Partes del cerebro implicadas en la violencia, según un estudio de 2007. Imagen: Lydia Kibiuk. Fuente: SFN.
Adrian Raine es un investigador de la Universidad de Pensilvania
(EEUU) especializado en “neurocriminología” ; disciplina que aplica técnicas y principios de la neurociencia para estudiar las causas cerebrales de las conductas criminales; así como la manera de prevenirlas.
En 2007, Raine y su equipo realizaron estudios con individuos violentos y demostraron que los cerebros de estos presentaban anomalías en regiones muy concretas, como una corteza prefrontal más pequeña o una corteza prefrontal dorsolateral con mayor grado de daño o disfunción.
A pesar de ello, en dichos comportamientos parece que no solo influye el cerebro, aseguran los especialistas; pues el entorno puede hacer que una propensión neurofisiológica se contenga o se realice completamente (que una persona con tendencia a la violencia sea o no violenta). También puede ayudar a ello la alimentación.
Dos porciones y media extra de pescado
Esto último lo ha constatado Raine en diversos trabajos. Concretamente, el investigador y su equipo han demostrado que los ácidos grasos omega-3, que se encuentran comúnmente en el aceite de pescado, pueden tener efectos en el desarrollo neurológico a largo plazo y, en última instancia, reducir los problemas de conducta antisocial y agresiva en niños.
En una primera investigación de Raine y su equipo participaron niños de isla Mauricio. La dieta de estos fue enriquecida con omega-3 desde que tenían tres años. También fueron analizados niños que no siguieron esta dieta. El programa de enriquecimiento dietético contó con estimulación cognitiva y ejercicio físico adicionales.
Once años después de iniciado el estudio, los participantes mostraron una marcada mejora en la función cerebral, según mediciones realizadas con electroencefalografía (EEG), una exploración neurofisiológica que se basa en el registro de la actividad bioeléctrica cerebral, en comparación con los niños que no habían participado en el enriquecimiento dietético. A los 23 años, los primeros mostraron además una reducción del 34% en comportamiento criminal.
"Comprobamos que los niños que tuvieron una nutrición deficiente (en omega-3) a los tres años eran más antisociales y agresivos a los 8, 11 y 17", explica Raine en un comunicado de la Universidad de Pennsylvania. "Esto nos hizo analizar toda la intervención y descubrir que lo que más había influido en esta diferencia había sido el componente nutricional. Parte del enriquecimiento nutricional consistió en que los niños tomaran dos porciones y media extra de pescado a la semana", sigue diciendo el científico.
Este efecto se produjo gracias a que el “omega-3 regula los neurotransmisores, mejora la vida de las neuronas y aumenta la ramificación dendrítica" (las dendritas son prolongaciones de las neuronas, básicas para la comunicación entre estas).
(EEUU) especializado en “neurocriminología” ; disciplina que aplica técnicas y principios de la neurociencia para estudiar las causas cerebrales de las conductas criminales; así como la manera de prevenirlas.
En 2007, Raine y su equipo realizaron estudios con individuos violentos y demostraron que los cerebros de estos presentaban anomalías en regiones muy concretas, como una corteza prefrontal más pequeña o una corteza prefrontal dorsolateral con mayor grado de daño o disfunción.
A pesar de ello, en dichos comportamientos parece que no solo influye el cerebro, aseguran los especialistas; pues el entorno puede hacer que una propensión neurofisiológica se contenga o se realice completamente (que una persona con tendencia a la violencia sea o no violenta). También puede ayudar a ello la alimentación.
Dos porciones y media extra de pescado
Esto último lo ha constatado Raine en diversos trabajos. Concretamente, el investigador y su equipo han demostrado que los ácidos grasos omega-3, que se encuentran comúnmente en el aceite de pescado, pueden tener efectos en el desarrollo neurológico a largo plazo y, en última instancia, reducir los problemas de conducta antisocial y agresiva en niños.
En una primera investigación de Raine y su equipo participaron niños de isla Mauricio. La dieta de estos fue enriquecida con omega-3 desde que tenían tres años. También fueron analizados niños que no siguieron esta dieta. El programa de enriquecimiento dietético contó con estimulación cognitiva y ejercicio físico adicionales.
Once años después de iniciado el estudio, los participantes mostraron una marcada mejora en la función cerebral, según mediciones realizadas con electroencefalografía (EEG), una exploración neurofisiológica que se basa en el registro de la actividad bioeléctrica cerebral, en comparación con los niños que no habían participado en el enriquecimiento dietético. A los 23 años, los primeros mostraron además una reducción del 34% en comportamiento criminal.
"Comprobamos que los niños que tuvieron una nutrición deficiente (en omega-3) a los tres años eran más antisociales y agresivos a los 8, 11 y 17", explica Raine en un comunicado de la Universidad de Pennsylvania. "Esto nos hizo analizar toda la intervención y descubrir que lo que más había influido en esta diferencia había sido el componente nutricional. Parte del enriquecimiento nutricional consistió en que los niños tomaran dos porciones y media extra de pescado a la semana", sigue diciendo el científico.
Este efecto se produjo gracias a que el “omega-3 regula los neurotransmisores, mejora la vida de las neuronas y aumenta la ramificación dendrítica" (las dendritas son prolongaciones de las neuronas, básicas para la comunicación entre estas).
Suplementos de omega-3, aunque es mejor, según los especialistas, tomar ácidos grasos de este tipo con alimentos como el pescado o las nueces. Imagen: palmer530. Fuente: PhotoXpress.
Un gramo de omega-3 al día
En un estudio más reciente, Raine y su equipo suministraron, de manera regular, suplementos de omega-3 a un centenar de niños, en forma de bebida o zumo (un gramo de omega-3 al día durante seis meses). Los pequeños tenían entre 8 y 16 años. Otros 100 niños recibieron la misma bebida, aunque sin el suplemento, para comparar. Los niños y los padres de ambos grupos fueron sometidos a pruebas y cuestionarios de personalidad al inicio del estudio.
Seis meses más tarde, la tasa media de conducta antisocial y agresiva descrita por los padres se redujo en ambos grupos de niños (los científicos achacan el cambio en el grupo de control o de comparación al placebo).
Sin embargo, las medidas volvieron al nivel inicial para el grupo de control cuando habían pasado 12 meses del inicio del estudio, y siguieron reduciéndose en el grupo que tomó el omega-3 tras ese periodo. Al final, esta reducción fue de entre un 42 y un 62%.
Sorprendentemente, los padres también mostraron una mejora en su comportamiento antisocial y agresivo que podría explicarse porque algunos de ellos también tomaron el suplemento o, simplemente, porque respondieron positivamente a la mejora del comportamiento de sus hijos.
Nutrición para reducir la impulsividad
Estos resultados indican que, en niños, los omega-3 podrían constituir un factor de protección contra problemas de conducta. Según los investigadores, "la nutrición es una opción prometedora; relativamente barata y de fácil manejo" para estas edades.
Pero los efectos positivos del omega-3 podrían no ceñirse solo a niños, sino también a criminales violentos. De hecho, imágenes cerebrales ya han demostrado que los suplementos de ácidos grasos omega-3 aumentan la función de la corteza prefrontal dorsolateral (más dañada en delincuentes, como hemos dicho antes).
De cualquier manera, no es la primera vez que se relaciona una reducción de la violencia con los ácidos grasos omega-3. En 2006, una serie de investigaciones realizadas en el Reino Unido y en EEUU con reclusos y alcohólicos violentos ya constató que un déficit en estos ácidos grasos propicia el surgimiento de comportamientos agresivos, depresión, suicidios y violencia.
A partir de estos resultados, entonces se aventuró que las dietas modernas podrían estar cambiando la arquitectura y el funcionamiento de nuestro cerebro y, por tanto, explicarían en parte los niveles de violencia de la población occidental. También se señaló que estas tendencias podrían ser reversibles, simplemente, con un cambio en la dieta diaria.
Por otra parte, en 2008, científicos de la Universidad de Cambridge demostraron por vez primera una relación entre la actitud impulsiva y agresiva al tomar decisiones en entornos sociales y los niveles de un neurotransmisor llamado serotonina en el cerebro.
Para mantener unos niveles óptimos de serotonina en nuestro cerebro y, con este, menor impulsividad y agresividad, se recomienda consumir triptófano, que es un aminoácido esencial en la nutrición humana que promueve la liberación de dicho neurotransmisor. El triptófano se encuentra en el pollo o el chocolate.
En un estudio más reciente, Raine y su equipo suministraron, de manera regular, suplementos de omega-3 a un centenar de niños, en forma de bebida o zumo (un gramo de omega-3 al día durante seis meses). Los pequeños tenían entre 8 y 16 años. Otros 100 niños recibieron la misma bebida, aunque sin el suplemento, para comparar. Los niños y los padres de ambos grupos fueron sometidos a pruebas y cuestionarios de personalidad al inicio del estudio.
Seis meses más tarde, la tasa media de conducta antisocial y agresiva descrita por los padres se redujo en ambos grupos de niños (los científicos achacan el cambio en el grupo de control o de comparación al placebo).
Sin embargo, las medidas volvieron al nivel inicial para el grupo de control cuando habían pasado 12 meses del inicio del estudio, y siguieron reduciéndose en el grupo que tomó el omega-3 tras ese periodo. Al final, esta reducción fue de entre un 42 y un 62%.
Sorprendentemente, los padres también mostraron una mejora en su comportamiento antisocial y agresivo que podría explicarse porque algunos de ellos también tomaron el suplemento o, simplemente, porque respondieron positivamente a la mejora del comportamiento de sus hijos.
Nutrición para reducir la impulsividad
Estos resultados indican que, en niños, los omega-3 podrían constituir un factor de protección contra problemas de conducta. Según los investigadores, "la nutrición es una opción prometedora; relativamente barata y de fácil manejo" para estas edades.
Pero los efectos positivos del omega-3 podrían no ceñirse solo a niños, sino también a criminales violentos. De hecho, imágenes cerebrales ya han demostrado que los suplementos de ácidos grasos omega-3 aumentan la función de la corteza prefrontal dorsolateral (más dañada en delincuentes, como hemos dicho antes).
De cualquier manera, no es la primera vez que se relaciona una reducción de la violencia con los ácidos grasos omega-3. En 2006, una serie de investigaciones realizadas en el Reino Unido y en EEUU con reclusos y alcohólicos violentos ya constató que un déficit en estos ácidos grasos propicia el surgimiento de comportamientos agresivos, depresión, suicidios y violencia.
A partir de estos resultados, entonces se aventuró que las dietas modernas podrían estar cambiando la arquitectura y el funcionamiento de nuestro cerebro y, por tanto, explicarían en parte los niveles de violencia de la población occidental. También se señaló que estas tendencias podrían ser reversibles, simplemente, con un cambio en la dieta diaria.
Por otra parte, en 2008, científicos de la Universidad de Cambridge demostraron por vez primera una relación entre la actitud impulsiva y agresiva al tomar decisiones en entornos sociales y los niveles de un neurotransmisor llamado serotonina en el cerebro.
Para mantener unos niveles óptimos de serotonina en nuestro cerebro y, con este, menor impulsividad y agresividad, se recomienda consumir triptófano, que es un aminoácido esencial en la nutrición humana que promueve la liberación de dicho neurotransmisor. El triptófano se encuentra en el pollo o el chocolate.
Referencia bibliográfica:
Adrian Raine, Jill Portnoy, Jianghong Liu, Tashneem Mahoomed, Joseph R. Hibbeln. Reduction in behavior problems with omega-3 supplementation in children aged 8-16 years: a randomized, double-blind, placebo-controlled, stratified, parallel-group trial. Journal of Child Psychology and Psychiatry (2015). DOI: 10.1111/jcpp.12314.
Adrian Raine, Jill Portnoy, Jianghong Liu, Tashneem Mahoomed, Joseph R. Hibbeln. Reduction in behavior problems with omega-3 supplementation in children aged 8-16 years: a randomized, double-blind, placebo-controlled, stratified, parallel-group trial. Journal of Child Psychology and Psychiatry (2015). DOI: 10.1111/jcpp.12314.