Atajar Covid-19 es todo un laberinto

Todas las opciones acarrean riesgos


La libertad de movimientos y el confinamiento prolongado no impedirán el progreso del coronavirus. La desescalada generará nuevos contagios y amenaza con otra cuarentena. No es una situación fácil para nadie. Por Héctor Díaz-Alejo (*).


Héctor Díaz-Alejo.
30/04/2020

Imagen de NickyPe en Pixabay
Singapur fue uno de los primeros países en controlar la Covid19.

El gran volumen de personas que viajan entre la ciudad-estado y China hizo que el virus apareciera allí bastante pronto, el 23 de enero.

Un día después empezaron a tomar la temperatura a todas las personas que entraran y salieran de sus terminales.

El número de infectados, no obstante, se incrementó. Este incremento, bajo nuestra perspectiva, podría parecer ridículo, pues tan sólo había 58 casos confirmados 20 días después del primer detectado.

Pero en el pequeño país prefirieron tomar medidas drásticas ante la incertidumbre que suponía este nuevo agente, realizando un control estricto de los confirmados y personas que pudieran haber entrado en contacto con ellos.

Para ilustrarlo: con tan sólo cuatro casos confirmados, mandaron mantener cuarentena a 75 personas, con graves sanciones a quien la incumpliera.

Así, el 2 de marzo, sólo se confirmaron 2 nuevos casos.

Ni siquiera necesitaron confinar el país ni parar actividades comerciales, sólo detectaron el problema tempranamente y actuaron en consecuencia.

Rebrote

Pero a finales de la primera semana de marzo, el virus volvió. Probablemente procedente de Europa o Corea: esta vez no fueron capaces de atajarlo desde el momento cero.

Singapur cuenta con todas las características para poder actuar eficazmente este tipo de eventos: país pequeño, económicamente próspero y un sistema que permite mantener bajo control a toda su población. A pesar de ello, y de nunca haber bajado la guardia, no han logrado evitar un segundo brote que ha resultado más severo.

Los segundos brotes pueden ocurrir y, muy probablemente, ocurrirán. Hasta que no haya un porcentaje considerable de población inmunizada, el virus seguirá prosperando.

En vista de que una vacuna tardará meses o años en ser creada y distribuida a gran escala, la única opción real es que la población se inmunice al haber contraído el virus.

Bajo esta premisa podemos tener dos escenarios extremos: dejar libertad de movimiento o mantener el confinamiento total durante mucho más tiempo.

Libertad de movimiento

El primero sería hacer, como propusieron Reino Unido u Holanda, o como hacen, por ejemplo, en Suecia.

En este país, si bien se han limitado ciertas actividades como reuniones de más de 50 personas, la mayoría de las medidas no pasaron de ser recomendaciones, por otra parte bien cumplidas por los ciudadanos.

La idea general es, nuevamente, que la población se inmunice. Sin cuarentena el virus tiene una mayor tasa de infección, aunque las recomendaciones hagan que no se difunda tan rápidamente.

La población alcanzará mucho antes una situación de inmunidad de rebaño en la que el virus tendrá muy complicado encontrar un nuevo individuo sensible, por lo que acabará controlándose.

Comparando sus resultados con países vecinos, como Noruega o Finlandia, se podría criticar a Suecia: tiene 10 veces más fallecidos. De momento.

Los países que no han seguido el modelo de Suecia probablemente tendrán nuevos brotes, con nuevas cuarentenas.  Ahí es donde, probablemente, las mortalidades se equiparen.

Pero en Suecia también llevaron a cabo una preparación diferente. Montaron hospitales de campaña para poder atender a los enfermos graves cuando aún no habían saturado, ni estaban cerca de saturar, los servicios sanitarios.

A tal nivel, el brote debería ser extremadamente virulento para hacer colapsar sus servicios.

Este es un hecho clave para poder realizar esta estrategia. Si no se cuenta con un número suficiente de camas y profesionales suficientemente preparados para dar un buen servicio, la tasa de mortalidad aumentará mucho.

Los pacientes tendrán una menor vigilancia individual, se seleccionarán quiénes entran y quién no en las pocas UCIs disponibles, los profesionales podrán cometer más errores al estar más agotados física y emocionalmente...

Desgraciadamente, en España tomar estas medidas supondría un acto de gran irresponsabilidad. Al dejar nueva libertad de movimiento, es casi seguro que los hospitales colapsarían otra vez. Si una persona resulta infectada y los hospitales están saturados, las posibilidades de morir aumentan considerablemente. No es justificable.

Larga cuarentena

Otra opción es la diametralmente opuesta: mantener una cuarentena estricta durante un largo tiempo.

Esta medida puede tener dos objetivos: eliminar de manera total el virus en la población o esperar a que exista una vacuna o cura eficaz que pueda ser administrada masivamente. Mientras tanto, la gente debería quedarse en sus hogares para no contagiarse.

Como ya hemos dicho, la vacuna puede tardar años. Y otras soluciones, como las indicadas por el presidente de los EE.UU respecto al uso de desinfectante intravenoso, resultarían bastante más dañinas.

Por otro lado, esperar a que el virus desaparezca completamente puede ser tarea imposible. Lo más probable es que requiriera meses de estricto confinamiento.

Los problemas asociados a ello, sociales, económicos y también sanitarios, tendrían unas consecuencias incluso mayores que dejar al virus circular libremente, tales como sedentarismo, graves problemas psicológicos y la desaparición de los ingresos de muchas familias. La situación se dirigiría hacia un profundo desastre.

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Más soluciones

Pero dentro de los límites de estos dos escenarios hay una miríada de posibles soluciones, donde la salida correcta dependerá según las características de la región afectada.

Lo correcto, en este sentido, debería ser una transición lenta hacia el mundo pre-Covid19, dejando salir y abriendo negocios paulatinamente, pero prestando mucha atención a las cifras de infección.

Conforme el desconfinamiento avance, el virus también se expandirá. Volverán los brotes, pero ahora sabemos más sobre la enfermedad. Con esos brotes deberán venir también nuevas cuarentenas, salvo aumento utópico de los servicios sanitarios.

El objetivo de las nuevas cuarentenas será evitar un nuevo colapso, un nuevo aumento irresponsable de la tasa de mortalidad.

Las características del virus podrían hacerlo algo más llevadero: si la enfermedad resulta estacional, con menor transmisión estival, puede que lleguemos a gozar de un verano con cierta libertad. Pero de darse el caso, casi con total certeza no nos libraremos de nuevas cuarentenas en otoño.

Situación difícil

En vista de esta situación, quienes aboguen por la libertad total, a pesar de la saturación del sistema sanitario, deberán ser conscientes de que con esa medida morirá gente que, de otra manera, se habría salvado.

De la misma forma, si se mantiene un estricto confinamiento mayor del necesario, muchos individuos estarán abocados a desesperación por el encierro o ruina económica.

No es una situación fácil para nadie. Según quién y dónde se lleven a cabo, las medidas variarán. Y, a pesar de todo ello, sólo se sabrá cuál ha sido la mejor medida cuando se vea toda la situación en retrospectiva.

 
(*) Héctor Miguel Díaz-Alejo Guerrero es investigador en el departamento de Producción Animal (Genética) de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid.
 



Héctor Díaz-Alejo.
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