hace que su interés teórico recaiga en el flujo de los pensamientos, las emociones, las intenciones que se hacen accesibles a través del discurso de los sujetos cuando cuentan lo que les ocurre. El placer estético es profundamente subjetivo, y ningún conocimiento, ningún valor, ni los objetos relacionados con nosotros están “limpios” de subjetividad. La mirada fenomenológica entiende que entre los sujetos -o entre el sujeto y el objeto que lo moviliza-, se configura un par cósmico de mutuas singularidades de sentimientos y pensamientos. Por ello, esta corriente es una de las más cercanas a la literatura y al arte, por tener en cuenta esa rica dimensión de los intercambios y de las relaciones intersubjetivas.
La sospecha de los saberes no racionales
La Escuela Junguiana también ha accedido a la interioridad del sujeto, destacándose en el conjunto de las escuelas de Psicología por su mirada universalista. En el devenir del pensamiento, pocos autores han sido poseedores de un sentido de lo universal que les permitiera descifrar los signos trascendentes de los tiempos. Carl Jung ha sido uno de ellos, habiendo realizado un significativo aporte a la teoría general del conocimiento, al tender un puente entre el conocimiento intelectual-conceptual y el conocimiento inmediato y experiencial de la vida. Los saberes que los sujetos construyen desde lo experiencial, no siempre pueden ser conceptualizados por los parámetros definidos por la ciencia.
En muchas ocasiones, la existencia cotidiana nos deja perplejos, -como le ocurre al personaje de American Beauty-, debido a que desde siempre se nos ha enseñado a entender con la cabeza, no siendo ésta la única vía o instrumento que nos permite acceder a los saberes de la vida. No obstante, hemos construido un mundo en el que todo aquello que no es racional siembra sospechas, y corre el riesgo de ser catalogado como especulación, superstición o magia.
Jung sufrió en su propia carne este descrédito, que sigue practicándose incluso hoy día en el ámbito académico. La prueba de ello está en que la Escuela Junguiana no forma parte del contenido formativo de los futuros profesionales de la Psicología: estando ausente de las mallas curriculares que orientan la formación profesional; su obra, sigue siendo prejuiciada y se le asignan rasgos místicos, o se la relaciona con el arte o la poesía. Pero, le debemos a Jung el paso de la ciencia a la estética en un aporte equivalente a lo que las investigaciones subatómicas han aportado a la Física. Mientras Jung afirmó que “nada hay fuera de la mente”, la Nueva Física borró el límite entre la mente y la materia.
Para el autor, la mente colectiva inconsciente en condiciones normales es inaccesible, su existencia puede inferirse por los rastros intangibles que surgen en las imágenes de los sueños, en las materias del arte, en los grandes mitos y en la sincronicidad. El psiquiatra suizo le dio el nombre de inconsciente colectivo a una suerte de pozo común, idéntico a sí mismo en todos los hombres, respecto del cual no habría posibilidad de percepción directa voluntaria.
Su contenido sería todo lo sentido, imaginado o temido por la especie humana. Esta expresión inconsciente se organiza en arquetipos (o ‘primeros modelos’) que son algo así como el ADN de la humanidad; modos heredados de la función psíquica que nos permiten actuar humanamente, y que aparecen como numinosos, como vivencias significativas de una importancia fundamental.
Esas vivencias ocurren porque en ciertas circunstancias, algunos fragmentos del “saber absoluto” de ese inconsciente pueden filtrarse y ser detectadas por el sujeto que percibe su paralelismo con un hecho externo, tal como le ocurrió al personaje de American Beauty. Ese saber absoluto, en alguna medida sería la expresión de aquello trascendente que puede manifestarse en todas las cosas.
El mundo de los objetos encuentra su correspondencia en la partícula desplegada, la mente individual en el primer orden fundamental y el inconsciente colectivo en el segundo orden. La comunicación entre el mundo objetivo y el segundo orden parece funcionar -de modo fluido y permanente- a través de un intercambio continuo de información que ejerce transformaciones en ambos estamentos.
Esto es así, dada la Unidad que caracteriza el flujo común del Universo del que todos los elementos son células en recíprocas relaciones interdependientes; la percepción de la unidad esencial que subyace a la aparente dualidad mente-materia. De modo tal que, tanto la mirada junguiana como la Nueva Física son expresiones del pensamiento que se inscriben dentro de las premisas del Pensamiento Complejo.
El paradigma, la sociedad ensimismada y la búsqueda de la espiritualidad
La India no es un lugar cualquiera. A lo largo de su historia ha conservado un profundo sentido de lo sagrado, siendo un contexto cultural que ha posibilitado la emergencia de seres espirituales capaces de gestar experiencias de tipo trascendente. En un rincón de su geografía en una pequeña villa al Sur, un 27 de septiembre de 1953, nació una niña Sudhamani. Desde muy pequeñita se sumió en estados de profunda meditación y expresó una devota tendencia a comprender y a calmar el sufrimiento de los seres que se le acercaban. Desde los 22 años, Amma -ese fue su nombre desde entonces-, comenzó a abrazar a la gente y de allí no ha parado de difundir un mensaje espiritual, no solo en su país, sino además en giras anuales que realiza por todo el mundo. El reconocimiento a Amma en su país, se funda en que ella con esta vocación ha restaurado uno de los ritos espirituales más antiguos de la herencia hindú. Amma ha abrazado hasta la fecha a más de 25 millones de personas necesitadas de afecto y sosiego. Es así como esta mujer entrega su tiempo a la sencilla tarea de repartir abrazos, y la gente, aunque cueste creerlo, hace colas larguísimas para poder recibirlos.
Este hecho no deja de ser curioso, y solo puede entenderse al inferir, que esa gente, que hace colas kilométricas para ser abrazada es la misma, que día a día se siente dañada por los efectos de un modelo de desarrollo que le quita más de lo que da. Este sistema en el que vivimos nos tiene a mal traer, con el espíritu destemplado y sumidos en la rara sensación de vivir a la intemperie. Pero el sistema lo hacemos entre todos. Entre todos contribuimos a la reproducción de una cultura en la que se incentiva la desconfianza, la soledad y el individualismo.
En este modo de organizar la existencia predomina el aislamiento respecto de los demás congéneres, la falta de contacto con los propios sentimientos y la indiferencia frente al pronóstico de precaria permanencia de los recursos de la naturaleza. De modo tal que, en este contexto no es desacertado suponer que las personas mediante un abrazo pueden hacer realidad una fantasía de redención de viejas experiencias angustiosas, comprobando que, al menos por un instante pueden sentirse menos solas, una sensación que se reanuda cada vez que podemos abrirnos al encuentro con el Otro.
La red “abrazadora” de la complejidad
Coincidentemente, la palabra complejidad está en sintonía con esa experiencia “abrazadora”; viene del latín (complectere), cuya raíz -plectere- significa trenzar, enlazar, Este alcance tiene implicancias no solo conceptuales sino también valóricas, sobre todo al considerar la condición de amable asignada a la disposición actitudinal del sujeto que asume su propia complejidad (Pozzoli 2007). Así, el participio del verbo complector significa yo abarco, abrazo, convengamos entonces, que un sujeto que abraza es amable, y el concepto amable significa “que puede ser amado”, de lo que puede resultar una mirada de la existencia compartida muy diferente a la que educamos en la actualidad.
A su vez, el agregado del prefijo -com- de complejidad, le añade al vocablo el sentido de dualidad de dos elementos opuestos que se enlazan íntimamente, de allí que complectere se utilice tanto para referirse al combate entre dos guerreros, como al entrelazamiento de dos amantes (Pozzoli 2007). Podemos afirmar en consecuencia, que tanto los abrazos como la incorporación del pensamiento complejo podrían ser considerados factores afectivos y epistemológicos liberadores de sufrimientos. Como hemos afirmado en otros documentos, la mirada de la complejidad le permite al sujeto admitir la contradicción; ello hace que al no verse obligado cognitivamente a silenciarla, se sienta en la libertad necesaria para abrirse y admitir (la contradicción) también en la vida del Otro, lo que facilita la aceptación de la diversidad y la fluidez de las relaciones humanas.
La potencia sanadora que puede tener un abrazo se inscribe en lo que podríamos llamar una experiencia significativa, un rango de la experiencia que cobra sentido en el marco de la modernidad y de la unidimensionalidad de la Vida. Esta unidimensionalización tiene efectos empobrecedores para el espíritu y para la existencia en general, dada la dedicación que nos exige el trabajo, las restricciones que implica la inserción en un mundo de vigilancias y castigos, el deficiente conocimiento del sí mismo y la sensación de inutilidad de muchos de nuestros sueños más preciados. La práctica extendida de estos valores en Occidente ha generado lo que podríamos llamar una sociedad ensimismada.
Las limitaciones del paradigma que educamos hacen que en ocasiones quedemos perplejos frente a muchos acontecimientos de la vida y también vacíos de sentido existencial. Si bien, el racionalismo comenzó hace unos 25 siglos atrás con los aportes de los clásicos griegos, se fue haciendo predominante en nuestra cultura occidental gracias a los aportes de Aristóteles, Bacon, Descartes y, en particular, por la extensión que cobró el Positivismo.
La interiorización de este tipo de mirada tiene derivaciones a nivel de la conciencia, del comportamiento en sociedad y del empobrecimiento de la espiritualidad. Así, en la cultura occidental hemos enfatizado un conocimiento de tipo intelectual, a través del refuerzo de algunas pocas funciones psíquicas: la percepción sensorial y el pensamiento; siendo éstos considerados rasgos característicos de lo masculino. Día a día, reproducimos los rasgos de una cultura machista, esto hace que por defecto la intuición y la afectividad sean capacidades poco difundidas y valoradas por ser consideradas expresión de lo femenino -y en consecuencia, manifestaciones de debilidad. Tales opciones son la expresión de un sistema cultural basado en dicotomías, de contenidos polares, en el que, de hecho, se escinden las capacidades humanas en función de divisiones excluyentes y unidimensionalizantes.
Una cultura que da la espalda a lo interno
Este paradigma además es externalizante, lo que implica el explícito descuido de la interioridad. En las experiencias educativas, poco o nada se alientan las prácticas reflexivas, de la autoobservación, y menos aún la utilización de los recursos emocionales e intuitivos como fuente de enriquecimiento experiencial. Si tenemos en cuenta la profundidad y extensión de un número de patologías sociales, no es exagerado afirmar que la humanidad completa corre el riesgo de perder su alma en las cosas externas de la vida.
Tanto el ethos, la moralidad, como el sentido de la existencia descansan fundamentalmente en esos pilares intuitivos-afectivos. Al mismo tiempo, la predominancia de una racionalidad instrumental nos va dejando con pocas posibilidades de tomar contacto con la multidimensio-nalidad de la existencia, Las funciones perceptivas del corazón están cada día más atrofiadas, dado que el intelecto todo lo controla y está exclusivamente dedicado a aumentar los recursos materiales y económicos que le aseguren a la persona el mejoramiento y la optimización de su estándar de vida. En este proceso, el sujeto va aprendiendo a desterrar de su imaginario la idea de que es posible acceder a un lugar de plenitud en el que exista la oportunidad de realizar sus sueños1. No obstante, este dispositivo de efectos restrictivos, le permite al sujeto seguir siendo productivo y adaptado a las exigencias del sistema.
Luis Cernuda en su poema Desdicha dice:
Un día comprendió cómo sus brazos eran solamente de nubes
imposible con nubes estrechar hasta el fondo un cuerpo, una fortuna.
Volviendo al tema de los abrazos, señalábamos que en este trasfondo cobran relevancia las experiencias significativas, o lo que en 1947 Abraham Maslow definió como experiencia cumbre: “un estado de unidad con características místicas; una experiencia en la que el tiempo tiende a desvanecerse y el sentimiento que sobrecoge hace parecer que todas las necesidades se hallan colmadas”.
¿Qué significan las llamadas “experiencias-cumbre” de los místicos para nuestro espíritu ? sino el acceso a un orden exquisitamente sutil, profundo y penetrante? Para ejemplificar esta calidad de experiencia, quiero traer a colación unas escenas de la película American Beauty. En la trama central de la historia que se cuenta, un personaje viene mostrando su tristeza frente a los efectos desoladores que para él ha tenido su relación con un padre autoritario y abusivo. El adolescente, a pesar de las secuelas negativas infringidas por esa relación familiar, es capaz de canalizar una profunda emoción de gracia estética generada por una repentina experiencia de contacto con la belleza que llega a sobrecogerlo. Pero, en realidad se trata de una belleza gestada por su propia interioridad.
El personaje está sentado en el sillón del living de su casa, se lo percibe ensimismado en su melancolía. De pronto se para y acciona la máquina de video para mostrarle la filmación a su amiga. En ese registro casero había quedado guardada una experiencia estética perturbadora, provocada por una circunstancia muy sutil, que aunque aparentemente leve, le significó una experiencia numinosa. Uno de esos hechos supuestamente intrascendentes, minúsculo y cotidiano, que de tanto ser visto ya nadie ve: una bolsa plástica que alguien abandonó en una calle cualquiera de la ciudad, es mecida por el viento…
Transcribo el parlamento del personaje que no necesitará de mayores comentarios:
Quieres ver la cosa más bella que he filmado?
Ocurrió uno de esos días en los que sientes que está a punto de nevar
y hay una cierta electricidad en el aire, que casi la puedes oír. ¿Entiendes?
Y esa bolsa plástica que alguien había dejado caer sin querer sobre la vereda,
era mecida por un viento como si bailara un vals,
y la bolsa bailó movida por el viento durante quince minutos frente a mi cámara.
Y ese día me di cuenta que… había una vida entera detrás de las cosas,
y que una fuerza increíblemente benévola me decía
a través de esa danza de la bolsa abandonada
que no hay razón para tener miedo nunca.
Y esa escena me ayudó a recordar lo que no había querido recordar.
Porque para poder sobrevivir al dolor, al íntimo dolor es necesario recordarlo…
para a su vez, poder saber que a veces en lo más minúsculo
…se muestra toda la belleza del mundo.
¡Es tanta la belleza…que siento que no la aguanto…!
Porque, a veces mi corazón simplemente se quiere rendir,
y aunque pudiera estar resentido por lo que me tocó en suerte en la vida,
no puedo seguir lo que resta de vivir por ese antiguo dolor
mientras sea capaz de percibir una tímida muestra
de toda la belleza que guarda el universo.
Y aunque parezca incomprensible, con mis ojos cansados,
a veces siento que estoy viendo toda la belleza a la vez,
y resulta demasiado, y mi corazón se repleta de emoción
como un globo a punto de reventar.
Entonces intento relajarme, y no quiero aferrarme a ella,
de tal modo que esas bellezas tan sublimes,
fluyan a través de mi como una lluvia,
y lo único que puedo sentir ya limpio por esas aguas emocionales,
es gratitud por cada momento de belleza vivido al interior de mi vidita estúpida. (2)
Estas circunstancias hacen evidente que el arte es mucho más que la simple expresión de la búsqueda de la belleza. El impacto que puede generar en el alma humana puede suceder en ese lenguaje invisible que tienen los genuinos estados de gracia estética. En el personaje de la película, ese estado de gracia se conjuga con la oportunidad autogestada de participar de una experiencia cumbre que lo redime aunque sea un instante de la amargura y el dolor que guarda en su corazón.
En la secuencia de las imágenes de la bolsa danzando con el viento se configura un tiempo de connotaciones mágicas, un espacio en el que el espíritu se toma una licencia que le permite evadir el dolor y la pesadumbre de su existencia cotidiana. La experiencia estética activa también es una proclama, una respuesta alegórica que permite soltarse las amarras de lo que en la profundidad de nuestro ser pudo haber quedado trunco o frustrado. Un evento cualquiera, ordinario, repetido, invisibilizado, puede significar una oportunidad liberadora que le permita al espíritu enriquecido abandonar su cautiverio.
La búsqueda de la belleza en el abajo
Dios no sólo juega a los dados con el Universo;
sino que a veces los arroja donde no podemos verlos.
Stephen Hawking
Si bien la modernidad tuvo la pretensión de romper revolucionariamente con el pasado, sin embargo, no pudo evitar el legado de la estética dicotómica, que fue uno de los rasgos característicos de la lógica de los dogmas que tuvieron dominancia en la sociedad tradicional. Su producción también incluye el gusto por la regularidad, lo estable, lo mensurable, lo definido, lo comprensible y lo no contradictorio. Esta es la razón, por la cual las instituciones del conocimiento se empeñan en generar, cueste lo que cueste, un conocimiento de tipo homogeneizante, pretenciosamente válido para todos los tiempos y todos los lugares del universo.
Como dijimos, esta intención totalizadora además promueve un tipo de conocimiento siempre anclado a una realidad exterior. Para ilustrar estas afirmaciones, cabe señalar que la etimología de la palabra teoría (del griego) alude al acto de mirar ¿qué más concreto como disposición y como resultado que la realidad sea real en la medida en que sea accesible a la observación? Este rasgo define un modo específico de experiencia humana, ligada a los sistemas de estandarización y normalización, y a una calidad de la experiencia resultante que, sin duda tranquiliza a los estamentos de poder a partir de la previsibilidad del comportamiento que reportan.
Con este objetivo, las instituciones socializadoras educan este paradigma de modo de facilitar el control del comportamiento, entendiendo que en definitiva, un paradigma no es otra cosa que una gran norma que define lo que es el mundo, que delimita cuáles son los rasgos que en él han de considerarse normales.
Pero, más allá de estas premisas, los objetos expresan y transmiten un significado estético, y aunque el mundo de lo cotidiano esté lleno de circunstancias mágicas o prodigiosas, las fronteras impuestas por el paradigma hacen que, habitualmente, no estemos dispuestos, ni preparados epistemológicamente para percibirlas o captarlas. Por tal motivo, en muchas ocasiones lo que verdaderamente ES está guardado POR DEBAJO de lo que se ve en el nivel de lo manifiesto, dado que la realidad para ser entendida por nuestro intelecto debe ser descompuesta en partes sencillas. La consecuencia es que, en términos generales, la inteligencia ciega no ve la multidimensionalidad (3) .
La realidad es reducida a una única dimensión, y todas las demás se pierden en la invisibilidad. Pero una de las consecuencias que este estado de cosas tiene para el espíritu, es que mientras la inteligencia siga ciega, la sensibilidad permanecerá anestesiada4 . De modo tal que el paradigma simplificador nos limita la experiencia con el mundo y actuamos como si estuviéramos anestesiados.
El beneficio de incorporar el Pensamiento Complejo pasa por la posibilidad de modificar la mirada del mundo y así poder captar lo que está por debajo de la línea de percepción que define la lógica aristotélica del Positivismo. Sólo las explicaciones científicas cuánticas pueden equipararse a la comprensión cósmica que devela el Arte. Ambas, permiten la expresión de los pensamientos y de los estados existenciales integradores y multidimensionales.
El significativo lenguaje del arte
El arte es una pregunta que a lo largo de la historia de la humanidad ha estado permanentemente abierta, atenta al descubrimiento de las cosas. El fenómeno artístico nos interroga en el vacío, revelando el alma oculta de las formas y de los hechos que para la ciencia no son realidad. Quizá, una bolsa plástica en cualquier calle de una ciudad sin nombre, sería por si misma un hecho insignificante que en su aparente levedad no agregaría nada al universo. Pero esa bolsa no vale por si misma, sino por lo que significa para el sujeto que la descubre y que en ese acto se vuelve capaz -en razón de su sensibilidad-, de resignificar la experiencia transgrediendo la limitación que tienen los hechos a nivel de su apariencia.
Sin embargo, la emoción que despierta en el personaje habla de la expresión de una belleza implicada, que no tiene regularmente cabida en la mirada del mundo. Esa belleza -en verdad- está en el sujeto mismo y no en el objeto, una belleza subjetiva que existe sólo para quien la percibe en razón de la viveza de su espíritu y de la capacidad de captarla y vivirla.
En este sentido, la sensibilidad puede expresarse en tres dimensiones fundamentales:
(a) la apertura hacia el mundo exterior, hacia lo diferente, hacia lo Otro;
(b) la construcción interior de lo percibido, fuente del sentido,
(c) la exteriorización de sí mediante diferentes formas de expresión.
La Ciencia ha contribuido bien poco a comprender los fenómenos humanos relacionados con la cultura. Las expresiones del arte, la literatura, o el papel que juegan ciertos rituales en la vida humana; la representación de los mitos en el comportamiento universal y todos los fenómenos concernientes a las creaciones imaginarias son materias excluidas del lenguaje de la ciencia. Los fenómenos de la sensibilidad y de la intersubjetividad fueron desterrados de sus enciclopedias y taxonomías. Sin embargo, dentro del repertorio de las perspectivas teóricas de la Psicología Positivista es necesario distinguir por lo menos dos: la Psicología Fenomenológica y la Junguiana.
El carácter interior que tiene el objeto temático de la fenomenología hace que su interés teórico recaiga en el flujo de los pensamientos, las emociones, las intenciones que se hacen accesibles a través del discurso de los sujetos cuando cuentan lo que les ocurre. El placer estético es profundamente subjetivo, y ningún conocimiento, ningún valor, ni los objetos relacionados con nosotros están “limpios” de subjetividad. La mirada fenomenológica entiende que entre los sujetos -o entre el sujeto y el objeto que lo moviliza-, se configura un par cósmico de mutuas singularidades de sentimientos y pensamientos. Por ello, esta corriente es una de las más cercanas a la literatura y al arte, por tener en cuenta esa rica dimensión de los intercambios y de las relaciones intersubjetivas.
La sospecha de los saberes no racionales
La Escuela Junguiana también ha accedido a la interioridad del sujeto, destacándose en el conjunto de las escuelas de Psicología por su mirada universalista. En el devenir del pensamiento, pocos autores han sido poseedores de un sentido de lo universal que les permitiera descifrar los signos trascendentes de los tiempos. Carl Jung ha sido uno de ellos, habiendo realizado un significativo aporte a la teoría general del conocimiento, al tender un puente entre el conocimiento intelectual-conceptual y el conocimiento inmediato y experiencial de la vida. Los saberes que los sujetos construyen desde lo experiencial, no siempre pueden ser conceptualizados por los parámetros definidos por la ciencia.
En muchas ocasiones, la existencia cotidiana nos deja perplejos, -como le ocurre al personaje de American Beauty-, debido a que desde siempre se nos ha enseñado a entender con la cabeza, no siendo ésta la única vía o instrumento que nos permite acceder a los saberes de la vida. No obstante, hemos construido un mundo en el que todo aquello que no es racional siembra sospechas, y corre el riesgo de ser catalogado como especulación, superstición o magia.
Jung sufrió en su propia carne este descrédito, que sigue practicándose incluso hoy día en el ámbito académico. La prueba de ello está en que la Escuela Junguiana no forma parte del contenido formativo de los futuros profesionales de la Psicología: estando ausente de las mallas curriculares que orientan la formación profesional; su obra, sigue siendo prejuiciada y se le asignan rasgos místicos, o se la relaciona con el arte o la poesía. Pero, le debemos a Jung el paso de la ciencia a la estética en un aporte equivalente a lo que las investigaciones subatómicas han aportado a la Física. Mientras Jung afirmó que “nada hay fuera de la mente”, la Nueva Física borró el límite entre la mente y la materia.
Para el autor, la mente colectiva inconsciente en condiciones normales es inaccesible, su existencia puede inferirse por los rastros intangibles que surgen en las imágenes de los sueños, en las materias del arte, en los grandes mitos y en la sincronicidad. El psiquiatra suizo le dio el nombre de inconsciente colectivo a una suerte de pozo común, idéntico a sí mismo en todos los hombres, respecto del cual no habría posibilidad de percepción directa voluntaria.
Su contenido sería todo lo sentido, imaginado o temido por la especie humana. Esta expresión inconsciente se organiza en arquetipos (o ‘primeros modelos’) que son algo así como el ADN de la humanidad; modos heredados de la función psíquica que nos permiten actuar humanamente, y que aparecen como numinosos, como vivencias significativas de una importancia fundamental.
Esas vivencias ocurren porque en ciertas circunstancias, algunos fragmentos del “saber absoluto” de ese inconsciente pueden filtrarse y ser detectadas por el sujeto que percibe su paralelismo con un hecho externo, tal como le ocurrió al personaje de American Beauty. Ese saber absoluto, en alguna medida sería la expresión de aquello trascendente que puede manifestarse en todas las cosas.
El mundo de los objetos encuentra su correspondencia en la partícula desplegada, la mente individual en el primer orden fundamental y el inconsciente colectivo en el segundo orden. La comunicación entre el mundo objetivo y el segundo orden parece funcionar -de modo fluido y permanente- a través de un intercambio continuo de información que ejerce transformaciones en ambos estamentos.
Esto es así, dada la Unidad que caracteriza el flujo común del Universo del que todos los elementos son células en recíprocas relaciones interdependientes; la percepción de la unidad esencial que subyace a la aparente dualidad mente-materia. De modo tal que, tanto la mirada junguiana como la Nueva Física son expresiones del pensamiento que se inscriben dentro de las premisas del Pensamiento Complejo.
Hacia la luz. Angel Orcajo.
Lo que posibilita la perspectiva compleja
Acaso, se podría especular si la sentencia “Y seréis como dioses”, ¿Podría referirse al logro de una unicidad permanente5? Los antiguos sabios han sostenido desde siempre la interdependencia fundamental del universo, en razón de lo cual el Pensamiento Complejo no hace más que revitalizar y reubicar estas premisas en el contexto de nuestra sociedad contemporánea. Esas tradiciones de la Antigüedad consideraban que el modo de acceder a esa mente universal era el dominio de la mente, de nuestra limitada y pequeña mente individual, por ello recomendaban minimizar el ego para hacer posible ese acceso.
Disminuyendo el yo personal podíamos crear vacío y en su declive algo trascendente podría deslizarse hacia nuestra consciencia. Por esta vía podíamos acceder a mayores cuotas de espiritualidad respecto de la que estamos tan carentes hoy día. Ese estado o disposición de apertura nos permitiría deshacernos en alguna medida del ancla del tiempo y de ciertos condicionamientos del paradigma. Una suerte de estado meditativo que nos permitiría superar las dicotomías del paradigma -las artificiales separaciones entre mente-cuerpo, sujeto-objeto.
De tal modo, podría conjeturarse que el tránsito hacia el pensamiento complejo no implicaría sólo un cambio de paradigma, sino una transformación global de nuestra forma de experimentar el mundo. Asumir la mirada compleja del mundo y de nosotros mismos en el contexto de este mundo simplificado requeriría de la suspensión del ritmo usual y cotidiano y, de la revisión valiente de todos los pensamientos tenidos como verdades.
Considerar la asignación automática de crédito a todo aquello que ante nuestros ojos “parece ser”, y anteponer una distancia epistemológica que incluso nos permita reflexionar sobre lo que somos o lo que no somos verdaderamente, respecto de las “marcas” puestas por la misma existencia, y de las simplificaciones a las que nos pudo haber llevado el paradigma que educamos.
Dentro de esta concepción de mundo hay bastante espacio para la racionalidad instrumental y todas sus derivaciones comportamentales, y muy poco para la emocionalidad. Las emociones permitidas se asocian con las actitudes de neutralidad, apatía, indiferencia, hostilidad, agresividad y envidia. No obstante, la mirada prejuiciada dominante sentencia que no es recomendable exponer las emociones, poniendo en evidencia nuestras “debilidades”. Las emociones quedan así relegadas al “abajo”, detrás de las fronteras blindadas de la conciencia.
La mirada de corte sistémico, la del pensamiento complejo, la fenomenológica, la junguiana, pueden servir de llave para acceder a ese “abajo”. La articulación del adentro con el afuera, de la belleza con la fealdad, de lo público y lo privado, de lo oriental/ mitológico con lo occidental/científico, o del arriba con el abajo, pueden generar productos epistemológicos más ecológicos y promotores de un desarrollo humano más integral.
Importancia de la paradoja y de la metáfora en el arte para el desarrollo humano
Nada se edifica sobre piedra
todo sobre arena
Evangelio Apócrifo, Fragmento 41
Es habitual que el vocabulario con que designamos las cuestiones de la mente o de la conciencia sea principalmente analógico6 Tanto en el habla común como en el lenguaje de la filosofía y en el de la ciencia psicológica hablamos de nuestra propia conciencia en términos figurativos. El lenguaje psicológico es variadísimo, irregular y bastante inestable. El comportamiento se expresa a través de patrones de significación pertenecientes a una totalidad que solo puede ser experimentada sino también descrita simbólicamente.
El símbolo es la expresión de una experiencia espontánea que nos viene desde adentro y que apunta a un significado que no es racional. La aproximación simbólica de la realidad puede resultar ser un medio de acercamiento a la experiencia de aquello indefinido, intuitivo o imaginativo.
El símbolo constituye una experiencia real, pero todavía sin definición para el ser humano racional, debido a que no nos llega del exterior ni a través de los sentidos sino por la vía de las dinámicas del inconsciente, conformándose una representación intuitiva debido al carácter numinoso que reviste, como se representa en la escena minimalista de American Beauty de la bolsa empujada por el viento.
En cada época, el pensamiento desarrolla algunos temas dominantes. Y hablando de simbolismos, la metáfora es hoy, sin duda, uno de ellos. Por lo demás, la imagen artística siempre contiene una enunciación de sentido a través del juego de metáforas.
La metáfora muestra relaciones novedosas entre las cosas, abre alternativas discursivas y prácticas, modos de ser, relaciones de significado que atentan contra las fronteras del paradigma. Pero ocurre que esas fronteras son las fronteras de nuestro sistema psicológico, que se hace lábil y colapsa con facilidad cuando se enfrenta al fenómeno de la contradicción aunque la dialéctica sea parte de nuestra interioridad, de nuestro autoconcepto, y de todo lo que fluye y está vivo. No tenemos mucha tolerancia a la ambigüedad, rasgo que, por lo demás, fue señalado en los estudios de Adorno sobre la “personalidad autoritaria”, una patología de la personalidad que atenta contra las relaciones humanas justamente en relación a los fenómenos de frontera.
La razón cartesiana estereotipa y coloca fronteras también en el campo de la organización disciplinaria, fragmentando una y mil veces el objeto. Por el contrario, Juarroz (1994) sostiene que el lenguaje del arte y, en especial, el lenguaje de la poesía es lenguaje transdisciplinario7 sus caudales de expresión son infinitos y su experiencia sensible y estética nos conecta con la totalidad. La poesía no tiene acabamiento, no puede ser puesta en cautiverio, ni puede ser atrapada al interior de las fronteras del paradigma. Fuera de sus territorios es difícil hallar un verdadero espíritu de totalidad, o una verdadera apertura con respecto a la diversidad de la existencia que es la realidad compleja (8).
De esta lectura surge que, el lenguaje de la poesía facilita la expresión transdisciplinaria de la complejidad. Su contenido es metafórico, siendo este recurso una herramienta que permite expandir los espacios de lo posible, vinculando niveles, entidades y formas que en razón de los implícitos del paradigma, no podrían previamente haber estado relacionados.
La metáfora permite traspasar de un dominio a otro de la experiencia, creando significados inusuales, desconocidos e ilógicos para la racionalidad dominante, permitiendo construir otros mundos posibles. Según Schnitman (1998), se trata de un recurso que es más que una modalidad lingüística de expresión: la metáfora es una estructura cognitiva y constructiva de uso, primordial para generar la mirada transdisciplina-ria del Pensamiento Complejo.
Su aplicación acompaña el ejercicio de una reflexión auto-observante; por ello, al igual que la paradoja, -un concepto de uso regular en la perspectiva sistémica de la Psicología-, ofician de compuertas evolutivas (Najmanovich, 1992) que coadyuvan a una ecología del espíritu, desde una experiencia de aprendizaje en la que es posible pasar de una ecología del lenguaje a una ecología en el sentido.
La paradoja integra a su opuesto, incluye su propia negación, coexiste con su sombra, por poner un ejemplo de coexistencia translógica referimos el concepto de Fromm “patología de la normalidad”.
Como se ve en el ejemplo, es frecuente que se confunda la paradoja con ambigüedad, con aporía, contradicción y absurdo. La relación entre dos expresiones opuestas otorga un nuevo sentido completamente distinto al que tenían las palabras por separado. Este conjunto de palabras o energías simétricamente enfrentadas provoca una vivificante tensión y, al mismo tiempo, despierta una sensación de algo indefinido y ambiguo, realizando un movimiento inesperado, permitiendo descubrir una complementariedad escondida.
Impulsar la transformación del paradigma
Tanto la paradoja como la metáfora son la licencia fundamental de la poesía libertaria porque tienen la misión de desestructurar, provocar, sugerir, despertar, remover, conmover, inquietar lo estatuído. Constituyen un reto para nuestra limitada facultad de discernimiento. En la metacognición que pueden generar como producto del ejercicio reflexivo que provocan, se deconstruyen los significados primitivos para dar lugar a una comprensión más amplia.
Estos mismos riesgos translógicos son los de los productos de la transdisciplinariedad. Por eso, también en Nicolescu, la práctica de la transdisciplinaridad implica un cambio espiritual equivalente a una conversión del alma (Nicolescu 1993). Se parte de la idea de que donde hay vida hay inacabamiento. La transformación es posible si partimos de la base de que pasión por el sujeto complejo nos lleva a impulsar la transformación paradigmática para comprometernos con una suerte de revolución ético-ecológica.
La experiencia de acompañamiento con grupos que se introducen en la práctica reflexiva del Pensamiento Complejo muestra, que el contacto con este tipo de pensamiento induce a un estado espiritual que no es solo de perplejidad sino también de excitación.
La emocionalidad producida por tomar contacto con algo que nos sobrepasa en nuestra dimensión individual, nos sorprende y sobrecoge, provocando un estado parecido al despertar. Paul Valéry denominaba a este estado implexo (del latín, enlazamiento) entendiéndolo como la capacidad de sentir, reaccionar y hacer, de comprender y resistir de un sujeto que desde la practica de reflexividad intenta recomponer sus habilidades y orientar sus pensamientos en una búsqueda que le permite descubrir nuevas estrategias frente a la emergencia de lo real.
Pero, tampoco esto es nuevo, existen numerosos aportes en el transcurso de la historia de las expresiones artísticas que han rehuido de la chatura de la realidad, haciendo aportes valientes, transgresores, a una estética universalista (o cuántica)9. Personajes complejos, motivos artísticos abordados desde una translógica, imágenes complejas, música compleja, que desde una estética diferente, se han desarrollado en contextos turbulentos o adversos; artistas que han nadado contra la corriente.
Algunos ejemplos son: el surrealismo en sus diferentes expresiones (Breton, Dali, Kandinsky, Duchamp, Miró, Magritte); la aleatoriedad, la tímbrica y el atonalismo en música (Schonberg, Berg); el replanteamiento que Artaud hace del teatro y el teatro del absurdo (Ionesco, Becquet); Blake; Shakespeare; el Romanticismo; las películas de Krzysztof Kieslowski; la música de Zbigniew Preisner; las instalaciones Happenigs perfomance y experiencias integrativas de diferentes lenguajes artísticos que producen reordenamientos espacio-temporales y de sentido; los mundos imposibles en los dibujos de Escher; la narrativa como modelo para armar y mundos extraños de Lewis Carroll, Cortazar y Borges; el realismo mágico de García Márquez; los procesos de deformación de Picasso sobre su pintura; la reconcepción del olor en Suskind (“El perfume”); las imágenes extrañas de Max Ernst; la narrativa atemporal de Michael Ende; los mundos fantásticos de Fellini o la fantástica de Rodary.
Y como caso típico de influencia por un reordenamiento de la ciencia: el impacto de la teoría de la relatividad sobre Salvador Dali y el dadaismo, Durrell, Virginia Wolff, y James Joyce por ejemplo; el judaísmo perseguido (ya fuese por los cristianos viejos en la España de los siglos XVI y XVII; ya por los nazis en la historia reciente); los escritores conversos españoles (Teresa de Jesús, Cervantes, Luis de León...).
Algunas antítesis con base en la estética cuántica: el individuo antes que la generación; lo extraordinario antes que lo común; la reivindicación del sentimental frente al ingenuo (Schiller); el erotismo o el carácter sagrado de la pornografía frente al sucedáneo del sexo comercial; la aventura antes que el viaje organizado; el cambio interior frente al lifting; la república antes que la monarquía; la locura frente a la sensatez; la racionalidad frente al misticismo; la madurez frente a juvenismo; Krzysztof Kieslowski versus Almodóvar; la primacía de los derechos del hombre frente a la razón de Estado; la rehabilitación de lo introvertido frente al imperio desmedido de lo extravertido.
El arte en la mirada universalista del Pensamiento Complejo
En los puntos precedentes nos hemos referido a la estética del siglo XX, que privilegia la dimensión psicológica del arte y de la belleza. Y en este sentido, más que averiguar la naturaleza intrínseca de la obra de arte es preferible considerar la actitud mental con la que el observador enfrenta dicha realidad. El arte puede definirse como una vía de expresión de nuestra conciencia, y como un ámbito de la expresión y de la creación humana en el que podemos reconstituir, expresar o reconocer nuestra interioridad. El arte es una vía de conexión entre el corazón del mundo y el corazón del ser humano.
De todos modos, cualquiera de nosotros en este rudimentario mundo de simplificaciones -asumiendo la condición de transgresor- podría aspirar a vivir su vida como una verdadera obra de arte, de un modo rupturista, elevado, creativo, develador, provocador, interconectado. Dentro del grupo de autores clásicos, no sólo Maslow habló de estas experiencias trascendentes; autores como el mencionado Jung, o Assaglioli, o Fromm han contribuido a trazar puentes entre los dominios de la psicología y los territorios de la espiritualidad -silenciados por la ciencia-.
Al principio del artículo destacamos la necesidad de desarrollar nuestra espiritualidad siendo ésta una demanda bastante extendida entre las personas que sufren las consecuencias de este sistema y que pagan un precio demasiado alto para mantenerse adaptadas a sus exigencias.
De hecho, no es un dato a desconocer, el éxito editorial que desde hace dos décadas han tenido a nivel mundial los manuales de autoayuda y las columnas psico-espirituales en los medios gráficos y televisivos, que no dejan de ser una mercancía más que produce altos niveles de rentabilidad en el mercado. Estas expresiones han aprovechado un nicho de mercado no explotado.
A pesar de ello, sirven como respuesta paliativa frente a la falta de verdaderos satisfactores que el sistema no pone a disposición de las personas. Frente a las múltiples insatisfacciones de un público que se siente huérfano y solitario en esa búsqueda silenciosa de satisfacción de la propia espiritualidad, esos sucedáneos cumplen de alguna manera con un destino benévolo.
Entre los autores más reconocidos, Ken Wilber se ha ocupado denodadamente en las tres últimas décadas de las dimensiones más elevadas de nuestra interioridad profunda, aquellas mismas de las que se han ocupado las tradiciones espirituales más antiguas. El aporte de Wilber es justamente el intento de articular la ciencia moderna y la sabiduría de esas antiguas tradiciones.
Sostiene que el reconocimiento del Espíritu es la culminación de un proceso de desarrollo multilineal que pasa por una serie de fases, que van desde lo preconvencional -prerracional o egocéntrico-, a lo convencional, -racional o etnocéntrico-, con la posibilidad de acceder al final del proceso a lo post-convencional, -holístico o mundicéntrico. Una escala progresiva también descrita por los teóricos del Desarrollo Moral, Piaget y Köhlberg.
El hecho de alcanzar los niveles post-postconvencionales implica el merecimiento de una conexión mística que conlleva el poder acceder a un modo no-dual de la existencia, es decir, la posibilidad de abandonar todo nomadismo desintegrador para poder alcanzar la integración y la armonía.
A pesar de los forzamientos conceptuales a los que hayamos sido sometidos por efecto del paradigma simplificador –que seguimos educando-: el cuerpo, la mente y el alma no son mutuamente excluyentes sino expresiones perfectas de un Espíritu único que habita el universo, y que puede tomar vida y manifestarse sublime y resplandecer en las pequeñas cosas de la vida.
Sin embargo, las fronteras puestas por el paradigma pueden hacer que nuestro globo no siga el ascenso evolutivo previsto, para el que estamos estructuralmente preparados. Además, la existencia de viejos traumas, las pérdidas para las que no alcanzó el duelo, las frustraciones o carencias que no hemos podido superar, las identificaciones patológicas, los mecanismos defensivos arcaicos o muy rígidos, los temores inconscientes, los sentimientos de inferioridad, conforman constelaciones personales que definen grados de sufrimiento, de cautiverio a la libertad interior, y son razones o fuerzas lo suficientemente poderosas para tirar nuestro globo hacia abajo. Sea uno u otro el factor que impida nuestro desarrollo, será ese, una vez detectado, la medida del trabajo espiritual que tenemos que recorrer.
El trabajo espiritual y los desafíos de la psicología profunda son aspectos interconectados de una misma realidad. El hecho de que la persona sepa de la existencia de estadios potenciales de espiritualidad que nos esperan allí adelante, actúa como un combustible que empuja a la superación de nuestras limitaciones y a reconocer una potente y atractiva motivación en la posibilidad de elevar la conciencia hacia realizaciones que trascienden los propios limites.
Ya Homero hace volver a Ulises, después de años de búsqueda de Ítaca, de nuevo al océano, movido por la llamada de esa sed de conocimiento propia del ser humano. En la carrera por el desarrollo de la espiritualidad, también, se reconoce la misma sed de conocimiento que llevó a Prometeo a robar el fuego a los dioses, o la que nos lleva a continuar, a pesar de las dificultades legadas por el paradigma, y las de la propia biografía, un camino que se va haciendo al andar.
El arte, la construcción de actos de belleza y el pensamiento complejo son facilitadores de ese desarrollo espiritual
No importa que estén rotas...
que se hayan muerto todas estas flores
ya volverá la música a sus notas
Ya dios inventará cosas mejores
Porque veo que el cielo no termina
Y que no muere toda voz que canta
Que la alborada pisa la colina
Y en azufre y ceniza se levanta
Alzo mi fortaleza de suspiro
Y mi sangre arrancada de una hoguera
Para que sea cierto lo que miro
Y que no sea lo que Dios no quiera
Maria Elena Walsh.
María Teresa Pozzoli es Magíster en Ciencias Sociales y Magíster en Educación. Académica e investigadora argentina de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano y del Instituto de Pensamiento Complejo, Santiago, Chile. mtpozzoli@terra.cl
Bibliografía
Basarab Nicolescu (1993), “Una nueva aproximación científica, cultural y espiritual - La transdisciplinariedad”, Passerelles, nº 7, otoño.
Bohm, David (1988), La totalidad y el orden implicado, Kairós, Barcelona.
Capra, Fritjof (1998), La trama de la vida, Barcelona, Anagrama.
Corominas, Joan (1987), Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, Gredos, Madrid.
García, Octavio (2004), “La recuperación del espíritu en psicología y la tarea espiritual de la psicología profunda en el modelo de Wilber (consulta 18 de julio de 2007)
Juarroz, Roberto (1994), “Algunas ideas sobre el lenguaje de la transdisciplinariedad”, traducción al español realizada por Complejidad de su ponencia “Quelques idèes sur le langage de la transdisciplinarité”, Primer Congreso Mundial de la Transdisciplinariedad, Convento da Arrábida, 2-6 de noviembre, publicada en Bulletin Interactive du Centre International de Recherches et Études Transdisciplinaires (CIRET), Nº 7-8, abril 1996. [en línea]. Instituto Internacional del Pensamiento Complejo. Universidad de El Salvador, Buenos Aires, Argentina.
Jung, Carl (1997), Arquetipos e Inconsciente Colectivo, Paidós, Buenos Aires.
Idem (1992), Formaciones de lo inconsciente. Paidós, Barcelona.
Idem (1982), Psicología y simbólica del arquetipo. Paidós, Buenos Aires.
Najmanovich. Denise (1997), “Sujeito encarnado: Límites, Devir E Incompletude”, Cadernos de Subjetividade, Núcleo de Estudos e pesquisas da subjetividade, Poticfícia Universidade Católica de São Paulo, V 5 n° 2, segundo sem 1997. Disponible en la web en castellano: “El sujeto encarnado: Límites devenir e incompletud. (consulta 18 julio de 2007)
Idem (1992), “Paradojar”, Revista Zona Erógena, N° 12,
Pozzoli, María Teresa (2007), “Transformar el conocimiento en la sociedad globalizada. Pensamiento complejo y transdisciplinariedad” en Polis. Revista de la Universidad Bolivariana, Volumen 5, Nº 15, Ediciones Universidad Bolivariana, Santiago.
Real Academia Española (2001), Diccionario de la Lengua Española, Vigésima Segunda Edición, Planeta, Buenos Aires.
Wilber, Ken (1998), Breve historia de todas las cosas, Editorial Kairós, Buenos Aires.
Notas
1 Morín recuerda en uno de sus textos a Fernando Pessoa quien decía que en cada uno de nosotros hay dos seres, el primero, el verdadero, es el de sus ilusiones, de sus sueños, que nace en la infancia y prosigue toda la vida; el segundo, el falso, es el de sus apariencias, sus discursos y sus actos. Podríamos decir de otra forma: en nosotros coexisten dos seres, el del estado prosaico y el del estado poético; esos dos seres constituyen nuestro ser, sus dos polaridades son necesarias -la una para la otra-: si no hubiera prosa no habría poesía, el estado poético no se manifiesta como tal sino en relación con el estado prosaico.
2 Estos parlamentos corresponden a uno de los personajes de \o “American Beauty: Annette Bening & Kevin Spacey Belleza americana American beauty 1999 Color, 115 EEUU Dirección: Sam Mendes Guión: Allan Ball ...” American Beauty, Ricky Fitts. Un joven educado en los estrictos valores de su padre -un ex militar neonazi- Su vida transcurre en el tráfico de estupefacientes, y en el uso de su filmadora de videos caseros, La trama pone de manifiesto la hegemonía de las apariencias, carentes de sentido existencial y de afecto de los tiempos actuales. Sobre este trasfondo cobran vida las palabras del personaje.
3 Al no percibir las interdependencias, deja de ver las propiedades que se conforman por la interconexión. El conjunto de esas propiedades conforman la organización del todo.
4 De hecho, el término anestesia (Anaiesthesis) habla de la anulación temporal de la subjetividad, generalmente inducida de modo deliberado para que el sujeto sensible, no sufra cuando el cuerpo tiene que ser intervenido por ejemplo por un cirujano. El anestesiado no siente, y posiblemente no imagine, y ni siquiera intente expresarse.
5 Para profundizar en estos temas junguianos recomiendo revisar el artículo “El inconsciente colectivo” de Pablo Cáceres, www.alcione.cl.
6 Aunque ‘mente’ y ‘conciencia’ no significan siempre lo mismo se los usa a menudo indistintamente como nombres de ‘lo interior’ en contradistinción de ‘lo exterior’.
7 Sin embargo con la aproximación de un grupo de disciplinas como la filosofía de la mente, la neurociencia, la inteligencia artificial, la lingüística, la psicología cognitiva y la antropología, que dan cuerpo a la ciencia cognitiva (Gardner 87a) es posible que se construya un metacampo que intente plantear nuevas soluciones, como está ocurriendo con la filosofía de la ciencia y las matemáticas, lo cual permite pensarlas desde otras fronteras.
8 El concepto complejo aparece a principios del s. XVII, pero de su variante complexo -que aparece en castellano alrededor del año 1250-, proviene del latín complexio que significa ensambladura o conjunto.
9 “Estética Cuántica” significa asumir la creatividad, desde un punto de vista artístico y literario, como un hecho ligado a los más revolucionarios descubrimientos de la física subatómica y de la psicología. De tal manera, el arte se convierte en un instrumento de conocimiento para indagar de manera esclarecedora en el universo que nos rodea y, fundamentalmente, en la complejidad humana. Este nuevo paradigma, postula una visión del cosmos como un fluido en el que todo está interrelacionado. Considera así, en consecuencia, que todo arte y todo escrito debe tener una esencia holográfica que esté en correspondencia con un universo en el que la más ínfima parte contiene el todo. El movimiento de “Estética Cuántica”, creado por un grupo integrado por representantes de una diversidad de disciplinas y países, dejó plasmada su concepción en el Manifiesto de estética cuántica (Consulta 19.8.2007).
Acaso, se podría especular si la sentencia “Y seréis como dioses”, ¿Podría referirse al logro de una unicidad permanente5? Los antiguos sabios han sostenido desde siempre la interdependencia fundamental del universo, en razón de lo cual el Pensamiento Complejo no hace más que revitalizar y reubicar estas premisas en el contexto de nuestra sociedad contemporánea. Esas tradiciones de la Antigüedad consideraban que el modo de acceder a esa mente universal era el dominio de la mente, de nuestra limitada y pequeña mente individual, por ello recomendaban minimizar el ego para hacer posible ese acceso.
Disminuyendo el yo personal podíamos crear vacío y en su declive algo trascendente podría deslizarse hacia nuestra consciencia. Por esta vía podíamos acceder a mayores cuotas de espiritualidad respecto de la que estamos tan carentes hoy día. Ese estado o disposición de apertura nos permitiría deshacernos en alguna medida del ancla del tiempo y de ciertos condicionamientos del paradigma. Una suerte de estado meditativo que nos permitiría superar las dicotomías del paradigma -las artificiales separaciones entre mente-cuerpo, sujeto-objeto.
De tal modo, podría conjeturarse que el tránsito hacia el pensamiento complejo no implicaría sólo un cambio de paradigma, sino una transformación global de nuestra forma de experimentar el mundo. Asumir la mirada compleja del mundo y de nosotros mismos en el contexto de este mundo simplificado requeriría de la suspensión del ritmo usual y cotidiano y, de la revisión valiente de todos los pensamientos tenidos como verdades.
Considerar la asignación automática de crédito a todo aquello que ante nuestros ojos “parece ser”, y anteponer una distancia epistemológica que incluso nos permita reflexionar sobre lo que somos o lo que no somos verdaderamente, respecto de las “marcas” puestas por la misma existencia, y de las simplificaciones a las que nos pudo haber llevado el paradigma que educamos.
Dentro de esta concepción de mundo hay bastante espacio para la racionalidad instrumental y todas sus derivaciones comportamentales, y muy poco para la emocionalidad. Las emociones permitidas se asocian con las actitudes de neutralidad, apatía, indiferencia, hostilidad, agresividad y envidia. No obstante, la mirada prejuiciada dominante sentencia que no es recomendable exponer las emociones, poniendo en evidencia nuestras “debilidades”. Las emociones quedan así relegadas al “abajo”, detrás de las fronteras blindadas de la conciencia.
La mirada de corte sistémico, la del pensamiento complejo, la fenomenológica, la junguiana, pueden servir de llave para acceder a ese “abajo”. La articulación del adentro con el afuera, de la belleza con la fealdad, de lo público y lo privado, de lo oriental/ mitológico con lo occidental/científico, o del arriba con el abajo, pueden generar productos epistemológicos más ecológicos y promotores de un desarrollo humano más integral.
Importancia de la paradoja y de la metáfora en el arte para el desarrollo humano
Nada se edifica sobre piedra
todo sobre arena
Evangelio Apócrifo, Fragmento 41
Es habitual que el vocabulario con que designamos las cuestiones de la mente o de la conciencia sea principalmente analógico6 Tanto en el habla común como en el lenguaje de la filosofía y en el de la ciencia psicológica hablamos de nuestra propia conciencia en términos figurativos. El lenguaje psicológico es variadísimo, irregular y bastante inestable. El comportamiento se expresa a través de patrones de significación pertenecientes a una totalidad que solo puede ser experimentada sino también descrita simbólicamente.
El símbolo es la expresión de una experiencia espontánea que nos viene desde adentro y que apunta a un significado que no es racional. La aproximación simbólica de la realidad puede resultar ser un medio de acercamiento a la experiencia de aquello indefinido, intuitivo o imaginativo.
El símbolo constituye una experiencia real, pero todavía sin definición para el ser humano racional, debido a que no nos llega del exterior ni a través de los sentidos sino por la vía de las dinámicas del inconsciente, conformándose una representación intuitiva debido al carácter numinoso que reviste, como se representa en la escena minimalista de American Beauty de la bolsa empujada por el viento.
En cada época, el pensamiento desarrolla algunos temas dominantes. Y hablando de simbolismos, la metáfora es hoy, sin duda, uno de ellos. Por lo demás, la imagen artística siempre contiene una enunciación de sentido a través del juego de metáforas.
La metáfora muestra relaciones novedosas entre las cosas, abre alternativas discursivas y prácticas, modos de ser, relaciones de significado que atentan contra las fronteras del paradigma. Pero ocurre que esas fronteras son las fronteras de nuestro sistema psicológico, que se hace lábil y colapsa con facilidad cuando se enfrenta al fenómeno de la contradicción aunque la dialéctica sea parte de nuestra interioridad, de nuestro autoconcepto, y de todo lo que fluye y está vivo. No tenemos mucha tolerancia a la ambigüedad, rasgo que, por lo demás, fue señalado en los estudios de Adorno sobre la “personalidad autoritaria”, una patología de la personalidad que atenta contra las relaciones humanas justamente en relación a los fenómenos de frontera.
La razón cartesiana estereotipa y coloca fronteras también en el campo de la organización disciplinaria, fragmentando una y mil veces el objeto. Por el contrario, Juarroz (1994) sostiene que el lenguaje del arte y, en especial, el lenguaje de la poesía es lenguaje transdisciplinario7 sus caudales de expresión son infinitos y su experiencia sensible y estética nos conecta con la totalidad. La poesía no tiene acabamiento, no puede ser puesta en cautiverio, ni puede ser atrapada al interior de las fronteras del paradigma. Fuera de sus territorios es difícil hallar un verdadero espíritu de totalidad, o una verdadera apertura con respecto a la diversidad de la existencia que es la realidad compleja (8).
De esta lectura surge que, el lenguaje de la poesía facilita la expresión transdisciplinaria de la complejidad. Su contenido es metafórico, siendo este recurso una herramienta que permite expandir los espacios de lo posible, vinculando niveles, entidades y formas que en razón de los implícitos del paradigma, no podrían previamente haber estado relacionados.
La metáfora permite traspasar de un dominio a otro de la experiencia, creando significados inusuales, desconocidos e ilógicos para la racionalidad dominante, permitiendo construir otros mundos posibles. Según Schnitman (1998), se trata de un recurso que es más que una modalidad lingüística de expresión: la metáfora es una estructura cognitiva y constructiva de uso, primordial para generar la mirada transdisciplina-ria del Pensamiento Complejo.
Su aplicación acompaña el ejercicio de una reflexión auto-observante; por ello, al igual que la paradoja, -un concepto de uso regular en la perspectiva sistémica de la Psicología-, ofician de compuertas evolutivas (Najmanovich, 1992) que coadyuvan a una ecología del espíritu, desde una experiencia de aprendizaje en la que es posible pasar de una ecología del lenguaje a una ecología en el sentido.
La paradoja integra a su opuesto, incluye su propia negación, coexiste con su sombra, por poner un ejemplo de coexistencia translógica referimos el concepto de Fromm “patología de la normalidad”.
Como se ve en el ejemplo, es frecuente que se confunda la paradoja con ambigüedad, con aporía, contradicción y absurdo. La relación entre dos expresiones opuestas otorga un nuevo sentido completamente distinto al que tenían las palabras por separado. Este conjunto de palabras o energías simétricamente enfrentadas provoca una vivificante tensión y, al mismo tiempo, despierta una sensación de algo indefinido y ambiguo, realizando un movimiento inesperado, permitiendo descubrir una complementariedad escondida.
Impulsar la transformación del paradigma
Tanto la paradoja como la metáfora son la licencia fundamental de la poesía libertaria porque tienen la misión de desestructurar, provocar, sugerir, despertar, remover, conmover, inquietar lo estatuído. Constituyen un reto para nuestra limitada facultad de discernimiento. En la metacognición que pueden generar como producto del ejercicio reflexivo que provocan, se deconstruyen los significados primitivos para dar lugar a una comprensión más amplia.
Estos mismos riesgos translógicos son los de los productos de la transdisciplinariedad. Por eso, también en Nicolescu, la práctica de la transdisciplinaridad implica un cambio espiritual equivalente a una conversión del alma (Nicolescu 1993). Se parte de la idea de que donde hay vida hay inacabamiento. La transformación es posible si partimos de la base de que pasión por el sujeto complejo nos lleva a impulsar la transformación paradigmática para comprometernos con una suerte de revolución ético-ecológica.
La experiencia de acompañamiento con grupos que se introducen en la práctica reflexiva del Pensamiento Complejo muestra, que el contacto con este tipo de pensamiento induce a un estado espiritual que no es solo de perplejidad sino también de excitación.
La emocionalidad producida por tomar contacto con algo que nos sobrepasa en nuestra dimensión individual, nos sorprende y sobrecoge, provocando un estado parecido al despertar. Paul Valéry denominaba a este estado implexo (del latín, enlazamiento) entendiéndolo como la capacidad de sentir, reaccionar y hacer, de comprender y resistir de un sujeto que desde la practica de reflexividad intenta recomponer sus habilidades y orientar sus pensamientos en una búsqueda que le permite descubrir nuevas estrategias frente a la emergencia de lo real.
Pero, tampoco esto es nuevo, existen numerosos aportes en el transcurso de la historia de las expresiones artísticas que han rehuido de la chatura de la realidad, haciendo aportes valientes, transgresores, a una estética universalista (o cuántica)9. Personajes complejos, motivos artísticos abordados desde una translógica, imágenes complejas, música compleja, que desde una estética diferente, se han desarrollado en contextos turbulentos o adversos; artistas que han nadado contra la corriente.
Algunos ejemplos son: el surrealismo en sus diferentes expresiones (Breton, Dali, Kandinsky, Duchamp, Miró, Magritte); la aleatoriedad, la tímbrica y el atonalismo en música (Schonberg, Berg); el replanteamiento que Artaud hace del teatro y el teatro del absurdo (Ionesco, Becquet); Blake; Shakespeare; el Romanticismo; las películas de Krzysztof Kieslowski; la música de Zbigniew Preisner; las instalaciones Happenigs perfomance y experiencias integrativas de diferentes lenguajes artísticos que producen reordenamientos espacio-temporales y de sentido; los mundos imposibles en los dibujos de Escher; la narrativa como modelo para armar y mundos extraños de Lewis Carroll, Cortazar y Borges; el realismo mágico de García Márquez; los procesos de deformación de Picasso sobre su pintura; la reconcepción del olor en Suskind (“El perfume”); las imágenes extrañas de Max Ernst; la narrativa atemporal de Michael Ende; los mundos fantásticos de Fellini o la fantástica de Rodary.
Y como caso típico de influencia por un reordenamiento de la ciencia: el impacto de la teoría de la relatividad sobre Salvador Dali y el dadaismo, Durrell, Virginia Wolff, y James Joyce por ejemplo; el judaísmo perseguido (ya fuese por los cristianos viejos en la España de los siglos XVI y XVII; ya por los nazis en la historia reciente); los escritores conversos españoles (Teresa de Jesús, Cervantes, Luis de León...).
Algunas antítesis con base en la estética cuántica: el individuo antes que la generación; lo extraordinario antes que lo común; la reivindicación del sentimental frente al ingenuo (Schiller); el erotismo o el carácter sagrado de la pornografía frente al sucedáneo del sexo comercial; la aventura antes que el viaje organizado; el cambio interior frente al lifting; la república antes que la monarquía; la locura frente a la sensatez; la racionalidad frente al misticismo; la madurez frente a juvenismo; Krzysztof Kieslowski versus Almodóvar; la primacía de los derechos del hombre frente a la razón de Estado; la rehabilitación de lo introvertido frente al imperio desmedido de lo extravertido.
El arte en la mirada universalista del Pensamiento Complejo
En los puntos precedentes nos hemos referido a la estética del siglo XX, que privilegia la dimensión psicológica del arte y de la belleza. Y en este sentido, más que averiguar la naturaleza intrínseca de la obra de arte es preferible considerar la actitud mental con la que el observador enfrenta dicha realidad. El arte puede definirse como una vía de expresión de nuestra conciencia, y como un ámbito de la expresión y de la creación humana en el que podemos reconstituir, expresar o reconocer nuestra interioridad. El arte es una vía de conexión entre el corazón del mundo y el corazón del ser humano.
De todos modos, cualquiera de nosotros en este rudimentario mundo de simplificaciones -asumiendo la condición de transgresor- podría aspirar a vivir su vida como una verdadera obra de arte, de un modo rupturista, elevado, creativo, develador, provocador, interconectado. Dentro del grupo de autores clásicos, no sólo Maslow habló de estas experiencias trascendentes; autores como el mencionado Jung, o Assaglioli, o Fromm han contribuido a trazar puentes entre los dominios de la psicología y los territorios de la espiritualidad -silenciados por la ciencia-.
Al principio del artículo destacamos la necesidad de desarrollar nuestra espiritualidad siendo ésta una demanda bastante extendida entre las personas que sufren las consecuencias de este sistema y que pagan un precio demasiado alto para mantenerse adaptadas a sus exigencias.
De hecho, no es un dato a desconocer, el éxito editorial que desde hace dos décadas han tenido a nivel mundial los manuales de autoayuda y las columnas psico-espirituales en los medios gráficos y televisivos, que no dejan de ser una mercancía más que produce altos niveles de rentabilidad en el mercado. Estas expresiones han aprovechado un nicho de mercado no explotado.
A pesar de ello, sirven como respuesta paliativa frente a la falta de verdaderos satisfactores que el sistema no pone a disposición de las personas. Frente a las múltiples insatisfacciones de un público que se siente huérfano y solitario en esa búsqueda silenciosa de satisfacción de la propia espiritualidad, esos sucedáneos cumplen de alguna manera con un destino benévolo.
Entre los autores más reconocidos, Ken Wilber se ha ocupado denodadamente en las tres últimas décadas de las dimensiones más elevadas de nuestra interioridad profunda, aquellas mismas de las que se han ocupado las tradiciones espirituales más antiguas. El aporte de Wilber es justamente el intento de articular la ciencia moderna y la sabiduría de esas antiguas tradiciones.
Sostiene que el reconocimiento del Espíritu es la culminación de un proceso de desarrollo multilineal que pasa por una serie de fases, que van desde lo preconvencional -prerracional o egocéntrico-, a lo convencional, -racional o etnocéntrico-, con la posibilidad de acceder al final del proceso a lo post-convencional, -holístico o mundicéntrico. Una escala progresiva también descrita por los teóricos del Desarrollo Moral, Piaget y Köhlberg.
El hecho de alcanzar los niveles post-postconvencionales implica el merecimiento de una conexión mística que conlleva el poder acceder a un modo no-dual de la existencia, es decir, la posibilidad de abandonar todo nomadismo desintegrador para poder alcanzar la integración y la armonía.
A pesar de los forzamientos conceptuales a los que hayamos sido sometidos por efecto del paradigma simplificador –que seguimos educando-: el cuerpo, la mente y el alma no son mutuamente excluyentes sino expresiones perfectas de un Espíritu único que habita el universo, y que puede tomar vida y manifestarse sublime y resplandecer en las pequeñas cosas de la vida.
Sin embargo, las fronteras puestas por el paradigma pueden hacer que nuestro globo no siga el ascenso evolutivo previsto, para el que estamos estructuralmente preparados. Además, la existencia de viejos traumas, las pérdidas para las que no alcanzó el duelo, las frustraciones o carencias que no hemos podido superar, las identificaciones patológicas, los mecanismos defensivos arcaicos o muy rígidos, los temores inconscientes, los sentimientos de inferioridad, conforman constelaciones personales que definen grados de sufrimiento, de cautiverio a la libertad interior, y son razones o fuerzas lo suficientemente poderosas para tirar nuestro globo hacia abajo. Sea uno u otro el factor que impida nuestro desarrollo, será ese, una vez detectado, la medida del trabajo espiritual que tenemos que recorrer.
El trabajo espiritual y los desafíos de la psicología profunda son aspectos interconectados de una misma realidad. El hecho de que la persona sepa de la existencia de estadios potenciales de espiritualidad que nos esperan allí adelante, actúa como un combustible que empuja a la superación de nuestras limitaciones y a reconocer una potente y atractiva motivación en la posibilidad de elevar la conciencia hacia realizaciones que trascienden los propios limites.
Ya Homero hace volver a Ulises, después de años de búsqueda de Ítaca, de nuevo al océano, movido por la llamada de esa sed de conocimiento propia del ser humano. En la carrera por el desarrollo de la espiritualidad, también, se reconoce la misma sed de conocimiento que llevó a Prometeo a robar el fuego a los dioses, o la que nos lleva a continuar, a pesar de las dificultades legadas por el paradigma, y las de la propia biografía, un camino que se va haciendo al andar.
El arte, la construcción de actos de belleza y el pensamiento complejo son facilitadores de ese desarrollo espiritual
No importa que estén rotas...
que se hayan muerto todas estas flores
ya volverá la música a sus notas
Ya dios inventará cosas mejores
Porque veo que el cielo no termina
Y que no muere toda voz que canta
Que la alborada pisa la colina
Y en azufre y ceniza se levanta
Alzo mi fortaleza de suspiro
Y mi sangre arrancada de una hoguera
Para que sea cierto lo que miro
Y que no sea lo que Dios no quiera
Maria Elena Walsh.
María Teresa Pozzoli es Magíster en Ciencias Sociales y Magíster en Educación. Académica e investigadora argentina de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano y del Instituto de Pensamiento Complejo, Santiago, Chile. mtpozzoli@terra.cl
Bibliografía
Basarab Nicolescu (1993), “Una nueva aproximación científica, cultural y espiritual - La transdisciplinariedad”, Passerelles, nº 7, otoño.
Bohm, David (1988), La totalidad y el orden implicado, Kairós, Barcelona.
Capra, Fritjof (1998), La trama de la vida, Barcelona, Anagrama.
Corominas, Joan (1987), Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, Gredos, Madrid.
García, Octavio (2004), “La recuperación del espíritu en psicología y la tarea espiritual de la psicología profunda en el modelo de Wilber (consulta 18 de julio de 2007)
Juarroz, Roberto (1994), “Algunas ideas sobre el lenguaje de la transdisciplinariedad”, traducción al español realizada por Complejidad de su ponencia “Quelques idèes sur le langage de la transdisciplinarité”, Primer Congreso Mundial de la Transdisciplinariedad, Convento da Arrábida, 2-6 de noviembre, publicada en Bulletin Interactive du Centre International de Recherches et Études Transdisciplinaires (CIRET), Nº 7-8, abril 1996. [en línea]. Instituto Internacional del Pensamiento Complejo. Universidad de El Salvador, Buenos Aires, Argentina.
Jung, Carl (1997), Arquetipos e Inconsciente Colectivo, Paidós, Buenos Aires.
Idem (1992), Formaciones de lo inconsciente. Paidós, Barcelona.
Idem (1982), Psicología y simbólica del arquetipo. Paidós, Buenos Aires.
Najmanovich. Denise (1997), “Sujeito encarnado: Límites, Devir E Incompletude”, Cadernos de Subjetividade, Núcleo de Estudos e pesquisas da subjetividade, Poticfícia Universidade Católica de São Paulo, V 5 n° 2, segundo sem 1997. Disponible en la web en castellano: “El sujeto encarnado: Límites devenir e incompletud. (consulta 18 julio de 2007)
Idem (1992), “Paradojar”, Revista Zona Erógena, N° 12,
Pozzoli, María Teresa (2007), “Transformar el conocimiento en la sociedad globalizada. Pensamiento complejo y transdisciplinariedad” en Polis. Revista de la Universidad Bolivariana, Volumen 5, Nº 15, Ediciones Universidad Bolivariana, Santiago.
Real Academia Española (2001), Diccionario de la Lengua Española, Vigésima Segunda Edición, Planeta, Buenos Aires.
Wilber, Ken (1998), Breve historia de todas las cosas, Editorial Kairós, Buenos Aires.
Notas
1 Morín recuerda en uno de sus textos a Fernando Pessoa quien decía que en cada uno de nosotros hay dos seres, el primero, el verdadero, es el de sus ilusiones, de sus sueños, que nace en la infancia y prosigue toda la vida; el segundo, el falso, es el de sus apariencias, sus discursos y sus actos. Podríamos decir de otra forma: en nosotros coexisten dos seres, el del estado prosaico y el del estado poético; esos dos seres constituyen nuestro ser, sus dos polaridades son necesarias -la una para la otra-: si no hubiera prosa no habría poesía, el estado poético no se manifiesta como tal sino en relación con el estado prosaico.
2 Estos parlamentos corresponden a uno de los personajes de \o “American Beauty: Annette Bening & Kevin Spacey Belleza americana American beauty 1999 Color, 115 EEUU Dirección: Sam Mendes Guión: Allan Ball ...” American Beauty, Ricky Fitts. Un joven educado en los estrictos valores de su padre -un ex militar neonazi- Su vida transcurre en el tráfico de estupefacientes, y en el uso de su filmadora de videos caseros, La trama pone de manifiesto la hegemonía de las apariencias, carentes de sentido existencial y de afecto de los tiempos actuales. Sobre este trasfondo cobran vida las palabras del personaje.
3 Al no percibir las interdependencias, deja de ver las propiedades que se conforman por la interconexión. El conjunto de esas propiedades conforman la organización del todo.
4 De hecho, el término anestesia (Anaiesthesis) habla de la anulación temporal de la subjetividad, generalmente inducida de modo deliberado para que el sujeto sensible, no sufra cuando el cuerpo tiene que ser intervenido por ejemplo por un cirujano. El anestesiado no siente, y posiblemente no imagine, y ni siquiera intente expresarse.
5 Para profundizar en estos temas junguianos recomiendo revisar el artículo “El inconsciente colectivo” de Pablo Cáceres, www.alcione.cl.
6 Aunque ‘mente’ y ‘conciencia’ no significan siempre lo mismo se los usa a menudo indistintamente como nombres de ‘lo interior’ en contradistinción de ‘lo exterior’.
7 Sin embargo con la aproximación de un grupo de disciplinas como la filosofía de la mente, la neurociencia, la inteligencia artificial, la lingüística, la psicología cognitiva y la antropología, que dan cuerpo a la ciencia cognitiva (Gardner 87a) es posible que se construya un metacampo que intente plantear nuevas soluciones, como está ocurriendo con la filosofía de la ciencia y las matemáticas, lo cual permite pensarlas desde otras fronteras.
8 El concepto complejo aparece a principios del s. XVII, pero de su variante complexo -que aparece en castellano alrededor del año 1250-, proviene del latín complexio que significa ensambladura o conjunto.
9 “Estética Cuántica” significa asumir la creatividad, desde un punto de vista artístico y literario, como un hecho ligado a los más revolucionarios descubrimientos de la física subatómica y de la psicología. De tal manera, el arte se convierte en un instrumento de conocimiento para indagar de manera esclarecedora en el universo que nos rodea y, fundamentalmente, en la complejidad humana. Este nuevo paradigma, postula una visión del cosmos como un fluido en el que todo está interrelacionado. Considera así, en consecuencia, que todo arte y todo escrito debe tener una esencia holográfica que esté en correspondencia con un universo en el que la más ínfima parte contiene el todo. El movimiento de “Estética Cuántica”, creado por un grupo integrado por representantes de una diversidad de disciplinas y países, dejó plasmada su concepción en el Manifiesto de estética cuántica (Consulta 19.8.2007).