En muchas culturas antiguas se practicaban sacrificios humanos. Bien documentados son los de los celtas, de Cartago, de Mesoamérica; pero los hubo también en Escandinavia, Roma, Creta, Medio Oriente, Japón, India, África…
En la mayoría de los casos, se trataba de granjearse los favores de los dioses, de apaciguarlos, de mitigar su ira o de mantenerlos contentos. A nosotros, los seres humanos del siglo XXI, esas prácticas nos horrorizan y nuestra conciencia ética moderna las rechaza irrevocablemente.
Ahora ya no se practican esos horribles ritos. De hecho, hoy en día, ningún Dios, ninguna religión pide que se sacrifique a un ser humano, ¿verdad?
Bueno, mirando bien las cosas… Depende un poco de a lo que consideremos un Dios o una religión. Quizás podríamos decir que, ¡pues sí!, hay un Dios, por cierto bien conocido de todos y venerado en todo el planeta, que últimamente se ha cobrado la vida de varios seres humanos. Es más, todo indica que no está apaciguado y que sigue pidiendo más vidas humanas. Este Dios se llama Fútbol y el lugar del sacrificio es Qatar.
El coste de una obra faraónica
Para poder celebrar dignamente la ceremonia cuatrienal de la copa del mundo 2022, se hará una obra faraónica: nueve mega-estadios, carreteras, una línea de metro, tres gigantescos barrios de viviendas, hoteles, un enorme nuevo aeropuerto, etc…
¿Quien va a llevar a cabo esa obra? Qatar tiene dos millones de habitantes, de los cuales el 80% son extranjeros, mayoritariamente de Asia. Pero hace falta mucha más mano de obra. Entonces, además de los trabajadores que ya viven allí, se espera un refuerzo de ¡un millón y medio de obreros!
El diario británico The Guardian ha revelado que, entre junio y agosto de este año, han muerto 44 nepalíes y han puesto de manifiesto unas condiciones de trabajo espantosas: alojamiento de 12 personas en una habitación, jornadas de hasta 11 horas de trabajo, seis días por semana, con una temperatura exterior de entre 45 y 50ºC; sin acceso a agua gratuita, confiscación del pasaporte, sistema del kafala (sponsor en árabe), según el cual ningún empleado extranjero tiene derecho a romper su contrato de trabajo sin el visto bueno de un tutor que suele ser su empleador.
En la mayoría de los casos, se trataba de granjearse los favores de los dioses, de apaciguarlos, de mitigar su ira o de mantenerlos contentos. A nosotros, los seres humanos del siglo XXI, esas prácticas nos horrorizan y nuestra conciencia ética moderna las rechaza irrevocablemente.
Ahora ya no se practican esos horribles ritos. De hecho, hoy en día, ningún Dios, ninguna religión pide que se sacrifique a un ser humano, ¿verdad?
Bueno, mirando bien las cosas… Depende un poco de a lo que consideremos un Dios o una religión. Quizás podríamos decir que, ¡pues sí!, hay un Dios, por cierto bien conocido de todos y venerado en todo el planeta, que últimamente se ha cobrado la vida de varios seres humanos. Es más, todo indica que no está apaciguado y que sigue pidiendo más vidas humanas. Este Dios se llama Fútbol y el lugar del sacrificio es Qatar.
El coste de una obra faraónica
Para poder celebrar dignamente la ceremonia cuatrienal de la copa del mundo 2022, se hará una obra faraónica: nueve mega-estadios, carreteras, una línea de metro, tres gigantescos barrios de viviendas, hoteles, un enorme nuevo aeropuerto, etc…
¿Quien va a llevar a cabo esa obra? Qatar tiene dos millones de habitantes, de los cuales el 80% son extranjeros, mayoritariamente de Asia. Pero hace falta mucha más mano de obra. Entonces, además de los trabajadores que ya viven allí, se espera un refuerzo de ¡un millón y medio de obreros!
El diario británico The Guardian ha revelado que, entre junio y agosto de este año, han muerto 44 nepalíes y han puesto de manifiesto unas condiciones de trabajo espantosas: alojamiento de 12 personas en una habitación, jornadas de hasta 11 horas de trabajo, seis días por semana, con una temperatura exterior de entre 45 y 50ºC; sin acceso a agua gratuita, confiscación del pasaporte, sistema del kafala (sponsor en árabe), según el cual ningún empleado extranjero tiene derecho a romper su contrato de trabajo sin el visto bueno de un tutor que suele ser su empleador.
Eso por un salario de entre 180 y 243 euros al mes, que puede ser pagado con mucho retraso. Sueldos algo sorprendentes, cuando se sabe que ¡Qatar es el país con renta per cápita más alta del mundo! Incluyendo al 80% de extranjeros. Claro que si se tiene en cuenta tan sólo a los qataríes…
El gobierno qatarí no lleva contabilidad de los muertos. Son las embajadas las que publican las cifras. La de India computa 237 muertos en 2012, y 159 en los nueve primeros meses de 2013. La de Nepal habla de 200 por año. Los trabajadores son casi todos jóvenes pero, entre el 50 y el 60% de las muertes se producen por accidentes cardiovasculares, después le siguen los accidentes de tráfico y accidentes laborales directamente vinculados a las obras en curso.
En ausencia de la autopsia, no se puede afirmar que todos los fallos cardiacos sean consecuencia de la vida que llevan esos hombres, pero los que conocen la situación opinan que la mayoría fallece por agotamiento, hipertermia y deshidratación.
El gobierno qatarí no lleva contabilidad de los muertos. Son las embajadas las que publican las cifras. La de India computa 237 muertos en 2012, y 159 en los nueve primeros meses de 2013. La de Nepal habla de 200 por año. Los trabajadores son casi todos jóvenes pero, entre el 50 y el 60% de las muertes se producen por accidentes cardiovasculares, después le siguen los accidentes de tráfico y accidentes laborales directamente vinculados a las obras en curso.
En ausencia de la autopsia, no se puede afirmar que todos los fallos cardiacos sean consecuencia de la vida que llevan esos hombres, pero los que conocen la situación opinan que la mayoría fallece por agotamiento, hipertermia y deshidratación.
Las empresas involucradas en la organización del Mundial y el Gobierno de Qatar han emitido sendos comunicados tras la información de The Guardian en los que no desmienten los hechos, sino que aseguran el cumplimiento de las leyes y prometen la investigación de las denuncias del periódico británico. Sin embargo, la reacción del Gobierno de Qatar ha sido calificada de decepcionante por la Confederación Sindical Internacional. Amnistía Internacional ha emitido también un comunicado en el que denuncia los abusos que se producen en el sector de la construcción de Qatar y pedido a las empresas concesionarias que respeten los derechos humanos de los trabajadores inmigrantes. (Nota de la Redacción de T21).
Miles de sacrificios
A raíz del artículo de The Guardian, expertos de la Confederación Sindical Internacional (CSI) han investigado en Doha, capital del Emirato, y han llegado a la siguiente conclusión, según ese mismo medio : que Qatar es un estado esclavista y han calculado que si la tasa de mortalidad no baja, serán 4.000 los inmigrantes que pagarán con su vida el mundial de fútbol qatarí.
Bien, ¿y ahora, qué? ¿Qué podemos hacer? ¿Qué pueden hacer los fieles de la religión Fútbol? ¿Pedir al nuevo Emir Tamin Bin Hammad Al-Thani que mejore las condiciones laborables de su país? ¿Pedir a la FIFA (Asociación de la Federación Internacional de Fútbol) que rectifique y nombre otro país para organizar la copa 2022? ¿Organizar una petición a nivel mundial para que, al menos, en la ceremonia de apertura, se respete con un minuto de silencio el recuerdo de los fallecidos durante las obras? Estamos ante otro asunto chocante que nos produce una sensación de total impotencia.
La FIFpro (la Federación internacional de sindicatos de jugadores de fútbol) amenaza con ¡boicotear la copa del mundo 2022! Podría pensarse que es por solidaridad con los trabajadores, que se indignan al saber que habrá más muertos en las obras que jugadores en la copa. Pero, en realidad, lo que no quieren es jugar en verano con 45 ó 50 grados de calor (a pesar de que los estadios estarán climatizados, un hecho dañino desde el punto de vista ecológico. La FIFpro quiere que se celebre la copa 2022 en invierno.
El reverso tenebroso del fútbol
Practicar un deporte está muy bien, tiene muchas ventajas sobre la salud, tanto física como mental. Jugar al fútbol es beneficioso, por cierto tanto para hombres como para mujeres.
Ayuda a desarrollar valores como el sentido de equipo, la disciplina, aprender a aceptar la derrota y a ganar con humildad. Lo que pasa es que el fútbol sólo es un deporte para relativamente poca gente. Cuando se habla de fútbol, se piensa primero en un espectáculo.
Mirar a otros jugar tampoco está mal. Se disfruta de la destreza, de la puntería de los jugadores, de su sentido de la acción colectiva, de la estrategia, algunos hablan de estética. El problema empieza cuando entra en una persona, en un aficionado, una pasión que invade todo su ser y que puede impedir ver otras caras de esta actividad.
Hace tiempo ya que los sociólogos han equiparado fútbol y religión. En esas catedrales modernas que son los estadios, se celebran cada semana unos rituales bien experimentados, durante los cuales se repiten los mismos gestos, las mismas palabras.
En un estadio lleno se palpa un ambiente de fervor especial. Se canta, se pintan caras, se hacen “olas”, se tiene una sensación de pertenencia a un grupo; la gente se identifica con un club. En Inglaterra puedes pedir que, después de morirte, se repartan tus cenizas sobre el césped de tu club. Si no quieres o no puedes acudir al estadio, tienes en casa un altar doméstico o en el bar de al lado un altar social, que es el aparato de televisión.
¿Nuevo opio del pueblo? Hombre, cuando piensas toda la semana en el partido del sábado, a ver si van a ganar los nuestros, lo hablas toda la semana con los amigos, cuando ahorras para pagar las entradas en el templo o para costear el viaje a otros lugares sagrados como son Milán, Dortmund o Manchester; cuando estás preocupado porque no se sabe si el abductor derecho de tal sumo sacerdote de la pelota redonda se recuperará a tiempo para poder jugar el partido, pues no piensas en otras cosas.
Pero no hay que olvidar que el opio tiene otra ventaja: mitiga el dolor. Hoy en día, en todo el planeta, hay mucho malestar, mal-vivir y también situaciones dramáticas. El fútbol permite huir, por lo menos un rato, de esa realidad dolorosa; te permite olvidar.
Por un fútbol sin muertes
¿Y qué pasa con el dinero? ¡Lo que se podría hacer con las ingentes cantidades de dinero que mueve el fútbol! Allí hay en juego intereses económicos gigantescos y parece que en este mundillo es la ley del mercado la que triunfa y no la ética. Así es como, por ejemplo, las pelotas están fabricadas por niños en Pakistán.
¿Y si el fútbol fuera tan solo un sub-Dios, o tan solo una faceta de un Dios más grande, de un Dios jefe que rija todo el planeta, un súper-Dios que pida más vidas humanas para quedarse contento y que se llama… Don Dinero?
Bueno, a decir verdad, por muy poderoso que digan que es, no es el dinero el que toma las decisiones, son los seres humanos encargados de gestionarlo. Confiamos que, a todos los niveles de responsabilidad, esas personas se hagan cada vez más conscientes y tengan más en cuenta la necesidad imperiosa de practicar los valores que permitan avanzar hacia un mundo mejor.
Un mundo en el que, por ejemplo, para disfrutar de la mayor fiesta de su deporte favorito, los aficionados al fútbol no tengan que deplorar la muerte de centenares de seres humanos.
(*) Philippe Despres es profesor de secundaria y miembro del grupo +étika
A raíz del artículo de The Guardian, expertos de la Confederación Sindical Internacional (CSI) han investigado en Doha, capital del Emirato, y han llegado a la siguiente conclusión, según ese mismo medio : que Qatar es un estado esclavista y han calculado que si la tasa de mortalidad no baja, serán 4.000 los inmigrantes que pagarán con su vida el mundial de fútbol qatarí.
Bien, ¿y ahora, qué? ¿Qué podemos hacer? ¿Qué pueden hacer los fieles de la religión Fútbol? ¿Pedir al nuevo Emir Tamin Bin Hammad Al-Thani que mejore las condiciones laborables de su país? ¿Pedir a la FIFA (Asociación de la Federación Internacional de Fútbol) que rectifique y nombre otro país para organizar la copa 2022? ¿Organizar una petición a nivel mundial para que, al menos, en la ceremonia de apertura, se respete con un minuto de silencio el recuerdo de los fallecidos durante las obras? Estamos ante otro asunto chocante que nos produce una sensación de total impotencia.
La FIFpro (la Federación internacional de sindicatos de jugadores de fútbol) amenaza con ¡boicotear la copa del mundo 2022! Podría pensarse que es por solidaridad con los trabajadores, que se indignan al saber que habrá más muertos en las obras que jugadores en la copa. Pero, en realidad, lo que no quieren es jugar en verano con 45 ó 50 grados de calor (a pesar de que los estadios estarán climatizados, un hecho dañino desde el punto de vista ecológico. La FIFpro quiere que se celebre la copa 2022 en invierno.
El reverso tenebroso del fútbol
Practicar un deporte está muy bien, tiene muchas ventajas sobre la salud, tanto física como mental. Jugar al fútbol es beneficioso, por cierto tanto para hombres como para mujeres.
Ayuda a desarrollar valores como el sentido de equipo, la disciplina, aprender a aceptar la derrota y a ganar con humildad. Lo que pasa es que el fútbol sólo es un deporte para relativamente poca gente. Cuando se habla de fútbol, se piensa primero en un espectáculo.
Mirar a otros jugar tampoco está mal. Se disfruta de la destreza, de la puntería de los jugadores, de su sentido de la acción colectiva, de la estrategia, algunos hablan de estética. El problema empieza cuando entra en una persona, en un aficionado, una pasión que invade todo su ser y que puede impedir ver otras caras de esta actividad.
Hace tiempo ya que los sociólogos han equiparado fútbol y religión. En esas catedrales modernas que son los estadios, se celebran cada semana unos rituales bien experimentados, durante los cuales se repiten los mismos gestos, las mismas palabras.
En un estadio lleno se palpa un ambiente de fervor especial. Se canta, se pintan caras, se hacen “olas”, se tiene una sensación de pertenencia a un grupo; la gente se identifica con un club. En Inglaterra puedes pedir que, después de morirte, se repartan tus cenizas sobre el césped de tu club. Si no quieres o no puedes acudir al estadio, tienes en casa un altar doméstico o en el bar de al lado un altar social, que es el aparato de televisión.
¿Nuevo opio del pueblo? Hombre, cuando piensas toda la semana en el partido del sábado, a ver si van a ganar los nuestros, lo hablas toda la semana con los amigos, cuando ahorras para pagar las entradas en el templo o para costear el viaje a otros lugares sagrados como son Milán, Dortmund o Manchester; cuando estás preocupado porque no se sabe si el abductor derecho de tal sumo sacerdote de la pelota redonda se recuperará a tiempo para poder jugar el partido, pues no piensas en otras cosas.
Pero no hay que olvidar que el opio tiene otra ventaja: mitiga el dolor. Hoy en día, en todo el planeta, hay mucho malestar, mal-vivir y también situaciones dramáticas. El fútbol permite huir, por lo menos un rato, de esa realidad dolorosa; te permite olvidar.
Por un fútbol sin muertes
¿Y qué pasa con el dinero? ¡Lo que se podría hacer con las ingentes cantidades de dinero que mueve el fútbol! Allí hay en juego intereses económicos gigantescos y parece que en este mundillo es la ley del mercado la que triunfa y no la ética. Así es como, por ejemplo, las pelotas están fabricadas por niños en Pakistán.
¿Y si el fútbol fuera tan solo un sub-Dios, o tan solo una faceta de un Dios más grande, de un Dios jefe que rija todo el planeta, un súper-Dios que pida más vidas humanas para quedarse contento y que se llama… Don Dinero?
Bueno, a decir verdad, por muy poderoso que digan que es, no es el dinero el que toma las decisiones, son los seres humanos encargados de gestionarlo. Confiamos que, a todos los niveles de responsabilidad, esas personas se hagan cada vez más conscientes y tengan más en cuenta la necesidad imperiosa de practicar los valores que permitan avanzar hacia un mundo mejor.
Un mundo en el que, por ejemplo, para disfrutar de la mayor fiesta de su deporte favorito, los aficionados al fútbol no tengan que deplorar la muerte de centenares de seres humanos.
(*) Philippe Despres es profesor de secundaria y miembro del grupo +étika