Las poblaciones estudiadas eran menos sedentarias de lo que se pensaba. Imagen: Natartbook.
El estudio del agua que se consume puede convertirse en una potencial fuente de información de inestimable ayuda para los paleontólogos y los arqueólogos. Puede ofrecer datos muy precisos que sirvan para determinar los los hábitos de vida que tenían los pueblos primitivos.
No toda el agua potable es igual. En función de donde se localiza la fuente de agua potable presenta difrentes características, por ejemplo, distintos niveles de los valores de oxígeno 18 (O18). Así, una laguna registrará valores diferentes de O18 que un río. E incluso estos niveles varían a lo largo de su curso (nacimiento, curso inferior o desembocadura).
Se trata del segundo isótopo más abundante del oxígeno y junto al deuterio se utiliza habitualmente como trazador en diferentes estudios hidrológicos, los más habituales para determinar la procedencia de aguas meteóricas. De hecho el estudio de los isótopos que componen el aire de la atmósfera, es un mecanismo habitual en los estudios climatológicos y sirve para comprender los cambios que se han producido en el clima mundial a lo largo de diferentes épocas.
Isótopo abundante
El O18 se deposita en los esqueletos de los seres humanos. A través de este hecho diferencial, los investigadores pueden trazar un mapa de las diferentes regiones de agua de una zona geográfica concreta en función de su composición y al compararla con los restos presentes en los osarios prehistóricos descubierto se pueden seguir los rastros de los movimientos, las distancias que recorrían o hacia dónde se trasladaban estas poblaciones.
La presente investigación fue impulsada por el Consejo Nacional argentino de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y la Universidad de Utah. Llevado a cabo por científicos argentinos y estadounidenses, el estudio se ha propuesto avanzar en el conocimiento antropológica estos antiguos moradores de la región de Cuyo, según un despacho de la agencia de prensa Télam.
El arqeólogo local Adolfo Gil afirma que este método de investigación “nos da la certeza del lugar donde tomaban agua y así saber en qué lugar vivieron y se criaron los individuos hace mil, dos mil y hasta diez mil años".
Hasta aplicar este nuevo método de análisis químico, los antropólogos debían comparar los elementos hallados en sitios arqueológicos de regiones distantes para poder conocer los antiguos mapas de ruta y saber a ciencia cierta si las poblaciones se movían o no de un lugar hacia otro.
No toda el agua potable es igual. En función de donde se localiza la fuente de agua potable presenta difrentes características, por ejemplo, distintos niveles de los valores de oxígeno 18 (O18). Así, una laguna registrará valores diferentes de O18 que un río. E incluso estos niveles varían a lo largo de su curso (nacimiento, curso inferior o desembocadura).
Se trata del segundo isótopo más abundante del oxígeno y junto al deuterio se utiliza habitualmente como trazador en diferentes estudios hidrológicos, los más habituales para determinar la procedencia de aguas meteóricas. De hecho el estudio de los isótopos que componen el aire de la atmósfera, es un mecanismo habitual en los estudios climatológicos y sirve para comprender los cambios que se han producido en el clima mundial a lo largo de diferentes épocas.
Isótopo abundante
El O18 se deposita en los esqueletos de los seres humanos. A través de este hecho diferencial, los investigadores pueden trazar un mapa de las diferentes regiones de agua de una zona geográfica concreta en función de su composición y al compararla con los restos presentes en los osarios prehistóricos descubierto se pueden seguir los rastros de los movimientos, las distancias que recorrían o hacia dónde se trasladaban estas poblaciones.
La presente investigación fue impulsada por el Consejo Nacional argentino de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y la Universidad de Utah. Llevado a cabo por científicos argentinos y estadounidenses, el estudio se ha propuesto avanzar en el conocimiento antropológica estos antiguos moradores de la región de Cuyo, según un despacho de la agencia de prensa Télam.
El arqeólogo local Adolfo Gil afirma que este método de investigación “nos da la certeza del lugar donde tomaban agua y así saber en qué lugar vivieron y se criaron los individuos hace mil, dos mil y hasta diez mil años".
Hasta aplicar este nuevo método de análisis químico, los antropólogos debían comparar los elementos hallados en sitios arqueológicos de regiones distantes para poder conocer los antiguos mapas de ruta y saber a ciencia cierta si las poblaciones se movían o no de un lugar hacia otro.
Mapa de fuentes de agua potable
Aunque ahora se empiezan a procesar los resultados de los análisis óseos, el trabajo comenzó hace dos años (2011) cuando los investigadores comenzaron a mapear las características hídricas de las distintas fuentes de agua que existen al sur de Mendoza, localidad situada a unos mil kilómetros al noroeste de Buenos Aires.
Las primeras conclusiones resultan bastante sorprendentes. Según los arqueólogos, las poblaciones precolombinas de estas zonas -especialmente poco antes de la colonización española- no estaban configuradas por grupos de agricultores sedentarios, tal y como se pensaba hasta ahora, sino que formaban poblaciones con una gran movilidad.
"Es probable que grupos como los Huarpes -subraya Gil- no hayan sido tan sedentarios como los imaginábamos hace algún tiempo, sino que por el contrario, al menos durante una parte del año, podrían haberse movido hacia el piedemonte o la cordillera de Los Andes en busca de otros recursos más allá de los cultivables".
Del mismo modo, las poblaciones asentadas en la reserva natural de La Payunia, en el departamento de Malargüe, "parecen no haber consumido agua de regiones vecinas como la cordillera de Los Andes, lo que indicaría que sus rangos de movilidad estaban circunscriptos a esa región volcánica", afirmó.
Aunque ahora se empiezan a procesar los resultados de los análisis óseos, el trabajo comenzó hace dos años (2011) cuando los investigadores comenzaron a mapear las características hídricas de las distintas fuentes de agua que existen al sur de Mendoza, localidad situada a unos mil kilómetros al noroeste de Buenos Aires.
Las primeras conclusiones resultan bastante sorprendentes. Según los arqueólogos, las poblaciones precolombinas de estas zonas -especialmente poco antes de la colonización española- no estaban configuradas por grupos de agricultores sedentarios, tal y como se pensaba hasta ahora, sino que formaban poblaciones con una gran movilidad.
"Es probable que grupos como los Huarpes -subraya Gil- no hayan sido tan sedentarios como los imaginábamos hace algún tiempo, sino que por el contrario, al menos durante una parte del año, podrían haberse movido hacia el piedemonte o la cordillera de Los Andes en busca de otros recursos más allá de los cultivables".
Del mismo modo, las poblaciones asentadas en la reserva natural de La Payunia, en el departamento de Malargüe, "parecen no haber consumido agua de regiones vecinas como la cordillera de Los Andes, lo que indicaría que sus rangos de movilidad estaban circunscriptos a esa región volcánica", afirmó.