La circulación meridional del Atlántico (Atlantic meridional overturning circulation o AMOC) es un sistema de corrientes que surca el Océano Atlántico. Se caracteriza por un flujo de agua cálida y salada que circula hacia las capas superiores del Atlántico, y por otro flujo hacia el sur de aguas más frías y profundas.
Estos flujos oceánicos son un componente importante del sistema climático de la Tierra. Una nueva investigación ha descubierto que esta importante circulación de agua oceánica se ha reducido un 15% desde mediados del siglo pasado, como consecuencia del cambio climático. Los resultados se publican en la revista Nature.
Uno de los sistemas de transporte de calor más importantes de la Tierra ahora bombea menos agua cálida hacia el norte y menos agua fría hacia el sur, en una proporción desconocida desde hace más de 1.000 años, lo que plantea serios interrogantes sobre el futuro climático del planeta.
A medida que las corrientes disminuyen, envían menos calor hacia el norte, lo que provoca un enfriamiento generalizado del Atlántico norte, la única región oceánica que se ha enfriado durante el calentamiento global. Esta corriente cálida ascendente (también conocida como corriente del Golfo), al desplazarse más cerca de la costa, calienta las aguas a lo largo de la mitad norte de la costa atlántica de EE. UU.
"Esa región se ha calentado más rápido que la mayoría de otras partes del océano mundial en las últimas décadas", explica el coautor de esta investigación, Vincent Saba, en un comunicado del Instituto Potsdam para la Investigación de Impacto Climático (PIK).
Patrón específico
"Detectamos un patrón específico de enfriamiento oceánico al sur de Groenlandia y un calentamiento inusual frente a las costas de Estados Unidos, que es muy característico para la desaceleración de la corriente del Golfo", añade el autor principal, Levke Caesar.
La conclusión de este estudio es categórica: "La evidencia que ahora podemos ofrecer es la más sólida hasta la fecha", constata Stefan Rahmstorf, otro de los investigadores. "Hemos analizado todos los conjuntos de datos de temperatura de la superficie del mar disponibles, que comprenden datos desde fines del siglo XIX hasta la actualidad".
"El patrón de tendencia específico que encontramos en las mediciones se muestra exactamente como lo predicen las simulaciones por ordenador. Es el resultado de una desaceleración en la corriente del Golfo, y no veo otra explicación plausible para este fenómeno", añade Rahmstorf.
El debilitamiento es causado por una serie de factores que pueden estar relacionados con el calentamiento global causado por los gases de efecto invernadero de la quema de carbón, petróleo y gas, según los investigadores.
Estos flujos oceánicos son un componente importante del sistema climático de la Tierra. Una nueva investigación ha descubierto que esta importante circulación de agua oceánica se ha reducido un 15% desde mediados del siglo pasado, como consecuencia del cambio climático. Los resultados se publican en la revista Nature.
Uno de los sistemas de transporte de calor más importantes de la Tierra ahora bombea menos agua cálida hacia el norte y menos agua fría hacia el sur, en una proporción desconocida desde hace más de 1.000 años, lo que plantea serios interrogantes sobre el futuro climático del planeta.
A medida que las corrientes disminuyen, envían menos calor hacia el norte, lo que provoca un enfriamiento generalizado del Atlántico norte, la única región oceánica que se ha enfriado durante el calentamiento global. Esta corriente cálida ascendente (también conocida como corriente del Golfo), al desplazarse más cerca de la costa, calienta las aguas a lo largo de la mitad norte de la costa atlántica de EE. UU.
"Esa región se ha calentado más rápido que la mayoría de otras partes del océano mundial en las últimas décadas", explica el coautor de esta investigación, Vincent Saba, en un comunicado del Instituto Potsdam para la Investigación de Impacto Climático (PIK).
Patrón específico
"Detectamos un patrón específico de enfriamiento oceánico al sur de Groenlandia y un calentamiento inusual frente a las costas de Estados Unidos, que es muy característico para la desaceleración de la corriente del Golfo", añade el autor principal, Levke Caesar.
La conclusión de este estudio es categórica: "La evidencia que ahora podemos ofrecer es la más sólida hasta la fecha", constata Stefan Rahmstorf, otro de los investigadores. "Hemos analizado todos los conjuntos de datos de temperatura de la superficie del mar disponibles, que comprenden datos desde fines del siglo XIX hasta la actualidad".
"El patrón de tendencia específico que encontramos en las mediciones se muestra exactamente como lo predicen las simulaciones por ordenador. Es el resultado de una desaceleración en la corriente del Golfo, y no veo otra explicación plausible para este fenómeno", añade Rahmstorf.
El debilitamiento es causado por una serie de factores que pueden estar relacionados con el calentamiento global causado por los gases de efecto invernadero de la quema de carbón, petróleo y gas, según los investigadores.
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Cambios de densidad oceánica
La circulación oceánica depende de la densidad del agua: cuando las aguas saladas y cálidas de latitudes bajas pierden temperatura, van ganando densidad y cuando llegan al Atlántico Norte descienden al fondo del mar.
Al mismo tiempo, el aumento de las temperaturas en el hemisferio norte reduce la densidad del agua y frena su circulación. La pérdida de densidad del agua se intensifica por el deshielo, que desaliniza las aguas oceánicas.
Este proceso, de continuar, puede provocar el colapso de la circulación meridional del Atlántico, explica Alexander Robinson, de la Universidad Complutense de Madrid, también coautor del estudio. Y añade: "Si no paramos rápidamente el calentamiento global, debemos esperar una nueva desaceleración a largo plazo de la circulación del Atlántico. Estamos empezando a comprender las consecuencias de este proceso sin precedentes, pero pueden ser perjudiciales".
Varios estudios han demostrado, por ejemplo, que una desaceleración de estas corrientes del Atlántico exacerba el aumento del nivel del mar en la costa de Estados Unidos para ciudades como Nueva York y Boston.
Otros muestran que el cambio asociado a las temperaturas de la superficie del mar del Atlántico afecta los patrones climáticos en Europa, como la trayectoria de las tormentas que provienen del Atlántico.
Específicamente, la ola de calor europea del verano de 2015 se ha relacionado con el récord de frío en el Atlántico norte en ese año. Este efecto aparentemente paradójico ocurre porque un Atlántico norte frío promueve un patrón de presión de aire que canaliza el aire caliente del sur hacia Europa.
Confirmación independiente
El análisis de la temperatura realizado en este estudio está respaldado por un segundo estudio realizado por el equipo de David Thornalley, del University College de Londres, publicado en el mismo número de Nature.
Los llamados datos paleoclimáticos de este segundo estudio proporcionan una confirmación independiente de las conclusiones anteriores de que la debilidad reciente de la circulación oceánica no tiene precedentes, al menos durante más de un milenio.
El estudio de Thornalley pone de manifiesto algo no menos relevante: lo que está pasando ahora tiene cierto parangón con el deshielo que ocurrió al final de la así llamada Pequeña Edad de hielo, que se inició a comienzos del siglo XIV y se prolongó hasta mediados del XIX. Con una diferencia considerable: el calentamiento global actual es el mayor de la historia de la civilización humana, y acentúa sus efectos respecto a ese episodio anterior.
La circulación oceánica depende de la densidad del agua: cuando las aguas saladas y cálidas de latitudes bajas pierden temperatura, van ganando densidad y cuando llegan al Atlántico Norte descienden al fondo del mar.
Al mismo tiempo, el aumento de las temperaturas en el hemisferio norte reduce la densidad del agua y frena su circulación. La pérdida de densidad del agua se intensifica por el deshielo, que desaliniza las aguas oceánicas.
Este proceso, de continuar, puede provocar el colapso de la circulación meridional del Atlántico, explica Alexander Robinson, de la Universidad Complutense de Madrid, también coautor del estudio. Y añade: "Si no paramos rápidamente el calentamiento global, debemos esperar una nueva desaceleración a largo plazo de la circulación del Atlántico. Estamos empezando a comprender las consecuencias de este proceso sin precedentes, pero pueden ser perjudiciales".
Varios estudios han demostrado, por ejemplo, que una desaceleración de estas corrientes del Atlántico exacerba el aumento del nivel del mar en la costa de Estados Unidos para ciudades como Nueva York y Boston.
Otros muestran que el cambio asociado a las temperaturas de la superficie del mar del Atlántico afecta los patrones climáticos en Europa, como la trayectoria de las tormentas que provienen del Atlántico.
Específicamente, la ola de calor europea del verano de 2015 se ha relacionado con el récord de frío en el Atlántico norte en ese año. Este efecto aparentemente paradójico ocurre porque un Atlántico norte frío promueve un patrón de presión de aire que canaliza el aire caliente del sur hacia Europa.
Confirmación independiente
El análisis de la temperatura realizado en este estudio está respaldado por un segundo estudio realizado por el equipo de David Thornalley, del University College de Londres, publicado en el mismo número de Nature.
Los llamados datos paleoclimáticos de este segundo estudio proporcionan una confirmación independiente de las conclusiones anteriores de que la debilidad reciente de la circulación oceánica no tiene precedentes, al menos durante más de un milenio.
El estudio de Thornalley pone de manifiesto algo no menos relevante: lo que está pasando ahora tiene cierto parangón con el deshielo que ocurrió al final de la así llamada Pequeña Edad de hielo, que se inició a comienzos del siglo XIV y se prolongó hasta mediados del XIX. Con una diferencia considerable: el calentamiento global actual es el mayor de la historia de la civilización humana, y acentúa sus efectos respecto a ese episodio anterior.
Referencias
Observed fingerprint of a weakening Atlantic Ocean overturning circulation. L. Caesar, S. Rahmstorf, A. Robinson, G. Feulner Y V. Saba. Nature, volume 556, pages191–196 (2018). DOI:10.1038/s41586-018-0006-5
Anomalously weak Labrador Sea convection and Atlantic overturning during the past 150 years. David J. R. Thornalley et alia. Nature, volume 556, pages227–230 (2018). DOI:10.1038/s41586-018-0007-4
Observed fingerprint of a weakening Atlantic Ocean overturning circulation. L. Caesar, S. Rahmstorf, A. Robinson, G. Feulner Y V. Saba. Nature, volume 556, pages191–196 (2018). DOI:10.1038/s41586-018-0006-5
Anomalously weak Labrador Sea convection and Atlantic overturning during the past 150 years. David J. R. Thornalley et alia. Nature, volume 556, pages227–230 (2018). DOI:10.1038/s41586-018-0007-4