Imagen: Tim Schoon. Fuente: Universidad de Iowa.
Atención, padres: cuanto más se entretenga su hijo o su hija jugando con objetos no sólidos, como la papilla, más aprenderá.
Investigadores de la Universidad de Iowa, en EEUU, han analizado cómo niños de 16 meses de edad aprenden palabras para objetos no sólidos, como el puré o la cola. Investigaciones anteriores habían demostrado que los niños pequeños aprenden más fácilmente los nombres de objetos sólidos porque pueden identificarlos fácilmente a través de su tamaño o su forma estable, pero que les cuesta más aprender los nombres de cosas pegajosas o que gotean.
El presente estudio señala que esta situación puede cambiar si los niños experimentan con esos objetos en un entorno que conozcan bien, como la trona. En esta situación, aumenta su capacidad de aprendizaje de nuevas palabras referentes a objetos no sólidos, porque en ella están acostumbrados a ver cosas no sólidas (cuando están comiendo), explica la psicóloga Larissa Samuelson, autora del estudio y especialista en el aprendizaje de los nombres de las cosas en la infancia, en un comunicado de la Universidad de Iowa.
Investigadores de la Universidad de Iowa, en EEUU, han analizado cómo niños de 16 meses de edad aprenden palabras para objetos no sólidos, como el puré o la cola. Investigaciones anteriores habían demostrado que los niños pequeños aprenden más fácilmente los nombres de objetos sólidos porque pueden identificarlos fácilmente a través de su tamaño o su forma estable, pero que les cuesta más aprender los nombres de cosas pegajosas o que gotean.
El presente estudio señala que esta situación puede cambiar si los niños experimentan con esos objetos en un entorno que conozcan bien, como la trona. En esta situación, aumenta su capacidad de aprendizaje de nuevas palabras referentes a objetos no sólidos, porque en ella están acostumbrados a ver cosas no sólidas (cuando están comiendo), explica la psicóloga Larissa Samuelson, autora del estudio y especialista en el aprendizaje de los nombres de las cosas en la infancia, en un comunicado de la Universidad de Iowa.
Tocar, lanzar… y aprender
En un artículo publicado en la revista Developmental Science, Samuelson y su equipo explican cómo expusieron a niños de 16 meses de edad a 14 objetos no sólidos, sobre todo a alimentos y bebidas, como el puré de manzana, el pudín, el zumo o la sopa.
Los científicos les presentaron a los pequeños estos elementos y palabras inventadas para nombrarlos, como "dax" o "kiv." Un minuto más tarde, se les pidió que identificaran esos mismos productos, pero con diferentes tamaños o formas.
La tarea requería que los participantes no sólo confiaran en la forma y el tamaño de los objetos, sino que además los exploraran para poder identificarlos y señalar la palabra correcta.
Muchos de ellos se zambulleron alegremente en la tarea empujando, pinchando, tocando, sintiendo e incluso comiendo y lanzando las sustancias, con el objetivo de comprender lo que eran y hacer la asociación correcta con sus nombres hipotéticos. Pero fueron los niños pequeños que más interactuaron con los alimentos los que presentaron más probabilidades de identificarlos correctamente a partir de su textura y de nombrarlos, determinó el estudio.
La importancia de la ubicación
La ubicación de los niños también jugó un papel importante en el grado de identificación. Así, los pequeños situados en una trona fueron más propensos a identificar y a nombrar los alimentos que los ubicados en otros lugares, como en una mesa, descubrieron los investigadores.
"Resulta que el estar en una trona posibilita la experimentación, porque los niños sobrentienden que en ese sitio pueden hacerlo", explica Samuelson.
Los autores dicen que este experimento demuestra cómo el comportamiento, el entorno de los niños y la exploración ayudan a adquirir vocabulario, un aprendizaje temprano que se vincula con el desarrollo cognitivo y un mayor rendimiento en edades posteriores.
"Cuando los niños están jugando en la trona (con las sustancias) o tiran las cosas al suelo, están recibiendo información que pueden utilizar más tarde”. Es como trabajar en un laboratorio, según la investigadora, “el juego con los alimentos les ayuda a aprender mejor sus nombres”.
En un artículo publicado en la revista Developmental Science, Samuelson y su equipo explican cómo expusieron a niños de 16 meses de edad a 14 objetos no sólidos, sobre todo a alimentos y bebidas, como el puré de manzana, el pudín, el zumo o la sopa.
Los científicos les presentaron a los pequeños estos elementos y palabras inventadas para nombrarlos, como "dax" o "kiv." Un minuto más tarde, se les pidió que identificaran esos mismos productos, pero con diferentes tamaños o formas.
La tarea requería que los participantes no sólo confiaran en la forma y el tamaño de los objetos, sino que además los exploraran para poder identificarlos y señalar la palabra correcta.
Muchos de ellos se zambulleron alegremente en la tarea empujando, pinchando, tocando, sintiendo e incluso comiendo y lanzando las sustancias, con el objetivo de comprender lo que eran y hacer la asociación correcta con sus nombres hipotéticos. Pero fueron los niños pequeños que más interactuaron con los alimentos los que presentaron más probabilidades de identificarlos correctamente a partir de su textura y de nombrarlos, determinó el estudio.
La importancia de la ubicación
La ubicación de los niños también jugó un papel importante en el grado de identificación. Así, los pequeños situados en una trona fueron más propensos a identificar y a nombrar los alimentos que los ubicados en otros lugares, como en una mesa, descubrieron los investigadores.
"Resulta que el estar en una trona posibilita la experimentación, porque los niños sobrentienden que en ese sitio pueden hacerlo", explica Samuelson.
Los autores dicen que este experimento demuestra cómo el comportamiento, el entorno de los niños y la exploración ayudan a adquirir vocabulario, un aprendizaje temprano que se vincula con el desarrollo cognitivo y un mayor rendimiento en edades posteriores.
"Cuando los niños están jugando en la trona (con las sustancias) o tiran las cosas al suelo, están recibiendo información que pueden utilizar más tarde”. Es como trabajar en un laboratorio, según la investigadora, “el juego con los alimentos les ayuda a aprender mejor sus nombres”.
Referencia bibliográfica:
Lynn K. Perry, Larissa K. Samuelson, Johanna B. Burdinie. Highchair philosophers: the impact of seating context-dependent exploration on children's naming biases. Developmental Science (2013). DOI: 10.1111/desc.12147.
Lynn K. Perry, Larissa K. Samuelson, Johanna B. Burdinie. Highchair philosophers: the impact of seating context-dependent exploration on children's naming biases. Developmental Science (2013). DOI: 10.1111/desc.12147.