Presa Hoover, junto al río Colorado (USA). Foto: Snakefisch.
El precio de la electricidad está en alza y cada vez hay más gente preocupada por lo que les deparará el futuro en materia de seguridad energética. Pero es probable que la causa de este aumento sea una mayor temperatura en las masas de agua y la reducción del caudal de los ríos, tanto en Europa como en Estados Unidos.
Un nuevo estudio pone de manifiesto que aún más preocupante es el descenso en la producción o el cierre temporal de varias centrales energéticas termoeléctricas, que también provocan el aumento de los precios.
El estudio, publicado en la revista Nature Climate Change, ha sido financiado parcialmente con fondos de dos proyectos de la UE: Watch y Eclise. WATCH («Agua y cambio global»), financiado con cerca de 10 millones de euros mediante el área temática «Desarrollo sostenible, cambio global y ecosistemas» (Sustdev) del Sexto Programa Marco (6PM) de la Unión Europea y Eclise («Capacitación de servicios de información climática para Europa»), financiado con 3,4 millones de euros mediante el área temática «Medio ambiente» del Séptimo Programa Marco (7PM) de la Unión Europea.
Investigadores de Austria, Alemania, Países Bajos y Estados Unidos calcularon que la desestabilización del suministro eléctrico se acentuará aún más a causa de un descenso de entre un 6 % y un 19 % en Europa y entre un 4 % y un 16 % en Estados Unidos, de la capacidad de generación energética termoeléctrica (nuclear o fósil) durante el periodo comprendido entre 2031 y 2060.
El problema principal será la escasez de agua destinada a labores de refrigeración. Los datos actuales muestran que las centrales energéticas termoeléctricas aportan un 78 % y un 91 % de la electricidad de Europa y Estados Unidos respectivamente. Y se cree que más del 90 % de las reducciones en la producción energética termoeléctrica aumentarán por tres como media.
Según los investigadores, el sector energético termoeléctrico es uno de los mayores consumidores de agua en comparación con otros sectores. La mayoría de esta agua se «recicla», pero las centrales eléctricas dependen de un volumen constante de agua a una temperatura concreta para evitar el sobrecalentamiento de las instalaciones. Por lo tanto, una mayor temperatura del agua y la reducción de su disponibilidad, provocadas por el aumento de la temperatura ambiente del agua asociada al cambio climático, están ejerciendo aún más presión sobre el suministro energético.
Un nuevo estudio pone de manifiesto que aún más preocupante es el descenso en la producción o el cierre temporal de varias centrales energéticas termoeléctricas, que también provocan el aumento de los precios.
El estudio, publicado en la revista Nature Climate Change, ha sido financiado parcialmente con fondos de dos proyectos de la UE: Watch y Eclise. WATCH («Agua y cambio global»), financiado con cerca de 10 millones de euros mediante el área temática «Desarrollo sostenible, cambio global y ecosistemas» (Sustdev) del Sexto Programa Marco (6PM) de la Unión Europea y Eclise («Capacitación de servicios de información climática para Europa»), financiado con 3,4 millones de euros mediante el área temática «Medio ambiente» del Séptimo Programa Marco (7PM) de la Unión Europea.
Investigadores de Austria, Alemania, Países Bajos y Estados Unidos calcularon que la desestabilización del suministro eléctrico se acentuará aún más a causa de un descenso de entre un 6 % y un 19 % en Europa y entre un 4 % y un 16 % en Estados Unidos, de la capacidad de generación energética termoeléctrica (nuclear o fósil) durante el periodo comprendido entre 2031 y 2060.
El problema principal será la escasez de agua destinada a labores de refrigeración. Los datos actuales muestran que las centrales energéticas termoeléctricas aportan un 78 % y un 91 % de la electricidad de Europa y Estados Unidos respectivamente. Y se cree que más del 90 % de las reducciones en la producción energética termoeléctrica aumentarán por tres como media.
Según los investigadores, el sector energético termoeléctrico es uno de los mayores consumidores de agua en comparación con otros sectores. La mayoría de esta agua se «recicla», pero las centrales eléctricas dependen de un volumen constante de agua a una temperatura concreta para evitar el sobrecalentamiento de las instalaciones. Por lo tanto, una mayor temperatura del agua y la reducción de su disponibilidad, provocadas por el aumento de la temperatura ambiente del agua asociada al cambio climático, están ejerciendo aún más presión sobre el suministro energético.
Vulnerabilidad
Las centrales eléctricas que dependen de un proceso de refrigeración de paso único son particularmente vulnerables, mientras que las torres de recirculación (refrigeración) lo son menos. El agua procedente de ríos, lagos e incluso de origen marítimo, es bombeada por estas centrales para su enfriamiento y después vuelve a su fuente, a menudo a temperaturas más altas que cuando entró en la central. Por lo tanto surge otro problema: La contaminación térmica en los tramos más bajos de los cursos de agua.
«La subida del precio de la electricidad y los desequilibrios en el suministro constituyen problemas importantes para el sector energético y los consumidores, pero otra preocupación creciente es el impacto medioambiental del aumento de la temperatura del agua sobre los ecosistemas del río que afectan, por ejemplo, a los ciclo de vida de los organismos acuáticos», declaró Michelle van Vliet, del Centro de Investigación de la Universidad Wageningen (Países Bajos).
Aunque ya existen estrictas normas medioambientales sobre cuánta agua se saca y el nivel de temperatura de las aguas vertidas por las centrales eléctricas, surgen conflictos entre los objetivos medioambientales y la producción energética cuando a los periodos cálidos se le suman niveles bajos de los caudales de río.
Reducir la dependencia de las fuentes de agua dulce y su sustitución por agua salada sería una solución, afirmó el coautor del estudio, Pavel Kabat, quien anteriormente trabajó en la Universidad de Wageningen y actualmente es jefe del Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados (IIASA) en Austria.
El profesor Kabat afirmó que, «no obstante, dada la esperanza de vida de las centrales eléctricas y la incapacidad de reubicarlas en una fuente de agua alternativa, no constituye una solución inmediata, pero sí un aspecto que debería incluirse en la planificación de infraestructuras».
Añadió además que «otra opción es optar por las nuevas centrales energéticas que funcionan con gas, ya que son más eficientes que las centrales nucleares o las eléctricas que utilizan combustibles fósiles».
En el estudio se evaluaron un total de 96 centrales eléctricas, 35 de ellas en Europa y 61 en Estados Unidos.
Las centrales eléctricas que dependen de un proceso de refrigeración de paso único son particularmente vulnerables, mientras que las torres de recirculación (refrigeración) lo son menos. El agua procedente de ríos, lagos e incluso de origen marítimo, es bombeada por estas centrales para su enfriamiento y después vuelve a su fuente, a menudo a temperaturas más altas que cuando entró en la central. Por lo tanto surge otro problema: La contaminación térmica en los tramos más bajos de los cursos de agua.
«La subida del precio de la electricidad y los desequilibrios en el suministro constituyen problemas importantes para el sector energético y los consumidores, pero otra preocupación creciente es el impacto medioambiental del aumento de la temperatura del agua sobre los ecosistemas del río que afectan, por ejemplo, a los ciclo de vida de los organismos acuáticos», declaró Michelle van Vliet, del Centro de Investigación de la Universidad Wageningen (Países Bajos).
Aunque ya existen estrictas normas medioambientales sobre cuánta agua se saca y el nivel de temperatura de las aguas vertidas por las centrales eléctricas, surgen conflictos entre los objetivos medioambientales y la producción energética cuando a los periodos cálidos se le suman niveles bajos de los caudales de río.
Reducir la dependencia de las fuentes de agua dulce y su sustitución por agua salada sería una solución, afirmó el coautor del estudio, Pavel Kabat, quien anteriormente trabajó en la Universidad de Wageningen y actualmente es jefe del Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados (IIASA) en Austria.
El profesor Kabat afirmó que, «no obstante, dada la esperanza de vida de las centrales eléctricas y la incapacidad de reubicarlas en una fuente de agua alternativa, no constituye una solución inmediata, pero sí un aspecto que debería incluirse en la planificación de infraestructuras».
Añadió además que «otra opción es optar por las nuevas centrales energéticas que funcionan con gas, ya que son más eficientes que las centrales nucleares o las eléctricas que utilizan combustibles fósiles».
En el estudio se evaluaron un total de 96 centrales eléctricas, 35 de ellas en Europa y 61 en Estados Unidos.
Referencia
Van Vliet, M.T.H., et al. Vulnerability of US and European electricity supply to climate change, Nature Climate Change. doi:10.1038/NCLIMATE1546
Van Vliet, M.T.H., et al. Vulnerability of US and European electricity supply to climate change, Nature Climate Change. doi:10.1038/NCLIMATE1546