Imagen: Christoph Bock (Max Planck Institute for Informatics). Fuente: Wikipedia.
Un gen implicado en la regulación de las emociones y del comportamiento podría influir a largo plazo en el impacto de la violencia experimentada en la infancia sobre el comportamiento antisocial.
Esta es la conclusión de un estudio longitudinal llevado a cabo por un equipo de investigadores del Instituto universitario de salud mental de la Universidad de Montreal (CIUSSS), en Canadá, con 327 jóvenes que vivían en Quebec, algunos de los cuales se vieron expuestos a la violencia de niños.
"Sabemos que las personas que son víctimas o testigos de violencia en la infancia tienen más proclives a tendencias antisociales de adolescentes y adultos", explica Isabelle Ouellet-Morin, investigadora del CIUSSS y una de las autoras del trabajo.
"Los estudios genéticos han demostrado que esta influencia puede verse exacerbada a través de diferencias en el ADN, por ejemplo, en el gen de la monoamina oxidasa A (gen MAO-A" , añade Ouellet-Morin, que es profesora de la Escuela de Criminología de la Universidad de Montreal.
La MAO-A es una enzima que descompone los llamados neurotransmisores monoaminas (noradrenalina, serotonina y dopamina). Una disfunción en su acción en ciertas áreas del cerebro puede alterar la regulación de las emociones y la inhibición conductual.
"Hasta ahora, los estudios sobre cómo el gen MAOA está involucrado en la conducta antisocial vinculada a experiencias adversas en la infancia han sido inconsistentes. Hicimos esta investigación para tratar de aclarar la situación", sigue diciendo la investigadora.
Esta es la conclusión de un estudio longitudinal llevado a cabo por un equipo de investigadores del Instituto universitario de salud mental de la Universidad de Montreal (CIUSSS), en Canadá, con 327 jóvenes que vivían en Quebec, algunos de los cuales se vieron expuestos a la violencia de niños.
"Sabemos que las personas que son víctimas o testigos de violencia en la infancia tienen más proclives a tendencias antisociales de adolescentes y adultos", explica Isabelle Ouellet-Morin, investigadora del CIUSSS y una de las autoras del trabajo.
"Los estudios genéticos han demostrado que esta influencia puede verse exacerbada a través de diferencias en el ADN, por ejemplo, en el gen de la monoamina oxidasa A (gen MAO-A" , añade Ouellet-Morin, que es profesora de la Escuela de Criminología de la Universidad de Montreal.
La MAO-A es una enzima que descompone los llamados neurotransmisores monoaminas (noradrenalina, serotonina y dopamina). Una disfunción en su acción en ciertas áreas del cerebro puede alterar la regulación de las emociones y la inhibición conductual.
"Hasta ahora, los estudios sobre cómo el gen MAOA está involucrado en la conducta antisocial vinculada a experiencias adversas en la infancia han sido inconsistentes. Hicimos esta investigación para tratar de aclarar la situación", sigue diciendo la investigadora.
Características y resultados del estudio
El trabajo incluyó datos de los participantes, recopilados durante más de 15 años. Esto hizo posible evaluar el papel del gen MAOA en diversos tipos de comportamiento antisocial, como la violencia hacia la pareja o los síntomas relacionados con una personalidad antisocial (participación en actividades ilegales, impulsividad excesiva, carencia de remordimientos, etc.)
También permitió averiguar si la influencia del gen mencionado dependía en cierta medida de la exposición de cada sujeto a la violencia en la infancia.
El análisis confirmó, por un lado y como cabía esperar, que la exposición a la violencia durante la niñez está asociada a un aumento de los síntomas de trastorno de conducta en la adolescencia; a una personalidad antisocial en la edad adulta; y a una mayor probabilidad de exhibir un comportamiento agresivo con la pareja.
En cuanto a la relación de estos trastornos con el gen MAOA, el estudio reveló que este sí modera en parte la expresión de la conducta antisocial en los jóvenes expuestos a la violencia siendo niños.
Como promedio, los hombres portadores de un polimorfismo menos frecuente del gen MAOA (aproximadamente el 30% de los participantes) tenían mayor riesgo de presentar las características antes mencionadas en la adolescencia y al inicio de la edad adulta, en comparación con aquellos que no tenían este polimorfismo y que, como los primeros, también habían sido expuestos a la violencia cuando eran niños.
Aún así, Ouellet-Morin cree que "estos resultados muestran claramente que los genes no tienen todas las respuestas sobre el futuro de una persona, al menos no más que su entorno". Y que parte de esas respuestas se encuentran "en la constante interacción de una persona con su entorno y en su bagaje genético".
Este punto de vista coincide con el de otro estudio realizado en 2011 que, aunque reveló que un gen particular (el CHRM2) tiene influencia en los comportamientos peligrosos que desarrollan algunos adolescentes, también señaló que el CHRM2 solo se activa en este sentido cuando los padres son distantes con su descendencia.
El trabajo incluyó datos de los participantes, recopilados durante más de 15 años. Esto hizo posible evaluar el papel del gen MAOA en diversos tipos de comportamiento antisocial, como la violencia hacia la pareja o los síntomas relacionados con una personalidad antisocial (participación en actividades ilegales, impulsividad excesiva, carencia de remordimientos, etc.)
También permitió averiguar si la influencia del gen mencionado dependía en cierta medida de la exposición de cada sujeto a la violencia en la infancia.
El análisis confirmó, por un lado y como cabía esperar, que la exposición a la violencia durante la niñez está asociada a un aumento de los síntomas de trastorno de conducta en la adolescencia; a una personalidad antisocial en la edad adulta; y a una mayor probabilidad de exhibir un comportamiento agresivo con la pareja.
En cuanto a la relación de estos trastornos con el gen MAOA, el estudio reveló que este sí modera en parte la expresión de la conducta antisocial en los jóvenes expuestos a la violencia siendo niños.
Como promedio, los hombres portadores de un polimorfismo menos frecuente del gen MAOA (aproximadamente el 30% de los participantes) tenían mayor riesgo de presentar las características antes mencionadas en la adolescencia y al inicio de la edad adulta, en comparación con aquellos que no tenían este polimorfismo y que, como los primeros, también habían sido expuestos a la violencia cuando eran niños.
Aún así, Ouellet-Morin cree que "estos resultados muestran claramente que los genes no tienen todas las respuestas sobre el futuro de una persona, al menos no más que su entorno". Y que parte de esas respuestas se encuentran "en la constante interacción de una persona con su entorno y en su bagaje genético".
Este punto de vista coincide con el de otro estudio realizado en 2011 que, aunque reveló que un gen particular (el CHRM2) tiene influencia en los comportamientos peligrosos que desarrollan algunos adolescentes, también señaló que el CHRM2 solo se activa en este sentido cuando los padres son distantes con su descendencia.
Referencia bibliográfica:
Isabelle Ouellet-Morin, Sylvana M. Côté, Frank Vitaro, Martine Hébert, René ́Carbonneau, Eric Lacourse, Gustavo Turecki and Richard E. Tremblay. Effects of the MAOA gene and levels of exposure to violence on antisocial outcomes. The British Journal of Psychiatry (2015). DOI: 10.1192/bjp.bp.114.162081.
Isabelle Ouellet-Morin, Sylvana M. Côté, Frank Vitaro, Martine Hébert, René ́Carbonneau, Eric Lacourse, Gustavo Turecki and Richard E. Tremblay. Effects of the MAOA gene and levels of exposure to violence on antisocial outcomes. The British Journal of Psychiatry (2015). DOI: 10.1192/bjp.bp.114.162081.