Foto: dariuszka. Fuente: Everystockphoto.
Cambiar la forma de pensar de un individuo acerca de otras personas es la manera más efectiva de reducir la soledad. Esto es lo que han descubierto expertos del Centro Médico de la Universidad de Chicago al analizar un elenco de estudios realizados sobre el tema de la soledad y su tratamiento, entre los años 1970 y 2009.
Según publica dicha Universidad en un comunicado, de esta forma podría no sólo aliviarse un estado anímico sino, también, asegurar que no se desarrollen ciertos problemas de salud vinculados a la soledad, como el insomnio o la demencia.
En los últimos años, diversas investigaciones han detectado el efecto nocivo de la soledad en la salud humana. Así, por ejemplo, el pasado mes de junio, salía a la luz un estudio que demostraba que la soledad fomenta malos hábitos, como un consumo mayor de medicamentos o un nivel más alto de estrés.
Factor de riesgo para la salud
Otras evidencias recopiladas hasta ahora señalan que la soledad puede ser considerada un factor de riesgo tan serio para la salud como otros factores, como la obesidad o el tabaquismo.
Los investigadores John Cacioppo y Christopher Masi, del departamento de psicología de la Universidad de Chicago, buscaron por esta razón la mejor estrategia para paliar la soledad y, con ello, la propensión a una salud deficiente.
Lo hicieron analizando estudios basados en intervenciones diseñadas para tratar de manera directa la soledad. Los psicólogos midieron los resultados de estos estudios, con el fin de elaborar una comparación acerca de la efectividad de cada uno de ellos con respecto al resto.
Según los investigadores, lo que ellos hicieron fue un meta-análisis comparativo para contar con información fiable sobre el tema.
Buscando las claves
Una de las conclusiones a las que llegaron los científicos es que la soledad se puede tratar, es decir, puede reducirse aplicando ciertas intervenciones.
Según publica dicha Universidad en un comunicado, de esta forma podría no sólo aliviarse un estado anímico sino, también, asegurar que no se desarrollen ciertos problemas de salud vinculados a la soledad, como el insomnio o la demencia.
En los últimos años, diversas investigaciones han detectado el efecto nocivo de la soledad en la salud humana. Así, por ejemplo, el pasado mes de junio, salía a la luz un estudio que demostraba que la soledad fomenta malos hábitos, como un consumo mayor de medicamentos o un nivel más alto de estrés.
Factor de riesgo para la salud
Otras evidencias recopiladas hasta ahora señalan que la soledad puede ser considerada un factor de riesgo tan serio para la salud como otros factores, como la obesidad o el tabaquismo.
Los investigadores John Cacioppo y Christopher Masi, del departamento de psicología de la Universidad de Chicago, buscaron por esta razón la mejor estrategia para paliar la soledad y, con ello, la propensión a una salud deficiente.
Lo hicieron analizando estudios basados en intervenciones diseñadas para tratar de manera directa la soledad. Los psicólogos midieron los resultados de estos estudios, con el fin de elaborar una comparación acerca de la efectividad de cada uno de ellos con respecto al resto.
Según los investigadores, lo que ellos hicieron fue un meta-análisis comparativo para contar con información fiable sobre el tema.
Buscando las claves
Una de las conclusiones a las que llegaron los científicos es que la soledad se puede tratar, es decir, puede reducirse aplicando ciertas intervenciones.
Sin embargo, el meta-análisis reveló también que la dimensión del efecto medio de los tratamientos aplicados hasta ahora había sido modesta.
Por eso, los científicos decidieron descomponer cada estudio en función de la estrategia de intervención seguida, para buscar claves sobre cómo elaborar una intervención realmente valiosa para la soledad.
En esta descomposición descubrieron que las estrategias dirigidas hacia lo que los autores llaman la “cognición social inadaptativa” daban resultados muy positivos en lo que al tratamiento de la soledad se refiere.
Según Masi, diversos estudios han demostrado que las personas solitarias mantienen suposiciones incorrectas sobre sí mismas y sobre la percepción que otras personas tienen de ellas.
Centrarse en estas suposiciones incorrectas para transformarlas sería la mejor manera de reducir la soledad.
Cambiar la manera de pensar
¿Pero cómo se cambian dichas suposiciones? Los investigadores afirman que se pueden modificar con ciertas herramientas, como la terapia cognitivo-conductual (centrada en los patrones de pensamientos que fomentan la inadaptación y en las creencias que subyacen a dichos patrones) o como los ejercicios diseñados para quebrantar modelos de pensamiento insanos.
Estas herramientas podrían ayudar a las personas solitarias a afrontar las situaciones sociales con una actitud más positiva, explican los psicólogos.
Ahora, Cacioppo y Masi esperan aplicar lo que han aprendido al diseño de nuevos métodos de evaluación y tratamiento de la soledad que podrían resultar útiles tanto para los psicólogos como para los médicos de atención primaria.
Asimismo, los científicos creen que podrían diseñarse diversas intervenciones según el nivel de soledad de cada individuo (de leve a severo). Cualquiera de ellas deberá enfocarse en la cognición social para ser efectiva, y para reducir consecuentemente el riesgo que para la salud entraña la soledad.
Según Cacioppo, estas intervenciones, para ser eficientes, no deberán facilitar la interacción entre individuos, con el fin de generar apoyo social, ni tampoco enseñar habilidades sociales sino, más bien, cambiar la manera que tienen las personas solitarias de percibir a otras personas, pensar sobre ellas e interactuar con ellas.
Los resultados de la presente investigación han sido publicados por la revista especializada Personality and Social Psychology Review.
Un mal contagioso
Cacioppo y sus colaboradores llevan años estudiando el tema de la soledad. En 2007, los investigadores publicaron en la revista GenomeBiology los resultados de un estudio en el que se reveló que la soledad puede afectar a la expresión de los genes en los glóbulos blancos de la sangre, responsables de la activación del sistema inmunológico.
Por otro lado, en 2009, Cacioppo dirigió otra investigación que constató que la soledad es como una enfermedad: produce malestar físico y, además, se contagia.
En este caso, los científicos recopilaron datos de más de 5.000 personas, recogidos durante un periodo de 60 años. A partir de estos datos, se elaboró un gráfico que reflejaba que los solitarios que se marginan acaban propiciando la marginación de sus allegados.
Por tanto, la soledad no sólo daña la salud de los individuos, sino que además puede dañar a la sociedad, afectando al tejido social de ésta.
Por eso, los científicos decidieron descomponer cada estudio en función de la estrategia de intervención seguida, para buscar claves sobre cómo elaborar una intervención realmente valiosa para la soledad.
En esta descomposición descubrieron que las estrategias dirigidas hacia lo que los autores llaman la “cognición social inadaptativa” daban resultados muy positivos en lo que al tratamiento de la soledad se refiere.
Según Masi, diversos estudios han demostrado que las personas solitarias mantienen suposiciones incorrectas sobre sí mismas y sobre la percepción que otras personas tienen de ellas.
Centrarse en estas suposiciones incorrectas para transformarlas sería la mejor manera de reducir la soledad.
Cambiar la manera de pensar
¿Pero cómo se cambian dichas suposiciones? Los investigadores afirman que se pueden modificar con ciertas herramientas, como la terapia cognitivo-conductual (centrada en los patrones de pensamientos que fomentan la inadaptación y en las creencias que subyacen a dichos patrones) o como los ejercicios diseñados para quebrantar modelos de pensamiento insanos.
Estas herramientas podrían ayudar a las personas solitarias a afrontar las situaciones sociales con una actitud más positiva, explican los psicólogos.
Ahora, Cacioppo y Masi esperan aplicar lo que han aprendido al diseño de nuevos métodos de evaluación y tratamiento de la soledad que podrían resultar útiles tanto para los psicólogos como para los médicos de atención primaria.
Asimismo, los científicos creen que podrían diseñarse diversas intervenciones según el nivel de soledad de cada individuo (de leve a severo). Cualquiera de ellas deberá enfocarse en la cognición social para ser efectiva, y para reducir consecuentemente el riesgo que para la salud entraña la soledad.
Según Cacioppo, estas intervenciones, para ser eficientes, no deberán facilitar la interacción entre individuos, con el fin de generar apoyo social, ni tampoco enseñar habilidades sociales sino, más bien, cambiar la manera que tienen las personas solitarias de percibir a otras personas, pensar sobre ellas e interactuar con ellas.
Los resultados de la presente investigación han sido publicados por la revista especializada Personality and Social Psychology Review.
Un mal contagioso
Cacioppo y sus colaboradores llevan años estudiando el tema de la soledad. En 2007, los investigadores publicaron en la revista GenomeBiology los resultados de un estudio en el que se reveló que la soledad puede afectar a la expresión de los genes en los glóbulos blancos de la sangre, responsables de la activación del sistema inmunológico.
Por otro lado, en 2009, Cacioppo dirigió otra investigación que constató que la soledad es como una enfermedad: produce malestar físico y, además, se contagia.
En este caso, los científicos recopilaron datos de más de 5.000 personas, recogidos durante un periodo de 60 años. A partir de estos datos, se elaboró un gráfico que reflejaba que los solitarios que se marginan acaban propiciando la marginación de sus allegados.
Por tanto, la soledad no sólo daña la salud de los individuos, sino que además puede dañar a la sociedad, afectando al tejido social de ésta.