Cómo salir del ‘mapa’ para entrar en la realidad

Ser plenamente conscientes del “aquí y ahora” es la base psicológica de la Gestalt y de un nuevo paradigma científico: el de la complejidad y la teoría del caos


Inmersos en nuestra visión mental y racional de la realidad, no sabemos lo que es la consciencia inmediata de nosotros mismos y del entorno. Dar paso o permitirnos una percepción inmediata de la realidad, en cambio, nos presenta esta tal cual es. En esa atención al presente, la vida fluye y se transforma; en un proceso nos ‘cura’. Ese “darse cuenta” es la base psicológica de la terapia Gestalt, pero también de un nuevo paradigma de la ciencias: el de la complejidad o la teoría del caos. Por Sinesio Madrona.


Sinesio Madrona
10/06/2015

Fuente: Flickr.
El idioma inglés tiene dos términos que se traducen por conciencia (o consciencia) en castellano: awareness y consciousness . La terapia gestalt (Perls, Hefferline y Goodman, 1951) ha hecho un uso específico de ambos términos: concibe y traduce awareness por consciencia inmediata y consciousness por consciencia reflexiva. El uso del concepto consciencia inmediata es tan fecundo en la  terapia gestalt que muchas veces se deja el término inglés sin traducir.
 
Awareness y sentimientos
 
Inmersos en nuestra visión mental y racional de la realidad, no sabemos –literalmente: “no sabemos”– lo que es la consciencia inmediata de nosotros mismos y del entorno. Este ‘no saber’ es el que nos inclina a pensar, en filosofía, que la realidad no existe como tal, que cada ser humano y cada cultura somos constructores de la realidad, lo cual es sólo una verdad a medias.
 
Si bien esto es cierto a determinado nivel de consciencia , también es verdad que un awareness, una percepción inmediata de la realidad, nos la presenta tal cual es. Es al traducir esa realidad percibida en palabras para comunicarla, cuando la construimos. Es significativo que en Wikipedia el término consciousnes decuplique con creces el espacio dedicado al término awareness.
 
La necesidad de comunicación de nuestra realidad es la que hace que vivamos un mundo construido, no la realidad tal cual es. Porque la realidad tal cual es, como nos dice el psiquiatra escocés Ronald David Laing, es incomunicable. La filosofía es así consciousness en tanto en cuanto intenta comunicar lo incomunicable. Lo que estoy diciendo, pues, es que se puede percibir la realidad, lo que no se puede es comunicarla (en el sentido racional del término).
 
Esta diferencia entre la percepción real y la comunicada es esencial en terapia gestalt. Esta técnica terapéutica basa toda su efectividad en la expresión de la realidad tal cual es. Cuando así lo hacemos dejamos de mirar el ‘mapa’ construido sobre la realidad y vivimos el terreno real, con sus cambios, luces y sombras, sonidos y colores, en el momento presente. En el ‘aquí y ahora’ como nos gusta decir en terapia gestalt.
 
La realidad fluye
 
Normalmente, cuando se le pide a un cliente de terapia que nos diga qué siente, nos cuenta, por lo general, una historia acerca de sus sentimientos (...que si sus padres, que si su pareja, que si sus jefes, que si sus hijos, que si el trabajo, que...). Nada, repito, nada, que tenga que ver con la pregunta formulada. Eso es psicoanálisis, no terapia gestalt. La respuesta que espera el terapeuta a esa pregunta es muy simple y directa: ‘dolor’, ‘angustia’, ‘miedo’, ‘repugnancia’, ‘no sé’... incluso el silencio, un bufido, o una respuesta gestual pueden valer.
 
Se le pide entonces al cliente que se quede con ese miedo, angustia, dolor..., ese “no sé”..., ese gesto... ese silencio..., que lo ‘observe’, que lo viva, que se identifique con él. Al quedarnos en el sentimiento, éste evoluciona, se va transformando en otra cosa. Veamos una breve transcripción de un ejemplo:
 
Cliente [1]: siento una opresión en el pecho, aunque no es muy fuerte..., no sé qué más decir, no encuentro otra cosa que una opresión vaga pero indefinida, no se me ocurre nada [2].
Terapeuta: sigue en contacto con esa sensación.
C: ...quizá..., no sé. Me da la sensación de que tuviese algo que cargar, como una responsabilidad que echarme a las espaldas, pero tampoco es algo claro... no encuentro forma de expresar otra cosa...
T: permanece en contacto con esa sensación, ábrete a ella, déjala que fluya.
C: ...en realidad no surge, se hace más pequeña, más diluida... no sé que pensar. [...]. De hecho percibo otros sentimientos por encima de la opresión o han surgido ahora con más fuerza una vez que he hablado de ella. La verdad es que ahora me siento bien, me estoy percibiendo vital, con ganas de hacer algo, como impulsado, como en una actitud de acción, con un deseo de moverme; me surge una imagen en la que estoy como preparado para echar hacia adelante y en la que expreso decisión, ánimo y seguridad.
 
Como vemos en el ejemplo, cuando ‘estamos’ en nuestros sentimientos estos evolucionan, se van transformando en otros. La realidad no es algo construido y estático (definido), fluye, cambia, evoluciona. En esa atención al presente donde estamos en cada momento (‘aquí y ahora’) la vida fluye y se transforma... ¡vivimos! Y este proceso es el que nos ‘cura’ de los traumas sufridos y fijados (construidos) en nuestra historia personal. Al volver a ellos y revivirlos (no contarlos) la emoción depositada en ellos evoluciona, cambia, fluye..., se convierte en otra cosa..., el trauma se disuelve...
 
Tenemos así awareness, consciencia inmediata, de lo que estamos viviendo en ese momento. Lo contrario, cualquier historia o reflexión sobre esos sentimientos es consciousness, conciencia reflexiva, racionalidad construida (racionalización lo llama el psicoanálisis). Conciencia que no sólo no nos acerca a eso que sentimos sino que ejerce el papel contrario alejándonos de ello. Ponemos una barrera (un ‘mapa’) entre nuestros sentimientos y nosotros mismos, nos distanciamos de ellos para no sentirlos, para no sentirnos. Construimos una realidad estática en vez de dejarnos fluir en ella.

Hablar y sentir
 
Normalmente tendemos a apartarnos de nuestros sentimientos ‘hablando’ historias de nuestra vida acerca de ellos. Eso, creemos habitualmente, es ‘contar lo que sentimos’. Para vivir la realidad no hay que ‘contar’ lo que sentimos, ¡hay que sentirlo! Puede parecer un juego de palabras; pero contar lo que sentimos no es sentirlo, no es estar en ‘ese’ sentimiento... No es la realidad, es una construcción mental de la misma.
 
Mientras contamos lo que sentimos, no sentimos, y si no sentimos no podemos saber qué nos está pasando. No vivimos lo que nos pasa. Si no vivimos lo que nos pasa reducimos eso que nos pasa a una imagen mental construida de ello. Y como imagen mental el sentimiento se fija (fijación en psicoanálisis) y no evoluciona con naturalidad. No lo vivimos y, por lo tanto, dejamos almacenado en nuestra mente eso que no vivimos... como una imagen fija e inmutable, construida, de algo que no es, por su naturaleza, fijo.
 
El hecho de que sea una imagen inmutable construida hace que volvamos a ella constantemente y revivamos el dolor o la angustia que esa imagen fija nos suscita. Pero este dolor y angustia no son reales, no son vividos por más que así lo creamos. Y lo peor es que creemos ‘a pies juntillas’ que ¡estamos sintiendo!, por lo que difícilmente saldremos de esa situación sin una espada que corte el nudo gordiano mental que nos hemos construido sin saber que lo hacíamos.
 
Es difícil de explicar: hacemos círculos en torno a una idea(-sentimiento) y no salimos de allí. Al fin y al cabo, esta actitud de fijación a una idea-sentimiento es la que genera discusiones interminables sobre cualquier tema en otros ámbitos de la conducta humana. El caso es que esa fijación es la que expresa el individuo consigo mismo en una fijación ideo-emocional.
 
Ésta es una paradoja vital . El nudo gordiano que cortamos es el de una dualidad existencial que impregna nuestra cultura desde hace milenios y que tiene una expresión elaborada en el dualismo cartesiano. Cuando entramos en la comprensión de lo que nos hemos estado haciendo a nosotros mismos toda la vida tenemos una pequeña experiencia mística, un mini-satori, como le gustaba decir a Perls . Veamos una transcripción de una alumna novel en una sesión de entrenamiento gestalt:
 
«Estamos en círculo alrededor de la sala. Yo “novata” en la Gestalt. Algunos compañeros han hablado. Yo con miedo, aunque no me dé cuenta, hago-lo-mío:
– Bli, bli, bli, bla, bla, bla...
– Ya. pero ¿cómo te sientes?
¿?
Consigo balbucear:
– Pues, como he dicho.
– No [...]. Eso es lo que piensas ¿cómo te sientes?
Me parece que me habla en chino
¡¿?!
Sentir, pensar..., Todo muy rápido y, a la vez, angustiosamente lento. Y yo “sin saber”. ¿Qué me está pidiendo esta mujer? El grupo en silencio y dentro de mí una tormenta/tormento. ¿Qué tengo que decir?
Me lanza un cabo:
A ver, vete al cuerpo ¿qué notas?
No noto NADA. No “sé” notar.
Sigue el silencio. Y la mirada del grupo... me parece que ellos saben algo que yo no; que hablan de algo que... Acaso... es una bobada pero...
 – Calor en la cara.
Lo digo. Esa bobada que (me) dejo escapar es el principio. Aquel pequeño (importantísimo) cabo que me lanzan y que yo me atrevo a agarrar (tomando en serio mis “bobadas”, tomándome en serio).»  (EMTG, 2008)
 
Algo tan simple como esto transcrito es una verdadera ‘revelación’ para alguien de nuestra cultura acostumbrado a ‘contarlo todo’..., pero no a sentirlo, a sentir directamente lo que hay ‘aquí y ahora’ en el cuerpo-emoción-sentimiento, sin el filtro distanciador de las palabras que nos conduce al ‘allí y entonces’.
 
Cuando entramos en una situación de naturaleza emocional que nos produce conflicto lo que queremos, habitualmente, es huir de ella, bien sea con las palabras (más típico del espíritu femenino), bien con la acción (manifestación más propia del espíritu masculino), bien a través de drogas, alcohol, espectáculos... O bien depositando vicariamente esa situación en las personas de alguno de esos programas “reality show” que tan populares son. Llenamos nuestro tiempo para no sentir.
 
Mientras que si vivimos, en el presente, las emociones que nos suscita, por más dolorosas que sean, esa vivencia evolucionará y ya no la tendremos fijada en nuestra mente. De repente nos daremos cuenta de que sentimos... “¡calor en la cara!” Ya no tendremos bloqueada la emoción-sensación-sentimiento en su fluir, bloqueo que nos hacer repetirla compulsiva y obsesivamente, sin ver la salida a ella.
 
Vivir significa cambiar
 
Vivir esa situación puede llevarnos a un cambio en nuestra vida. Otro de los obstáculos de entrar de verdad en una emoción. Nos dejamos guiar en nuestra vida por aquél refrán que nos dice que “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Tenemos miedo a vivir, a experimentar la plenitud. A cortar, eventualmente, los lazos que nos atan a la situación presente, que sabemos que nos atan aunque ‘no queramos saberlo’.
 
No es una crítica lo que estoy haciendo. Es la condición humana. Así somos. Incluso de jóvenes –supuesta etapa de ruptura–, la mayoría seguimos la ruptura generacional de un grupo, no buscamos nuestro propio camino-sentir personal, pues ese camino nos lleva a la soledad, y ésa es otra de las cosas que más odiamos, sentirnos solos. La ruptura de una generación a otra no es así sino un cambio mental. Cambiamos una realidad parcial por ser mental por otra asimismo parcial. Pero seguimos dentro del paradigma cartesiano-newtoniano. Cambiamos todo para no cambiar nada.
 
El caso es que, como hemos visto arriba, tener un awareness puede ser algo muy sencillo; pero habitualmente lo hacemos muy complicado. Se trata de ‘darnos cuenta’, de prestar atención a lo dado, al presente... y eso siempre sucede en un instante revelador. Puede implicar desde la simple vivencia de sentir la sensación plena (sin registro mental) de una taza en nuestras manos, hasta entrar de lleno en ese dolor que tanto ‘nos duele’. Tener un awareness (lo que en psicoanálisis se llama un insight [3], pero más sencillo [4]) es en realidad entrar en contacto directo con el mundo, y con nuestro mundo, sin el filtro de la mente, sin la construcción previa que hemos hecho de él.
 
Se trata de darnos cuenta de que en toda nuestra existencia hemos estado siguiendo un mapa construido por nostros y creyendo que ese mapa era nuestra vida, no la realidad presente. Es la ruptura koánica de la que habla José Luis San Miguel (Tendencias21 ). Ruptura que puede producirme mediante el simple darse cuenta de ese ‘calor en la cara’. No es necesaria una experiencia mística para ello. Así nos cuenta Capra (1989) cómo con ocasión de un encuentro en el Monasterio de Piedra (Zaragoza) Laing le hizo darse cuenta de que cualquier experiencia consciente es equiparable a una experiencia mística:
 
[Está hablado Capra] Esta visión mística de la consciencia se basa en la experiencia de la realidad en modos no ordinarios de consciencia y, según se dice, dicha experiencia mística es indescriptible. Es...
—¡Cualquier experiencia! –exclamó Laing, interrumpiendo decididamente mi discurso–. ¡Cualquier experiencia! –repitió al ver que le miraba desconcertado–. ¡Cualquier experiencia consciente de la realidad es indescriptible! Mira simplemente a tu alrededor por un momento, y observa, escucha, huele y siente dónde estás.
Seguí su consejo y pasé a hacerme plenamente consciente, experimentando una sinfonía de sombras, sonidos, olores y sensaciones.
—Tu consciencia puede participar de todo cuanto existe a tu alrededor –prosiguió Laing– pero nunca lograrás describir tu experiencia. No ocurre sólo con la experiencia mística sino con cualquier experiencia.
Comprendí de inmediato que Laing tenía razón... (pp. 159-160)
 
En nuestro mundo racional el verdadero cambio viene de entrar en contacto con lo real. De tomar consciencia de lo real. Ese contacto con lo real puede ser un simple contacto directo, sin el filtro de la mente; es decir, no ‘construido’, con un olor, sonido, sensación, sentimiento...

Fuente: Wikimedia Commons.
Interpretamos nuestra experiencia
 
Pero nuestra mente nos ha acostumbrado a interpretar y construir toda nuestra experiencia. Todo lo que sentimos y percibimos recibe su nombre de inmediato. Tenemos controlada la realidad. De hecho cuando no podemos catalogar de inmediato alguna percepción podemos responder con un ataque de pánico o angustia hasta que logramos situarnos en contexto. Nuestros miedos tienen mucho que ver con la falta de control sobre lo desconocido. Y ese control es fundamentalmente mental.
 
Por ello el contacto, que creemos real, con la realidad, no es tal, es un contacto filtrado por la mente, construido. De ahí que a la alumna del ejemplo anterior le cueste tanto darse cuenta de que no está en contacto con sus sentimientos... por mucho que esté hablando de ellos. ¡Es a la vez algo tan simple...!, ¡y tan complicado!...
 
Todas las técnicas orientales de meditación, artes marciales, resolución de koans, etc., así también otras occidentales como el baile de los giróvagos, la privación sensorial, la ingesta de enteógenos (sustancias psicotrópicas), etc., no es otra cosa lo que buscan a través de diversos caminos: tener un awareness (una toma de consciencia, en este caso, masiva y total) que traspase de una manera radical y completa todo límite mental, toda construcción de la realidad. Pero como vengo diciendo no es necesario ese awareness masivo, basta con ‘darse cuenta’ para cambiar una visión de la realidad por otra completamente distinta.
 
Lo importante es el cambio en sí mismo
 
Lo importante es el cambio de consciencia acerca de lo que es la realidad, no lo intensa y masiva que haya sido la experiencia que te ha llevado a ese cambio. Ni siquiera es necesario, como cuenta por ejemplo Husley (1954) en Las puertas de la percepción , tomar una sustancia enteógena (mescalina en su caso) para tener, según describe, una experiencia intensa al respecto. Basta, como he mostrado arriba, con darse plena consciencia del presente y sentir ese ‘calor en la cara’ que es toda la realidad que hay ‘aquí y ahora’.
 
Es cierto que una experiencia más intensa te da una consciencia corporal consecuentemente más masiva y plena; pero en cuanto a la consciencia de la realidad no es necesariamente mayor la que se puede obtener de una experiencia mística o cumbre que la de un simple darse cuenta de ese ‘calor en la cara’ [5].
 
Es más el hecho de llegar a ella conscientemente y no a través de estados alterados de consciencia inducidos por mecanismos (físicos o químicos) externos, es especialmente significativo para la consciencia general del individuo. Se es así más consciente del proceso. Esa dependencia de algo exterior a nosotros puede convertirse, incluso, en un obstáculo, en una de esas ‘gemas’ que frenan o impiden el progreso del neófito en el desarrollo de su consciencia.
 
Me pregunto qué hay en nuestra manera mental de ver las cosas que nos hace necesario ‘saltar’ de ahí a una desestructuración masiva de todo lo construido sobre la realidad. Que nos impide ver en el más sencillo de los actos sensoriales un peldaño o equiparación de la experiencia mística. Experiencia que no es otra cosa que una deconstrucción de esa realidad que hemos elaborado. ¿Tan embebidos estamos de nuestra construcción mental de ver las cosas que sólo concebimos –inconscientemente– su ruptura si evocamos algo tan masivo como una experiencia mística? Es la única respuesta que puedo concebir.
 
Como si la consciencia que se adquiere tras la experiencia mística fuera algo lejos de nuestro alcance. Lo que ocurre es que tenemos bloqueado nuestro acceso a ella por nuestro desarrollo, como individuos y como especie, de nuestras capacidades mentales. Un proceso que, no obstante, también tiene su razón evolutiva . Ese desarrollo implica, durante una fase del mismo, la pérdida de vínculos emocionales y sensoriales que nos conectan con el entorno y con nosotros mismos. La pérdida de realidad.
 
Así ocurre que en nuestro estado mental ordinario, tan resistente a la realidad directa, sólo una experiencia intensa (mística, pasional...) es capaz de subvertir el orden establecido por nuestra mente-y-cultura. Pero la gestalt, y Laing con ella, nos muestran que algo tan simple como una sensación o una percepción sencillas, plenamente sentidas, son igualmente subversivas. Darse cuenta de un momento así es tan revelador para la consciencia como una plena experiencia mística o cumbre.
 
Conclusiones: la gestalt y el nuevo paradigma
 
La base psicológica del nuevo paradigma de la ciencias de la complejidad, la teoría del caos, etc., es tan simple (y ‘complicada’, por ser un hecho de experiencia, un hecho fenomenológico) como el ‘darse cuenta’ gestáltico. Ambas maneras de enfocar la realidad pertenecen a una visión que trasciende los límites impuestos por la visión cartesiana.
 
La realidad lineal y jerárquica, en la que nos movemos habitualmente, es a la que nos ha acostumbrado el paradigma cartesiano-newtoniano-kantiano. Pero esta realidad lineal es sólo un aspecto particular y limitado de una realidad compleja y multidimensional . Una realidad que se está abriendo paso en el presente a nuestra consciencia a través de muchos caminos, tanto racionales (ciencias de la complejidad) como no-racionales (gestalt, espiritualidad...).
 
El tema es obscuro sólo para nuestra mente racional. La mente que imbuida en el paradigma cartesiano-newtoniano-kantiano, lineal y jerárquico construye una realidad que no es tal.

Bibliografía 

Capra, Fritjof. (1989, ec. 2003). Sabiduría insólita. Barcelona. Ed. Kairós.
EMTG (Escuela Madrileña de terapia Gestalt). (2008). Gratitud por aquél cabo. Boletín nº 6, pág. 50.
Ferrer, Jorge. (2002, ec. 2003). Espiritualidad creativa. Ed. Kairós. Barcelona.
Husley, Aldous. (1954, ec. 1977). Las puertas de la percepción. Ed. Paidós. Barcelona.
Perls, F., Hefferline, R. y Goodman, P. Terapia Gestalt. Excitación y crecimiento de la personalidad humana. (1951, ec. 2002). Madrid. Ed. Sociedad de Cultura Valle-Inclán. Los libros del CTP.

Notas:

[1] En terapia gestalt no hablamos de paciente, sino de cliente. El término paciente tiene una connotación negativa en tanto en cuando induce a pensar en la actitud pasiva del cliente. En las terapias humanistas se considera que el cliente tiene total autonomía y creatividad sobre su proceso, no es un ‘paciente’.
[2] Aquí y en sucesivas intervenciones el cliente poco experimentado podría haber contado cómo sus padres lo oprimieron en la infancia o cualquier otra historia y esa derivación es la que evita siempre que puede un terapeuta gestalt. Al contarnos una historia el cliente construye su realidad, no está en contacto directo con ella.
[3] Penetración, percepción, perspicacia, agudeza, intuición, revelación
[4] La experiencia del awareness y del insight es en esencia la misma. La diferencia estriba en el método para llegar a esa experiencia. En el psicoanálisis puede requerir un proceso largo muy laborioso (por la naturaleza eminentemente mental del psicoanálisis), mientras que en terapia gestalt es algo que se practica desde el primer momento a través de sentir nuestro cuerpo, sus sensaciones, el simple contacto con nuestra ropa, con nuestro asiento, con una simple dolencia física. De ahí se pasa después al contacto con nuestras emociones y sentimientos. Cuando atravesamos la barrera mental que nos aparta de ellas (como en el zen) la sorpresa de encontrarnos directamente con nuestras emociones es toda una revelación, el primer peldaño para la experiencia mística.
[5] Puede serlo en tanto en cuanto la persona no continúe explorando esa primera percepción de una realidad ignorada y se conforme con el paradigma institucional que se le ofrece. Pero de no quedarse ahí (como en los cuentos místicos en los que se habla de las joyas que impiden seguir el camino) esa primera experiencia es una puerta tan válida como toda una experiencia mística o cumbre de lo más intensa.

Este artículo ha sido elaborado por un SOCIO DE TENDENCIAS21 y, por tanto, cuenta con su propio FORO DE DISCUSIÓN. Si lo deseas, puedes participar en él con tus opiniones y comentarios: Foro El futuro del “yo”, de Sinesio Madrona.


Sinesio Madrona es licenciado en psicología. Formado en terapia psicoanalítica, rogeriana y gestáltica. Autor de una teoría  que describe el desarrollo de la conciencia como un proceso sucesivo de autoorganización de creciente complejidad.



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