Dos bisílabos para encerrar el silencio: “Larva” seguido de “Cerca”

Pilar Fraile Amador hace un viaje a la semilla en su último libro, que reúne dos poemarios


La poeta salmantina Pilar Fraile Amador ha publicado recientemente dos poemarios en un solo libro “Larva” seguido de “Cerca”. Ambas son obras dedicadas respectivamente al padre y a la madre, en las que la autora traza un viaje a la semilla, un regreso a lo primordial y a lo matérico. Se establece así una conversación inagotable, en la que la palabra recuerda su condición de tierra. Por Mª Ángeles Pérez López.




Si el arte es la filosofía que refleja un pensamiento, como quería Antoni Tàpies, los dos últimos libros de la poeta salmantina Pilar Fraile Amador“Larva” seguido de “Cerca” (Amargord, 2013) – son poesía matérica y pensamiento informal de gran austeridad.

Ésta, como en el gran artista barcelonés, es cromática: colores fríos y terrosos dominan dos libros que se nutren de la misma placenta, esa mínima porción de materia que va de uno a otro porque ambos son, de algún modo, hermanos siameses.

Y es también verbal, porque en su contención extrema (especialmente en Larva, donde un único verso puede habitar toda la página), la autora logra la tarea más difícil: nombrar a los padres y nombrarse a sí misma sin que el poema pierda la posibilidad de mantenerse en su adentro.

Larva está dedicado al padre y lo acompaña un epígrafe del escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias: “Abren las tumbas con secretas llaves, las semillas”, porque se organiza en tres partes (Cieno, Juventud y Larva) que parecen un viaje a la semilla, un regreso a lo primordial, a lo matérico.

Dirá la poeta: “Con estas manos de/ preciso animal hago/ leña de mi nombre/ y espero la simiente”. Si para quien escribe estas líneas la lectura tuvo lugar en el aterido invierno, ¿cómo no percibir su intensidad? La larva es, en zoología, el animal en estado de desarrollo, cuando ha abandonado las cubiertas del huevo y es capaz de alimentarse a sí mismo, pero aún no ha adquirido la forma y la organización propia de los adultos de su especie.

Así el poema. Para Pilar Fraile Amador, larva es crecimiento y sufrimiento a la vez (“sufro como sufre el que no ve”); es cieno y se aloja en el cieno, pero confirma su promesa de luz, tegumento que chapalea en su oscuridad pero persigue lo blanco.

Como la larva, el poema es también muy breve, elidido y recortado, y habita grandes espacios en blanco en los que respira el silencio. Su funcionamiento es metonímico y apenas hallamos elementos humanos en un libro despiezado como un cuerpo:

No tengo corazón sólo
lengua

húmedo animal que se
abre
y tiembla por lo que
puede nombrar y
apenas desconoce


Quizás la poesía sea el único lenguaje que alberga el silencio como un don. Enmarañados en las redes sociales, sometidos a la dulce dictadura de los 140 caracteres de un tuit, a la frágil precariedad de un me gusta en Facebook, a la inmediatez casi desesperada de un correo electrónico, un sms, un mensaje de WhatsApp, hoy que se han multiplicado los soportes para la comunicación, la poesía sigue siendo un lenguaje refractario, un agujero negro que absorbe masa y ofrece, a cambio, esquirlas de palabras, larva verbal: “Nunca seré más tú que en tu silencio”.

Por su parte, Cerca está dedicado a la madre y se organiza en Marca, Culto, Separación, Contagio, Paso y Cerca. Su textura es más tupida, abre su densidad hacia poemas en prosa que dibujan el campo, el tiempo, los hombres y animales de la bruma de la infancia.

Sobre las palabras parecen depositarse virutas de madera, vellones de lana deshilachados, branquias, ojos desprovistos de luz que alguna vez miraron desde “cuerpos de pieles grisáceas que cuelgan en los ganchos oxidados en la pared de la cocina”.

Restos de órganos, materia informe. Su atmósfera es perturbadora e inquietante, pues se reconocen algunas marcas humanas pero también otras en las que aparece lo precario, lo enfermo, lo ignoto, lo inasible. Su fuerza está en su elusión, en su no darse, su carácter renuente.

Tal vez por ello, la poeta necesitó abrir Cerca con las cinco acepciones más relevantes de esa palabra, para así sitiarla, dominarla, dejarla expuesta ante el lector. Y quedar, claro, cercada por ella. De ahí que el calambur prodigioso del título (doble) juegue con el doble sentido de la palabra cerca: es vallado, tapia o muro que se pone alrededor de algún sitio, heredad o casa para su resguardo o división, pero también el adverbio, que, precedido de la preposición de, pasa a ser una locución adverbial que significa a corta distancia.

Como ha visto muy bien Esther Ramón en el prólogo al libro, la condición dual de cada término (y del propio libro que suma dos) nos permite pensar que dos mitades son un nombre de pila con dos sílabas, pero también un nombre con dos apellidos: la herencia que suman padre y madre en su dualidad complementaria, su aspiración a una unidad que recuerda el mito platónico identitario.

En medio, la fractura de crecer, de adquirir un lenguaje que, para el poeta, ha de ser siempre personal. Así como Tàpies mantuvo un diálogo muy cercano con la palabra (huellas vueltas alfabeto, palabras y signos en el cuadro), en Fraile Amador la palabra recuerda su condición de tierra, de grumo, de materia oscura, tal como dijo Valente en diálogo con el artista catalán. Ambos, ahí, conversaron sobre un muro. “Larva” seguido de “Cerca” se suma, desde su singularidad profunda, a esa conversación inagotable.


Jueves, 11 de Abril 2013
Mª Ángeles Pérez López
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