Autorretrato y ‘Vive o muere’, de Anne Sexton

Linteo y Vitrubio han traído a nuestro país en los últimos años a una de las grandes “poetas confesionales” de EE UU


Anne Sexton fue una de las grandes “poetas confesionales” de EE UU en el siglo XX. En España, en los últimos años se han publicado de ella, entre otros, ‘Anne Sexton: Un autorretrato en cartas’ (Linteo, 2015) y ‘Vive o muere’ (Vitrubio 2008). La composición de este libro, realizada por una de las hijas de la autora, se decanta finalmente por “la luz, el sol, el sueño”. Gracias a ese toque final, su versión original pudo ser publicada. Por Javi Gil.




“Soy como una especie de beatnik secreta, oculta en la periferia en una casita cuadrada de una calle anodina”, así se describió Anne Sexton, una de las grandes poetas de EE. UU. en el siglo XX. Sexton había nacido en Newton, Massachusetts, en 1928. Hija menor de una familia bien posicionada, su infancia y juventud transcurrieron entre “casitas cuadradas de calles anodinas” con un padre dedicado al comercio y una madre estricta por los que nunca se sintió comprendida (ni hasta cierto punto querida) y con los que mantuvo una relación conflictiva que se vio reflejada en algunos de sus poemas.
 
Bastante joven, con 20 años, se casó con Alfred Muller Sexton II (al que llamaba “Kayo”). De este matrimonio nacieron sus dos hijas, Linda Gray Sexton y Joyce Sexton, y con ello parecía cumplido su destino de ama de casa estadounidense. Pero a pesar de esta aparente vida estable y normal (venga esto a significar lo que signifique), en la mente de la luminosa Anne Sexton pronto comenzó a incubarse un trastorno psicológico profundo que la acompañó durante toda su vida adulta y la llevó de una consulta psicológica a otra.
 
De esta relación terapéutica, entre otras cosas, surgió su vocación poética: fue uno de sus psicólogos el que la incitó a volcar sus angustias y neurosis en forma literaria. Así, la escritura de poesía, para la poeta estadounidense, comenzó como una terapia, literalmente. De hecho, a su profesor en un taller de escritura, John Holmes, le escribió estas reveladoras palabras: “Y no te dije que la poesía me ha salvado la vida; que me ha dado una vida y que si no me hubiera topado con tu clase, si no te hubiera encontrado a ti y a tu clase, estaría, sin duda, perdida”. Y en una carta del 9 de junio de 1959 a su amigo, el poeta W. D. Snodgrass le escribió: “Mis antiguos dioses han caído como un juego de bolos. Todo es un caos emocional. La poesía, solo la poesía, me ha salvado la vida”.
 
Ambas citas provienen de Anne Sexton: Un autorretrato en cartas (Ediciones Linteo, Ourense, 2015, traducción de Andrés Catalán, Ben Clark, Juan David González-Iglesias y Ainhoa Rebolledo), un libro que montó su hija mayor, Linda Gray Sexton, a partir de la apasionada (y apasionante) correspondencia de la poeta con numerosos amigos, familiares y amantes.

La primera edición del libro, que en inglés lleva el título Anne Sexton: A Self-Portrait in Letters, fue publicada en 1977, tres años después de la muerte de Sexton, y según cuenta su hija en el prólogo fue un proceso en extremo lacerante porque en esa correspondencia se encontró un “autorretrato” muy revelador de su madre: “Leí sobre su euforia y su desesperación, sobre sus arrebatos de odio y de amor, su creciente conciencia de sí misma. Leí sobre su poesía, que lentamente alzó la voz para elevarla por encima de sí misma. Lloré. A través de sus palabras se resucitó a sí misma”, y de esa resurrección somos testigos nosotros, sus lectores, al asomarnos a este conjunto de cartas.
 
A partir del momento en que le “prescribieron” la escritura poética como herramienta terapéutica, Sexton comenzó a crear de manera casi compulsiva en un intento, dice ella, “de convertirnos en nosotros mismos, de superar a nuestro padre y a nuestra madre, de asumir, de algún modo, nuestra propia identidad”. Por entonces, empezó también a frecuentar los talleres de creación poética, lugares de iniciación para muchos escritores en EE. UU., donde además coincidió y se relacionó con poetas que, como ella, acudían como alumnos (en uno de ellos, por ejemplo, conoció a la mítica Sylvia Plath y también a Maxime Kumin, amiga del alma con quien escribió varios libros para niños y que la acompañó hasta su muerte).

Más allá de lo confesional

La obra de Sexton ha sido adscrita generalmente a la llamada “poesía confesional” en EE. UU., pero, como ha escrito Julio Mas Alcaraz en relación con su obra, “la biografía de la poeta es una fuente de inspiración, importante en algunos de sus poemas, falseada en muchos de ellos, pero no menos importante que los sueños, su imaginación, sus trances o sus lecturas”, rebatiendo así la visión extendida de la poeta alimentada e inspirada únicamente —y esto es importante— por su propia vida, por sus propias experiencias, y dando una imagen más amplia de su naturaleza de escritora, más allá de su adhesión a la poesía confesional (es eso y mucho más).

“¿Cuál es la diferencia entre confesar algo y hacer poesía?”, se preguntaba la poeta en una carta del 26 de noviembre de 1958 a W. D. Snodgrass. Y su respuesta no podía ser más sencilla: “Se trata, claro, del arte”. Y ese “arte” es la combinación de todos esos ingredientes que se mencionan en la cita anterior: biografía pero también sueños, imaginación, trances y lecturas; haciendo de sus escritos un alto ejemplo de poesía. Porque, no hay que olvidar, “todos los poetas mienten. (...) un escritor es alguien que con unos muebles hace un árbol”, como dijo la propia Sexton.
 
La cita de Mas que reproducíamos más arriba proviene del prólogo que hizo para Vive o muere  (Ediciones Vitruvio, Madrid, 2008). Con este título, Vive o muere, el poeta madrileño acercó al lector español Live or Die (1966), tercer poemario de Anne Sexton, con el que obtuvo además el primer gran reconocimiento público a su obra, el Premio Pulitzer de 1967. Con su traducción, Mas abrió una brecha que ha servido para que otros sigan profundizando y traduciendo la obra de la poeta de Massachusetts en España (previamente, en 1996, Jonio González y Jorge Ritter ya habían traducido parte de su obra en la antología El asesino y otros poemas para Icaria Editorial).
 
Con Vive o muere, Sexton siguió profundizando en sus obsesiones, ahondando en las pulsiones de intenso deseo de vida y un contrapuesto anhelo de muerte: “...en el tercero (se refiere a su tercer libro, Vive o muere), finalmente, descubrí que estaba decidiendo entre vivir o morir”, una dicotomía que aparece expresada ya en el título, ese imperativo “vive o muere” que nos parece una especie de grito de socorro pero también un adentrarse en sí misma con decisión: “...valientes, / seguimos al miedo hasta su entraña, pulsamos viejas cuerdas”, dice en “Imitaciones del ahogado”, aunque ese mismo poema acaba así:

“No hay noticias en el miedo / pero al final es el miedo / el que te ahoga”. Una escritura siempre al límite, que se encuentra en el borde que separa la vida y la muerte, la locura y la cordura, “lo que acecha en el corazón del hombre”, apasionada, doliente pero cargada de anhelos, donde la norteamericana mostró muchas de sus pulsiones y preocupaciones, como las relaciones paternofiliales y familiares en general, el amor y la imposibilidad de amar, la religión, la medicación y la psiquiatría como una forma de sobrellevar la angustia, y también el suicidio.

Toque final
 
Sobre este último tema cabe destacar el poema que dedicó a su amiga Sylvia Plath, “La muerte de Sylvia”, a raíz de su suicidio (escribió el poema a los seis días de su muerte). En cierta manera, Sexton sentía que su amiga la había adelantado en ese anhelo compartido por ambas: “Sylvia y yo hablábamos muchas veces y extensamente de nuestros intentos de suicidio, entrando en los detalles, con profundidad”. En el poema le “dice” a su amiga:

“¿Cómo te arrastraste dentro, // bajaste arrastrándote sola / al interior de la muerte que yo deseé tanto y durante tanto tiempo, // la muerte que las dos dijimos que estaba superada, / la que llevábamos en nuestros pechos flacos, // de la que hablábamos tanto cada vez / que nos metíamos tres martinis de más en Boston (...)?”.
 
La composición del libro se demoró a la espera de un final que pusiera una pequeña luz, un rayo de esperanza entre tanta negrura. Así lo explica Linda Gray Sexton: “Durante bastantes meses después de ponerle título, el libro aguardó, inacabado. Necesitaba un toque final, una declaración positiva con la que darle fin”.

Esto llegó en enero de 1966: “En enero del nuevo año ocho nuevos miembros se incorporaron a la familia de los Sexton: Penny, el dálmata que había seguido a Angel, dio a luz una camada de cachorros. Un mes después Anne había incorporado la alegría de su llegada en su poema ‘Vive’, que completaba Vive o muere”, un excelente punto final para un libro emblemático cuyos versos finales dicen: “Prometo amar a más si vienen, / porque a pesar de la crueldad / y los vagones repletos para los hornos, / no soy lo que esperaba. No una Eichmann. / El veneno no funcionó. / Así que no vagaré con mi vestido de hospital, / repitiendo la Misa Negra y todo eso. / Digo Vive, Vive por el sol, / el sueño, el regalo excitante”.
 
Anne Sexton se quitó la vida el 4 de octubre de 1974. Entró en su garaje con su coche, no apagó el motor y se dejó ir entre una nube de humo. Hasta entonces, su aventura poética la había ayudado a sobrellevar sus problemas psicológicos y a construir una sólida obra en el corto plazo de 14 años; desde 1960, cuando publicó To Bedlam and Part Way Back (Al manicomio y casi de vuelta en la versión de José Luis Reina Palazón, traductor en 2013 de la poesía completa de la poeta de Massachusetts en Ediciones Linteo), hasta su muerte, a la que dejó poemas inéditos que fueron publicados posteriormente, por ejemplo, en The Awful Rowing Toward God (El terrible remar hacia Dios), que salió en 1975, un año después de su muerte, y que estaba revisando para su edición cuando tomó la fatal decisión de acabar con su vida.

"QUERER MORIR
 
Me preguntas pero casi nunca puedo recordar.
Yo camino con mi ropa, impoluta de ese viaje.
Luego, el deseo casi innombrable vuelve.
 
Incluso entonces nada tengo contra esta vida.
Conozco bien las briznas de hierba que mencionas,
los muebles que has puesto bajo el sol.
 
Pero los suicidas tienen un lenguaje especial.
Como carpinteros quieren conocer con qué herramientas.
No preguntarán por qué construir.
 
Me he afirmado dos veces con facilidad,
he poseído al enemigo, he comido al enemigo,
he aprendido su arte y su magia.
 
De esta forma, densa y reflexiva,
más caliente que el aceite o el agua,
he descansado, baboseando por la boca de la máscara.
 
No pensaba en mi cuerpo ante la aguja.
Incluso había olvidado la córnea y aquellos restos de orina.
Los suicidas ya han traicionado al cuerpo.
 
Nacidos muertos, no se matan siempre,
pero deslumbrados, no olvidan una droga dulce,
tan dulce que hasta los chiquillos mirarían y sonreirían.
 
¡Toda esta vida escondida en tu lengua! -
eso, se convierte en pasión.
La muerte es un triste hueso; magullado, me diríais
 
y, no obstante, ella me espera, año a año,
para deshacer con sutileza una vieja herida,
para extraer mi aliento de su horrible cárcel.
 
Allí, en equilibrio, los suicidas se encuentran,
arrasando fruta, una luna hinchada,
dejando el pan que equivocaron por un beso,
 
dejando abierto el libro por descuido,
algo no hablado, el teléfono descolgado
y el amor, no importa lo que fuera, una infección".




Artículo publicado originalmente en la sección “Versos para el adiós”, en el número 120 de la revista Adiós Cultural. Se reproduce con autorización. Aprovecho su publicación en Tendencias21 para dar las gracias a Julio Mas Alcaraz y Ben Clark por sus respectivas traducciones de Anne Sexton y mucho más.


Jueves, 27 de Octubre 2016
Javier Gil
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