Jürgen Habermas acaba de llamar la atención en un interesante artículo sobre uno de los más agudos déficits de las sociedades modernas: la información. No es que falte, sino que la información está muy condicionada por poderes de muy diverso signo que no tienen en cuenta el derecho fundamental de los ciudadanos a disponer de una información veraz, fiable e independiente, sobre la que elaborar la opinión y tomar las decisiones que nos afectan a todos. Las sociedades actuales carecen de esa energía limpia, constituida por la libre información y opinión, que perjudica la buena marcha de las instituciones, denuncia Habermas. Internet, aunque ha venido a paliar este déficit, en gran medida padece el mismo mal, ya que las fuentes de información dominantes en la red están asociadas muchas veces a los mismos poderes que crean opinión en formato papel o audiovisual. La reciente elección de Sarkozy en Francia no ha sido ajena a la contribución de determinados medios asociados a su campaña. La intoxicación informativa vivida en la última campaña electoral mexicana, o estos días en España al amparo de las elecciones locales, son claros ejemplos de este “fallo del sistema”. Habermas concluye que el desafío de los Estados modernos es impedir que intereses económicos condicionen el derecho fundamental a la información, sin quebrar por ello la libertad de expresión ni la libertad de mercado. Una ecuación aparentemente imposible que demanda una urgente solución… política.