"La Tierra pertenece al futuro. Protejámosla del Cambio Climático” es el lema escogido este año por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para llamar la atención sobre el avance de la desertificación a nivel mundial en el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación, que se celebra mañana.
La ONU pretende así alertar sobre la necesidad inmediata de implantar políticas de gestión sostenible de la tierra y prácticas de integración en una respuesta colectiva a la realidad del cambio climático.
“Lo terrible del proceso de la desertificación –recuerda Carlos del Álamo, Decano del Colegio de Ingenieros de Montes en un comunicado oficial - son sus consecuencias: la pérdida de capacidad de cultivo de los suelos y de la supervivencia del monte; la pérdida casi irreversible de la biodiversidad de la zona, pérdida de empleos, emigración inevitable debido a la pobreza que implica y, en áreas muy extensas de países poco desarrollados, un aumento alarmante de la malnutrición”.
Aunque estos conceptos pueden parecer asociados a la actualidad del medio ambiente, “lo cierto que hace ya más de cien años, en 1896, Ricardo Codorniú y Stárico, uno de los grandes ingenieros de montes de nuestra historia, y un pionero de la ecología, luchó contra la desertificación de manera activa para detener el avance imparable de las dunas hacia Guardamar del Segura con la restauración de la pinada en la zona. Y venció. ¿por qué no seguir su ejemplo?”, sugiere Del Álamo.
Seguramente la definición de FAO sea más descriptiva en la severidad de un problema tan inquietante: "Conjunto de factores geológicos, climáticos, biológicos y humanos que provocan la degradación de la calidad física, química y biológica de los suelos de las zonas áridas y semiáridas poniendo en peligro la biodiversidad y la supervivencia de las comunidades humanas".
La ONU pretende así alertar sobre la necesidad inmediata de implantar políticas de gestión sostenible de la tierra y prácticas de integración en una respuesta colectiva a la realidad del cambio climático.
“Lo terrible del proceso de la desertificación –recuerda Carlos del Álamo, Decano del Colegio de Ingenieros de Montes en un comunicado oficial - son sus consecuencias: la pérdida de capacidad de cultivo de los suelos y de la supervivencia del monte; la pérdida casi irreversible de la biodiversidad de la zona, pérdida de empleos, emigración inevitable debido a la pobreza que implica y, en áreas muy extensas de países poco desarrollados, un aumento alarmante de la malnutrición”.
Aunque estos conceptos pueden parecer asociados a la actualidad del medio ambiente, “lo cierto que hace ya más de cien años, en 1896, Ricardo Codorniú y Stárico, uno de los grandes ingenieros de montes de nuestra historia, y un pionero de la ecología, luchó contra la desertificación de manera activa para detener el avance imparable de las dunas hacia Guardamar del Segura con la restauración de la pinada en la zona. Y venció. ¿por qué no seguir su ejemplo?”, sugiere Del Álamo.
Seguramente la definición de FAO sea más descriptiva en la severidad de un problema tan inquietante: "Conjunto de factores geológicos, climáticos, biológicos y humanos que provocan la degradación de la calidad física, química y biológica de los suelos de las zonas áridas y semiáridas poniendo en peligro la biodiversidad y la supervivencia de las comunidades humanas".
Tiene remedio
Ante esta situación, el Colegio de Ingenieros de Montes quiere destacar el lado positivo: “Está en nuestra mano la lucha efectiva contra la desertificación; es una batalla que no podemos perder, y contamos con las herramientas adecuadas para que el balance final, si trabajamos desde ahora, pueda ser feliz”.
Salvo en el clima, podemos actuar sobre todo lo demás; y la gestión sostenible de los montes, recuerda el Colegio de Ingenieros de Montes, es la base para lograr que el monte, y con él la biodiversidad que lo habita y compone, se conviertan en enemigos de la desertificación, evitando su avance.
Recuerda Carlos del Álamo que “la gestión sostenible de la tierra aumenta la capacidad de los ecosistemas de sobreponerse a impactos ambientales adversos, mientras que mejora la condición de vida de las personas, y contribuye a la no aparición de incendios forestales, otra de las grandes causas de la desertificación”.
Ello se suma a las numerosas acciones en corrección hidrólogico-forestal en España que desde hace más de un siglo desarrollan los Ingenieros de Montes, y que contribuyen a evitar la erosión del terreno y la desertificación.
Un gran ejemplo de ello es la total reforestación de Sierra Espuña, en Murcia, iniciada también por Ricardo Codorniú en 1889, controlando con ello la erosión y creando un suelo con el que devolvió la vida a un paisaje descarnado y desértico.
El 40% de España, afectada
El Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (MAGRAMA) expone que las zonas susceptibles de sufrir desertificación son las áreas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, es decir, aquellas zonas en las que la proporción entre la precipitación anual y la evapotranspiración potencial está comprendida entre 0,05 y 0,65.
La evapotranspiración potencial es la cantidad de agua devuelta a la atmósfera en estado de vapor por un suelo que tenga la superficie completamente cubierta de vegetación y en el supuesto de no existir limitación en el suministro de agua (por lluvia o riego), para obtener un crecimiento vegetal óptimo. Expresa la demanda de agua por la atmósfera y las plantas en un lugar determinado.
De acuerdo a esta definición, amplias zonas de nuestra geografía se encuentran potencialmente afectadas por el proceso. De hecho, prácticamente un 40% del territorio español está ya afectado, y más de dos terceras partes del territorio español pertenecen a las categorías de áreas áridas, semiáridas y subhúmedas secas en situación de riesgo.
La combinación de factores y procesos como la aridez, la sequía, la erosión, los incendios forestales, la sobreexplotación de acuíferos, etc., da origen a los distintos paisajes o escenarios típicos de la desertificación en España.
“Se debe creer en la necesidad de recuperar la cubierta vegetal –afirma categórico Carlos Del Álamo-, y no permitir el deterioro de la existente. Esa gestión es una herramienta clave para evitar la desertificación”.
Ante esta situación, el Colegio de Ingenieros de Montes quiere destacar el lado positivo: “Está en nuestra mano la lucha efectiva contra la desertificación; es una batalla que no podemos perder, y contamos con las herramientas adecuadas para que el balance final, si trabajamos desde ahora, pueda ser feliz”.
Salvo en el clima, podemos actuar sobre todo lo demás; y la gestión sostenible de los montes, recuerda el Colegio de Ingenieros de Montes, es la base para lograr que el monte, y con él la biodiversidad que lo habita y compone, se conviertan en enemigos de la desertificación, evitando su avance.
Recuerda Carlos del Álamo que “la gestión sostenible de la tierra aumenta la capacidad de los ecosistemas de sobreponerse a impactos ambientales adversos, mientras que mejora la condición de vida de las personas, y contribuye a la no aparición de incendios forestales, otra de las grandes causas de la desertificación”.
Ello se suma a las numerosas acciones en corrección hidrólogico-forestal en España que desde hace más de un siglo desarrollan los Ingenieros de Montes, y que contribuyen a evitar la erosión del terreno y la desertificación.
Un gran ejemplo de ello es la total reforestación de Sierra Espuña, en Murcia, iniciada también por Ricardo Codorniú en 1889, controlando con ello la erosión y creando un suelo con el que devolvió la vida a un paisaje descarnado y desértico.
El 40% de España, afectada
El Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (MAGRAMA) expone que las zonas susceptibles de sufrir desertificación son las áreas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, es decir, aquellas zonas en las que la proporción entre la precipitación anual y la evapotranspiración potencial está comprendida entre 0,05 y 0,65.
La evapotranspiración potencial es la cantidad de agua devuelta a la atmósfera en estado de vapor por un suelo que tenga la superficie completamente cubierta de vegetación y en el supuesto de no existir limitación en el suministro de agua (por lluvia o riego), para obtener un crecimiento vegetal óptimo. Expresa la demanda de agua por la atmósfera y las plantas en un lugar determinado.
De acuerdo a esta definición, amplias zonas de nuestra geografía se encuentran potencialmente afectadas por el proceso. De hecho, prácticamente un 40% del territorio español está ya afectado, y más de dos terceras partes del territorio español pertenecen a las categorías de áreas áridas, semiáridas y subhúmedas secas en situación de riesgo.
La combinación de factores y procesos como la aridez, la sequía, la erosión, los incendios forestales, la sobreexplotación de acuíferos, etc., da origen a los distintos paisajes o escenarios típicos de la desertificación en España.
“Se debe creer en la necesidad de recuperar la cubierta vegetal –afirma categórico Carlos Del Álamo-, y no permitir el deterioro de la existente. Esa gestión es una herramienta clave para evitar la desertificación”.
El objetivo de 2014 es concienciar
El 19 de diciembre de 1994, la Asamblea General de Naciones Unidas decidió proclamar el 17 de junio Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía.
Según la ONU, aproximadamente 1.500 millones de personas en todo el mundo viven en tierras que están en proceso de degradación, y casi la mitad de los habitantes más pobres del planeta (un 42%) sobrevive en zonas ya degradadas.
La degradación de las tierras convierte a estos lugares en los más inseguros del mundo. En algunos casos, esta inseguridad puede llegar a desestabilizar regiones enteras.
El objetivo de este año es concienciar acerca del potencial de la adaptación basada en los ecosistemas —es decir, la conservación y mejora de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos para incrementar la resiliencia ecológica y reducir la vulnerabilidad de la población—, como estrategia para hacer frente a los efectos del cambio climático, especialmente en las tierras áridas. Los ecosistemas que gozan de salud son más resistentes a los peligros que presentan las alteraciones del clima.
El 19 de diciembre de 1994, la Asamblea General de Naciones Unidas decidió proclamar el 17 de junio Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía.
Según la ONU, aproximadamente 1.500 millones de personas en todo el mundo viven en tierras que están en proceso de degradación, y casi la mitad de los habitantes más pobres del planeta (un 42%) sobrevive en zonas ya degradadas.
La degradación de las tierras convierte a estos lugares en los más inseguros del mundo. En algunos casos, esta inseguridad puede llegar a desestabilizar regiones enteras.
El objetivo de este año es concienciar acerca del potencial de la adaptación basada en los ecosistemas —es decir, la conservación y mejora de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos para incrementar la resiliencia ecológica y reducir la vulnerabilidad de la población—, como estrategia para hacer frente a los efectos del cambio climático, especialmente en las tierras áridas. Los ecosistemas que gozan de salud son más resistentes a los peligros que presentan las alteraciones del clima.