Cartel de la obra. Fuente: Grupos Media.
La escena y su atmósfera representan un estudio de radio de los años cincuenta, seguramente en Estados Unidos: carteles de On Air en inglés, música de Sinatra, aunque el sentido de la localización se me escapa. A punto de comenzar la retrasmisión de Hamlet, acto III, el famoso monólogo del príncipe de Dinamarca. De súbito, el actor que hace las veces de Ofelia se rebela y le pisa la actuación a “su prometido”.
Así da comienzo la farsa descacharrante Clásicas envidiosas, homenaje a los clásicos, en el que aparecen algunos de los más famosos personajes del bardo inglés: Julieta, Romeo, Macbeth, Shylock, más los citados.
Cinco actores dan vida a esta procesión de estampas y gags, cuyo quicio radica en el anhelo unamuniano de Ofelia por independizarse, soñar con un pretendiente que no dude y filosofe tanto y, en vez de eso, la mire como mujer y la posea.
La rebelión de Ofelia, que se niega a suicidarse, exige de Hamlet que, de una vez, se decida y la pida en matrimonio, con lo que la obra sigue un derrotero diferente al que imaginara su autor.
Ofelia, en sus ansias eróticas, envidia a Romeo, un adolescente en flor enamorado de Julieta, poco intelectual, sin dudas metafísicas, y dispuesto más bien al ascenso por los balcones y anfractuosidades sugerentes de la dama.
Así da comienzo la farsa descacharrante Clásicas envidiosas, homenaje a los clásicos, en el que aparecen algunos de los más famosos personajes del bardo inglés: Julieta, Romeo, Macbeth, Shylock, más los citados.
Cinco actores dan vida a esta procesión de estampas y gags, cuyo quicio radica en el anhelo unamuniano de Ofelia por independizarse, soñar con un pretendiente que no dude y filosofe tanto y, en vez de eso, la mire como mujer y la posea.
La rebelión de Ofelia, que se niega a suicidarse, exige de Hamlet que, de una vez, se decida y la pida en matrimonio, con lo que la obra sigue un derrotero diferente al que imaginara su autor.
Ofelia, en sus ansias eróticas, envidia a Romeo, un adolescente en flor enamorado de Julieta, poco intelectual, sin dudas metafísicas, y dispuesto más bien al ascenso por los balcones y anfractuosidades sugerentes de la dama.
Lectura fresca de los clásicos
Lo positivo de esta comedia es el homenaje y la revisitación de los clásicos, hay citas de Lope, de Calderón; el juego con la cronología, que produce momentos desternillantes al apelar a la actualidad con mala idea (se cita el Brexit, la condición de periodista de la princesa…), la brillante interpretación física de los actores: la hora y media de travestismo que los cinco miembros del elenco nos ofrecen es un tour de forcé muy estimable técnicamente; en conclusión, la relectura inteligente y estrambótica que se hace de los clásicos está llena de fuerza y frescura y, en ese sentido, sobresale de la media.
El punto débil que uno le encuentra es el gusto por la sal gorda y el chafarrinón. El humor pierde a trancos finura, ironía y delicadeza y se adentra por cauces vulgares que ya no son de recibo (y así los recibe el público, con asepsia y vergüenza ajena), creo que una lima del libreto en esa dirección, de mayor contención y finura, sin perder un ápice de la gestualidad corporal y sarcasmo, mejoraría notablemente esta simpática obrita, llena de ingenio y brocha gorda.
Insisto, lo mejor, la actuación de sus cinco intérpretes, prodigio de versatilidad y buen hacer. Con todo, siempre es un gusto constatar la actualidad de los clásicos y el juego que da su relectura, como vimos hace poco cuando glosamos Rinconete y Cortadillo. Clásicas envidiosas se nos ofrece como una alternativa refrescante y simpática en plena canícula estival.
Lo positivo de esta comedia es el homenaje y la revisitación de los clásicos, hay citas de Lope, de Calderón; el juego con la cronología, que produce momentos desternillantes al apelar a la actualidad con mala idea (se cita el Brexit, la condición de periodista de la princesa…), la brillante interpretación física de los actores: la hora y media de travestismo que los cinco miembros del elenco nos ofrecen es un tour de forcé muy estimable técnicamente; en conclusión, la relectura inteligente y estrambótica que se hace de los clásicos está llena de fuerza y frescura y, en ese sentido, sobresale de la media.
El punto débil que uno le encuentra es el gusto por la sal gorda y el chafarrinón. El humor pierde a trancos finura, ironía y delicadeza y se adentra por cauces vulgares que ya no son de recibo (y así los recibe el público, con asepsia y vergüenza ajena), creo que una lima del libreto en esa dirección, de mayor contención y finura, sin perder un ápice de la gestualidad corporal y sarcasmo, mejoraría notablemente esta simpática obrita, llena de ingenio y brocha gorda.
Insisto, lo mejor, la actuación de sus cinco intérpretes, prodigio de versatilidad y buen hacer. Con todo, siempre es un gusto constatar la actualidad de los clásicos y el juego que da su relectura, como vimos hace poco cuando glosamos Rinconete y Cortadillo. Clásicas envidiosas se nos ofrece como una alternativa refrescante y simpática en plena canícula estival.
Referencia:
Obra: Clásicas envidiosas.
Texto: Chema Rodríguez Calderón.
Dirección: Juanma Cifuentes.
Produce: Martelache Espectáculos.
Intérpretes: Chema Rodríguez Calderón, Pedro Bachura, Gerard Clúa, David Carrio y Juan Madrid.
Próximas representaciones: Hasta el 7 de agosto de 2016 en Pequeño Teatro Gran Vía (Madrid).
Obra: Clásicas envidiosas.
Texto: Chema Rodríguez Calderón.
Dirección: Juanma Cifuentes.
Produce: Martelache Espectáculos.
Intérpretes: Chema Rodríguez Calderón, Pedro Bachura, Gerard Clúa, David Carrio y Juan Madrid.
Próximas representaciones: Hasta el 7 de agosto de 2016 en Pequeño Teatro Gran Vía (Madrid).