Londons National History Museum exhibit on Darwin
Desde la aparición en 1874 del libro de John William Draper Historia de los conflictos entre la religión y la ciencia, libro que tuvo una amplia repercusión en los ambientes culturales de América, Europa y de España, la referencia a una difícil inteligencia entre la ciencia y la religión, suele ser un tópico común, que por muy manido que esté, aún tiene vigencia siempre que se intenta un diálogo entre la ciencia y la fe.
Por una parte, la ley comtiana de los tres estadios: el mágico-religioso, el filosófico y el científico, tan vivamente aceptada por el positivismo del siglo XIX e incluso por posturas resistentes de nuestra cultura actual, y por otra parte el enclaustramiento, a veces, de algunos representantes del pensamiento eclesiástico han parecido confirmar más el aspecto conflictivo que el de apertura a un diálogo fructuoso y fecundo. Han pasado años y el proceso de decantación, que el tiempo siempre propicia, nos permite hoy el diálogo abierto, que el mismo Concilio Vaticano II fomentó. La postura del Papa Juan Pablo II queriendo saldar para siempre el conflicto de Galileo es exponente de esa "nueva visión" que desde el ámbito de la Iglesia institucional se desea positivamente tener.
Charles Darwin es una de esas figuras a las que hay que referirse obligadamente cuando hablamos del supuesto conflicto ciencia-fe. Si bien es verdad que Darwin por no pertenecer a la Iglesia católica no tuvo conflictos institucionales con ella, pero como hijo de la Iglesia de Inglaterra padeció, en parte, el rechazo de ésta. Charles Darwin sufrió la tensión y la crisis en su propia carne desde muy joven hasta el final de sus días, como podemos ver por sus propios escritos, sin poder llegar, aunque lo pretendió, a un pacífico diálogo interior. Debemos tener en cuenta también que la figura de Darwin y lo que enseguida vino a llamarse el "darwinismo" se enarbolaron como banderín de enganche del ateísmo científico del siglo XIX.
Pero, ¿fue realmente Darwin un "darwinista"? ¿Participó activamente en su vida del movimiento "darwinista? Uno de los componentes del darwinismo que llega hasta nuestros días es "la noción de que los fenómenos naturales pueden explicarse como consecuencias de leyes inmanentes sin necesidad de postular agentes sobrenaturales".
Efectivamente, Darwin y sus escritos fueron presa enseguida de las ideologías de uno y otro signo: ataques de la Iglesia anglicana, incomprensión de su obra, salvo algunas excepciones, dentro del marco cultural del catolicismo del siglo XIX, levantado como signo de confirmación del materialismo por Engels, reivindicado últimamente por el más feroz liberalismo capitalista y, recientemente, en la controversia de la "sociobiología". El llamado ateísmo científico quiso encontrar en los escritos darwinianos la confirmación a su exclusión de Dios. Así la Revista Social en 1882 exclamando no sin cierto triunfalismo: "sus ideas han dado un vuelco al movimiento ateo".
¿Pero, cuáles fueron los sentimientos religiosos más profundos de Charles Darwin? ¿Qué papel jugó él en la controversia en torno a su obra, pretendida por él mismo como obra puramente científica? ¿Quiso Darwin realmente fundar una especie de movimien¬to cultural y filosófico? ¿Tenía Darwin una sólida formación religiosa y filosófica que le permitiera entrar en discusión con la Filosofía y la Teología de su época?
La autobiografía de Darwin
He querido acercarme a los escritos de Darwin fundamentalmente a su Autobiografía y a su correspondencia, escritos en los que directamente aborda Darwin de manera clara y manifiesta sus problemas religiosos. Algo que me ha impresionado ha sido la honestidad con que Darwin plantea las problemas más hondos del corazón humano y la sencillez y sinceridad con que intenta responderse a sí mismo, aunque no encontrara la respuesta. No era su temperamento dado a las controversias ideológicas, y este talante se rezuma en toda su obra.
La génesis de la Autobiografía debemos tenerla presente desde el comienzo para poder comprender el alcance de sus palabras: cómo y a quién van dirigidas, y sobre todo el tono humano que late en ellas. "He intentado componer el relato de mí mismo que viene a continuación como si hubiera muerto y estuviera mirando mi vida desde otro mundo" (CHARLES DARWIN, Autobiografía, Selección de Francis Darwin, Tomo I, Alianza Editorial, Madrid, 1977, p. 41). Los recuerdos fueron escritos al dictado por sus hijos sin intención alguna de que se publicaran jamás.
Fueron escritos estos relatos autobiográficos como un recuerdo de familia. El mismo título que él le puso nos habla de su intimidad: Recollections of the Development of my Mind and Character (Memorias del desarrollo de mi pensamiento y carácter) [Ibidem, p. 40]. Las páginas fueron escritas durante una hora cada tarde. Después de la muerte de Darwin, su hijo Francis Darwin publicó una versión abreviada en 1892 de la primera edición de 1887, que tiene el título de Life and Letters.
La edición de 1892 es la que vulgarmente se conoce como la [Autobiografía]i [Prefacio]. Es interesante observar que esta edición fue censurada por la familia, que no quiso publicar por cierto pudor algunas cosas. En una nota introductoria el mismo Francis Darwin escribe: "Se comprenderá fácilmente que en una narración de carácter personal e íntimo, escrita para su esposa e hijos, se presenten pasajes que deben omitirse aquí; no he considerado necesario indicar dónde se han hecho tales omisiones" [p. 40].
Hubieron de pasar muchos años para que un nieta de Darwin, Nora Barlow, publicara íntegro el manuscrito original, incluso con las notas al margen, autógrafas, de la de la mano de la esposa de Darwin. Una parte importante de la Autobiografía la dedica Darwin a sus problemas religiosos, en este trabajo he manejado la edición castellana de la primera Autobiografía (la censurada), publicada por Alinza Editorial y la edición inglesa de la autobiografía completa, la no censurada. En lo que se refiere al pensamiento religioso de Darwin, a sus dudas y angustias internas, su esposa censuró bastantes puntos que hemos intentado recoger para sumergirnos, lo más profundamente posible, en el interior de Charles Darwin e intentar contemplar su crisis religiosa.
Prefirió llamarse agnóstico a llamarse ateo
Ha transcurrido un siglo largo después de la muerte de Darwin y aún todavía su crisis religiosa es materia de controversia; algunos han querido ver en Darwin uno de los creadores del naturalismo y ateísmo científico. Es necesario bucear en la Autobiografía, en la edición no censurada por la familia, y en la colección de cartas de Darwin para sacar algunas conclusiones sobre su pensamiento en materia religiosa.
La esposa de Darwin censuró aquellos párrafos de la Autobiografía que de alguna manera podían herir la sensibilidad religiosa de la burguesía inglesa de finales del siglo XIX. Francis Darwin afirmó que "en todas sus obras, mi padre se mostró reticente en materia de religión, y lo que ha dejado sobre el tema no lo escribió con vistas a la publicación" [Autobiografía, p. 107]. A pesar de esa reticencia Darwin habló algunas veces sobre materia religiosa, y ciertamente la preocupación por el problema religioso aparece a lo largo de su vida.
En una carta a su amigo el Doctor Abbott, (6 de Septiembre de 1871), unos diez años antes de morir Darwin le decía que su mala salud le había impedido "sentirse con fuerzas para reflexionar intensamente sobre el tema más profundo que puede ocupar a una mente humana" [p. 107]. Su hijo insiste en la sensibilidad de su padre y su instinto en no querer herir a nadie en materia religiosa. Darwin siempre afirmó el contenido científico de su obra, a la que no consideró una obra ni siquiera de filosofía natural, mucho menos pensó en las implicaciones teológicas de la misma. "Hasta cierto punto no me siento inclinado a pronunciarme públicamente sobre temas religiosos, pues no creo haberlos meditado con suficiente profundidad que justifique la divulgación de mis ideas" [p. 109].
En una carta posterior de 16 de Noviembre de 1871, ante la presión del Doctor Abbott de que escribiera algo para el Index Darwin repite las mismas ideas. "En ningún momento soy un pensador o escritor rápido: cuanto haya hecho en ciencia se ha debido exclusivamente a largas reflexiones, paciencia y laboriosidad. Por lo demás, nunca he meditado mucho de una forma sistemática sobre la religión en relación con la ciencia, ni sobre moral en relación con la sociedad” [p. 109].
A pesar de la resistencia de Darwin en no hacer confesiones de su religiosidad o de sus sentimientos religiosos, es verdad que en la Autobiografía y epistolario aparece frecuentemente la confesión de su intimi¬dad religiosa, problema del que nunca se separó. Darwin se nos describe a sí mismo como un "agnóstico" (agnostic), nunca como un ateo. "No puedo pretender aclarar en lo más mínimo estos abstrusos problemas. El misterio del principio de todas las cosas es insoluble para nosotros, y yo, al menos, debo contentarme con seguir siendo un agnóstico" [p. 116]. Y solamente tres años antes de su muerte, en una carta escrita en 1879 a Mr. J. Fordyle y publicada por éste en 1883 en sus Aspects of scepticism, nos vuelve a repetir Darwin su actitud espiritual: "en mis fluctuacio¬nes más extremas, jamás he sido ateo en el sentido de negar la existencia de un Dios.
Creo que en términos generales (y cada vez más, a medida que me voy haciendo más viejo), aunque no siempre, agnóstico sería la descripción más correcta de mi actitud espiritual" [107]. Y frente a la pretensión del Dr. Aveling que en su libro The religious Views of Charles Darwin trataba de demostrar el ateísmo de Darwin, puesto que, para Aveling, agnóstico y ateo eran términos equivalentes, Francis Darwin expresamente reivindica para su padre el calificativo de agnóstico, para quitar toda connotación de agresividad que, en opinión del hijo de Darwin, tenía la palabra ateo [p. 252]. Dado el carácter de Darwin, tal como se manifiesta en su Autobiografía cualquier connotación de agresividad o militancia no encaja con su temperamento solitario, taciturno y retraído en su refugio de Down.
Dudas y perplejidades sin esperanza
¿Cuáles fueron esas fluctuaciones y dudas en materia religiosa a las que tan a menudo se refiere Darwin? Hay una anécdota muy curiosa en la vida de Darwin que él mismo nos cuenta y que ha sido publicada en la Autobiografía censurada. Su padre fue ciertamente incrédulo, según refiere el mismo Darwin, pero antes de casarse su padre le aconsejó que nunca le mostrara a su mujer las dudas religiosas para salvar la paz matrimonial [Autobiography, p. 95], porque muchas mujeres sufren terriblemente dudando de la salvación de sus maridos. De manera sistemática he agrupado estas dudas y fluctuaciones del espíritu de Charles Darwin utilizando la Autobiografía completa que editara la nieta de Darwin Nora Barlow.
1.- En primer lugar encontramos en las palabras de Darwin un escándalo provocado por la interpretación literal de los textos bíblicos del Antiguo Testamento."Por este tiempo, -(son los tiempo de juventud, del viaje a bordo del Beagle)-, gradualmente llegué a considerar que el Antiguo Testamento por su manifiestamente falsa historia del mundo, con la torre de Babel, el arco iris, como una señal, etc. y por atribuir a Dios los sentimientos de un tirano vengativo, no era más verdadero que los libros sagrados de los Hindúes o las creencias de cualquier bárbaro" [Autobiography, p. 85].
2.- En segundo lugar se manifiesta la desconfianza en los textos evangélicos de las narraciones de los milagros que parecen contradecir las leyes naturales y sobre todo lo que hoy llamaríamos la crítica textual. Probablemente Darwin se contaminó de la crítica liberal de su época. Para él era imposible que pueda probarse que los Evangelios, con sus múltiples diferencias en detalles importantes, detalles demasiado importan¬tes al parecer para él, hayan sido escritos por testigos oculares de los acontecimientos [Autobiography, p. 86]. Sin embargo, no aparecen en los escritos de Darwin huellas de lecturas que le influenciaran para dudar de la veracidad de los Evangelios. Lo cierto es que estas dudas llegaron a calar en él, y según él mismo nos cuenta: "llegué poco a poco a no creer en el cristia¬nismo como revelación divina" [Autobiografía, p. 111]. Darwin matiza, con fina psicología, cómo la increencia (disbelief) se fue apoderando de él a paso lento, pero fue finalmente completa. "El proceso fue tan lento que no sentí ningún dolor" [p. 112]. Hemos de señalar aquí, que el objeto de esta increencia en este momento de la vida de Darwin no es en la existencia de Dios, sino en el cristianismo como religión revelada. Más adelante tendremos ocasión de ver su opinión sobre el cristianismo.
3.-Otro de los grandes escándalos de Darwin fue el castigo eterno que se desprende de una lectura primaria (plain language) de los textos, para aquellos que no creen, entre los que Darwin colocaba a su padre, sus hermanos y muchos de sus amigos. Una doctrina tal merece para Darwin un fuerte calificativo "detestable" (damnable). El párrafo en que se hace esta afirmación fue censurado de su puño y letra de las ediciones primeras de la Autobiografía por la esposa de Darwin. ("No me gustaría que este párrafo fuera publicado. Me parece demasiado crudo", escribe su esposa) [Autobiography, p. 87].
4.- El cuarto escándalo que sufrió Darwin es el problema del sufrimiento y del mal en el mundo. Su propias palabras revelan una gran sensibilidad por otra parte. "Nadie discute que haya mucho sufrimiento en el mundo. Algunos han tratado de explicarlo con relación al hombre, imaginando que ello sirve para su perfecciona¬miento moral. Pero la cantidad de seres humanos que hay en el mundo no es nada en comparación con los demás seres sensibles, y estos sufren a menudo muchísimo, y sin ningún perfeccionamiento moral" [p. 114]. Más adelante hablaremos sobre los sentimientos de moralidad de Darwin. Es interesante en este momento leer otro de los párrafos censurados. "Un ser tan poderoso y tan lleno de conocimiento, es para nuestras mentes finitas omnipotente y omnisciente, y esto revoluciona nuestra comprensión al suponer que su benevolencia no es ilimitada, puesto, ¿qué ventaja puede haber en el sufrimiento de millones de animales inferiores a través de un tiempo casi sin fin?" [Autobiography, p. 90] Para Darwin este era un sólido argumento contra la existen¬cia de una primera causa inteligente. Por otra parte, el sufrimiento de los animales inferiores era para él una prueba de que todos los seres orgánicos se han desarrollado a través de variación y de la selección natural.
5.-El tema de la predeterminación también inquietó a Charles Darwin. En una carta al Doctor Gray en Julio de 1860 le dice: "Unas líneas más sobre leyes deliberadamente constituidas y resultados no previstos. Veo un pájaro que quiero comer, cojo mi escopeta y lo mato; lo hago de manera preconcebida. Un hombre inocente y bueno se encuentra bajo un árbol y lo mata un rayo. ¿Cree usted (y de verdad me gustaría saberlo) que Dios mató a ese hombre de manera preconce¬bida? Muchas o la mayoría de las personas así lo creen; yo no puedo, y no lo creo" [Autobiografía, p. 117].
Por una parte, la ley comtiana de los tres estadios: el mágico-religioso, el filosófico y el científico, tan vivamente aceptada por el positivismo del siglo XIX e incluso por posturas resistentes de nuestra cultura actual, y por otra parte el enclaustramiento, a veces, de algunos representantes del pensamiento eclesiástico han parecido confirmar más el aspecto conflictivo que el de apertura a un diálogo fructuoso y fecundo. Han pasado años y el proceso de decantación, que el tiempo siempre propicia, nos permite hoy el diálogo abierto, que el mismo Concilio Vaticano II fomentó. La postura del Papa Juan Pablo II queriendo saldar para siempre el conflicto de Galileo es exponente de esa "nueva visión" que desde el ámbito de la Iglesia institucional se desea positivamente tener.
Charles Darwin es una de esas figuras a las que hay que referirse obligadamente cuando hablamos del supuesto conflicto ciencia-fe. Si bien es verdad que Darwin por no pertenecer a la Iglesia católica no tuvo conflictos institucionales con ella, pero como hijo de la Iglesia de Inglaterra padeció, en parte, el rechazo de ésta. Charles Darwin sufrió la tensión y la crisis en su propia carne desde muy joven hasta el final de sus días, como podemos ver por sus propios escritos, sin poder llegar, aunque lo pretendió, a un pacífico diálogo interior. Debemos tener en cuenta también que la figura de Darwin y lo que enseguida vino a llamarse el "darwinismo" se enarbolaron como banderín de enganche del ateísmo científico del siglo XIX.
Pero, ¿fue realmente Darwin un "darwinista"? ¿Participó activamente en su vida del movimiento "darwinista? Uno de los componentes del darwinismo que llega hasta nuestros días es "la noción de que los fenómenos naturales pueden explicarse como consecuencias de leyes inmanentes sin necesidad de postular agentes sobrenaturales".
Efectivamente, Darwin y sus escritos fueron presa enseguida de las ideologías de uno y otro signo: ataques de la Iglesia anglicana, incomprensión de su obra, salvo algunas excepciones, dentro del marco cultural del catolicismo del siglo XIX, levantado como signo de confirmación del materialismo por Engels, reivindicado últimamente por el más feroz liberalismo capitalista y, recientemente, en la controversia de la "sociobiología". El llamado ateísmo científico quiso encontrar en los escritos darwinianos la confirmación a su exclusión de Dios. Así la Revista Social en 1882 exclamando no sin cierto triunfalismo: "sus ideas han dado un vuelco al movimiento ateo".
¿Pero, cuáles fueron los sentimientos religiosos más profundos de Charles Darwin? ¿Qué papel jugó él en la controversia en torno a su obra, pretendida por él mismo como obra puramente científica? ¿Quiso Darwin realmente fundar una especie de movimien¬to cultural y filosófico? ¿Tenía Darwin una sólida formación religiosa y filosófica que le permitiera entrar en discusión con la Filosofía y la Teología de su época?
La autobiografía de Darwin
He querido acercarme a los escritos de Darwin fundamentalmente a su Autobiografía y a su correspondencia, escritos en los que directamente aborda Darwin de manera clara y manifiesta sus problemas religiosos. Algo que me ha impresionado ha sido la honestidad con que Darwin plantea las problemas más hondos del corazón humano y la sencillez y sinceridad con que intenta responderse a sí mismo, aunque no encontrara la respuesta. No era su temperamento dado a las controversias ideológicas, y este talante se rezuma en toda su obra.
La génesis de la Autobiografía debemos tenerla presente desde el comienzo para poder comprender el alcance de sus palabras: cómo y a quién van dirigidas, y sobre todo el tono humano que late en ellas. "He intentado componer el relato de mí mismo que viene a continuación como si hubiera muerto y estuviera mirando mi vida desde otro mundo" (CHARLES DARWIN, Autobiografía, Selección de Francis Darwin, Tomo I, Alianza Editorial, Madrid, 1977, p. 41). Los recuerdos fueron escritos al dictado por sus hijos sin intención alguna de que se publicaran jamás.
Fueron escritos estos relatos autobiográficos como un recuerdo de familia. El mismo título que él le puso nos habla de su intimidad: Recollections of the Development of my Mind and Character (Memorias del desarrollo de mi pensamiento y carácter) [Ibidem, p. 40]. Las páginas fueron escritas durante una hora cada tarde. Después de la muerte de Darwin, su hijo Francis Darwin publicó una versión abreviada en 1892 de la primera edición de 1887, que tiene el título de Life and Letters.
La edición de 1892 es la que vulgarmente se conoce como la [Autobiografía]i [Prefacio]. Es interesante observar que esta edición fue censurada por la familia, que no quiso publicar por cierto pudor algunas cosas. En una nota introductoria el mismo Francis Darwin escribe: "Se comprenderá fácilmente que en una narración de carácter personal e íntimo, escrita para su esposa e hijos, se presenten pasajes que deben omitirse aquí; no he considerado necesario indicar dónde se han hecho tales omisiones" [p. 40].
Hubieron de pasar muchos años para que un nieta de Darwin, Nora Barlow, publicara íntegro el manuscrito original, incluso con las notas al margen, autógrafas, de la de la mano de la esposa de Darwin. Una parte importante de la Autobiografía la dedica Darwin a sus problemas religiosos, en este trabajo he manejado la edición castellana de la primera Autobiografía (la censurada), publicada por Alinza Editorial y la edición inglesa de la autobiografía completa, la no censurada. En lo que se refiere al pensamiento religioso de Darwin, a sus dudas y angustias internas, su esposa censuró bastantes puntos que hemos intentado recoger para sumergirnos, lo más profundamente posible, en el interior de Charles Darwin e intentar contemplar su crisis religiosa.
Prefirió llamarse agnóstico a llamarse ateo
Ha transcurrido un siglo largo después de la muerte de Darwin y aún todavía su crisis religiosa es materia de controversia; algunos han querido ver en Darwin uno de los creadores del naturalismo y ateísmo científico. Es necesario bucear en la Autobiografía, en la edición no censurada por la familia, y en la colección de cartas de Darwin para sacar algunas conclusiones sobre su pensamiento en materia religiosa.
La esposa de Darwin censuró aquellos párrafos de la Autobiografía que de alguna manera podían herir la sensibilidad religiosa de la burguesía inglesa de finales del siglo XIX. Francis Darwin afirmó que "en todas sus obras, mi padre se mostró reticente en materia de religión, y lo que ha dejado sobre el tema no lo escribió con vistas a la publicación" [Autobiografía, p. 107]. A pesar de esa reticencia Darwin habló algunas veces sobre materia religiosa, y ciertamente la preocupación por el problema religioso aparece a lo largo de su vida.
En una carta a su amigo el Doctor Abbott, (6 de Septiembre de 1871), unos diez años antes de morir Darwin le decía que su mala salud le había impedido "sentirse con fuerzas para reflexionar intensamente sobre el tema más profundo que puede ocupar a una mente humana" [p. 107]. Su hijo insiste en la sensibilidad de su padre y su instinto en no querer herir a nadie en materia religiosa. Darwin siempre afirmó el contenido científico de su obra, a la que no consideró una obra ni siquiera de filosofía natural, mucho menos pensó en las implicaciones teológicas de la misma. "Hasta cierto punto no me siento inclinado a pronunciarme públicamente sobre temas religiosos, pues no creo haberlos meditado con suficiente profundidad que justifique la divulgación de mis ideas" [p. 109].
En una carta posterior de 16 de Noviembre de 1871, ante la presión del Doctor Abbott de que escribiera algo para el Index Darwin repite las mismas ideas. "En ningún momento soy un pensador o escritor rápido: cuanto haya hecho en ciencia se ha debido exclusivamente a largas reflexiones, paciencia y laboriosidad. Por lo demás, nunca he meditado mucho de una forma sistemática sobre la religión en relación con la ciencia, ni sobre moral en relación con la sociedad” [p. 109].
A pesar de la resistencia de Darwin en no hacer confesiones de su religiosidad o de sus sentimientos religiosos, es verdad que en la Autobiografía y epistolario aparece frecuentemente la confesión de su intimi¬dad religiosa, problema del que nunca se separó. Darwin se nos describe a sí mismo como un "agnóstico" (agnostic), nunca como un ateo. "No puedo pretender aclarar en lo más mínimo estos abstrusos problemas. El misterio del principio de todas las cosas es insoluble para nosotros, y yo, al menos, debo contentarme con seguir siendo un agnóstico" [p. 116]. Y solamente tres años antes de su muerte, en una carta escrita en 1879 a Mr. J. Fordyle y publicada por éste en 1883 en sus Aspects of scepticism, nos vuelve a repetir Darwin su actitud espiritual: "en mis fluctuacio¬nes más extremas, jamás he sido ateo en el sentido de negar la existencia de un Dios.
Creo que en términos generales (y cada vez más, a medida que me voy haciendo más viejo), aunque no siempre, agnóstico sería la descripción más correcta de mi actitud espiritual" [107]. Y frente a la pretensión del Dr. Aveling que en su libro The religious Views of Charles Darwin trataba de demostrar el ateísmo de Darwin, puesto que, para Aveling, agnóstico y ateo eran términos equivalentes, Francis Darwin expresamente reivindica para su padre el calificativo de agnóstico, para quitar toda connotación de agresividad que, en opinión del hijo de Darwin, tenía la palabra ateo [p. 252]. Dado el carácter de Darwin, tal como se manifiesta en su Autobiografía cualquier connotación de agresividad o militancia no encaja con su temperamento solitario, taciturno y retraído en su refugio de Down.
Dudas y perplejidades sin esperanza
¿Cuáles fueron esas fluctuaciones y dudas en materia religiosa a las que tan a menudo se refiere Darwin? Hay una anécdota muy curiosa en la vida de Darwin que él mismo nos cuenta y que ha sido publicada en la Autobiografía censurada. Su padre fue ciertamente incrédulo, según refiere el mismo Darwin, pero antes de casarse su padre le aconsejó que nunca le mostrara a su mujer las dudas religiosas para salvar la paz matrimonial [Autobiography, p. 95], porque muchas mujeres sufren terriblemente dudando de la salvación de sus maridos. De manera sistemática he agrupado estas dudas y fluctuaciones del espíritu de Charles Darwin utilizando la Autobiografía completa que editara la nieta de Darwin Nora Barlow.
1.- En primer lugar encontramos en las palabras de Darwin un escándalo provocado por la interpretación literal de los textos bíblicos del Antiguo Testamento."Por este tiempo, -(son los tiempo de juventud, del viaje a bordo del Beagle)-, gradualmente llegué a considerar que el Antiguo Testamento por su manifiestamente falsa historia del mundo, con la torre de Babel, el arco iris, como una señal, etc. y por atribuir a Dios los sentimientos de un tirano vengativo, no era más verdadero que los libros sagrados de los Hindúes o las creencias de cualquier bárbaro" [Autobiography, p. 85].
2.- En segundo lugar se manifiesta la desconfianza en los textos evangélicos de las narraciones de los milagros que parecen contradecir las leyes naturales y sobre todo lo que hoy llamaríamos la crítica textual. Probablemente Darwin se contaminó de la crítica liberal de su época. Para él era imposible que pueda probarse que los Evangelios, con sus múltiples diferencias en detalles importantes, detalles demasiado importan¬tes al parecer para él, hayan sido escritos por testigos oculares de los acontecimientos [Autobiography, p. 86]. Sin embargo, no aparecen en los escritos de Darwin huellas de lecturas que le influenciaran para dudar de la veracidad de los Evangelios. Lo cierto es que estas dudas llegaron a calar en él, y según él mismo nos cuenta: "llegué poco a poco a no creer en el cristia¬nismo como revelación divina" [Autobiografía, p. 111]. Darwin matiza, con fina psicología, cómo la increencia (disbelief) se fue apoderando de él a paso lento, pero fue finalmente completa. "El proceso fue tan lento que no sentí ningún dolor" [p. 112]. Hemos de señalar aquí, que el objeto de esta increencia en este momento de la vida de Darwin no es en la existencia de Dios, sino en el cristianismo como religión revelada. Más adelante tendremos ocasión de ver su opinión sobre el cristianismo.
3.-Otro de los grandes escándalos de Darwin fue el castigo eterno que se desprende de una lectura primaria (plain language) de los textos, para aquellos que no creen, entre los que Darwin colocaba a su padre, sus hermanos y muchos de sus amigos. Una doctrina tal merece para Darwin un fuerte calificativo "detestable" (damnable). El párrafo en que se hace esta afirmación fue censurado de su puño y letra de las ediciones primeras de la Autobiografía por la esposa de Darwin. ("No me gustaría que este párrafo fuera publicado. Me parece demasiado crudo", escribe su esposa) [Autobiography, p. 87].
4.- El cuarto escándalo que sufrió Darwin es el problema del sufrimiento y del mal en el mundo. Su propias palabras revelan una gran sensibilidad por otra parte. "Nadie discute que haya mucho sufrimiento en el mundo. Algunos han tratado de explicarlo con relación al hombre, imaginando que ello sirve para su perfecciona¬miento moral. Pero la cantidad de seres humanos que hay en el mundo no es nada en comparación con los demás seres sensibles, y estos sufren a menudo muchísimo, y sin ningún perfeccionamiento moral" [p. 114]. Más adelante hablaremos sobre los sentimientos de moralidad de Darwin. Es interesante en este momento leer otro de los párrafos censurados. "Un ser tan poderoso y tan lleno de conocimiento, es para nuestras mentes finitas omnipotente y omnisciente, y esto revoluciona nuestra comprensión al suponer que su benevolencia no es ilimitada, puesto, ¿qué ventaja puede haber en el sufrimiento de millones de animales inferiores a través de un tiempo casi sin fin?" [Autobiography, p. 90] Para Darwin este era un sólido argumento contra la existen¬cia de una primera causa inteligente. Por otra parte, el sufrimiento de los animales inferiores era para él una prueba de que todos los seres orgánicos se han desarrollado a través de variación y de la selección natural.
5.-El tema de la predeterminación también inquietó a Charles Darwin. En una carta al Doctor Gray en Julio de 1860 le dice: "Unas líneas más sobre leyes deliberadamente constituidas y resultados no previstos. Veo un pájaro que quiero comer, cojo mi escopeta y lo mato; lo hago de manera preconcebida. Un hombre inocente y bueno se encuentra bajo un árbol y lo mata un rayo. ¿Cree usted (y de verdad me gustaría saberlo) que Dios mató a ese hombre de manera preconce¬bida? Muchas o la mayoría de las personas así lo creen; yo no puedo, y no lo creo" [Autobiografía, p. 117].
Sellos postales conmemorativos del centenario de Darwin. UK.
No contradicción
Es interesante hacer notar aquí que el mismo Darwin no vio contradicción ninguna, ni dificultad, desde el punto de vista teórico entre la creencia en Dios y la teoría de la evolución por selección natural, que él había propuesto como explicación al hecho biológico del origen de las especies. Baste este testimonio. Un estudiante alemán escribió a Darwin para que le diera su opinión sobre la posibilidad de compaginar la teoría de la evolución y la creencia en Dios. Contesta su hijo por enfermedad de Darwin y dice: "Él (Darwin) considera que la teoría de la evolución es bastante compatible con la creencia en un Dios; pero que usted debe recordar que cada persona tiene un concepto diferente de lo que entiende por Dios" [Autobiography, p. 110]. El joven volvió a insistir en una carta posterior y Darwin respondió de nuevo: "La ciencia no tiene nada que ver con Cristo excepto en la medida en que el hábito de la investigación científica hace que una persona sea cautelosa a la hora de admitir pruebas" [ibidem]. Darwin, pues, estaba convencido de que su crisis religiosa no se desprendía de su descubrimiento científico.
De lo que sí estaba convencido era del cambio necesario de la imagen de la divinidad, que en adelante la explicación del hecho evolutivo por selección natural impondría al hombre. Es interesante observar que como hemos dicho antes la intención primaria de Darwin era puramente científica, no quería mezclar conceptos provenientes de la filosofía natural y menos de la teología en su obra. Incluso el término "evolución" tomado de la filosofía de Spencer, no aparece hasta la sexta edición de Origen de las especies.
Como puede verse, por todo lo que llevamos dicho, las piedras de tropiezo de la fe religiosa de Darwin, no tienen nada de original. El mismo Darwin confiesa que sus argumentos no tienen ninguna novedad o valor y que desde luego no son deducción directa de su teoría científica. Las serias dudas y dificultades de Darwin son casi las mismas que suelen encontrarse aquellas personas, caso bastante frecuente entre nosotros, que tienen una buena formación científica y que sin embargo tienen una deficiente formación teológica. Estas personas, sobre todo jóvenes, cuando comienzan a pensar por sí mismos no suelen encontrar respuestas a sus obvias preguntas.
Desgraciadamente, Darwin tampoco encontró respuestas a sus dudas en la teología anglicana de su época, bastante poco crítica y muy convencida de su verdad; basta leer el título de uno de los libros de texto que tuvo que estudiar Darwin durante el tiempo de estudiante de teología en Cambridge de 1829-1831. En aquellos años Darwin estudió las Evidences of Christianity, su autor era el gran teólogo anglicano Paley. Darwin cuenta rememorando sus años de estudiante que este libro, y otro de Paley, Natural Theology los conocía a fondo y que su lógica interna le producía un gran deleite, al estudiar estos textos, tanto como leyendo a Euclides [Autobiografía, p. 57].
La búsqueda de sentido
Podemos preguntarnos, a pesar de estos escándalos, analizados, que le hicieron perder la fe en el cristianismo, ¿qué mantenía el espíritu religioso de Darwin en profunda duda? El que Darwin recurra varias veces en su Autobiografía y en su epistolario al problema religioso planteándoselo con toda seriedad, nos revela que el problema le preocupaba, que no le era ajeno y, también, que no lo tenía resuelto. A sus amigos confesaba: "Estoy y siempre permaneceré en una perplejidad sin esperanza".
Sin ninguna duda, fue el llamado argumento teleológico sobre la existencia de Dios el que no le dejaba la conciencia en paz, a pesar de haberse esfumado su fe religiosa, como él mismo confesó. Una vez más la honestidad de Darwin y su pasión por la verdad aparece en las contradiccio¬nes internas reflejadas en sus cartas y Autobiografía. "Otra fuente de convicción de la existencia de Dios relacionada con la razón y no con los sentimientos me parece de mucho más peso. Es la que se deduce de la extrema dificultad o más bien de la imposibilidad de concebir este inmenso y maravilloso universo, incluyendo al hombre con su capacidad de reflexionar sobre el pasado y el futuro como un resultado del ciego azar o de la necesidad" [Autobiografía, p. 115].
Darwin continúa con toda sencillez diciendo que cuando piensa esto se ve obligado a acudir a una primera causa, inteligente de manera análoga a la inteligencia humana. "Un hombre que piense así, él mismo confiesa, debe ser llamado teísta" [p. 116]. Cuando Darwin escribía el Origen de las especies estaba en esta situación anímica. Aunque él mismo confiesa, después que la idea se ha ido esfumando poco a poco "con numerosas fluctuaciones" [Ibidem].
Darwin tuvo una correspondencia larga y muy interesante con el Dr. Asa Gray, que era un piadoso creyente por lo que puede inferirse del tono de las cartas. Comentando Darwin la recepción de su libro sobre El Origen de las especies le dice: "Respecto al punto de vista teológico de la cuestión, siempre es difícil para mi, estoy aturdido. No tenía la intención de escribir como un ateo. Pero reconozco que no veo tan claras como otros, y como a mi me gustaría ver, las pruebas de providencia y beneficencia a nuestros alrede¬dor. Veo demasiada miseria en el mundo" [p. 350].
Apuntábamos anteriormente cómo el sufrimiento de los animales le escandalizaba profundamente. Pero, sin embargo, el conjunto del universo le parecía demasiado maravilloso como para ser fruto del azar. "Por otra parte no puedo de ningún modo conformarme con examinar este maravilloso universo, y especialmente la naturaleza humana, y concluir que todo es el resultado de la fuerza bruta" [p. 351].
Darwin, como hemos ido viendo en sus escritos se planteó con toda sinceridad la cuestión religiosa. Para él el problema era demasiado complejo para la inteligencia humana. "estoy convencido de que la totalidad de la cuestión es demasiado profunda para la inteligencia humana" [Ibidem].
Solamente un año antes de su muerte, el Duque de Argyll mantuvo con Darwin una conversación sobre las estratagemas maravillosas que emplea la naturaleza para sus fines. Comentando la anécdota nos dice el Duque de Argyll: "Yo dije, que era imposible pensar en ellas sin darse cuenta que eran la expresión de una inteligencia. Nunca olvidaré la respuesta de Darwin. Me miró intensamente y me dijo: "Bueno, con frecuencia se apodera de mi esa idea con una fuerza arrolladora; pe¬ro otras veces..."y sacudiendo la cabeza añadió: "Parece esfumar¬se..." [p. 252].
Sentimiento de lo sublime
Por otra parte, Darwin fue sensible al sentimiento de lo sublime en medio de la selva brasileña, aunque no le dio un gran valor religioso [p. 115], y a la fundamentación de la moral. Darwin aboga por el hacer el bien a los demás como fuente de satisfacción interior. Desgra¬ciadamente un párrafo precioso a este respecto, fue censurado por la familia. Un hombre que ha perdido sus creencias religiosas en la existencia de un Dios personal o en una existencia futura sin premios ni castigos, cómo puede tener una regla de vida, se preguntaba Darwin [Autobiography, p. 94].
El ser humano es capaz de mirar hacia a delante y hacia atrás, y puede comparar sus senti¬mientos, deseos y hallazgos y no obrar ciegamente. "Encuentra entonces, de acuerdo con el veredicto de los más sabios, que la satisfacción más elevada la obtiene, al seguir ciertos impulsos, en concreto, los instintos sociales. Si actúa por el bien de los otros, recibirá la aprobación de sus compañeros y ganará el amor de aquellos con quienes vive, y esto último le otorgará sin duda el más alto placer sobre la tierra" [Ibidem]. El hacer el bien a los demás es el imperativo, no impuesto desde fuera, que constituye para él la fuente de felicidad. Él mismo confesaba: "yo no tengo remordi¬miento de haber cometido ningún gran pecado, pero muy a menudo me arrepiento de no haber hecho más directamente el bien a mis semejantes" [p. 95]. Y al final de sus días, acaba diciendo que haberse dedicado a la filantro¬pía hubiera sido una línea de conducta mejor que la de dedicarse a la ciencia.
Tal como se desprende de sus escritos, hubo en Darwin una gran delicadeza humana y espiritual, y una gran honestidad al tratar los problemas. Él fue consciente de que la publicación del Origen de las especies creaba grandes problemas a la teología de su época. No podemos olvidar, que aunque con no mucho provecho y poco entusiasmo, el joven Darwin fue estudiante de teología.
Es interesante recordar la anécdota del Obispo anglicano de Oxford, Wilberforce, quien el sábado 30 de Junio de 1860, recién publicado el libro del Origen de las especies, atacó a Darwin en el Congreso de la British Association "con inimitable energía, vacuidad e injusticia". Y después, "adoptando un tono más grave afirmó en una solemne perorata que las teorías de Darwin eran contrarias a la revelación de Dios en la Escritura" [Autobiografía, p. 351-355]. Ciertamente, no era éste el tono de polémica preferido por Darwin, sino el sosegado, tranquilo y respetuoso como el del Vicario de Down, el Reverendo J. Brodie Innes del que Darwin escribe: "A menudo disentíamos, pero es usted uno de esos raros mortales de los que puede uno disentir y sin embargo no experimentar contra él ni sombra de animosidad, y eso es algo de lo que yo estaría muy orgullosos si alguien pudiera decir lo de mí" [p. 343].
En toda la correspondencia con Asa Gray, que según Darwin era quien mejor le había entendido [p. 359], rebosa la preocupación religiosa de Darwin. El botánico norteamericano, Asa Gray, publicó en el Atlantic Montly (1860) tres artículos, que luego se reimprimieron en la obra de Gray, Darwiniana, con el título: "La selección natural no contradice a la teología natural". Darwin estaba contento con la interpretación de Gray: "Creo, que su folleto ha ayudado mucho a mi libro, se lo agradezco sinceramente por lo que a mí respecta: y como creo que las teorías son en gran medida acertadas tengo que pensar que ha hecho un gran servicio a la ciencia" [p. 365].
En un reciente trabajo, Dov Ospovat, de la Universidad de Nebraska, analiza detenidamente la idea darwiniana de diseño conjugada con la de selección natural y la idea de Dios en Darwin. El autor llega a las mismas conclusiones que nosotros: "Si ordenamos cronológicamente las varias afirmaciones hechas por Darwin sobre Dios, la creación, diseño, plan, leyes etcétera, tal como las he discutido, emerge una imagen de un desarrollo consistente de la religiosidad de Darwin desde la ortodoxia de su juventud hasta el agnosticismo de sus últimos años". Pero ni siquiera en estos años pudo Darwin solucionar sus dudas profundas sobre el ciego azar como origen de todo el universo.
Por eso no comparto totalmente el resumen que de la religiosidad de Darwin hace E. M. Radl en su Historia de las teorías biológicas: “En materia de religión Darwin era un verdadero hijo de su tiempo; un libre pensador. No negaba la existencia de Dios; pero para él era una palabra vacía. Para él Dios, no es ni el creador, ni el señor de la creación, ni el inspirador de la moralidad, ni el guardián del alma. (...) una sola cosa hizo Dios por este mundo: crear las primeras formas de vida, que luego evolucionaron por sí mismas". Y más adelante: "pensaba como el hombre vulgar y creía estar capacitado para discutir la naturaleza de las convicciones religiosas, con haber leído dos o tres libros sobre la materia".
Darwin y el marxismo
Es bastante frecuente la interpretación sesgada de Darwin a través de lo que se llamó el darwinismo. De ahí que nos hayamos preguntado al comienzo de estas páginas si Darwin fue realmente darwinista. Por todo lo que llevamos dicho, que se desprende espontáneamente de sus escritos, más bien convendría decir que no. Ni Darwin tomó parte en el movimiento que más tarde se llamaría darwinismo social, ni en el darwinismo como ingrediente esencial del ateísmo científico. Hubo positivo interés de mezclar a Darwin en el movimiento del ateísmo del siglo XIX.
Son interesantes estas palabras de Straus en La vieja y la nueva fe, citadas por Rádl: "Darwin empero, revela esas fuerzas naturales, esos naturales procesos; abre una puerta por la cual nosotros podemos ahora atacar el milagro y desterrarlo para siempre. Todos aquellos que conocen lo que significa creer en lo sobrenatural, deben aclamar a Darwin como uno de los libertadores del espíritu humano". Efectivamente, los materialistas del siglo XIX querían ver confirmadas en el pensamiento de Darwin algunas de sus afirmaciones. Es de particular interés repasar la correspondencia de Marx y Engels sobre las ciencias naturales en la que aparece repetidas veces, la alusión concreta al pensamiento de Charles Darwin.
En primer lugar, encontramos un entusiasmo casi incontenido. Marx creyó que la obra de Darwin tenía un paralelismo de fondo con la suya propia. La primera edición de El origen de las especies se publicó el 24 de Noviembre de 1859; es cierto que Engels leyó enseguida el libro de Darwin. Parece ser apócrifa la anécdota que cuenta que Engels aguantó una larga cola para hacerse con un ejemplar del libro agotado el mismo día de su aparición. Unos días después, el 11 ó 12 de Diciembre Engels escribía desde Manchester a Marx: "Mientras tanto sigo leyendo a Darwin, que es algo sensacional.
Quedaba todavía un aspecto en el que la teleología no había sido demolida, ahora es cosa hecha. Además nunca hasta el momento se había emprendido un intento de tamaña envergadura para demostrar que en la naturaleza hay un desarrollo histórico, al menos con tanta fortuna" [KARL MARX y FRIEDRICH ENGELS, Cartas sobre las ciencias de la naturaleza y las matemáticas, Editorial Anagrama, Barcelona, 1975, p. 21]. (En esta carta se muestra ya una lectura sesgada de la obra de Darwin. Engels quiere ver confirmada la pretensión de negación de toda finalidad en el universo).
En la respuesta de Marx a Engels en carta de 19 de Diciembre de 1860 leemos: "pese a la falta de finura, muy inglesa, en el desarrollo, en este libro se muestra el fundamento histórico-natural de nuestra idea". Y un mes más tarde dice Marx: "El libro de Darwin es muy importante y sirve de base de la lucha de clases en la historia. Desde luego uno tiene que aguantar el crudo método inglés de desarrollo. A pesar de todas las deficiencias, no sólo se da aquí por primera vez el golpe de gracia a la teleología en las ciencias naturales, sino que también se explica empíricamente su significado racional".
Este paralelismo entre el pensamiento de Marx y Darwin, en cuanto al desarrollo de la historia fue mantenido por Engels y lo encontramos en el discurso de Engels en el entierro de Marx: "De igual manera que Darwin descubrió la ley de la evolución de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley de la evolución de la historia humana". La interpretación marxista de la Historia no se para en la lucha de clases, Marx deseaba mostrar científicamente que la lucha llevaría necesariamente a la humanidad a una sociedad totalmente pacificada en el desarrollo de la especie, coincidente con el desarrollo del individuo privado esto es la sociedad comunista.
Sabemos que no agradó a Darwin la apropiación por Marx de parte de su obra. Darwin rehusó expresamente la dedicación de la traducción inglesa del volumen I del Das Kapital. Es interesante observar la razón que da Darwin. No le gustaban al autor de El origen de las especies los argumentos marxistas sobre el cristia¬nis¬mo y el teísmo.
Veamos sus palabras: "Aunque yo soy un defensor de la libertad de opinión en todas las cuestiones, me parece (no sé si rectamente o erróneamente) que los argumentos directos contra el cristianismo y el teísmo apenas tendrán algún efecto sobre el público; y que la libertad de pensamiento será mejor promovida por una gradual ilumina¬ción del entendimiento humano que sigue el progreso de las ciencias. Así yo me he apartado de escribir sobre religión y me he confinado en la ciencia".
Estas palabras de Darwin son congruentes con toda su trayectoria intelectual y vital sobre la religión que hemos repasado en estas páginas. Ya apuntamos al principio de este trabajo que han sido muchas las ideologías que han pretendido apoyarse en el darwinismo.
Conclusión
Al final de sus días, a los 74 años, tranquilo, sin ningún remordimiento, se enfrentó a la muerte, "no tengo ningún miedo a morir" [Autobiografía, p. 464] pudo decir. Dadas las dimensiones de nuestro trabajo nos hemos limitado a estudiar la crisis religiosa personal de Darwin y sus intentos de solución. Queda por estudiar en profundidad la influencia de la teología de la época en la formulación del paradigma evolucionista, tentativa realizada en parte por Michael Ruse: "por lo tanto está claro que la evolución, y aún la selección natural, se originaron tanto gracias a la teología de la época como a pesar de la misma" [MICHAEL RUSE, La revolución darwinista, Alianza Universidad, Alianza Editorial, Madrid, 1983, p. 339].
Es interesante hacer notar aquí que el mismo Darwin no vio contradicción ninguna, ni dificultad, desde el punto de vista teórico entre la creencia en Dios y la teoría de la evolución por selección natural, que él había propuesto como explicación al hecho biológico del origen de las especies. Baste este testimonio. Un estudiante alemán escribió a Darwin para que le diera su opinión sobre la posibilidad de compaginar la teoría de la evolución y la creencia en Dios. Contesta su hijo por enfermedad de Darwin y dice: "Él (Darwin) considera que la teoría de la evolución es bastante compatible con la creencia en un Dios; pero que usted debe recordar que cada persona tiene un concepto diferente de lo que entiende por Dios" [Autobiography, p. 110]. El joven volvió a insistir en una carta posterior y Darwin respondió de nuevo: "La ciencia no tiene nada que ver con Cristo excepto en la medida en que el hábito de la investigación científica hace que una persona sea cautelosa a la hora de admitir pruebas" [ibidem]. Darwin, pues, estaba convencido de que su crisis religiosa no se desprendía de su descubrimiento científico.
De lo que sí estaba convencido era del cambio necesario de la imagen de la divinidad, que en adelante la explicación del hecho evolutivo por selección natural impondría al hombre. Es interesante observar que como hemos dicho antes la intención primaria de Darwin era puramente científica, no quería mezclar conceptos provenientes de la filosofía natural y menos de la teología en su obra. Incluso el término "evolución" tomado de la filosofía de Spencer, no aparece hasta la sexta edición de Origen de las especies.
Como puede verse, por todo lo que llevamos dicho, las piedras de tropiezo de la fe religiosa de Darwin, no tienen nada de original. El mismo Darwin confiesa que sus argumentos no tienen ninguna novedad o valor y que desde luego no son deducción directa de su teoría científica. Las serias dudas y dificultades de Darwin son casi las mismas que suelen encontrarse aquellas personas, caso bastante frecuente entre nosotros, que tienen una buena formación científica y que sin embargo tienen una deficiente formación teológica. Estas personas, sobre todo jóvenes, cuando comienzan a pensar por sí mismos no suelen encontrar respuestas a sus obvias preguntas.
Desgraciadamente, Darwin tampoco encontró respuestas a sus dudas en la teología anglicana de su época, bastante poco crítica y muy convencida de su verdad; basta leer el título de uno de los libros de texto que tuvo que estudiar Darwin durante el tiempo de estudiante de teología en Cambridge de 1829-1831. En aquellos años Darwin estudió las Evidences of Christianity, su autor era el gran teólogo anglicano Paley. Darwin cuenta rememorando sus años de estudiante que este libro, y otro de Paley, Natural Theology los conocía a fondo y que su lógica interna le producía un gran deleite, al estudiar estos textos, tanto como leyendo a Euclides [Autobiografía, p. 57].
La búsqueda de sentido
Podemos preguntarnos, a pesar de estos escándalos, analizados, que le hicieron perder la fe en el cristianismo, ¿qué mantenía el espíritu religioso de Darwin en profunda duda? El que Darwin recurra varias veces en su Autobiografía y en su epistolario al problema religioso planteándoselo con toda seriedad, nos revela que el problema le preocupaba, que no le era ajeno y, también, que no lo tenía resuelto. A sus amigos confesaba: "Estoy y siempre permaneceré en una perplejidad sin esperanza".
Sin ninguna duda, fue el llamado argumento teleológico sobre la existencia de Dios el que no le dejaba la conciencia en paz, a pesar de haberse esfumado su fe religiosa, como él mismo confesó. Una vez más la honestidad de Darwin y su pasión por la verdad aparece en las contradiccio¬nes internas reflejadas en sus cartas y Autobiografía. "Otra fuente de convicción de la existencia de Dios relacionada con la razón y no con los sentimientos me parece de mucho más peso. Es la que se deduce de la extrema dificultad o más bien de la imposibilidad de concebir este inmenso y maravilloso universo, incluyendo al hombre con su capacidad de reflexionar sobre el pasado y el futuro como un resultado del ciego azar o de la necesidad" [Autobiografía, p. 115].
Darwin continúa con toda sencillez diciendo que cuando piensa esto se ve obligado a acudir a una primera causa, inteligente de manera análoga a la inteligencia humana. "Un hombre que piense así, él mismo confiesa, debe ser llamado teísta" [p. 116]. Cuando Darwin escribía el Origen de las especies estaba en esta situación anímica. Aunque él mismo confiesa, después que la idea se ha ido esfumando poco a poco "con numerosas fluctuaciones" [Ibidem].
Darwin tuvo una correspondencia larga y muy interesante con el Dr. Asa Gray, que era un piadoso creyente por lo que puede inferirse del tono de las cartas. Comentando Darwin la recepción de su libro sobre El Origen de las especies le dice: "Respecto al punto de vista teológico de la cuestión, siempre es difícil para mi, estoy aturdido. No tenía la intención de escribir como un ateo. Pero reconozco que no veo tan claras como otros, y como a mi me gustaría ver, las pruebas de providencia y beneficencia a nuestros alrede¬dor. Veo demasiada miseria en el mundo" [p. 350].
Apuntábamos anteriormente cómo el sufrimiento de los animales le escandalizaba profundamente. Pero, sin embargo, el conjunto del universo le parecía demasiado maravilloso como para ser fruto del azar. "Por otra parte no puedo de ningún modo conformarme con examinar este maravilloso universo, y especialmente la naturaleza humana, y concluir que todo es el resultado de la fuerza bruta" [p. 351].
Darwin, como hemos ido viendo en sus escritos se planteó con toda sinceridad la cuestión religiosa. Para él el problema era demasiado complejo para la inteligencia humana. "estoy convencido de que la totalidad de la cuestión es demasiado profunda para la inteligencia humana" [Ibidem].
Solamente un año antes de su muerte, el Duque de Argyll mantuvo con Darwin una conversación sobre las estratagemas maravillosas que emplea la naturaleza para sus fines. Comentando la anécdota nos dice el Duque de Argyll: "Yo dije, que era imposible pensar en ellas sin darse cuenta que eran la expresión de una inteligencia. Nunca olvidaré la respuesta de Darwin. Me miró intensamente y me dijo: "Bueno, con frecuencia se apodera de mi esa idea con una fuerza arrolladora; pe¬ro otras veces..."y sacudiendo la cabeza añadió: "Parece esfumar¬se..." [p. 252].
Sentimiento de lo sublime
Por otra parte, Darwin fue sensible al sentimiento de lo sublime en medio de la selva brasileña, aunque no le dio un gran valor religioso [p. 115], y a la fundamentación de la moral. Darwin aboga por el hacer el bien a los demás como fuente de satisfacción interior. Desgra¬ciadamente un párrafo precioso a este respecto, fue censurado por la familia. Un hombre que ha perdido sus creencias religiosas en la existencia de un Dios personal o en una existencia futura sin premios ni castigos, cómo puede tener una regla de vida, se preguntaba Darwin [Autobiography, p. 94].
El ser humano es capaz de mirar hacia a delante y hacia atrás, y puede comparar sus senti¬mientos, deseos y hallazgos y no obrar ciegamente. "Encuentra entonces, de acuerdo con el veredicto de los más sabios, que la satisfacción más elevada la obtiene, al seguir ciertos impulsos, en concreto, los instintos sociales. Si actúa por el bien de los otros, recibirá la aprobación de sus compañeros y ganará el amor de aquellos con quienes vive, y esto último le otorgará sin duda el más alto placer sobre la tierra" [Ibidem]. El hacer el bien a los demás es el imperativo, no impuesto desde fuera, que constituye para él la fuente de felicidad. Él mismo confesaba: "yo no tengo remordi¬miento de haber cometido ningún gran pecado, pero muy a menudo me arrepiento de no haber hecho más directamente el bien a mis semejantes" [p. 95]. Y al final de sus días, acaba diciendo que haberse dedicado a la filantro¬pía hubiera sido una línea de conducta mejor que la de dedicarse a la ciencia.
Tal como se desprende de sus escritos, hubo en Darwin una gran delicadeza humana y espiritual, y una gran honestidad al tratar los problemas. Él fue consciente de que la publicación del Origen de las especies creaba grandes problemas a la teología de su época. No podemos olvidar, que aunque con no mucho provecho y poco entusiasmo, el joven Darwin fue estudiante de teología.
Es interesante recordar la anécdota del Obispo anglicano de Oxford, Wilberforce, quien el sábado 30 de Junio de 1860, recién publicado el libro del Origen de las especies, atacó a Darwin en el Congreso de la British Association "con inimitable energía, vacuidad e injusticia". Y después, "adoptando un tono más grave afirmó en una solemne perorata que las teorías de Darwin eran contrarias a la revelación de Dios en la Escritura" [Autobiografía, p. 351-355]. Ciertamente, no era éste el tono de polémica preferido por Darwin, sino el sosegado, tranquilo y respetuoso como el del Vicario de Down, el Reverendo J. Brodie Innes del que Darwin escribe: "A menudo disentíamos, pero es usted uno de esos raros mortales de los que puede uno disentir y sin embargo no experimentar contra él ni sombra de animosidad, y eso es algo de lo que yo estaría muy orgullosos si alguien pudiera decir lo de mí" [p. 343].
En toda la correspondencia con Asa Gray, que según Darwin era quien mejor le había entendido [p. 359], rebosa la preocupación religiosa de Darwin. El botánico norteamericano, Asa Gray, publicó en el Atlantic Montly (1860) tres artículos, que luego se reimprimieron en la obra de Gray, Darwiniana, con el título: "La selección natural no contradice a la teología natural". Darwin estaba contento con la interpretación de Gray: "Creo, que su folleto ha ayudado mucho a mi libro, se lo agradezco sinceramente por lo que a mí respecta: y como creo que las teorías son en gran medida acertadas tengo que pensar que ha hecho un gran servicio a la ciencia" [p. 365].
En un reciente trabajo, Dov Ospovat, de la Universidad de Nebraska, analiza detenidamente la idea darwiniana de diseño conjugada con la de selección natural y la idea de Dios en Darwin. El autor llega a las mismas conclusiones que nosotros: "Si ordenamos cronológicamente las varias afirmaciones hechas por Darwin sobre Dios, la creación, diseño, plan, leyes etcétera, tal como las he discutido, emerge una imagen de un desarrollo consistente de la religiosidad de Darwin desde la ortodoxia de su juventud hasta el agnosticismo de sus últimos años". Pero ni siquiera en estos años pudo Darwin solucionar sus dudas profundas sobre el ciego azar como origen de todo el universo.
Por eso no comparto totalmente el resumen que de la religiosidad de Darwin hace E. M. Radl en su Historia de las teorías biológicas: “En materia de religión Darwin era un verdadero hijo de su tiempo; un libre pensador. No negaba la existencia de Dios; pero para él era una palabra vacía. Para él Dios, no es ni el creador, ni el señor de la creación, ni el inspirador de la moralidad, ni el guardián del alma. (...) una sola cosa hizo Dios por este mundo: crear las primeras formas de vida, que luego evolucionaron por sí mismas". Y más adelante: "pensaba como el hombre vulgar y creía estar capacitado para discutir la naturaleza de las convicciones religiosas, con haber leído dos o tres libros sobre la materia".
Darwin y el marxismo
Es bastante frecuente la interpretación sesgada de Darwin a través de lo que se llamó el darwinismo. De ahí que nos hayamos preguntado al comienzo de estas páginas si Darwin fue realmente darwinista. Por todo lo que llevamos dicho, que se desprende espontáneamente de sus escritos, más bien convendría decir que no. Ni Darwin tomó parte en el movimiento que más tarde se llamaría darwinismo social, ni en el darwinismo como ingrediente esencial del ateísmo científico. Hubo positivo interés de mezclar a Darwin en el movimiento del ateísmo del siglo XIX.
Son interesantes estas palabras de Straus en La vieja y la nueva fe, citadas por Rádl: "Darwin empero, revela esas fuerzas naturales, esos naturales procesos; abre una puerta por la cual nosotros podemos ahora atacar el milagro y desterrarlo para siempre. Todos aquellos que conocen lo que significa creer en lo sobrenatural, deben aclamar a Darwin como uno de los libertadores del espíritu humano". Efectivamente, los materialistas del siglo XIX querían ver confirmadas en el pensamiento de Darwin algunas de sus afirmaciones. Es de particular interés repasar la correspondencia de Marx y Engels sobre las ciencias naturales en la que aparece repetidas veces, la alusión concreta al pensamiento de Charles Darwin.
En primer lugar, encontramos un entusiasmo casi incontenido. Marx creyó que la obra de Darwin tenía un paralelismo de fondo con la suya propia. La primera edición de El origen de las especies se publicó el 24 de Noviembre de 1859; es cierto que Engels leyó enseguida el libro de Darwin. Parece ser apócrifa la anécdota que cuenta que Engels aguantó una larga cola para hacerse con un ejemplar del libro agotado el mismo día de su aparición. Unos días después, el 11 ó 12 de Diciembre Engels escribía desde Manchester a Marx: "Mientras tanto sigo leyendo a Darwin, que es algo sensacional.
Quedaba todavía un aspecto en el que la teleología no había sido demolida, ahora es cosa hecha. Además nunca hasta el momento se había emprendido un intento de tamaña envergadura para demostrar que en la naturaleza hay un desarrollo histórico, al menos con tanta fortuna" [KARL MARX y FRIEDRICH ENGELS, Cartas sobre las ciencias de la naturaleza y las matemáticas, Editorial Anagrama, Barcelona, 1975, p. 21]. (En esta carta se muestra ya una lectura sesgada de la obra de Darwin. Engels quiere ver confirmada la pretensión de negación de toda finalidad en el universo).
En la respuesta de Marx a Engels en carta de 19 de Diciembre de 1860 leemos: "pese a la falta de finura, muy inglesa, en el desarrollo, en este libro se muestra el fundamento histórico-natural de nuestra idea". Y un mes más tarde dice Marx: "El libro de Darwin es muy importante y sirve de base de la lucha de clases en la historia. Desde luego uno tiene que aguantar el crudo método inglés de desarrollo. A pesar de todas las deficiencias, no sólo se da aquí por primera vez el golpe de gracia a la teleología en las ciencias naturales, sino que también se explica empíricamente su significado racional".
Este paralelismo entre el pensamiento de Marx y Darwin, en cuanto al desarrollo de la historia fue mantenido por Engels y lo encontramos en el discurso de Engels en el entierro de Marx: "De igual manera que Darwin descubrió la ley de la evolución de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley de la evolución de la historia humana". La interpretación marxista de la Historia no se para en la lucha de clases, Marx deseaba mostrar científicamente que la lucha llevaría necesariamente a la humanidad a una sociedad totalmente pacificada en el desarrollo de la especie, coincidente con el desarrollo del individuo privado esto es la sociedad comunista.
Sabemos que no agradó a Darwin la apropiación por Marx de parte de su obra. Darwin rehusó expresamente la dedicación de la traducción inglesa del volumen I del Das Kapital. Es interesante observar la razón que da Darwin. No le gustaban al autor de El origen de las especies los argumentos marxistas sobre el cristia¬nis¬mo y el teísmo.
Veamos sus palabras: "Aunque yo soy un defensor de la libertad de opinión en todas las cuestiones, me parece (no sé si rectamente o erróneamente) que los argumentos directos contra el cristianismo y el teísmo apenas tendrán algún efecto sobre el público; y que la libertad de pensamiento será mejor promovida por una gradual ilumina¬ción del entendimiento humano que sigue el progreso de las ciencias. Así yo me he apartado de escribir sobre religión y me he confinado en la ciencia".
Estas palabras de Darwin son congruentes con toda su trayectoria intelectual y vital sobre la religión que hemos repasado en estas páginas. Ya apuntamos al principio de este trabajo que han sido muchas las ideologías que han pretendido apoyarse en el darwinismo.
Conclusión
Al final de sus días, a los 74 años, tranquilo, sin ningún remordimiento, se enfrentó a la muerte, "no tengo ningún miedo a morir" [Autobiografía, p. 464] pudo decir. Dadas las dimensiones de nuestro trabajo nos hemos limitado a estudiar la crisis religiosa personal de Darwin y sus intentos de solución. Queda por estudiar en profundidad la influencia de la teología de la época en la formulación del paradigma evolucionista, tentativa realizada en parte por Michael Ruse: "por lo tanto está claro que la evolución, y aún la selección natural, se originaron tanto gracias a la teología de la época como a pesar de la misma" [MICHAEL RUSE, La revolución darwinista, Alianza Universidad, Alianza Editorial, Madrid, 1983, p. 339].