Contemplación y materiales: la enorme poesía de Ernesto Cardenal

Trotta publica la obra poética completa del autor nicaragüense, fallecido el pasado mes de marzo, en edición a cargo de María Ángeles Pérez López


El pasado mes de marzo moría en Nicaragua el poeta Ernesto Cardenal, uno de los autores más determinantes en el devenir de la poesía en castellano en el siglo XX, sobre todo a partir de los años sesenta y en América. Como homenaje, compilamos aquí algunas de las claves de su obra. También hemos entrevistado a la poeta y experta en poesía hispanoamericana, María Ángeles Pérez López, responsable (magistralmente) de la edición de la poesía completa de Ernesto Cardenal publicada en 2019 por la Editorial Trotta. Por Javier Gil Martín.




Hace 95 años nació Ernesto Cardenal en Granada. Es esta una pequeña ciudad de Nicaragua de la que eran originarios también Joaquín Pasos y José Coronel Urtecho, dos grandes poetas y amigos de Cardenal. Granada fue también hogar durante un tiempo de Rubén Darío. De allí Cardenal pasó a Managua, donde estudió en su juventud, y continuó sus estudios universitarios en Ciudad de México y Nueva York, y posteriormente viajó por Europa, recalando, entre otros destinos, en Madrid.
 
En 1954, después de su viaje por Europa y al volver a Nicaragua, formó parte de la llamada Rebelión de Abril: “Yo estuve con ellos en la rebelión de abril / y aprendí a manejar una ametralladora Rising”, dice en Hora 0 (1957), que es, junto con El estrecho dudoso (1966), uno de los grandes poemas político documentales de Cardenal y de la poesía hispanoamericana del siglo XX.
 
La Rebelión de Abril fue una tentativa fallida de derrocar a Anastasio Somoza García que acabó con algunos de los participantes en la cárcel o muertos. Cardenal se vio obligado a esconderse, como cuenta en el mismo poema: “Suenan tiros en la noche, o parecen tiros. / Pasan pesados camiones, y se paran, / y siguen. Uno ha oído sus voces. / Es en la esquina. Estarán cambiando de guardia. / Uno ha oído sus risas y sus armas. (...) ¡Quién sabe si esta noche vos estás en la lista! / Y sigue la noche. Y falta mucha noche todavía. / Y el día no será sino una noche con sol”.
 
Pero todos los viajes y la militancia incipiente pertenecen a su “primera vida”; el propio Cardenal consideraba que su verdadera vida comenzó con su entrega a Dios como sacerdote católico. Vida perdida (1999), el primer tomo de sus memorias, empieza de hecho con el viaje a Estados Unidos camino del monasterio donde entró como novicio.
 
Documentar la realidad
 
Así dice el primer párrafo de sus memorias: “Cuando yo volé de Nicaragua a Estados Unidos para ingresar al monasterio trapense de Gethsemani, Kentucky, iba conmigo en el avión un tío mío; él bajó en El Salvador para cambiar de avión, y cuando yo me despedí de él, me despedí de lo último que me ligaba con el mundo, y ya quedé a solas con Dios”.
 
Esa entrega será desde entonces uno de los vectores que guiarán su vida: “...cuando un hermano llegó a abrir, y entré en un jardín lleno de pájaros. Tras ese jardín había otro portón con un letrero grande que decía: GOD ALONE”. La entrega a Dios debía ser completa, como advertía el cartel.
 
Fue característico de Cardenal el modo en que se conjugaron e interrelacionaron las principales preocupaciones e intereses que atravesaron su vida: la vida religiosa como novicio cisterciense y posteriormente como sacerdote católico; la vida revolucionaria, en especial en su lucha por la liberación de Nicaragua de la dictadura de Somoza dentro del movimiento sandinista; y su obra poética y el desarrollo de lo que él llamó la “poesía exteriorista”, volcada en documentar los elementos de la realidad que nos rodea usando para ello todos los elementos posibles, sin desechar nada por considerarlo “antipoético”.
 
Cardenal la describe como una “poesía creada con las imágenes del mundo exterior, el mundo que vemos y palpamos (...) narrativa y anecdótica, hecha con los elementos de la vida real y con cosas concretas, con nombres propios y detalles precisos y datos exactos y cifras y hechos y dichos”.
 
Como dice María Ángeles Pérez López en su estudio preliminar a la poesía completa del nicaragüense, Cardenal “se sitúa en las encrucijadas históricas y estéticas de una parte muy relevante de la poesía contemporánea escrita en español”. Y en estas encrucijadas confluyeron los tres elementos que señalábamos más arriba: vida religiosa, política o militante y dedicación artística; y esa confluencia se materializó de diferentes maneras.
 
Una fue su adscripción a la llamada teología de la liberación, que, a partir del Concilio Vaticano II, promovió una visión revolucionaria del mensaje de Jesús y del Nuevo Testamento. Sus integrantes consideraban la liberación y emancipación económica y social del hombre condición necesaria para su posterior redención y salvación espiritual, con especial énfasis en la necesidad de acabar con la pobreza, acercándose así a postulados marxistas. Entrevistado por Mario Benedetti, Cardenal declaró que “el cristianismo debe ser revolucionario porque el evangelio es revolucionario. Es revolucionario o de lo contrario no es nada. (...) Considero que el evangelio es político, y es económico, y es radical también”.

Una comunidad contemplativa
 
Otra de las formas en las que tomaron cuerpo estas imbricaciones fue la creación de la comunidad de Solentiname en 1966, en el archipiélago del mismo nombre dentro del lago Cocibolca o Gran Lago de Nicaragua, el más grande de Centroamérica. El origen de esta comunidad contemplativa de vida cristiana se encuentra en una encomienda de Thomas Merton (su hermano en Gethsemani): “Thomas Merton me había dicho que si a él no le permitían salir del monasterio y fundar la comunidad que habíamos planeado, yo debía estudiar para el sacerdocio en un seminario, y realizar esa fundación”.
 
A la comunidad se adhirieron, además de religiosos, militantes y artistas atraídos por ese lugar de vida alternativa, campesinos de la zona, etc., y entre sus actividades destacó la concienciación de estos a través de lecturas comentadas del Nuevo Testamento en clave marxista y revolucionaria que acabaron registradas en El Evangelio en Solentiname (1975). Este compromiso con el cambio social que caracterizó la comunidad de Solentiname también supuso su perdición: once años después de su fundación fue arrasada por la Guardia Nacional de Anastasio Somoza Debayle.
 
Por último, señalaremos su participación directa en el movimiento sandinista, que en 1979 logró derrocar al último de los Somoza en el poder, el que había acabado con la comunidad de Solentiname, en lo que se llamó la Revolución Sandinista: “¿Cómo decirles lo que fue aquella plaza? Un mar de gente delirante, no alcanzaba nadie más en la plaza y seguía entrando la gente. (...) La fiesta de un pueblo que en sus quinientos años de historia nunca había tenido”. Así recuerda el momento en el que miles de nicaragüenses se reunieron para celebrar el triunfo sandinista en la Plaza de la República de Managua, que desde entonces pasó a ser la Plaza de la Revolución.
 
Antes de la caída de Somoza, el poeta ejerció de representante del sandinismo por el mundo y posteriormente formó parte del gobierno como ministro de Cultura, desde 1979 hasta 1987, liderando una importante labor de alfabetización en todo el país, que por entonces tenía unos niveles altísimos de analfabetismo, especialmente entre el campesinado. De este tiempo es la mítica foto que dio la vuelta al mundo en la que Cardenal de rodillas recibía, en tanto que ministro del gobierno sandinista, al papa Juan Pablo II en su visita a Managua en 1983 y este le reprendía con el dedo en alto, lo que se interpretó como una amonestación a la teología de la liberación en su conjunto.
 
Todas estas coordenadas atraviesan su poesía, y el propio Cardenal explica así a Benedetti los “planos” que recorren su obra: “Creo que no hay tantas diferencias de etapas, sino más bien distintos ‘planos’ en mi poesía. Hay una poesía histórica, hay una poesía política y hay una poesía amorosa, hecha primero con el tema del amor humano y luego con el del amor místico”. Y todo ello, decimos nosotros, con los más diversos materiales, como se ve claramente en “Oración por Marilyn Monroe”, una elegía a la mítica actriz que es además uno de los grandes poemas de nuestra lengua en el siglo XX que marcó a infinidad de poetas posteriores.

María Ángeles Pérez López: “Continuó escribiendo hasta el último aliento”
 
Javier Gil Martín: En tu estudio preliminar a la poesía completa de Ernesto Cardenal afirmas que su obra poética “se sitúa en las encrucijadas históricas y estéticas de una parte muy relevante de la poesía contemporánea escrita en español”. ¿Nos podrías hablar un poco de esas “encrucijadas”?
 
María Ángeles Pérez López: Siempre me ha parecido que recorrer la obra de Cardenal es reflexionar sobre los grandes debates de la segunda mitad del siglo XX (y lo que llevamos de siglo XXI). Por una parte, el debate estético, filosófico y político entre arte y revolución, que marcó la poesía hispanoamericana especialmente tras el triunfo de la Revolución cubana y el surgimiento de movimientos guerrilleros en distintas partes de América. Su violenta cancelación por procesos dictatoriales —surgidos desde fuera y también desde dentro de esas grandes experiencias revolucionarias— es parte de la continuación del debate, con la irrupción del pensamiento posmoderno y las proclamas del “fin de la historia”, así como el cuestionamiento de violentas distopías, en concreto la propia Nicaragua de la “revolución perdida”, tal como la llamó Ernesto Cardenal. Desde ahí emana en parte el debate entre alta y baja cultura, que en su obra siempre se resolvió con la incorporación de las voces de los sin voz: indios, campesinos o clases populares.
 
Por otra parte, el debate entre revolución y cristianismo, que llevó al importante desarrollo de la Teología de la Liberación y a la fe de Cardenal en un Dios revolucionario desde el que proclama airada y compasivamente sus Salmos (1964) o desde el que escribe Oráculo sobre Managua (1973): “«...un nuevo cielo y una nueva tierra...» (¿nada menos?)/ (¿Y diréis entonces que el marxismo es «utópico»?)/ La transformación del gusano en crisálida y la/ crisálida/ en mariposa”.
 
Y, desde luego, el debate entre ciencia y arte, y entre la poesía y diversas disciplinas como la antropología, la historia, la economía, etc., que Cardenal también resuelve en la fusión sincrética de planos, de líneas muy profundas que hallan su nudo medular en la utopía del amor, la que acompaña permanentemente su pensamiento y su obra.
 
JGM: Si es posible, nos gustaría que valoraras la influencia de Ernesto Cardenal en la poesía de España, sabiendo que en la América hispanohablante fue determinante desde los años sesenta hasta la actualidad, sobre todo para esa rama de la poesía que ha sido llamada “conversacional” o “comunicante” y que Cardenal denominó “exteriorista” y describió como “creada con las imágenes del mundo exterior, el mundo que vemos y palpamos (...) narrativa y anecdótica”.
 
MAPL: Creo que su influencia ha sido menor en la poesía que tuvo (y tiene) más visibilidad mediática, mientras que sus huellas son muy fuertes —aunque sea de modo indirecto— en la llamada “poesía de la conciencia crítica”, desde Enrique Falcón a Antonio Orihuela, dos voces muy diferentes pero igualmente sostenidas por el cuestionamiento radical del modo actual de vida y el lenguaje en que se construye; lo que implica también abrir el poema a muchos otros registros lingüísticos: histórico, económico, político, filosófico, etc., y no solo el lírico o pseudolírico que ha dominado gran parte de la poesía española de las últimas décadas, en mi opinión bastante achatada. Al Niño de Elche, inmenso músico, le debemos también hacer presente a Cardenal y estremecernos con la actualidad de su obra.
 
JGM: Cardenal consideraba que en su poesía no hubo una evolución lineal a lo largo de los años, sino más bien planos que la atravesaban recurrentemente. Sin embargo, a nosotros nos parece que sí hubo una evolución, como si poco a poco fuera ampliando el campo, pasando de lo íntimo (en los epigramas o en los poemas de Gethsemani) a lo histórico documental (El estrecho dudoso, Oráculo sobre Managua, Quetzalcóatl) y terminando con lo que podríamos llamar “panuniversal” o “cósmico” (con libros como el propio Cántico cósmico, Versos del pluriverso o el último, Hijos de las estrellas), teniendo en cuenta que no son compartimentos estancos y se entrecruzan constantemente. ¿Cómo ves tú esta dicotomía entre planos recurrentes y evolución lineal?
 
MAPL: Coincido en que no son compartimentos estancos, sino planos que se cruzan en muy diversos puntos y de muy diversos modos, porque en Cántico cósmico (1989) y en Versos del pluriverso (2005) reaparecen las grandes experiencias amorosas de los primeros epigramas y porque la relevante indagación científica de los últimos años ya estaba presente en Gethsemani, Ky (1960), donde confiaba en que todo resucitará “cuando el cosmos vuelva al hidrógeno original/ —porque hidrógeno somos y en hidrógeno nos hemos de convertir—”.
 
Aunque hay cambios de unas obras con respecto a otras como la ampliación de registros, la exploración de las posibilidades narrativas o elegiacas, o el cultivo del poema extenso, creo que la obra de Cardenal está atravesada recurrentemente por planos de significado que el poeta profundiza, transforma o incluso corrige, como cuando en Versos del pluriverso se desdice de lo que había publicado antes en Cántico cósmico: “Calumniados neanderthales./ Calumniados también en el Cántico cósmico. Trompudos,/ grandes órbitas cuadradas, frente hundida, sin mentón:/ pero con un culto al Dios Neanderthal”. En ese diálogo de Cardenal consigo mismo y con todo y todos, es donde surge su magno proyecto poético.
 
JGM: En esta edición “definitiva” de la poesía de Cardenal aparecen los dos poemas inéditos “Estamos en el firmamento” (del que publicamos aquí algunos fragmentos) y “Con la puerta cerrada” como parte de su último libro, Hijos de las estrellas, ¿qué crees que aportan ambos poemas, así como el libro en su conjunto, al corpus de su poesía?
 
MAPL: A lo largo de los años, Cardenal ha ido avanzando hacia visiones cosmológicas cada vez más amplias y abarcadoras. Hijos de las estrellas, que toma su título del poema que publicó Anamá en Nicaragua en 2019, propone el inmenso espacio interestelar como aquel en el que solo somos en cuanto que estamos unidos, hermanados por el amor como el gran vínculo de lo humano. El primer poema, titulado “Así en la tierra como en el cielo”, lo explicita con contundencia a través de versos muy breves: “Nada existe solo/ ser es ser unido/ ser es ser con otro/ todos conectados con todo/ y nada está desconectado”.
 
El poeta quiso agrupar bajo Hijos de las estrellas esos poemas —incluyendo los dos inéditos que publicamos en Trotta— como un canto de esperanza cósmica y también como su gran legado, su testamento poético. Había escrito en el poema titulado “Hijos de las estrellas”: “Y el final no es la Nada sino Dios/ Ya con esta me despido// He querido hacer el cosmos comprensible/ darle un sentido”. Y en “Estamos en el firmamento”, su poética de la entrega y la unión: “Ser es ser para otro ser/ el amor que une a las moléculas contra la entropía/ sin el que es imposible el amor humano/ la gravedad de la materia que atrae toda materia/ la unificación hacia la que va la evolución”. Entregarse a los otros, a Dios, a la vida y la muerte, como la síntesis de los últimos poemas cardenalianos, que además siempre hablan al presente. ¿Cómo no releerlo en medio de la pandemia global? “[…] donde todo sea uno/ los brazos hechos para abrazar/ los labios para besar”.
 
Porque el amor es la experiencia más plena de lo humano. Y la más asombrosa. Entre billones y billones de estrellas, en esas cifras abrumadoras ante las que solo sentir vértigo y ante las que apenas tenemos respuesta alguna, ¿no permanece intacto el asombro de ser amados? Creo que ese asombro fue dilatándose hacia una honda espiritualidad de raigambre mística, hasta abrir tanto el zoom que en los últimos años se propuso abarcar la experiencia del cosmos.
 
JGM: Sabiendo que tú eres también poeta, ¿consideras que tu inmersión lectora en la obra de Cardenal ha influido en tu propia escritura poética?, ¿de qué modo? Pienso, por ejemplo, en la apropiación de todo tipo de elementos ajenos al discurso poético habitual en tu último libro, Interferencias (La Bella Varsovia, 2019).
 
MAPL: Es difícil saber de qué modo se comunican esos dos hemisferios (así los imagino): el académico y el creativo, pero hay sin duda espacios de porosidad y encuentro (también de desencuentro, claro, de búsqueda eminentemente personal). Sin duda, la poesía hispanoamericana —y ahí Cardenal ocupa un lugar muy relevante— me ha enseñado dinámicas de libertad y riesgo, de transformación y apertura mucho mayores que la española, salvo algunas excepciones puntuales. Y las noticias entran en Interferencias cuestionando el propio poema e interpelándome, poniendo del revés aquello que había leído como cajita preciosa y de siete cerrojos llamada, a veces muy angostamente, poesía.
 
JGM: Para terminar, no sé si nos puedes decir si queda obra aún inédita del poeta que pudiera ver la luz próximamente.
 
MAPL: El 20 de enero de 2020, día en que Cardenal cumplía 95 años, concluyó el poema titulado “Lo visible y lo invisible”, que era, junto con los cuatro poemas de Hijos de las estrellas, parte de un proyecto titulado En el camino de Emaús. Poemas de resurrección. Continuó escribiendo hasta el último aliento. Y tras su muerte, la poeta Luz Marina Acosta, su asistente los últimos 40 años, señalaba la gran lucidez del poeta en una entrevista emocionante que publicó El Confidencial de Nicaragua. En breve se publicará En el camino de Emaús. Su poesía permanece.
Ernesto Cardenal y María Ángeles Pérez López en 2013 contemplando las cigüeñas en Salamanca. Imagen: Elena Díaz Santana.



Esta semblanza de Ernesto Cardenal y la entrevista a María Ángeles Pérez López se publicaron originalmente en Adiós Cultural, en los números 142 (mayo-junio de 2020) y 143 (julio-agosto de 2020) respectivamente. Se reproducen con autorización del autor.

 


Martes, 1 de Septiembre 2020
Javier Gil Martín
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