Foreign Affairs publica en su último número un profundo análisis de los efectos perversos de la globalización. Destaca que las indudables ventajas de este proceso de integración económica y global contrastan con los evidentes perjuicios para amplios sectores de la población, que se han empobrecido considerablemente a pesar del aumento de los niveles de formación. Denuncia que las desigualdades son hoy más acusadas que hace 70 años y que en esta evolución se encuentra el origen del exacerbado proteccionismo, que está teniendo efectos demoledores sobre la economía global. Concluye que es necesario redistribuir la renta para salvar la globalización. Las críticas al “lado oscuro” de la globalización no son, sin embargo, sólo económicas. Coincidiendo en el tiempo con el artículo de FA, el biólogo Stefan Klein reclama desde las páginas del FAZ el derecho a mantener su lengua original en la literatura científica, dominada por el inglés, el idioma de la globalización. Y desde All Africa, el príncipe Kum'a Ndumbe III denuncia el genocidio cultural de las universidades africanas, que difunden conocimientos en idiomas, como el inglés, ajenos a la tradición cultural de sus respectivas poblaciones. Obtenemos así una policromática visión de la globalización que desvela su complejidad y fragilidad.
El lado oscuro de la globalización
Eduardo Martínez
14/07/2007
Foreign Affairs publica en su último número un profundo análisis de los efectos perversos de la globalización. Destaca que las indudables ventajas de este proceso de integración económica y global contrastan con los evidentes perjuicios para amplios sectores de la población, que se han empobrecido considerablemente a pesar del aumento de los niveles de formación. Denuncia que las desigualdades son hoy más acusadas que hace 70 años y que en esta evolución se encuentra el origen del exacerbado proteccionismo, que está teniendo efectos demoledores sobre la economía global. Concluye que es necesario redistribuir la renta para salvar la globalización. Las críticas al “lado oscuro” de la globalización no son, sin embargo, sólo económicas. Coincidiendo en el tiempo con el artículo de FA, el biólogo Stefan Klein reclama desde las páginas del FAZ el derecho a mantener su lengua original en la literatura científica, dominada por el inglés, el idioma de la globalización. Y desde All Africa, el príncipe Kum'a Ndumbe III denuncia el genocidio cultural de las universidades africanas, que difunden conocimientos en idiomas, como el inglés, ajenos a la tradición cultural de sus respectivas poblaciones. Obtenemos así una policromática visión de la globalización que desvela su complejidad y fragilidad.
Eduardo Martínez
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