Aquí comienza la travesía: “Carta Blanca”, de Rafael Saravia

El autor leonés hace de exegeta de su tiempo en un poemario publicado por Calambur


“Carta Blanca” (Calambur, 2013), cuarto poemario de Rafael Saravia, proporciona una lectura íntima, ligeramente siniestra, sobre temas universales, como el amor, la muerte o la infancia. El autor lo escribe asentado en su papel de poeta y exegeta de su tiempo; comprometido con la intención de su obra. Consigue así desarrollar una poesía desnuda, que deja ganas de más. Por Ben Clark.




Carta Blanca (Calambur, 2013) es el cuarto poemario del autor andaluleonés Rafael Saravia‎ y, también, el primero en el que el autor parece realmente asentado en su papel de poeta y exegeta de su tiempo.

Si bien títulos previos como Desprovisto de esencias (Renacimiento, 2008) o Llorar lo alegre (Bartleby, 2011) ofrecían muchos poemas de un poeta, maduro ya, que tiene oficio, es Carta Blanca donde encontramos un pensador capaz de escribir el poema desde dentro del poema, desde un ángulo que exige no sólo un grado de concentración inusual, sino también un compromiso con las ideas y sentimientos que el poema, sin importarle su autor, quiere transmitir. Poesía desnuda, en definitiva, que no expuesta.

Si Rafael Saravia fuera americano tendría un físico muy parecido al que tiene pero su libro se llamaría, o podría haberse llamado, Hall Pass.

Un Hall Pass es un papelito firmado por el profesor, una suerte de documento diplomático que le permite a uno caminar sin perjuicio ni aranceles por el pasillo para poder, por ejemplo, ir al servicio o a cualquier otra parte del instituto.

El Hall Pass nos franquea el paso y nos permite ir a lugares en principio prohibidos. Leyendo Carta Blanca y pensando en estos chavales americanos, con sus iPods, animadoras y taquillas llenas de trampas, he pensado que esto es, precisamente, lo que Rafael Saravia hace a lo largo del camino: nos invita a entrar y nos asegura que, si bien es cierto que no habrá resistencia, no será desde luego un viaje fácil; la primera parte del libro, tiene un título que lo deja claro: “Solo”.

Así será nuestra entrada en el largo pasillo de Carta Blanca. Es una lectura íntima, ligeramente siniestra. Los temas universales que preocupan al poeta durante todo el libro se encuentran ya en esta primera parte: la sugerencia del amor (Sólo cabe resguardarse y hacer del vocablo caricia); la muerte (Se va como el calor, hacia el lado contrario del invierno); y el paso del tiempo en el intenso poema 'Tiempo de contar' (Con el tiempo, los moradores del estraperlo acusaron el norte).

En la engañosamente ligera 'Canción del porvenir' encontramos la infancia, retratada con la inquietante y poderosa imagen (el niño siervo del agua en fuga). En esta primera parte también encontramos el texto que, para mi gusto, menos congenia con el resto del libro, 'Coimbra en re menor', donde el poeta parece haber optado por una traducción sentimental del paisaje y de la ciudad que, creo, no casa bien con la distancia poética que ofrecen los otros poemas.

También merecería un comentario el poema 'Sisifo descuidado', un buen poema que ofrece, además, una lectura visual -yo no sé si esto es un poema visual, me tendrán que perdonar- que funciona, sí, pero tampoco sé si casa con el resto. Dos poemas, en cualquier caso, que no está de más leer y que no desmerecen, desde luego, un conjunto por lo demás fuerte, cohesionado y bien estructurado.

Hasta que llegue diciembre

La segunda parte del libro, titulada 'Hasta que llegue diciembre' nos conduce por doce momentos, que podemos interpretar o no como doce meses aunque, parece, todo sucede en un verano, en la vida de una pareja.

Somos testigos de cómo surge el deseo (Una isla y una montaña apareándose,/ contemplando la onda que les une a la provocación mutua) y de la evolución algo tensa de la relación entre la voz poética y su amante (con tu condición de esposa hago mi cadena de lujuria).

Veo ciertas reminiscencias de Anne Sexton en esta segunda parte, una voz fuerte pero algo turbada por la pasión, por un ir y venir entre las olas, por un verano que se nos antoja especialmente caluroso.

La tercera parte del libro, titulada precisamente 'Carta Blanca' es breve pero también la más madura. Tres poemas de corte social donde el poeta, como dijo el maestro, baja del Olimpo sin renunciar a la palabra.

Porque conozco la trayectoria de Rafael Saravia y su intensa vida como editor y gestor cultural, imposible no pensar aquí en poetas que tiene y ha tenido cerca, como amigos y maestros: Mestre, Gamoneda y, por qué no, un poco Gelman: (Confundir el pan con la necesidad/ es como asumir el pecado con la boca abierta).

Es, a mi juicio, lo mejor del libro y estoy particularmente agradecido, como lector, que el poeta dejara estos poemas para el final. Qué mejor que acabar arriba, con ganas de más -porque uno se queda con ganas de más- y volver contento y refrescado a la clase, consumido tu Hall Pass, como una suerte de Ulises adolescente, es decir como un lector, que andaba perdido incluso sin saberlo y que ha recibido, gracias a la generosidad creadora de Rafael Saravia, carta blanca para vivir un poco más.


Miércoles, 2 de Octubre 2013
Ben Clark
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