El Día E de la energía marcará el futuro

El conocimiento anticipado de esa fecha facilitará inversiones y acuerdos


La publicación clara y fiable de la fecha en la que una nueva fuente de energía estará disponible, facilitada por un Gobierno o por un grupo de expertos con la credibilidad suficiente, facilitará ordenar inversiones, llegar a acuerdos y significará también la posibilidad de encauzar la inversión privada hacia la generación de esa energía. Determinar con claridad esa fecha conlleva otras ventajas, porque al convertirse en oficial permite a la economía real una pregunta razonable: ¿qué podré hacer yo, en esa fecha, con esa nueva energía? Por Alfredo González Colunga.


Alfredo González Colunga
02/06/2006

Energía solar. CSRIO.
Imaginemos una isla desierta. Diez personas en ella, y comida sólo para dos. ¿Podrían llegar estas personas a soluciones democráticas? Obviamente no. Están abocadas a la lucha por la supervivencia.

Imaginemos de nuevo esa isla. Diez personas, esta vez comida para cien. ¿Podrían llegar estas personas a soluciones democráticas?

La respuesta en este caso será, naturalmente, que depende de a qué llamemos comida para cien personas. Esa comida pueden ser 100 fuentes de alimento, capaz cada una de alimentar indefinidamente a una persona, o podemos estar refiriéndonos simplemente a cien raciones de alimentos.

En el primer caso se pueden organizar las cosas. Disponiendo de cien fuentes de alimento, las diez personas pueden no solamente llegar a acuerdos sino, durante un tiempo al menos, crecer y multiplicarse.

Pero si hablamos de cien raciones de comida, esas diez personas tampoco podrán llegar a soluciones democráticas de reparto. Esos diez individuos no pueden aspirar a colaborar para su supervivencia, porque más antes que después, las 100 raciones de comida – o mil, que tanto da- se agotarán.

Así que de modo quizás inconsciente al principio, pero más claramente estratégico según avance el tiempo, esas diez personas encerradas en la pequeña isla irán midiendo sus fuerzas para interrumpir y controlar, en beneficio propio, el suministro de alimentos de otros con el fin de alargar, en lo posible, la propia supervivencia.

Parte oscura

Convirtámonos en novelistas por un momento: si las partes son prudentes veremos cómo en la isla, de forma sorpresiva y misteriosa, irán aconteciendo oscuros asesinatos, extrañas desapariciones de individuos caracterizados por su carácter solitario e introvertido, y con ellos las de sus raciones de alimentos.

Reunidos en torno al primer cadáver, los supervivientes comprenderán que podría haberles pasado a ellos, y experimentarán la necesidad de formar un grupo propio, o integrarse en uno ya existente que pueda servir de protección. En el supuesto de que no haya un individuo claramente dominante que aglutine, desde el comienzo, a un grupo ganador, podrán formarse varios grupos más pequeños.

Ante la evidencia de lo cerrado de la situación, y de que quien da primero da dos veces, en algún momento se declarará una guerra abierta. Si tras la victoria de uno de los grupos la situación de limitación de reservas persiste, y si a estas alturas ese grupo tiene ya un líder sólido, éste podrá administrar la supervivencia de sus ayudantes, simplemente cuidando la evitación de pactos. Cuanto más avance la escasez tanto más probables se irán haciendo el magnicidio o la absoluta soledad del líder.

¿Sería este proceso idéntico para cualquier conjunto de animales encerrados en esa isla? Los hombres se distinguen de otras especies por su mayor capacidad de modelización.

La mayor o menor capacidad de los individuos implicados para modelizar situaciones futuras tiene su consecuencia en la mayor o menor antelación en la aparición de estrategias de supervivencia.

¿El precio de la libertad? Es posible. Para un grupo de mejillones en iguales condiciones la suerte estaría echada de antemano: vivirían placidamente durante once días, diez de ellos bien alimentados y felices.

La persistencia de la memoria

Volvamos ahora al caso en que los diez habitantes disponen de cien fuentes de alimentación inagotables. ¿Suponen estas cien fuentes de alimentación perpetuas la dicha eterna? Quizás cuando los individuos comiencen a multiplicarse, y las familias a formarse y crecer, las cien fuentes no parezcan ya tantas.

Pero llegados a ese punto habrá una diferencia con respecto a aquellos que sólo disponían de cien raciones: resultará más fácil llegar a acuerdos porque, por el camino, al haber disfrutado de la abundancia, se habrá producido un cambio en la percepción de cada individuo respecto a sí mismo.

Si la limitación energética potencia el papel del líder, aquel a cuyo lado únicamente es posible la supervivencia, la abundancia energética facilitará la conciencia del individuo como tal y tenderá a generar en él la percepción de una capacidad autónoma de sustento, y con ella de independencia, que será valorada como dignidad personal.

La Historia es pródiga en ejemplos de este proceso: a lo largo de los últimos siglos los fenómenos de acceso al poder de la burguesía, los trabajadores, las mujeres, han estado siempre precedidos por la generación de una independencia económica previa.

El ascenso económico de la burguesía, la creación de la caja única por los sindicatos, el acceso al trabajo remunerado de la mujer fueron situaciones que propiciaron la generación de movimientos por los derechos respectivos.

Mientras su misma subsistencia dependa de una estructura superior, el individuo cederá a ésta sus derechos a cambio de esa supervivencia, pero si se le ofrece una oportunidad de mayor autonomía energética y mayores derechos, la aprovechará. La pérdida de esos derechos, una vez obtenidos, genera fuerte resistencia.

Resulta evidente que cada nueva situación energética generará “filosofías” adecuadas a las circunstancias que justifiquen y ordenen los actos. Sin embargo, disponiendo de memoria, este efecto de adaptación se combina con el recuerdo de las situaciones precedentes.

Si los individuos han pasado por etapas de abundancia, en una de limitación disfrutarán de una perspectiva más amplia que facilitará su reacción, ante la evidencia de que esa limitación les obliga a unirse o enfrentarse a grupos cada vez más grandes, con una pérdida progresiva y no deseada de sus derechos individuales.

Mientras en la isla de los jóvenes, recién formada, y que se encuentra directamente con una limitación energética, la idea misma de colaboración no es conocida, en una isla que haya disfrutado experiencias pasadas de abundancia habrá muchos individuos que, ante la evidencia del proceso, y de que ellos mismos se ven arrastrados por el mismo, reaccionarán.

El DÍA E de la Energía

Hasta aquí unas reflexiones, digamos, teóricas, sobre la limitación energética. Sin embargo un proceso de limitación energética no puede detenerse por su mera comprensión.

En una situación de limitación energética, los procesos de competencia por la misma no pararán simplemente diciéndoles que paren, porque todos los competidores pensarán, acertadamente, que si ellos paran otros aprovecharán su descanso, y en su perjuicio.

Si el agua se atasca en la presa, no basta con decirle que no apriete. De hecho, no vale para nada. Ni es especialmente útil teorizar sobre ello mientras las aguas presionan.

Hace falta una perspectiva más pragmática. Hay que hacer desagües. Quizás el líder de la isla no deseaba el proceso pero, viéndolo como inevitable, se prefiriese a él como superviviente.

¿Qué significa hacer desagües?, equivale en este caso a generar las condiciones que permitan acuerdos.

Aunque en nuestro planeta vivamos un momento de limitación energética, es difícil determinar cuántas raciones de comida quedan: hay nuevas promesas de acceso energético en el horizonte y, además, cada día surgen nuevas alternativas de uso energético, nuevas tecnologías y aplicaciones.

Podríamos decir, simplificando, que nos encontramos en el caso de una isla, diez individuos y cien raciones que se han ido consumiendo. Pero a la vez, aunque ahora ese alimento no esté de momento disponible, los individuos, dotados de memoria, han plantado los brotes de cien árboles.

Los árboles están bien cultivados. Crecen hermosos. Existe una promesa de futuro. Sin embargo, los habitantes de la isla no consiguen ponerse de acuerdo en cómo actuar en el presente. Aunque se estime que hay otras opciones, los procesos de conquista de las raciones disponibles crecen imparables.

Condiciones para un acuerdo

Para llegar a acuerdos hacen falta dos cosas. La primera es definir con claridad de qué tipo de energía estamos hablando cuando decimos que debe poder ser capaz de permitir un acuerdo.

La definición es sencilla: tiene que ser tal en su abundancia –independientemente de que provenga de uno o varios orígenes- que el mundo contemple la posibilidad de un crecimiento sostenido sin necesidad de competir por ella.

O, más exactamente, de abundancia tal que permita el crecimiento compitiendo por su uso, no por su posesión. Como el aire que respiramos, por ejemplo.

Tal es el primer requisito para poder alcanzar un pacto, y de hecho tal sería la condición para alcanzar una plena democracia, entendida como un estado en el cual cada individuo dispusiese de energía suficiente para garantizar su supervivencia.

Así que podemos decir que los individuos han acertado plantando esos árboles. Pero no basta. En la isla ya hay un acuerdo sobre ese punto. Hemos dicho que los árboles crecen hermosos.

Los habitantes de la isla están convencidos de que darán fruto y les alimentarán. Y sin embargo no es que no puedan llegar a acuerdos, es que ni siquiera se fían unos de otros lo suficiente como para sentarse a negociar.

Importancia de una fecha

Queda un problema, evidentemente: que aunque todos están convencidos de que esos árboles darán fruto, ninguno de ellos sabe, exactamente, cuándo van a darlo.

Sólo si dispusiesen de la fecha exacta en que esos árboles les alimentarán podrían hacer algo tan sencillo como proponer decisiones racionales, optimizadas, para administrar las raciones disponibles.

Así que para que los habitantes de la isla se sienten a negociar necesitan dos elementos claros. En primer lugar, una energía, o energías, de características tales que permitan llegar a acuerdos. Pero también, e igual de esencial, una fecha clara y fiable en la que se considere que la nueva energía estará disponible.

Plazos, es la palabra mágica de cualquier proceso económico. Para ordenar el proceso es necesario un calendario. Es necesaria una fecha, más o menos real o metafórica. La fecha del DÍA E, el día en que una energía de apariencia ilimitada, capaz de sustituir al actual objeto de competencia, será accesible.

Supongamos –sin pretensión ninguna de que sea el ejemplo más adecuado- que se determina que la solución definitiva al problema del abastecimiento energético mundial es la energía de Fusión, hoy en fase de investigación.

Base de acuerdos

Lo que procedería entonces sería establecer inmediatamente la fecha en que comenzaría su explotación comercial. Una fecha con su día, su mes y su año, resumida en una sola frase. Algo así: “La Energía de Fusión estará disponible el 12 de junio de 20XX”. La existencia de esa fecha facilitará ordenar inversiones, llegar a acuerdos.

Determinar con claridad esa fecha conlleva otras ventajas, porque al convertirse en oficial permite a la economía real una pregunta razonable: ¿qué podré hacer yo, en esa fecha, con esa nueva energía?

La publicación clara y fiable de esta fecha, sea por un Gobierno, sea por un grupo de expertos con la credibilidad suficiente, significará también la posibilidad de encauzar la inversión privada hacia la generación de esa energía. Duplicar proyectos, adelantar otros...

Establecer con claridad la Fecha del DÍA E es hablar de la fecha en que comenzarán a llegar los beneficios. Una vez aceptado esto cualquier inversión será buena a cambio de una parte del pastel. Cada nueva inversión redundará además en una aproximación de esta fecha al tiempo presente, lo que la hará más interesante.


Alfredo González Colunga es autor de proyectos multimedia y ensayista.



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