Philip Clayton. Fuente: Clayton's Emergings.
Philip Clayton, profesor de religión de la Claremont Graduate University de California, así como filósofo y teólogo autor de una veintena de libros y cientos de artículos sobre el debate ciencia y religión, ha escrito recientemente un artículo en la revista Religiondispatches, en el que afirma que la batalla entre religión y ateísmo ha terminado, y que en la época en que vivimos la ciencia y la religión se están dando una tregua.
Bajo el título, “Religion and Science: Toward a Postmodern Truce” (Religión y ciencia: hacia una tregua posmoderna), Clayton se pregunta en este trabajo por qué los intentos de razonable discusión entre ciencia y religión en la sociedad acaban en desastre o, simplemente son inexistentes.
¿Por qué fallan estas discusiones y cómo podemos superarlas?, se pregunta el autor. La respuesta sería: conociendo la situación en que nos encontramos.
Lucha generacional
Según Clayton, el conflicto existente entre ciencia y religión puede explicarse con la siguiente imagen: pensemos en una venganza familiar pendiente, que ha recorrido tres generaciones.
La primera generación iría desde el mundo clásico griego hasta el inicio del periodo medieval. Durante esta época, la filosofía y la teología establecieron los términos del enfrentamiento.
Para Aristóteles y sus seguidores medievales, el conocimiento (episteme) fue creado a imagen de la filosofía, mientras que el término latino para ciencia, “scientia”, significa cualquier forma de investigación organizada. En esta época es cuando se establece la primacía de la observación empírica.
La siguiente generación de la familia sería la de los científicos y filósofos de la modernidad. Los hijos e hijas del periodo medieval tardío, simplemente, no tuvieron elección. La única manera en que pudieron abrirse un espacio para sus nuevos modos empíricos de investigación fue rechazar de plano las autoridades medievales y sus supuestos.
Así, Descartes proclamó que todo está abierto a la duda; Francis Bacon atacó a los cuatro “ídolos” de la filosofía tradicional y de la teología; y Galileo, algo más amable, afirmó del Libro de la Naturaleza que éste estaba escrito en el “lenguaje de las matemáticas”, a diferencia de la Biblia.
Estas declaraciones de independencia con respecto a la religión pudieron ser inicialmente pacíficas, pero rápidamente se deterioraron para convertirse en mucho más radicales, señala Clayton.
Bajo el título, “Religion and Science: Toward a Postmodern Truce” (Religión y ciencia: hacia una tregua posmoderna), Clayton se pregunta en este trabajo por qué los intentos de razonable discusión entre ciencia y religión en la sociedad acaban en desastre o, simplemente son inexistentes.
¿Por qué fallan estas discusiones y cómo podemos superarlas?, se pregunta el autor. La respuesta sería: conociendo la situación en que nos encontramos.
Lucha generacional
Según Clayton, el conflicto existente entre ciencia y religión puede explicarse con la siguiente imagen: pensemos en una venganza familiar pendiente, que ha recorrido tres generaciones.
La primera generación iría desde el mundo clásico griego hasta el inicio del periodo medieval. Durante esta época, la filosofía y la teología establecieron los términos del enfrentamiento.
Para Aristóteles y sus seguidores medievales, el conocimiento (episteme) fue creado a imagen de la filosofía, mientras que el término latino para ciencia, “scientia”, significa cualquier forma de investigación organizada. En esta época es cuando se establece la primacía de la observación empírica.
La siguiente generación de la familia sería la de los científicos y filósofos de la modernidad. Los hijos e hijas del periodo medieval tardío, simplemente, no tuvieron elección. La única manera en que pudieron abrirse un espacio para sus nuevos modos empíricos de investigación fue rechazar de plano las autoridades medievales y sus supuestos.
Así, Descartes proclamó que todo está abierto a la duda; Francis Bacon atacó a los cuatro “ídolos” de la filosofía tradicional y de la teología; y Galileo, algo más amable, afirmó del Libro de la Naturaleza que éste estaba escrito en el “lenguaje de las matemáticas”, a diferencia de la Biblia.
Estas declaraciones de independencia con respecto a la religión pudieron ser inicialmente pacíficas, pero rápidamente se deterioraron para convertirse en mucho más radicales, señala Clayton.
Debate en la Nasa. NASA Kennedy Space Center (NASA-KSC)
Enfrentamiento innecesario
A los descendientes de la tercera generación –los posmodernos-, sin embargo, la batalla a muerte entre ciencia y religión no les parece ni necesaria ni productiva.
Como los niños que no pueden comprender porqué sus padres y abuelos han luchado tanto por un objetivo, esta nueva generación, simplemente, ha descartado los supuestos en los que sus antepasados basaron su lucha.
Por eso, en las últimas décadas se han visto múltiples propuestas de armonización, e incluso de unificación, entre ciencia y religión. Esta saga de tres generaciones resulta crucial para la comprensión de la situación cultural actual, afirma Clayton.
Según Clayton, desde esta perspectiva resultan anticuadas las posturas de los nuevos y radicales defensores del ateísmo (Dawkins, Dennet, Harris, etc.) que no miran hacia el futuro, sino que presentan análisis manidos sobre la relación religión/ciencia, más propios de las generación anterior que de las actitudes de la nueva generación. Estos defensores creen que la existencia de la religión es una auténtica amenaza para la ciencia.
Los “descendientes” de la tercera generación que se posicionan en la ciencia son generalmente científicos que son creyentes en su vida privada, y que afirman que su fe personal complementa su trabajo científico; o científicos que creen que la ciencia y la religión son dos esferas completamente independientes la una de la otra.
Pero también existe un grupo de científicos que trabaja de manera constructiva por construir puentes conceptuales entre ciencia y religión, afirma Clayton, por generar una perspectiva unitaria que tome aspectos de ambas.
Trabajar juntos por el bien global
Según el escritor, la mayoría de los americanos cristianos y judíos muestran interés en la discusión ciencia-religión. En la mayoría de los casos, sin embargo, el motivo de este interés es defensivo: la gente no quiere pensar que su fe se opone a la ciencia o que la ciencia pueda hacerle repensar y reformular algunos de los más importantes dogmas de su tradición religiosa.
Para Clayton, es necesario que tanto la religión como la ciencia hagan algunas concesiones para poder alcanzar algún tipo de tregua.
Si no se consigue formular una asociación provechosa entre ambas, ¿cómo podremos enfrentar todos los temas globales urgentes (como el cambio climático) que sólo pueden ser resueltos si las ciencias y las tradiciones religiosas aprenden a trabajar en equipo?
Los trabajos de Philip Clayton se han caracterizado por el intento de desarrollar una teología cristiana en diálogo constructivo con la metafísica, la filosofía moderna y la ciencia.
Esta tarea le ha llevado a escribir acerca de la teoría del conocimiento, sobre filosofía y teología; sobre filosofía de la ciencia, sobre física, sobre biología evolutiva, sobre neurociencia y, también, sobre teología comparada y metafísica constructiva.
Su postura moderada abre una serie de posiciones complejas e interesantes en el tema ciencia-religión, y se aleja de la lucha frontal entre posiciones antagónicas, tal y como explicamos sobre el autor en otro artículo de Tendencias21, publicado en 2008.
A los descendientes de la tercera generación –los posmodernos-, sin embargo, la batalla a muerte entre ciencia y religión no les parece ni necesaria ni productiva.
Como los niños que no pueden comprender porqué sus padres y abuelos han luchado tanto por un objetivo, esta nueva generación, simplemente, ha descartado los supuestos en los que sus antepasados basaron su lucha.
Por eso, en las últimas décadas se han visto múltiples propuestas de armonización, e incluso de unificación, entre ciencia y religión. Esta saga de tres generaciones resulta crucial para la comprensión de la situación cultural actual, afirma Clayton.
Según Clayton, desde esta perspectiva resultan anticuadas las posturas de los nuevos y radicales defensores del ateísmo (Dawkins, Dennet, Harris, etc.) que no miran hacia el futuro, sino que presentan análisis manidos sobre la relación religión/ciencia, más propios de las generación anterior que de las actitudes de la nueva generación. Estos defensores creen que la existencia de la religión es una auténtica amenaza para la ciencia.
Los “descendientes” de la tercera generación que se posicionan en la ciencia son generalmente científicos que son creyentes en su vida privada, y que afirman que su fe personal complementa su trabajo científico; o científicos que creen que la ciencia y la religión son dos esferas completamente independientes la una de la otra.
Pero también existe un grupo de científicos que trabaja de manera constructiva por construir puentes conceptuales entre ciencia y religión, afirma Clayton, por generar una perspectiva unitaria que tome aspectos de ambas.
Trabajar juntos por el bien global
Según el escritor, la mayoría de los americanos cristianos y judíos muestran interés en la discusión ciencia-religión. En la mayoría de los casos, sin embargo, el motivo de este interés es defensivo: la gente no quiere pensar que su fe se opone a la ciencia o que la ciencia pueda hacerle repensar y reformular algunos de los más importantes dogmas de su tradición religiosa.
Para Clayton, es necesario que tanto la religión como la ciencia hagan algunas concesiones para poder alcanzar algún tipo de tregua.
Si no se consigue formular una asociación provechosa entre ambas, ¿cómo podremos enfrentar todos los temas globales urgentes (como el cambio climático) que sólo pueden ser resueltos si las ciencias y las tradiciones religiosas aprenden a trabajar en equipo?
Los trabajos de Philip Clayton se han caracterizado por el intento de desarrollar una teología cristiana en diálogo constructivo con la metafísica, la filosofía moderna y la ciencia.
Esta tarea le ha llevado a escribir acerca de la teoría del conocimiento, sobre filosofía y teología; sobre filosofía de la ciencia, sobre física, sobre biología evolutiva, sobre neurociencia y, también, sobre teología comparada y metafísica constructiva.
Su postura moderada abre una serie de posiciones complejas e interesantes en el tema ciencia-religión, y se aleja de la lucha frontal entre posiciones antagónicas, tal y como explicamos sobre el autor en otro artículo de Tendencias21, publicado en 2008.