El corazón artificial Carmat. Fuente: Carmat/ESA.
Un corazón artificial equipado con tecnología espacial empezará a latir dentro de poco en el cuerpo de un ser humano, tras haber sido aprobado en Francia para comenzar las pruebas clínicas.
Teniendo en cuenta que las enfermedades coronarias causan la muerte a unos 100 millones de personas en los países desarrollados, y que la demanda de trasplantes sigue siendo muy superior al número de donaciones, el desarrollo de un corazón completamente artificial ha sido el santo grial de la medicina cardiovascular durante las últimas décadas.
Este corazón protésico, una creación del visionario cardíaco Alain Carpentier, es el resultado de 15 años de colaboración con el gigante aeroespacial Astrium, la subsidiaria espacial de EADS. Carpentier fundó la compañía Carmat, filial de EADS, en el año 2008, y completó su desarrollo con el apoyo del gobierno francés y de un grupo de inversores.
Carmat consiguió desarrollar su primer corazón completamente artificial a principios de este año, gracias a la combinación de los conocimientos de Carpentier, inventor de las válvulas cardíacas artificiales más populares, con la experiencia de Astrium en la construcción de satélites.
El sector espacial tenía todos los ingredientes que Carmat necesitaba. Al trabajar mano a mano con un equipo de ingenieros espaciales, esta compañía pudo aplicar la experiencia de Astrium en el desarrollo de naves espaciales para garantizar los niveles de precisión y durabilidad requeridos para crear un órgano artificial.
Este dispositivo, compuesto en parte de tejidos biológicos y en parte de componentes espaciales miniaturizados, combina los últimos avances en medicina, biología, electrónica y ciencia de los materiales para imitar a un corazón real.
Teniendo en cuenta que las enfermedades coronarias causan la muerte a unos 100 millones de personas en los países desarrollados, y que la demanda de trasplantes sigue siendo muy superior al número de donaciones, el desarrollo de un corazón completamente artificial ha sido el santo grial de la medicina cardiovascular durante las últimas décadas.
Este corazón protésico, una creación del visionario cardíaco Alain Carpentier, es el resultado de 15 años de colaboración con el gigante aeroespacial Astrium, la subsidiaria espacial de EADS. Carpentier fundó la compañía Carmat, filial de EADS, en el año 2008, y completó su desarrollo con el apoyo del gobierno francés y de un grupo de inversores.
Carmat consiguió desarrollar su primer corazón completamente artificial a principios de este año, gracias a la combinación de los conocimientos de Carpentier, inventor de las válvulas cardíacas artificiales más populares, con la experiencia de Astrium en la construcción de satélites.
El sector espacial tenía todos los ingredientes que Carmat necesitaba. Al trabajar mano a mano con un equipo de ingenieros espaciales, esta compañía pudo aplicar la experiencia de Astrium en el desarrollo de naves espaciales para garantizar los niveles de precisión y durabilidad requeridos para crear un órgano artificial.
Este dispositivo, compuesto en parte de tejidos biológicos y en parte de componentes espaciales miniaturizados, combina los últimos avances en medicina, biología, electrónica y ciencia de los materiales para imitar a un corazón real.
El corazón Carmat
El equipo se enfrentó al reto de desarrollar un dispositivo capaz de funcionar en las severas condiciones del sistema circulatorio humano, y de bombear 35 millones de veces al año durante un mínimo de cinco años sin interrupciones.
Para ello necesitaban lo último en fiabilidad, que fueron capaces de lograr al aplicar las metodologías de diseño, las estrategias de ensayos y los conocimientos técnicos de la ingeniería electrónica espacial.
“El espacio y el interior de tu cuerpo tienen mucho en común”, comenta en una nota de prensa de la ESA (Agencia Espacial Europea) Matthieu Dollon, responsable de Desarrollo de Negocio en la división de equipamiento de Astrium en Elancourt (Francia), que colabora con Carmat en el desarrollo de este corazón protésico. “Los dos son entornos severos e inaccesibles”.
Los satélites de telecomunicaciones se diseñan para funcionar por su cuenta 15 años en el espacio, a 36.000 kilómetros de la Tierra. El corazón puede estar más cerca que un satélite, pero resulta igual de inaccesible.
“En el espacio no se pueden cometer fallos, ni hacer reparaciones. Si algo se estropea, no se puede ir a arreglarlo. Lo mismo sucede en el interior de nuestro cuerpo”, señala Dollon.
Los ingenieros espaciales no pueden tolerar fallos o interrupciones en sus sistemas electrónicos. El ingeniero Dung Vo-Quoc, responsable del diseño de algunos de los componentes fundamentales del corazón protésico, lo explica de esta forma: “Si un satélite deja de funcionar durante el último penalti de la final del mundial de fútbol, es una gran decepción; pero si un corazón deja de latir durante cinco segundos, las consecuencias son funestas. Nos hemos esforzado para garantizar que cada componente funcione según lo previsto durante la duración estimada del dispositivo”.
El equipo se enfrentó al reto de desarrollar un dispositivo capaz de funcionar en las severas condiciones del sistema circulatorio humano, y de bombear 35 millones de veces al año durante un mínimo de cinco años sin interrupciones.
Para ello necesitaban lo último en fiabilidad, que fueron capaces de lograr al aplicar las metodologías de diseño, las estrategias de ensayos y los conocimientos técnicos de la ingeniería electrónica espacial.
“El espacio y el interior de tu cuerpo tienen mucho en común”, comenta en una nota de prensa de la ESA (Agencia Espacial Europea) Matthieu Dollon, responsable de Desarrollo de Negocio en la división de equipamiento de Astrium en Elancourt (Francia), que colabora con Carmat en el desarrollo de este corazón protésico. “Los dos son entornos severos e inaccesibles”.
Los satélites de telecomunicaciones se diseñan para funcionar por su cuenta 15 años en el espacio, a 36.000 kilómetros de la Tierra. El corazón puede estar más cerca que un satélite, pero resulta igual de inaccesible.
“En el espacio no se pueden cometer fallos, ni hacer reparaciones. Si algo se estropea, no se puede ir a arreglarlo. Lo mismo sucede en el interior de nuestro cuerpo”, señala Dollon.
Los ingenieros espaciales no pueden tolerar fallos o interrupciones en sus sistemas electrónicos. El ingeniero Dung Vo-Quoc, responsable del diseño de algunos de los componentes fundamentales del corazón protésico, lo explica de esta forma: “Si un satélite deja de funcionar durante el último penalti de la final del mundial de fútbol, es una gran decepción; pero si un corazón deja de latir durante cinco segundos, las consecuencias son funestas. Nos hemos esforzado para garantizar que cada componente funcione según lo previsto durante la duración estimada del dispositivo”.