La esperanza de vida sana puede prolongarse entre cinco y diez años si los Gobiernos y las personas luchan en diversos frentes contra los principales riesgos para la salud en cada región, afirma la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su Informe sobre la salud en el mundo 2002.
El Informe señala algunos de los principales riesgos mundiales de enfermedad, discapacidad y defunción en el mundo actual, al mismo tiempo que cuantifica sus efectos reales según las regiones y aporta ejemplos de medidas eficaces para reducir tales riesgos, incluso en los países pobres.
Según el informe, de un conjunto de 25 grandes riesgos evitables seleccionados y estudiados en detalle, los diez más importantes a nivel mundial son los siguientes: insuficiencia ponderal del niño y de la madre; prácticas sexuales sin protección; presión arterial elevada; tabaco; alcohol; agua, saneamientos e higiene insalubres; niveles de colesterol elevados; humos procedentes de combustibles sólidos en ambientes interiores; deficiencia de hierro y sobrepeso u obesidad.
En conjunto, estos diez riesgos representan en torno al 40 por ciento de los 56 millones de defunciones que sobrevienen anualmente y un tercio de los años de vida sana perdidos en todo el mundo. Esos riesgos son comparativamente mucho más importantes de lo que suele creerse.
La OMS califica el contraste entre ricos y pobres de “escandaloso”. Muchos de esos riesgos recaen casi exclusivamente sobre el mundo en desarrollo, mientras que otros son ya de alcance mundial.
En los países pobres, unos 170 millones de niños pesan menos de lo debido, principalmente por falta de alimento, en tanto que más de mil millones de adultos en todo el mundo, sin distinción entre países de ingresos medios y altos, padecen sobrepeso u obesidad. En América del Norte y Europa occidental, aproximadamente medio millón de personas mueren cada año por enfermedades relacionadas con el sobrepeso o la obesidad.
Pasividad peligrosa
La OMS advierte al respecto que “la pasividad tiene unos costos graves”. El informe predice que, a menos que se haga algo, para el año 2020 morirán cada año a causa del tabaco nueve millones de personas, frente a los cerca de cinco millones actuales.
Otras cinco millones de defunciones, frente a los tres millones actuales, serán atribuibles al sobrepeso y a la obesidad; y el número de años de vida sana que no disfrutarán los niños con peso deficiente ascenderá a 110 millones, cifra que, aún siendo inferior a los 130 millones actuales, es todavía inaceptablemente alta.
Si fuera posible hacer frente a todos esos riesgos evitables, como recomienda la OMS (aún reconociendo que se trata de un objetivo muy ambicioso), el período de vida sana podría aumentar en hasta 16 o más años en algunas partes de África, en que la esperanza de vida sana puede llegar a ser tan sólo de 37 años (en Malawi). Incluso en los países en desarrollo más ricos, como Europa, Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y Japón, los períodos de vida sana se prolongarían en unos cinco años.
La OMS ha desarrollado un marco único en su género para, basándose en un amplio acervo de evidencias científicas, evaluar en términos comparables el impacto de los diferentes riesgos expresados en una ‘moneda común’: el número de años de vida sana perdidos, o AVAD (años de vida ajustados en función de la discapacidad). Este valor refleja en particular el impacto de los diferentes riesgos sobre la mortalidad y la morbilidad. Un AVAD equivale a un año de vida sana perdido.
Mayor riesgo, menos esperanza
Los riesgos que acarrean la muerte reducen la esperanza de vida. Los riesgos que se traducen en morbilidad a corto o largo plazo vienen a significar que las personas siguen con vida, pero no con buena salud. La esperanza de vida sana (EVAS) es, pues, menor que la esperanza de vida. En Japón, por ejemplo, la esperanza de vida es en términos generales de 84’7 años para las mujeres y de 77’5 para los hombres, frente a una esperanza de vida sana de 73’6 años para el conjunto de hombres y mujeres.
En el informe, el mundo se divide en 14 regiones diferentes atendiendo a criterios geográficos y de desarrollo sanitario para, seguidamente, analizar los riesgos más importantes en cada área y el aumento de años de vida sana que es posible conseguir.
Los riesgos más importantes son de índole muy diversa, desde el déficit de peso o las prácticas sexuales sin protección en la mayor parte de África, hasta el uso de tabaco o la hipertensión en América del Norte, Europa occidental y países desarrollados del Pacífico occidental, como Japón.
Los principales riesgos examinados en el informe dan lugar a importantes reducciones de la esperanza de vida sana: en promedio, unos cinco años en los países en desarrollo, y diez años en los países en desarrollo.
Diversidad regional
El número de años de vida sana perdidos a causa de esos riesgos varía según las regiones. En Canadá, Estados Unidos y Cuba (que son los países que encabezan la lista en el hemisferio norte); la esperanza de vida sana podría prolongarse 6’5 años, que se sumarían a los 69’9 actuales en Canadá, 66’6 en Cuba y 67’6 en Estados Unidos.
En los países más ricos de Europa, entre ellos Alemania, Francia, Italia, España y Reino Unido, la esperanza de vida sana puede aumentar en 5’4 años. En la mayor parte de América Latina, incluidos Argentina, Brasil y México, el aumento podría llegar a ser de 6’9 años.
En algunos países de Asia, entre los que se encuentra China, la esperanza de vida sana aumentaría 6 año, mientras que en otro grupo de países asiáticos, entre los que se incluye India, el aumento sería de 8’9 años. (Las estimaciones de la OMS son válidas para cada región en su conjunto, y no necesariamente para los países por separado.)
Una parte considerable de esa pérdida podría reducirse emprendiendo una serie de intervenciones económicas y eficaces señaladas en el informe. La OMS ha desarrollado un sistema pionero para identificar y notificar en términos comparables las intervenciones de salud económicamente eficaces en las diferentes regiones.
Factores de riesgo
El informe revela que un número relativamente pequeño de riesgos es causa de un elevadísimo número de muertes prematuras y representa una parte muy importante de la carga de enfermedad mundial.
Así, por ejemplo, en los países en desarrollo de mayor mortalidad, como los del África subsahariana y Asia suroriental, no menos de un 30 por ciento de la carga total de enfermedad tiene como causas el déficit de peso y la deficiencia de micronutrientes como el hierro o el zinc, las prácticas sexuales sin protección, el agua, saneamientos e higiene inadecuados, y los humos de combustibles sólidos en ambientes interiores, que son los principales riesgos examinados en esos países.
El informe abre también nuevas vías al evaluar las defunciones y discapacidades evitables a escala mundial. Cuando se incorporan los conocimientos actuales sobre los factores de riesgo y las tendencias de población y de mortalidad, se obtiene una panorámica intrigante: un mundo que envejece expuesto a grandes riesgos de orden mundial (como el del tabaco), en tanto que subsisten aún regiones de mortalidad muy elevada, particularmente en el África subsahariana.
Habida cuenta de los riesgos medidos en dicho Informe y de otros riesgos importantes conocidos, los avances científicos actuales han identificado claramente las causas de la mayoría de las defunciones y discapacidades en todo el mundo.
Así, por ejemplo, más de tres cuartas partes de las enfermedades importantes, como la cardiopatía isquémica, los accidentes cerebrovasculares, el VIH/SIDA o la diarrea, se deben a los efectos conjuntos de diversos riesgos evaluados en el Informe. La OMS subraya que cada riesgo es una oportunidad de prevención, y que el potencial de prevención cuando se abordan riesgos importantes conocidos es claramente considerable, y mucho mayor de lo que habitualmente se cree.
Jon Lidén es Asesor de Comunicación de la Oficina del Director General de la OMS. Texto condensado de la información difundida por la OMS sobre el Informe sobre la Salud en el Mundo 2002.
El Informe señala algunos de los principales riesgos mundiales de enfermedad, discapacidad y defunción en el mundo actual, al mismo tiempo que cuantifica sus efectos reales según las regiones y aporta ejemplos de medidas eficaces para reducir tales riesgos, incluso en los países pobres.
Según el informe, de un conjunto de 25 grandes riesgos evitables seleccionados y estudiados en detalle, los diez más importantes a nivel mundial son los siguientes: insuficiencia ponderal del niño y de la madre; prácticas sexuales sin protección; presión arterial elevada; tabaco; alcohol; agua, saneamientos e higiene insalubres; niveles de colesterol elevados; humos procedentes de combustibles sólidos en ambientes interiores; deficiencia de hierro y sobrepeso u obesidad.
En conjunto, estos diez riesgos representan en torno al 40 por ciento de los 56 millones de defunciones que sobrevienen anualmente y un tercio de los años de vida sana perdidos en todo el mundo. Esos riesgos son comparativamente mucho más importantes de lo que suele creerse.
La OMS califica el contraste entre ricos y pobres de “escandaloso”. Muchos de esos riesgos recaen casi exclusivamente sobre el mundo en desarrollo, mientras que otros son ya de alcance mundial.
En los países pobres, unos 170 millones de niños pesan menos de lo debido, principalmente por falta de alimento, en tanto que más de mil millones de adultos en todo el mundo, sin distinción entre países de ingresos medios y altos, padecen sobrepeso u obesidad. En América del Norte y Europa occidental, aproximadamente medio millón de personas mueren cada año por enfermedades relacionadas con el sobrepeso o la obesidad.
Pasividad peligrosa
La OMS advierte al respecto que “la pasividad tiene unos costos graves”. El informe predice que, a menos que se haga algo, para el año 2020 morirán cada año a causa del tabaco nueve millones de personas, frente a los cerca de cinco millones actuales.
Otras cinco millones de defunciones, frente a los tres millones actuales, serán atribuibles al sobrepeso y a la obesidad; y el número de años de vida sana que no disfrutarán los niños con peso deficiente ascenderá a 110 millones, cifra que, aún siendo inferior a los 130 millones actuales, es todavía inaceptablemente alta.
Si fuera posible hacer frente a todos esos riesgos evitables, como recomienda la OMS (aún reconociendo que se trata de un objetivo muy ambicioso), el período de vida sana podría aumentar en hasta 16 o más años en algunas partes de África, en que la esperanza de vida sana puede llegar a ser tan sólo de 37 años (en Malawi). Incluso en los países en desarrollo más ricos, como Europa, Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y Japón, los períodos de vida sana se prolongarían en unos cinco años.
La OMS ha desarrollado un marco único en su género para, basándose en un amplio acervo de evidencias científicas, evaluar en términos comparables el impacto de los diferentes riesgos expresados en una ‘moneda común’: el número de años de vida sana perdidos, o AVAD (años de vida ajustados en función de la discapacidad). Este valor refleja en particular el impacto de los diferentes riesgos sobre la mortalidad y la morbilidad. Un AVAD equivale a un año de vida sana perdido.
Mayor riesgo, menos esperanza
Los riesgos que acarrean la muerte reducen la esperanza de vida. Los riesgos que se traducen en morbilidad a corto o largo plazo vienen a significar que las personas siguen con vida, pero no con buena salud. La esperanza de vida sana (EVAS) es, pues, menor que la esperanza de vida. En Japón, por ejemplo, la esperanza de vida es en términos generales de 84’7 años para las mujeres y de 77’5 para los hombres, frente a una esperanza de vida sana de 73’6 años para el conjunto de hombres y mujeres.
En el informe, el mundo se divide en 14 regiones diferentes atendiendo a criterios geográficos y de desarrollo sanitario para, seguidamente, analizar los riesgos más importantes en cada área y el aumento de años de vida sana que es posible conseguir.
Los riesgos más importantes son de índole muy diversa, desde el déficit de peso o las prácticas sexuales sin protección en la mayor parte de África, hasta el uso de tabaco o la hipertensión en América del Norte, Europa occidental y países desarrollados del Pacífico occidental, como Japón.
Los principales riesgos examinados en el informe dan lugar a importantes reducciones de la esperanza de vida sana: en promedio, unos cinco años en los países en desarrollo, y diez años en los países en desarrollo.
Diversidad regional
El número de años de vida sana perdidos a causa de esos riesgos varía según las regiones. En Canadá, Estados Unidos y Cuba (que son los países que encabezan la lista en el hemisferio norte); la esperanza de vida sana podría prolongarse 6’5 años, que se sumarían a los 69’9 actuales en Canadá, 66’6 en Cuba y 67’6 en Estados Unidos.
En los países más ricos de Europa, entre ellos Alemania, Francia, Italia, España y Reino Unido, la esperanza de vida sana puede aumentar en 5’4 años. En la mayor parte de América Latina, incluidos Argentina, Brasil y México, el aumento podría llegar a ser de 6’9 años.
En algunos países de Asia, entre los que se encuentra China, la esperanza de vida sana aumentaría 6 año, mientras que en otro grupo de países asiáticos, entre los que se incluye India, el aumento sería de 8’9 años. (Las estimaciones de la OMS son válidas para cada región en su conjunto, y no necesariamente para los países por separado.)
Una parte considerable de esa pérdida podría reducirse emprendiendo una serie de intervenciones económicas y eficaces señaladas en el informe. La OMS ha desarrollado un sistema pionero para identificar y notificar en términos comparables las intervenciones de salud económicamente eficaces en las diferentes regiones.
Factores de riesgo
El informe revela que un número relativamente pequeño de riesgos es causa de un elevadísimo número de muertes prematuras y representa una parte muy importante de la carga de enfermedad mundial.
Así, por ejemplo, en los países en desarrollo de mayor mortalidad, como los del África subsahariana y Asia suroriental, no menos de un 30 por ciento de la carga total de enfermedad tiene como causas el déficit de peso y la deficiencia de micronutrientes como el hierro o el zinc, las prácticas sexuales sin protección, el agua, saneamientos e higiene inadecuados, y los humos de combustibles sólidos en ambientes interiores, que son los principales riesgos examinados en esos países.
El informe abre también nuevas vías al evaluar las defunciones y discapacidades evitables a escala mundial. Cuando se incorporan los conocimientos actuales sobre los factores de riesgo y las tendencias de población y de mortalidad, se obtiene una panorámica intrigante: un mundo que envejece expuesto a grandes riesgos de orden mundial (como el del tabaco), en tanto que subsisten aún regiones de mortalidad muy elevada, particularmente en el África subsahariana.
Habida cuenta de los riesgos medidos en dicho Informe y de otros riesgos importantes conocidos, los avances científicos actuales han identificado claramente las causas de la mayoría de las defunciones y discapacidades en todo el mundo.
Así, por ejemplo, más de tres cuartas partes de las enfermedades importantes, como la cardiopatía isquémica, los accidentes cerebrovasculares, el VIH/SIDA o la diarrea, se deben a los efectos conjuntos de diversos riesgos evaluados en el Informe. La OMS subraya que cada riesgo es una oportunidad de prevención, y que el potencial de prevención cuando se abordan riesgos importantes conocidos es claramente considerable, y mucho mayor de lo que habitualmente se cree.
Jon Lidén es Asesor de Comunicación de la Oficina del Director General de la OMS. Texto condensado de la información difundida por la OMS sobre el Informe sobre la Salud en el Mundo 2002.