El desequilibrio de la flora intestinal afecta a la conducta

Las bacterias que residen en el intestino influyen también en la química del cerebro, revelan unas primeras pruebas empíricas


Un equipo de investigadores del la Universidad McMaster de Canadá ha conseguido, por vez primera, recopilar evidencias de que las bacterias que residen en el intestino influyen tanto en la química del cerebro como en el comportamiento. En un experimento realizado, los científicos constataron que la conducta de una serie de ratones podía modificarse provocando un desequilibrio en su flora intestinal. El hallazgo es importante porque sugiere que habría una relación entre un contenido bacteriano anómalo en el intestino y ciertos trastornos del comportamiento. Asimismo, revela el potencial terapéutico para trastornos de conducta de las bacterias probióticas, responsables de restablecer la flora intestinal. Por Yaiza Martínez.


19/05/2011

Cúmulo de bacterias E. coli (comúnmente encontradas en los intestinos) aumentado 10.000 veces. Cada individuo es un cilindro redondeado. Fuente: Wikimedia Commons.
Un equipo de investigadores del la Universidad McMaster de Canadá ha conseguido por vez primera recopilar evidencias de que las bacterias que residen en los intestinos influyen en la química del cerebro y en la conducta.

Según informa dicha universidad en un comunicado, este hallazgo es importante porque diversos tipos de enfermedades gastrointestinales comunes, como el síndrome de intestino irritable, se han asociado frecuentemente con la ansiedad y con la depresión.

Además, se ha especulado con que algunos trastornos psiquiátricos, como el autismo de inicio tardío (que aparece después de los dos años), pudieran estar relacionados con un contenido bacteriano anómalo en los intestinos de los afectados.

Bacterias esenciales para la salud

Según Stephen Collins, profesor de medicina de la Michael G. DeGroote School of Medicine de la Universidad McMaster y uno de los autores de la investigación, los resultados obtenidos suponen un estímulo para la realización de futuras investigaciones sobre el componente microbiano de los trastornos del comportamiento.

Collins y su colaborador Premysl Bercik realizaron su investigación en el Farncombe Family Digestive Health Research Institute, y han publicado los resultados obtenidos en la revista Gastroenterology.

En líneas generales, en los intestinos de cada persona viven 2.000 especies bacterianas distintas que conforman lo que se denomina la flora intestinal. Estas bacterias llevan a cabo funciones esenciales para nuestra salud, como ayudar a la absorción de nutrientes, sintetizar compuestos o proteger de infecciones. Cualquier trastorno en el equilibro de este ecosistema intestinal puede provocar peligrosos problemas de salud.

Pero parece que la salud física no sería lo único que se resiente como consecuencia del desequilibrio bacteriano de los intestinos. La investigación de Collins y Bercik, realizada con ratones adultos sanos, ha demostrado que la desestabilización del contenido bacteriano corriente del intestino, mediante el suministro de antibióticos, también puede afectar al comportamiento.

Cambios en la química del cerebro

En concreto, para provocar dicha desestabilización en los ratones, los científicos dieron a éstos una mezcla de antimicrobiales (los antibióticos neomicina, bacitracina y pimaricina), que los animales tomaron con el agua de beber, durante un periodo de siete días, publica Gastroenterology.

Stephen Collins. Fuente: Universidad McMaster.
Los cambios provocados en la flora intestinal de los ratones vinieron acompañados de un incremento en el llamado factor neurotrópico derivado del cerebro (BDNF), que es una proteína activa en ciertas áreas del cerebro, como el hipocampo, la corteza, el cerebelo y las zonas esenciales para el aprendizaje, la memoria o la motivación, entre otras.

El BDNF ya había sido relacionado anteriormente con la depresión y con la ansiedad.

Asimismo, los científicos comprobaron que los comportamientos de los ratones variaron, y que éstos se volvieron más ansiosos o más cautelosos de lo que eran normalmente después de tomar los antibióticos.

Cuando el suministro de los antibióticos orales fue suspendido, las bacterias del intestino de los ratones volvieron a su estado normal, lo que a su vez supuso un restablecimiento del comportamiento corriente de los ratones, y también de la química cerebral de éstos, afirma Collins.

Relación entre bacterias intestinales y comportamiento

Para confirmar que las bacterias pueden influir en el comportamiento, los investigadores dieron un paso más en su estudio. Colonizaron a ratones libres de gérmenes con bacterias tomadas de ratones con un patrón de comportamiento diferente al de los primeros.

Descubrieron así que los ratones sin gérmenes y con una composición genética relacionada con el comportamiento pasivo, cuyo intestino fue colonizado con bacterias procedentes de ratones con un comportamiento exploratorio, se convirtieron en animales más activos y osados.

Asimismo, ratones normalmente activos se volvieron más pasivos después de recibir bacterias de ratones cuyo fondo genético estaba asociado al comportamiento pasivo.

Collins afirma que estos resultados demuestran que, aunque muchos otros factores pueden determinar el comportamiento, la naturaleza y la estabilidad de las bacterias del intestino influyen también en éste. Cualquier trastorno en la flora intestinal, provocado por antibióticos o infecciones, puede producir cambios en el comportamiento.

Bercik añade que la presente investigación sienta las bases de futuros estudios sobre el potencial terapéutico de las bacterias probióticas en el tratamiento de trastornos del comportamiento, en especial de aquéllos relacionados con condiciones gastrointestinales, como el mencionado síndrome de intestino irritable. Las bacterias probióticas son las bacterias que contribuyen al equilibrio microbiano intestinal.

También importantes para el desarrollo del cerebro

La presente investigación se diferencia de otras anteriores sobre la relación de bacterias intestinales y cerebro, más centradas en el papel que las bacterias juegan en el desarrollo del cerebro al inicio de la vida, y no en el efecto de éstas en la conducta, explica Collins.

En este sentido, un estudio hecho público a principios de este año y realizado por científicos del Instituto Karolinska, del Instituto del Cerebro de Estocolmo y del Instituto del Genoma de Singapur, reveló que la colonización de los intestinos por microbios en la primera infancia resulta fundamental para el desarrollo saludable del cerebro.

Los investigadores compararon el comportamiento de ratones que se habían criado en un entorno con microorganismos normales con el comportamiento de ratones que habían sido criados en un ambiente libre de microorganismos (ratones «libres de gérmenes»). Demostraron así que los ratones libres de gérmenes eran más activos que sus iguales con microbios y, además, presentaban comportamientos de mayor riesgo.

Un análisis de la actividad de los genes en los cerebros de ambos grupos de ratones puso también de manifiesto diferencias en los niveles de actividad de los genes implicados en el aprendizaje, la memoria y el control motor.



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