La ansiedad es una emoción similar al miedo, pero ambas se producen en situaciones diferentes: el miedo surge cuando percibimos un peligro inminente, mientras que la ansiedad la padecemos cuando nos damos cuenta de una amenaza potencial.
Por ejemplo, si un tigre se escapa de su jaula y viene hacia nosotros, sentimos miedo y huimos. Pero si vemos que se ha escapado y que todavía está lejos, sentimos ansiedad: tenemos que decidir si escapamos o nos escondemos.
Una investigación desarrollada por el profesor de neurociencia cognitiva en el Instituto Tecnológico de California (Caltech), Dean Mobbs, publicada en la revista Nature Human Behavior, ha descubierto que el cerebro funciona de diferente forma cuando procesa el miedo que cuando procesa la ansiedad.
Cuando vivimos una experiencia de miedo, el cerebro reacciona de inmediato y nos impulsa a huir incluso antes de que seamos conscientes del peligro. En esos momentos, las neuronas de la sustancia gris central se conectan intensamente con la corteza mediocular para desencadenar la rápida reacción que demanda el peligro inminente.
Sin embargo, cuando vivimos una situación de ansiedad, la reacción cerebral se produce en otro lugar: en el hipocampo, el giro cingulado posterior (ambos involucradas en la memoria y la proyección al futuro) y en la corteza prefrontal ventromedial, capaz de reaccionar a los 100-150 ms desde la aparición del peligro.
La investigación también pudo determinar que el nivel de ansiedad que una situación suscita en una persona condiciona también su reacción: si la ansiedad es alta, la reacción de huida ocurre mucho antes que si la ansiedad es moderada.
Metodología
Esta investigación es la continuación de otra anterior, liderada también por Mobbs y publicada el año pasado, que determinó que hay dos áreas del cerebro involucradas en el procesamiento de una situación de peligro: una para el miedo y otra para la ansiedad.
Un área cerebral está asociada a lo que denomina miedo reactivo, que demanda una respuesta rápida (huir ya para salvar la vida). La otra zona cerebral está asociada a lo que denomina miedo cognitivo, que deja tiempo para evaluar el riesgo y tomar decisiones.
La primera región (miedo reactivo) está en el centro del cerebro. La segunda región (miedo cognitivo) está más cerca la parte frontal del cerebro y es la que se asocia con la ansiedad.
Los resultados de esta investigación se obtuvieron mediante un juego de ordenador (ver video). Los participantes tenían que intervenir en un juego de “depredador virtual” mientras se medía su actividad cerebral mediante imágenes por resonancia magnética.
El objetivo de los participantes en el juego era escapar del ataque del depredador virtual. Cuanto más esperaban un ataque inminente, más dinero ganaban; si esperaban demasiado y eran atrapados, recibían una pequeña descarga eléctrica en la mano.
De esta forma, los investigadores pudieron identificar claramente las áreas cerebrales implicadas tanto en los episodios de miedo como en los de ansiedad.
En el nuevo estudio, estas mismas pruebas se realizaron en voluntarios previamente calificados con diferentes niveles de ansiedad. Los resultados mostraron que las personas con mayores rasgos de ansiedad escaparon de los atacantes virtuales antes que aquellos con menor ansiedad, pero solo en los escenarios de amenaza no inminente.
Por ejemplo, si un tigre se escapa de su jaula y viene hacia nosotros, sentimos miedo y huimos. Pero si vemos que se ha escapado y que todavía está lejos, sentimos ansiedad: tenemos que decidir si escapamos o nos escondemos.
Una investigación desarrollada por el profesor de neurociencia cognitiva en el Instituto Tecnológico de California (Caltech), Dean Mobbs, publicada en la revista Nature Human Behavior, ha descubierto que el cerebro funciona de diferente forma cuando procesa el miedo que cuando procesa la ansiedad.
Cuando vivimos una experiencia de miedo, el cerebro reacciona de inmediato y nos impulsa a huir incluso antes de que seamos conscientes del peligro. En esos momentos, las neuronas de la sustancia gris central se conectan intensamente con la corteza mediocular para desencadenar la rápida reacción que demanda el peligro inminente.
Sin embargo, cuando vivimos una situación de ansiedad, la reacción cerebral se produce en otro lugar: en el hipocampo, el giro cingulado posterior (ambos involucradas en la memoria y la proyección al futuro) y en la corteza prefrontal ventromedial, capaz de reaccionar a los 100-150 ms desde la aparición del peligro.
La investigación también pudo determinar que el nivel de ansiedad que una situación suscita en una persona condiciona también su reacción: si la ansiedad es alta, la reacción de huida ocurre mucho antes que si la ansiedad es moderada.
Metodología
Esta investigación es la continuación de otra anterior, liderada también por Mobbs y publicada el año pasado, que determinó que hay dos áreas del cerebro involucradas en el procesamiento de una situación de peligro: una para el miedo y otra para la ansiedad.
Un área cerebral está asociada a lo que denomina miedo reactivo, que demanda una respuesta rápida (huir ya para salvar la vida). La otra zona cerebral está asociada a lo que denomina miedo cognitivo, que deja tiempo para evaluar el riesgo y tomar decisiones.
La primera región (miedo reactivo) está en el centro del cerebro. La segunda región (miedo cognitivo) está más cerca la parte frontal del cerebro y es la que se asocia con la ansiedad.
Los resultados de esta investigación se obtuvieron mediante un juego de ordenador (ver video). Los participantes tenían que intervenir en un juego de “depredador virtual” mientras se medía su actividad cerebral mediante imágenes por resonancia magnética.
El objetivo de los participantes en el juego era escapar del ataque del depredador virtual. Cuanto más esperaban un ataque inminente, más dinero ganaban; si esperaban demasiado y eran atrapados, recibían una pequeña descarga eléctrica en la mano.
De esta forma, los investigadores pudieron identificar claramente las áreas cerebrales implicadas tanto en los episodios de miedo como en los de ansiedad.
En el nuevo estudio, estas mismas pruebas se realizaron en voluntarios previamente calificados con diferentes niveles de ansiedad. Los resultados mostraron que las personas con mayores rasgos de ansiedad escaparon de los atacantes virtuales antes que aquellos con menor ansiedad, pero solo en los escenarios de amenaza no inminente.
Nuevas perspectivas
"Si le dices a una persona ansiosa que hay un tigre en el edificio, querrá salir pitando", explica Dean Mobbs en un comunicado. "Podemos ver esto en el cerebro: los individuos ansiosos muestran una actividad más rápida e intensa en los circuitos de ansiedad de sus cerebros cuando se enfrentan a amenazas de ataque no inmediatas".
La ansiedad se origina por el tiempo que tarda un peligro en manifestarse, ya que nos da tiempo para imaginar escenarios futuros y planificar en consecuencia, según los investigadores. Surge en situaciones negativas que se prolongan en el tiempo.
Estos descubrimientos, que aportan la primera evidencia de cómo se comporta el cerebro en los casos de miedo y de ansiedad, abren la posibilidad a superar la ansiedad con una estrategia: conociendo lo que sabemos ahora sobre las reacciones cerebrales, podemos prepararnos para asumir tanto el dolor de arrancarnos una tirita como la carga emocional de admitir una culpa.
El juego del experimento lo puso de manifiesto con toda claridad: los que escaparon perdieron la oportunidad de ganar dinero, pero los que se quedaron evaluaron los riesgos a pesar de la ansiedad. El equilibrio entre ambas posturas es el factor evolutivo clave, señalan los investigadores.
El mundo moderno es también una oportunidad para comprobar que la ansiedad no tiene mucho sentido, ya que la posibilidad de que haya un tigre suelto en el edificio que vivimos es bastante remota. Además, ya sabemos cómo se genera y nos resulta más sencillo controlarla. Una esperanza para los 260 millones de personas en todo el mundo que, según la OMS, padecen ansiedad.
"Si le dices a una persona ansiosa que hay un tigre en el edificio, querrá salir pitando", explica Dean Mobbs en un comunicado. "Podemos ver esto en el cerebro: los individuos ansiosos muestran una actividad más rápida e intensa en los circuitos de ansiedad de sus cerebros cuando se enfrentan a amenazas de ataque no inmediatas".
La ansiedad se origina por el tiempo que tarda un peligro en manifestarse, ya que nos da tiempo para imaginar escenarios futuros y planificar en consecuencia, según los investigadores. Surge en situaciones negativas que se prolongan en el tiempo.
Estos descubrimientos, que aportan la primera evidencia de cómo se comporta el cerebro en los casos de miedo y de ansiedad, abren la posibilidad a superar la ansiedad con una estrategia: conociendo lo que sabemos ahora sobre las reacciones cerebrales, podemos prepararnos para asumir tanto el dolor de arrancarnos una tirita como la carga emocional de admitir una culpa.
El juego del experimento lo puso de manifiesto con toda claridad: los que escaparon perdieron la oportunidad de ganar dinero, pero los que se quedaron evaluaron los riesgos a pesar de la ansiedad. El equilibrio entre ambas posturas es el factor evolutivo clave, señalan los investigadores.
El mundo moderno es también una oportunidad para comprobar que la ansiedad no tiene mucho sentido, ya que la posibilidad de que haya un tigre suelto en el edificio que vivimos es bastante remota. Además, ya sabemos cómo se genera y nos resulta más sencillo controlarla. Una esperanza para los 260 millones de personas en todo el mundo que, según la OMS, padecen ansiedad.
Referencias
Slow escape decisions are swayed by trait anxiety. Bowen J. Fung et al. Nature Human Behaviour (2019). DOI: https://doi.org/10.1038/s41562-019-0595-5
How cognitive and reactive fear circuits optimize escape decisions in humans. Song Qi et al. PNAS March 20, 2018 115 (12) 3186-3191. DOI:https://doi.org/10.1073/pnas.1712314115
Slow escape decisions are swayed by trait anxiety. Bowen J. Fung et al. Nature Human Behaviour (2019). DOI: https://doi.org/10.1038/s41562-019-0595-5
How cognitive and reactive fear circuits optimize escape decisions in humans. Song Qi et al. PNAS March 20, 2018 115 (12) 3186-3191. DOI:https://doi.org/10.1073/pnas.1712314115