Interpretación de la actividad de la corteza visual del cerebro reflejada en la pantalla del ordenador. Fuente: Universidad de Oregón.
Un equipo de psicólogos de la Universidad de Oregón y de la Universidad de California en San Diego (UCSD) ha conseguido, mediante exploración de resonancia magnética funcional (fMRI), ver qué información guardan las personas en la memoria.
La fMRI es una tecnología que permite medir la respuesta hemodinámica cerebral (esto es, los flujos de sangre que se ponen en marcha en el cerebro) asociada a la actividad neuronal. Los patrones de dicha actividad “hablan” a los científicos, puesto que tienen una correspondencia con el tipo de información que el cerebro está procesando.
En concreto, los investigadores norteamericanos estudiaron los “datos” que una serie de personas grabaron en su “memoria a corto plazo”. La memoria humana, que genera recuerdos cuando las neuronas integradas en un circuito refuerzan la intensidad de las sinapsis (uniones entre ellas), puede ser a corto o a largo plazo.
Dos tipos de memoria
La primera es el tipo de memoria que usamos “sobre la marcha”, para recordar lo que tenemos que comprar en el supermercado o para memorizar un número de teléfono, por ejemplo.
La segunda, que es consecuencia de un reforzamiento permanente de la sinapsis gracias a la activación de ciertos genes y a la síntesis de las proteínas correspondientes, es la estructura en la que se almacenan recuerdos vividos, los conocimientos acerca del mundo, las imágenes, los conceptos, las estrategias de actuación, etc.
Se ha calculado que el cerebro humano puede almacenar tal cantidad de información como para llenar unos veinte millones de volúmenes, como las mayores bibliotecas del mundo.
En lo que se refiere a la memoria a corto plazo, explican los investigadores en un comunicado emitido por la Universidad de Oregón, los humanos somos capaces de elegir qué datos o qué información almacenamos en ella.
Por otro lado, el análisis de los flujos sanguíneos del cerebro mediante la fMRI, permite identificar colores específicos o la orientación de los objetos que los observadores guardan en este tipo de memoria.
Cómo se hace
En los experimentos realizados, los participantes visualizaron estímulos durante un segundo y, una vez desparecido éstos, almacenaron en su memoria un aspecto específico de ellos.
Durante diez segundos después de cada exposición, los investigadores registraron la actividad cerebral mientras dichos participantes almacenaban su selección en su memoria a corto plazo.
Este proceso se reflejó en la corteza visual del cerebro, concretamente, en un área que se cree ayudaría al mantenimiento de los detalles visuales de nuestros recuerdos. Pero de dos formas distintas, en función del tipo de información almacenada.
Así, si los participantes guardaban información acerca de la orientación de los objetos presentados, aparecía un patrón de actividad concreto en la actividad cerebral que no tenía nada que ver con el patrón de actividad relacionado con la información sobre el color.
Por el contrario, si los participantes elegían recordar el objeto por el color, la información (o patrón de actividad neuronal) relacionada con la orientación del objeto se perdía completamente.
Recuerdos descifrados
Este control voluntario en la selección de aspectos de los recuerdos está en concordancia con investigaciones previas que habían documentado la capacidad limitada de lo que puede ser almacenado en nuestra memoria cada vez. Las personas, explican los investigadores, eligen lo que es relevante para ellos a la hora de memorizar.
Utilizando algoritmos de aprendizaje automático (que permiten a los ordenadores “aprender”) para examinar los patrones de activación de la corteza visual anterior del cerebro, que está relacionada con el recuerdo de diferentes estímulos, se pudo predecir con exactitud los aspectos recordados por los participantes, explicaron los científicos.
¿Pero cómo? En primer lugar, los incrementos en el flujo sanguíneo del cerebro, visualizados gracias a la fMRI, fueron medidos en voxels, que son pequeñas unidades tridimensionales. Estas unidades fueron dispuestas en una cuadrícula también de tres dimensiones.
Diversos vectores de esta cuadrícula, correspondientes a cada neurona, respondieron cuando los sujetos veían y almacenaban los aspectos escogidos de cada estímulo u objeto presentado.
Estas respuestas presentaron un patrón de actividad neuronal, situado en la parte posterior del cerebro, a partir del cual se pudo precisar qué aspectos estaban siendo almacenados en la memoria a corto plazo de cada participante.
Confluencia de estudios
Recientemente, otro grupo de científicos, de la Universidad Vanderbilt, también en Estados Unidos, obtuvo resultados similares en una investigación sobre la que publicó recientemente un artículo la revista Nature.
En este caso, el neurocientífico Frank Tong y sus colaboradores, fueron capaces de predecir con una exactitud del 80% qué patrones almacenaba cada individuo en su memoria, 11 segundos después de que los participantes vieran un estímulo.
La diferencia con el trabajo de los investigadores de la UCSD, es que Tong y su equpo sólo consiguieron determinar la orientación de los estímulos, y no otros aspectos visuales de éstos.
La principal conclusión que se extrae de ambos estudios es que las mismas áreas cerebrales estarían implicadas tanto en la percepción de estímulos como en el almacenamiento de nuestros recuerdos.
La fMRI es una tecnología que permite medir la respuesta hemodinámica cerebral (esto es, los flujos de sangre que se ponen en marcha en el cerebro) asociada a la actividad neuronal. Los patrones de dicha actividad “hablan” a los científicos, puesto que tienen una correspondencia con el tipo de información que el cerebro está procesando.
En concreto, los investigadores norteamericanos estudiaron los “datos” que una serie de personas grabaron en su “memoria a corto plazo”. La memoria humana, que genera recuerdos cuando las neuronas integradas en un circuito refuerzan la intensidad de las sinapsis (uniones entre ellas), puede ser a corto o a largo plazo.
Dos tipos de memoria
La primera es el tipo de memoria que usamos “sobre la marcha”, para recordar lo que tenemos que comprar en el supermercado o para memorizar un número de teléfono, por ejemplo.
La segunda, que es consecuencia de un reforzamiento permanente de la sinapsis gracias a la activación de ciertos genes y a la síntesis de las proteínas correspondientes, es la estructura en la que se almacenan recuerdos vividos, los conocimientos acerca del mundo, las imágenes, los conceptos, las estrategias de actuación, etc.
Se ha calculado que el cerebro humano puede almacenar tal cantidad de información como para llenar unos veinte millones de volúmenes, como las mayores bibliotecas del mundo.
En lo que se refiere a la memoria a corto plazo, explican los investigadores en un comunicado emitido por la Universidad de Oregón, los humanos somos capaces de elegir qué datos o qué información almacenamos en ella.
Por otro lado, el análisis de los flujos sanguíneos del cerebro mediante la fMRI, permite identificar colores específicos o la orientación de los objetos que los observadores guardan en este tipo de memoria.
Cómo se hace
En los experimentos realizados, los participantes visualizaron estímulos durante un segundo y, una vez desparecido éstos, almacenaron en su memoria un aspecto específico de ellos.
Durante diez segundos después de cada exposición, los investigadores registraron la actividad cerebral mientras dichos participantes almacenaban su selección en su memoria a corto plazo.
Este proceso se reflejó en la corteza visual del cerebro, concretamente, en un área que se cree ayudaría al mantenimiento de los detalles visuales de nuestros recuerdos. Pero de dos formas distintas, en función del tipo de información almacenada.
Así, si los participantes guardaban información acerca de la orientación de los objetos presentados, aparecía un patrón de actividad concreto en la actividad cerebral que no tenía nada que ver con el patrón de actividad relacionado con la información sobre el color.
Por el contrario, si los participantes elegían recordar el objeto por el color, la información (o patrón de actividad neuronal) relacionada con la orientación del objeto se perdía completamente.
Recuerdos descifrados
Este control voluntario en la selección de aspectos de los recuerdos está en concordancia con investigaciones previas que habían documentado la capacidad limitada de lo que puede ser almacenado en nuestra memoria cada vez. Las personas, explican los investigadores, eligen lo que es relevante para ellos a la hora de memorizar.
Utilizando algoritmos de aprendizaje automático (que permiten a los ordenadores “aprender”) para examinar los patrones de activación de la corteza visual anterior del cerebro, que está relacionada con el recuerdo de diferentes estímulos, se pudo predecir con exactitud los aspectos recordados por los participantes, explicaron los científicos.
¿Pero cómo? En primer lugar, los incrementos en el flujo sanguíneo del cerebro, visualizados gracias a la fMRI, fueron medidos en voxels, que son pequeñas unidades tridimensionales. Estas unidades fueron dispuestas en una cuadrícula también de tres dimensiones.
Diversos vectores de esta cuadrícula, correspondientes a cada neurona, respondieron cuando los sujetos veían y almacenaban los aspectos escogidos de cada estímulo u objeto presentado.
Estas respuestas presentaron un patrón de actividad neuronal, situado en la parte posterior del cerebro, a partir del cual se pudo precisar qué aspectos estaban siendo almacenados en la memoria a corto plazo de cada participante.
Confluencia de estudios
Recientemente, otro grupo de científicos, de la Universidad Vanderbilt, también en Estados Unidos, obtuvo resultados similares en una investigación sobre la que publicó recientemente un artículo la revista Nature.
En este caso, el neurocientífico Frank Tong y sus colaboradores, fueron capaces de predecir con una exactitud del 80% qué patrones almacenaba cada individuo en su memoria, 11 segundos después de que los participantes vieran un estímulo.
La diferencia con el trabajo de los investigadores de la UCSD, es que Tong y su equpo sólo consiguieron determinar la orientación de los estímulos, y no otros aspectos visuales de éstos.
La principal conclusión que se extrae de ambos estudios es que las mismas áreas cerebrales estarían implicadas tanto en la percepción de estímulos como en el almacenamiento de nuestros recuerdos.