El físico y cosmólogo John D. Barrow, Templeton Price 2006

Sus aportaciones sobre el principio antrópico han enriquecido la reflexión sobre las realidades espirituales


El profesor John D. Barrow ha sido galardonado con el Premio Templeton 2006, concedido anualmente por la Fundación Templeton para fomentar el conocimiento en torno a las “realidades espirituales” (Spiritual Realities). Su obra va esencialmente unida a la reflexión actual en torno al “principio antrópico”, por lo que este premio replantea la gran cuestión de las causas del orden bio-físico que la ciencia describe objetivamente. Por Guillermo Armengol.


Guillermo Armengol
15/05/2006

John D. Barrow. (Institute for Science, Engineering and Public Policy).
El profesor John D. Barrow ha sido galardonado con el Premio Templeton 2006, tal como fue anunciado en el Church Center de las Naciones Unidas en Nueva York. El premio le fue entregado por el principe Felipe de Edimburgo en ceremonia privada el pasado 3 de mayo en el Buckingham Palace de Londres.

El Templeton Price, concedido anualmente por la Fundación Templeton, a su vez creada por el financiero norteamericano Sir John Templeton para fomentar el conocimiento en torno a las “realidades espirituales” (Spiritual Realities), es el premio más cuantioso entre los concedidos a personas individuales.

Está dotado con 1.4 millones de dólares, y supera en mucho a los premios Nobel. La concesión de 2006 ha sido para el físico y cosmólogo John D. Barrow, cuya obra va esencialmente unida a la reflexión actual en torno al principio antrópico. Es decir, sobre la fáctica construcción “antrópica” del universo físico y biológico, y las preguntas filosóficas y teológicas que este hecho provoca.

Barrow, en la actualidad de 53 años, nació en Londres en 1952. Su padre fue administrativo comercial de una empresa de ingeniería. De ahí la novedad de la carrera científica universitaria emprendida por John al inscribirse en el Van Mildert College de la Durham University en 1971.

Tras graduarse en ciencias con la especialización en matemáticas pasó a Oxford donde presentó su tesis doctoral sobre “Modelos cosmológicos no-uniformes”. En 1977 comenzó como Junior Research Lecturer en Oxford. Desde entonces pasó también a colaborar con los departamentos de física y astrofísica de las universidades de California en Berkeley y de Oxford en Inglaterra.

Una notable carrera científica

En el año 1989 se trasladó al Astronomy Centre de la Universidad de Sussex como professor y, director desde 1995, hasta que en 1999 entró finalmente como professor de Ciencias Matemáticas y Física Teórica en Cambridge, donde en los últimos años ha sido entre otras cosas director del Millennium Mathematics Proyect. Barrow ha escrito 17 libros traducidos a 27 idiomas y sus artículos suman hasta 400 títulos.

En la nominación de Barrow como candidato, el informe de Thomas Torrance, importante teólogo británico, también Premio Templeton en 1978, afirmaba que “la característica de su obra es el compromiso profundo con aquellos aspectos de la estructura del universo y de sus leyes que hacen la vida posible y que conforman nuestra experiencia de ese universo cuando lo observamos. La vasta elaboración de esta simple idea ha conducido a una amplia expansión en altura y profundidad del diálogo entre ciencia y religión”.

El premio, en efecto, se le ha concedido no por sus méritos estrictamente científicos (que sin duda los tiene), sino porque sus aportaciones han enriquecido el moderno diálogo entre ciencia y religión: en último término, la reflexión en torno a las últimas preguntas sobre las spiritual realities.

El orden bio-físico revela el Principio Antrópico

Barrow había publicado ya dos libros sin especial impacto cuando en el año 1986 publicó, juntamente con Frank J. Tipler como coautor, The Anthropic Cosmological Principle (Oxford University Press; 1995, segunda edición). Este libro se tradujo a numerosos idiomas y le dio autoridad definitivo.

Sus grandes aportaciones al pensamiento científico y filosófico siguen girando todavía, incluso hoy a la altura de 2006, en torno a los hechos descritos, ideas y consideraciones teoréticas que constituyen el corpus de la obra de 1986. Sus otros libros de proyección científica y filosófico-teológica pueden considerarse corolarios, comentarios, complementos, profundizaciones y discusiones de su obra básica en torno al principio antrópico.

“A lo largo de muchos años, nos dice Borrow en The Anthropic Cosmological Principle, ha crecido una gran cantidad de resultados sin publicar que revelan una serie de misteriosas coincidencias entre los valores numéricos de las constantes fundamentales de la naturaleza. La posibilidad de nuestra propia existencia parece depender precariamente de estas coincidencias. Estas relaciones y otros muchos aspectos peculiaridades de la construcción de nuestro universo parecen ser necesarias para permitir la evolución de organismos fundados en el carbono como nosotros mismos”.

“Los observadores estarán sólo en aquellos lugares donde las condiciones son apropiadas para su evolución y existencia: y puede resultar que tales lugares sean especiales. Nuestra descripción del universo y de sus leyes están influidas por un inevitable efecto de selección: el de nuestra propia existencia” (ver el Preface).

Ciencia y filosofía del Principio Antrópico

Borrow acepta la distinción, introducida por B. Carter en 1974, entre un Weak A.P. (WAP) y un Strong A.P. (SAP); a los que se puede añadir todavía la versión de un Final A.P. (FAP). No se entiende el pensamiento de Borrow si se le atribuye defender un universo teleológico diseñado por una inteligencia divina. Su investigación trata siempre de moverse en el campo estrictamente científico, aunque los resultados alcanzados en este provoquen legítimas especulaciones que salen ya de la ciencia y entran en la filosofía o la teología.

“Una última palabra, nos dice: los autores (Barrow y Tipler) son cosmólogos, no filósofos. Esto es una importante consecuencia que el lector debería tener en cuenta …”. “Los científicos no se lamentan por sugerir explicaciones para el mismo fenómeno que sean diferentes y excluyentes. Los autores no son una excepción a esta regla y no sería inteligente de parte del lector sacar otro tipo de conclusiones sobre las opiniones de los autores, basándose en lo que puedan leer aquí” (p.15).

Pregunta sin respuesta

En resumidas cuentas, su aportación consistió en una portentosa coordinación de conocimiento en torno al principio antrópico estrictamente científico que se funda en dos pilares: 1) la investigación de numerosos valores de constantes naturales y peculiaridades específicas del universo que hacen posible la vida y el hombre; 2) la investigación de las leyes de la naturaleza para mostrar que no implican ninguna necesidad de que esos valores o peculiaridades estructurales sean necesariamente las que son de hecho (un universo con estas leyes podría ser distinto y no haber producido la vida humana).

La pregunta legítima, ¿cuál es entonces la causa de que nuestro universo sea antrópico?, no puede ser respondida, de momento, por la metodología empírica de la ciencia. Son ya respuestas filosóficas (o teológicas) o científico especulativas (cuasi-filosóficas).

Es así posible una respuesta teísta en la línea teleológica (intelligent design); pero si esta respuesta no se admite, entonces sólo queda la especulación en torno a los multiuniversos.

Estos ya formaban parte de la especulación cosmológica en 1986, antes de que se replantearan como consecuencia de la modernas teorías de cuerdas, supercuerdas y la enigmática M Theory de la física teórica actual.

El respaldo de John A. Wheeler

Wheeler respaldó la contribución de Barrow, con el que tuvo una estrecha relación. “El universo está adaptado al hombre”, nos dice en el Prólogo a la obra de Barrow-Tipler. “Este es el tema central del principio antrópico. En conformidad con este principio, un factor productor-de-vida yace en el centro de todo el mecanicismo y diseño del mundo”.

Pero, “¿cuál es entonces el status del principio antrópico? Esta es la cuestión sobre la que cada lector de este fascinante libro querrá formular su propia valoración”.

En nuestra conciencia, “tenemos nuestra atención atrapada por la maravilla número uno, este extraño universo en el que vivimos, nos movemos y existimos …”. “ … a primera vista está tan vacío de claves que no sabemos donde están sus ramas y dónde sus raíces.

¿Qué parte está arriba y qué parte abajo? ¿Qué parte confiere el fundamento y qué parte lo recibe? ¿Es el hombre o es el mecanicismo?”.

En torno a la explicación final del universo

Barrow ha publicado otras obras importantes desde 1986. En The World Within the World (1988) siguió indagando sobre las leyes naturales de la física. En 1991 publicó Theories of Everything: The Quest for Ultimate Explanation, preguntándose qué supondría alcanzar una última explicación y si los problemas que tal tarea plantearía serían resolubles para la ciencia.

En conexión con esta problemática está su importante obra de 1998: Impossibility: The Limits od Science and the Science of Limits. Para Borrow las principales teorías presentes en la ciencia actual contienen la delimitación de su alcance. Discute el teorema de Gödel (aplicado a las ciencias formales) para proyectarlo a la física y a la cosmología aseverando que nunca podrán constituirse en sistemas explicativos completos.

Tienen también relevancia y originalidad dos libros relacionados: The Book of Nothing (2000) y The Infinite Book: A Short Guide to the Boundless, Timeless and Endless (2005). En ellos analiza primero el concepto de “nada” y segundo el de “infinitud” para revisar su evolución en la historia, hasta entrar en el análisis de cómo se proponen en la ciencia moderna.

Por último, mencionemos The Constants of Nature: From Alfa to Omega (2002) donde se replantea de nuevo el tema de las constantes naturales, esencial para el análisis del principio antrópico: para Barrow, por una parte, podemos medirlas con la máxima exactitud, pero, por otra, no poseemos ninguna teoría capaz de predecir ninguno de sus valores.

Barrow y la religión

Aun dentro de la neutralidad científica de su investigación sobre el principio antrópico, Barrow deja translucir para el lector avezado su simpatía de fondo por la lectura teísta en el marco del intelligent design. En todo caso, queda clara su contribución al diálogo y respeto mutuo entre ciencia y religión.

Así lo entiende la Fundación Templeton al decir: “El compromiso de Barrow con la ciencia fronteriza y con las matemáticas, desarrollando perspectivas multidisciplinares sobre temas como los misterios de la nada y del infinito, y los reinos potencialmente inteligibles de las leyes de la naturaleza y de los límites de la explicación científica, ha unido las perspectivas científicas y teológicas de tal manera que ha abierto caminos de entendimiento que pueden permitir un mejor acercamiento entre ellas”.





Guillermo Armengol es miembro de la Cátedra CTR. Artículo elaborado por a partir de la información proporcionada por la Templeton Foundation y de la obra básica de John D. Barrow, The Anthropic Cosmological Principle.



Guillermo Armengol
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