Dios, ¿hipótesis insostenible ante el darwinismo?

Dawkins y Ruse, dos respuestas antagónicas a esta pregunta


La publicación mensual “Revista de Libros”, en el número 129 (septiembre 2007), comenta varias obras recientes sobre la religión desde un punto de vista ante todo científico. Los dos primeros comentarios están dedicados a “The God Delusion” de Richard Dawkins y a la traducción española de “¿Puede un darwinista ser cristiano? La relación entre ciencia y religión”, de Michael Ruse. Ambos autores muestran enfoques antagónicos y este hecho es ciertamente iluminador. Nos permite ponderar que en una sociedad como la actual –iluminada cada vez más por las epistemologías críticas– es esencial moverse no dogmáticamente dentro de las propias convicciones intelectuales. Por Juan Antonio Roldan.


Juan Antonio Roldán
28/10/2007

Mapa del ADN. Paul A. Thiessen. Templeton Foundation.
Richard Dawkins defiende radicalmente en su libro “The God Delusion”, traducido al español como “El espejismo de Dios” que el cristianismo ha quedado absolutamente refutado por la ciencia, hasta el punto de que con casi total seguridad puede decirse hoy que “Dios no existe”. El eje lógico-científico de la argumentación que le conduce a esta conclusión es el darwinismo.

Darwinismo biológico, en primer lugar, para explicar naturalmente la complejidad de la vida y, en segundo, darwinismo cosmológico al considerar el problema del origen, naturaleza y evolución del universo a partir de la teoría de multiuniversos. No es que sea sorprendente, pero sí chocante para el observador neutral que, al mismo tiempo, se esté difundiendo el libro de otro autor importante y prestigioso, el norteamericano Michael Ruse.

Para éste el cristianismo es completamente compatible con el darwinismo. En otras palabras, el cristianismo puede asumir las doctrinas darwinistas y seguir congruentemente dentro de sus posiciones cristianas. ¿Con qué nos quedamos?.

Evidentemente parece que debemos respetar la posición de ambos autores. En principio, por tanto, cabe respetar que Dawkins considere que la idea de que Dios sea real haya quedado refutada por el darwinismo; es también igualmente respetable la seguridad subjetiva que para él tiene su propio dictamen racional. Otras muchas personas asumen de la misma forma posiciones ateas, aunque la verdad es que ni hacen tanta fuerza en el darwinismo ni muestran la sorprendente seguridad subjetiva que se observa en Dawkins.

Radicalidad de juicio

Sin embargo, lo que sorprende por su radicalidad en Dawkins y es más difícil no juzgar críticamente es tanto su exclusión absoluta y falta de respeto a maneras de pensar alternativas como el haber construido su posición desde supuestos muy cuestionables. No se trata de que Dawkins tenga su opinión, cosa a todas luces inobjetable y respetable como tal, ya que se trata del ejercicio libre de su capacidad valorativa personal.

Se trata además de que la radicalidad de su juicio supone falta de respeto a la libertad valorativa de los demás. La libertad es siempre no sólo respetable, sino admirable; pero hasta que esta libertad interfiere en la libertad de los demás. La afirmación de nuestras opciones libres no debe llevarnos a no respetar las opciones libres de los demás.

El problema es no ver que la complejidad de las cosas exige respetar las tienen opiniones alternativas (aunque quizá no compartibles). Cuando las propias convicciones se absolutizan, hasta el punto de no respetar otras convicciones, se cae en el dogmatismo. Dawkins, en efecto, no respeta que en el problema racional de lo religioso pueda haber otras opiniones. Y esto es ya una situación intelectual de grave repercusiones para la sociedad en su conjunto.

La sociedad crítica e ilustrada, tanteante en el conocimiento de un universo borroso, que tiene hoy en día los valores del respeto y de la tolerancia, comienza entonces a desmoronarse. Si el teísmo y ateísmo dogmático siguen hundidos hoy en el dogmatismo caemos en el siglo XIX y nos alejamos de los grandes valores que configuran la modernidad, de acuerdo con la evolución general de la epistemología moderna. ¿Por qué lo decimos?

Darwinismo y cristianismo

Pues por un tema esencial de la argumentación de Dawkins: el darwinismo. ¿Es el darwinismo absolutamente irreconciliable con el cristianismo? Dawkins piensa que sí. Sin embargo, otro autor de gran categoría, Michael Ruse, escribe un libro para mostrar precisamente que dawinismo y cristianismo son conciliables. Evidentemente la actitud inicial ante las opiniones de Michael Ruse es también de respeto, ya que están escritas desde una pretensión de objetividad científica y no desde la creencia.

Además resulta que hoy en día la mayor parte de los filósofos y teólogos cristianos aceptan el darwinismo sin problema. Incluso el mismo papa Juan Pablo II consideró que el darwinismo constituía hoy una aportación a la ciencia ya imprescindible.

Se debe tener en cuenta que las recientes críticas al darwinismo de parte de los defensores de la posición hoy conocida como inteligent design en América (una forma moderna del creacionismo propio de algunas iglesias fundamentalistas americanas) es algo sectorial en el cristianismo; es decir, reducido a ciertos sectores minoritarios protestantes (a los que se ha sumado quizá algún católico como Behe) en el marco fundamentalista.

En otras palabras: hoy en día la mayor parte de filósofos y teólogos cristianos (no sólo católicos) no tienen problema alguno en conciliar darwinismo y cristianismo. Si recordamos el nombre de Teilhard de Chardin nos basta para entender que hace ya muchos años se comenzó a integrar la evolución en la cosmovisión cristiana.

En todo caso la consideración del libro de Michael Ruse es un ejemplo concreto de que las opiniones de Dawkins tienen de hecho alternativas diametralmente opuestas que merecerían un respeto. Tras leer el libro de Dawkins, ¿debemos concluir que Ruse es “tonto”? La verdad, no parece sensato. Más bien, como antes decíamos, habría que reconocer la enorme dificultad de responder las preguntas últimas sobre la realidad y respetar toda opción interpretativa personal, siempre que ésta respete a las demás (es decir, que no sea dogmática, sino crítica y tolerante).

Argumentos bien construidos

Toda posición humana ante los grandes enigmas intelectuales de la vida, del hombre y del universo, es respetable, bien sea atea o teísta. Creemos que ambas posiciones pueden ser construidas desde argumentos congruentes con el pensamiento contemporáneo. De hecho esto es lo que sucede en la sociedad.

Pero hay posiciones que pueden estar quizá distorsionadas en sus aspectos esenciales. Es decir, desde la altura de la ciencia y de la filosofía de nuestros días, podemos valorar si los argumentos para situarse en el teísmo o en el ateísmo están bien construidos (es decir, responden a las grandes líneas de consenso de la cultura contemporánea). Un teísmo que, por ejemplo, se presentara con argumentos “medievales” podría ser valorado como “anacrónico”. Esta falta de congruencia lógica, filosófica y científica debe poder ser denunciada. Pongamos un ejemplo.

Imaginemos un científico que dice: la “física moderna” es un error porque el “universo gravitatorio de Newton” ha sido refutado por el hecho de un “universo en expansión”. Es lógico que la física moderna responda: si usted habla del “universo gravitatorio de Newton” no está hablando de la “física moderna”; ésta ya no es hoy la “física de Newton” y, además, ha aceptado el “universo en expansión”.

Veamos ahora a Dawkins diciendo: El “cristianismo” es un error porque el “cristianismo medieval” (el único del que Dawkins habla en su libro) ha sido refutado por el “darwinismo”. En esta situación es lógico que el cristianismo (por mucho respeto que tenga a las posiciones ateístas) diga: oiga, si usted habla del “cristianismo medieval” no está hablando del “cristianismo ilustrado actual” y, además, éste acepta hoy sin problema alguno la teoría darwinista.

¿Qué quiere esto decir? Pues que tanto el ateísmo como el teísmo deben construir su argumentación sin errores de enfoque de grueso calibre. Si desde el interior de un universo que sigue siendo últimamente enigmático, tanto ateísmo como teísmo pueden ser construidos racionalmente esto quiere decir para ambos es posible formular argumentos bien construidos. Pero las argumentaciones pintorescas o distorsionadas son posibles y deben denunciarse.

Hay muchas formas de argumentación a favor del teísmo que pueden denunciarse (por ejemplo, el “creacionismo” fundamentalista y el intelligent design). De la misma forma creemos que el ateísmo de Dawkins debe ser denunciado por distorsionado y mal construido. No se trata de negar que el ateísmo pueda ser construido por argumentos congruentes; se trata de denunciar que el ateísmo de Dawkins no sólo no está bien construido lógica, filosófica y científicamente, sino que además responde a una epistemología dogmática, intolerante, radical, agresiva, que no contribuye en absoluto al tipo de sociedad culta, abierta, tolerante, crítica y abierta de nuestros días.

Epígonos de Dawkins

En otro artículo de Tendencias21 ya hemos expuesto nuestra valoración personal del libro de Dawkins. No vamos a repetirla aquí. Pero sí queremos comentar la valoración de Julio Aramberri en la crónica de “Revista de Libros” mencionada (n. 129, septiembre 2007). Esta recensión del libro Dawkins muestra cómo, en efecto, abundan en nuestra sociedad muchos epígonos de Dawkins.

Esto quiere decir que hay personas incapaces de distinguir entre una buena argumentación y una mala. Comulgan, pues, con argumentaciones tan pintorescas y descontextualizadas como la de Dawkins, sin rechistar. Además, y esto es peor, optan por una actitud dogmática de superioridad subjetiva que les sitúa en una actitud arrogante de desprecio, falta de respeto e intolerancia para el mundo de lo religioso.

Esto no es trivial sino socialmente grave: no contribuye ciertamente, como decíamos, al proceso creciente de una sociedad ilustrada, tolerante y crítica, que sea capaz de restañar las heridas y entre por la vía de la solidaridad, respetando siempre la pluralidad de opciones personales de sentido. Pensamos que el “dawkinismo” es una descarga inmadura contra la religión que no contribuye a perfilar los trazos de un ateísmo posible, moderno, construido con seriedad intelectual y con argumentos en congruencia con nuestra cultura.

Una lectura “dawkiniana” de Dawkins

Julio Aramberri comienza confesando su coincidencia con las ideas centrales del libro de Dawkins. Esto es lo que se puede constatar cuando describe y comenta los capítulos principales de la obra. En realidad no hace sino exponer y admirar, añadiendo algunos recursos retóricos, la “precisión” de los argumentos de Dawkins. La verdad es que no hemos advertido extensión alguna o comentario que vaya más allá de la pura relación del contenido estricto de Dawkins.

En la lectura de esta recensión dawkiniana de Aramberri no sólo se advierte la identificación con los “argumentos” científico-filosóficos de Dawkins, sino que además hay una total coincidencia con su estilo agresivo contra lo religioso que se mira desde esa posición de prepotencia y superioridad que en el lenguaje ordinario se denomina “perdona vidas”.

“No parece fácil de entender, nos dice Aramberri, que alguien se admire u ofenda cuando Dawkins pone en solfa a los teólogos que, podría añadirse, como los astrólogos, los lectores de posos del té, los escritores de horóscopos y demás arúspices, en realidad, ´no tienen nada que decir sobre nada´”.

“Ni la teodramática de Urs von Baltasar, ni la aproximación asintótica a Dios de Rahner, ni el irénico Hans Küng (all you need is love) quieren o pueden desembarazarse del misterio, algo que los científicos no sufren de buen grado. ¿Por qué, pues, ha de pasar por mala educación que se recuerde que todos ellos y otros congéneres menos ilustrados se mueven en idénticas fantasmagorías y echan sus raíces en cosas como la trinidad, la transustanciación, el nacimiento virginal de Jesús, los prodigios o milagros que supuestamente llevaba a cabo como la resurrección de Lázaro o la propia, y tantas otras consejas propias de la Iglesia de Roma, pero compartidas muchas de ellas por las demás denominaciones cristianas?”.

Aramberri sólo presenta una disconformidad con Dawkins. No cree que lo religioso vaya a desaparecer tan fácilmente. Aramberri se conforma con que lo religioso se mantenga en el ámbito privado y no tenga pretensiones de inmiscuirse en la privacidad de los demás. Este “mantenerse lo religioso en el ámbito privado”, bien entendido y sin radicalismos, quizá no sea el comportamiento habitual de muchos grupos religiosos. Es obvio coincidir en que, en efecto, lo religioso no se meta en el ámbito de los demás, que es lo mismo que respetar (no sólo tolerar) su libertad.

Pero es lógico que los millones y millones de creyentes de todo tipo –desde gente normal hasta intelectuales, científicos y profesionales de altísima cualificación en todos los órdenes– pidan respeto, no sólo tolerancia. Tener respeto supone estar en una posición epistemológica precisa: no creer de una forma dogmática en la propia posición, sino entenderla como la hipótesis crítica ante un mundo que, aunque a Aramberri no le guste, la ciencia moderna sigue considerando un enigma final cuyo estudio remite a la filosofía. Este respeto no parecen tenerlo Dawkins, ni Aramberri, ni sus epígonos en general. No creemos que esta intolerancia, fundada en el desprecio, sea beneficiosa para el compromiso por construir una sociedad madura, plural y solidaria.

La alternativa de Michael Ruse

“¿Es compatible el conocimiento científico actual sobre la evolución con el pensamiento religioso y, más concretamente, con el cristiano? La elaboración de una respuesta afirmativa constituye el tema central del libro de Michael Ruse”.

“Ruse es un prestigioso filósofo de la biología de origen británico, profesor durante treinta y cinco años en la Universidad de Guelph en Canadá y, desde hace unos años, director del programa de Historia y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Florida”. “Ha sido fundador y editor jefe de la revista Biology&Philosophy y es autor o coautor de más de treinta libros, la mayor parte de los cuales versan sobre temas de evolución”.

Así introducen Laureano Castro y Miguel A. Toro su comentario al libro de Michael Ruse titulado “¿Puede un darwinista ser cristiano? La relación entre ciencia y religión”, publicado en el número ya mencionado de la “Revista de Libros”. Se trata de una recensión objetiva, bien hecha, donde se resume el contenido del libro de Ruse y se valoran acertadamente sus argumentos.

La idea fundamental que Ruse defiende es que el darwinismo no sólo es compatible con el cristianismo, sino que en muchos aspectos puede servirle de apoyo. ¿Por qué es esto así? En su esencia el argumento de Ruse no es exclusivo suyo; ya ha sido y es mantenido por otros muchos filósofos y teólogos cristianos de diversas confesiones.

Castro y Toro describen así este argumento. “Ruse es consciente de que hay muchos evolucionistas que son cristianos y de que hay muchas formas de compatibilizar el cristianismo con la evolución. Parece tener en mente una suerte de teísmo evolucionista en el que puede imaginarse a Dios como el Creador inicial de un universo que desde entonces sigue el camino que le marcan las leyes de la física sin que aparentemente haya más intervención divina”.

Dios, por tanto, si es Creador del universo, lo es del universo que la ciencia nos describe. La ciencia nos describe un universo abierto en que su evolución en el tiempo cuenta con procesos estadísticos, probabilísticos y con mecanismos de naturaleza darwinista, bien en lo puramente físico-cosmológico o en lo biológico.

Dios habría creado y mantiene en la existencia real un universo que, una vez creado, evoluciona en conformidad con leyes y formas procesuales autónomas. No tendría entonces sentido recurrir a Dios para explicar cómo aparece la retina o el sistema inmunológico. Dios habría diseñado un mundo capaz de producir evolutivamente sus propios contenidos. Dios sería el creador del diseño global del universo; no el “Deus ex machina” actuante en las “causas segundas” del proceso natural.

El que Dios haya creado un mundo autónomo es congruente, además, con la idea cristiana de que Dios no ha pretendido imponer su presencia (por ejemplo dando al universo una forma en que la existencia de Dios debiera ser racional e inapelablemente reconocida). El Dios cristiano es un Dios que, desde la cultura moderna, se entiende como el Dios que crea y hace posible la libertad humana. Otros artículos de Tendencias21, además del mencionado comentario al libro de Dawkins, han hecho referencia también a estas ideas.

Otros argumentos de Ruse

Aparte de la idea fundamental que hace posible el darwinismo cristiano, tal como acabamos de exponer, Ruse ofrece argumentos concretos para explicar más en detalle la compatibilidad entre cristianismo y darwinismo. Como observan Castro y Toro estos argumentos parecen cogidos con alfileres y no dejarían satisfechos ni a darwinistas ni a cristianos. Creemos que así es.

En primer lugar se plantea Ruse el problema de si nuestra especie sería resultado de un proceso evolutivo inevitable. Intenta también abordar el problema del alma humana, cómo entenderla en sentido cristiano y cómo hacerla congruente con el proceso evolutivo. Igualmente la necesidad de admitir la autosuficiencia del proceso evolutivo para explicar la aparición de los sistemas complejos (en contra del intelligent design de Behe). Y en el problema del origen del dolor, del pecado, de la condición moral en la especie humana, siguiendo a Edward O. Wilson, trata de mostrar su coherencia con el cristianismo.

La pertinencia de estos intentos de conciliación cristianismo-darwinismo son cuestionables y, a nuestro entender, no siempre acertados. Aquí no podemos abordarlos en detalle. Mencionemos sólo la discusión del problema del alma humana que Ruse trata de orientar desde la visión clásicamente tomista de la antropología cristiana. Hoy en día filósofos y teólogos cristianos abordan este problema sin necesidad de considerar el tomismo como referencia básica. A esta cuestión se han dedicado otros artículos de Tendencias21.

Un antagonismo iluminador

En todo caso, como decíamos, la contraposición de estas dos obras, la de Dawkins y la de Ruse, es iluminadora. Que ante el mismo problema –la relación entre darwinismo y cristianismo– dos autores de importancia tomen posiciones antagónicas debería conducirles a no caer en el dogmatismo. No creemos que Ruse haya caido; pero nos tememos que sí lo haya hecho Dawkins.


Juan Antonio Roldán es miembro de la Cátedra CTR. Artículo elaborado a partir de las obras de Richard Dawkins y Michael Ruse comentadas en “Revista de Libros” (sepiembre 2007).



Juan Antonio Roldán
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