Ana López-Navajas.
Desde hace siete años, la profesora de lengua y literatura española e investigadora de la Universidad de Valencia, Ana López-Navajas, está creando una base de datos sobre la labor de las mujeres en múltiples disciplinas a lo largo de nuestra historia. Su objetivo final es trasladar los conocimientos de dicha base a los libros de texto de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) en los que, nos cuenta López Navajas en la siguiente entrevista, la presencia de las mujeres es tan ínfima que constituye una falsificación de la realidad.
Este hecho quedó patente en un estudio, también de Ana López, publicado en 2014 bajo el título Las mujeres en los contenidos de la Educación Secundaria Obligatoria. Cofinanciado por el Ministerio de Ciencia e Innovación y el Instituto de la Mujer, el estudio reveló la exclusión de las mujeres en los contenidos académicos de la enseñanza secundaria española: sólo el 7,6% de los referentes culturales y científicos que aparecen en los libros de texto de la ESO son mujeres.
¿Por qué razón? Según nos explica López-Navajas, esto se debe a que, en general, las mujeres no pasan a lo escrito, aunque hayan sido reconocidas escritoras, científicas, músicas, etc. en su momento. “Pero cincuenta años más tarde, han desaparecido de los libros que narran la época, de los libros de historia. Además, su producción cultural, como no se corresponde ni en perspectiva ni en género discursivo al canon androcéntrico, es excluida de las historias; no crea genealogía”, señala.
Pero lo cierto es que “no existe una historia sin mujeres, ni una cultura sin mujeres”; por eso ellas deben llegar a los libros de texto. Así se evitaría el empobrecimiento cultural de todos, la discriminación femenina (“a quien no se le reconocen los logros culturales, difícilmente se le puede conceder valor social”, explica Ana López-Navajas) y el desperdicio de talento, pues se sabe que los estereotipos que promulgan los contenidos educativos afectan al desarrollo profesional y personal de las jóvenes estudiantes.
La base de datos en desarrollo podría estar a disposición del público en dos años, aunque para ello se necesitará “más apoyo por parte de la administración pública, la universidad o la iniciativa privada” reclama la investigadora. Quizá con ella puedan evitarse cifras tan escandalosas como los siguientes: en los libros de ciencia, música e historia de la ESO, solo un 5% de los humanos que aparecen mencionados son mujeres; en los textos de Tecnología la aparición de las mujeres no llega ni al 1%; y en literatura española hasta el XVIII solo aparece una escritora, y en el XX ni poetas ni dramaturgas. Y lo peor de todo, alerta López Navajas, en estos libros “las mujeres pierden peso en la narración de la Contemporaneidad, justamente cuando debían ganar peso, pues es de estas épocas de las que tenemos más datos y mayor conciencia de igualdad”.
¿Han hecho algo relevante las mujeres a lo largo de la historia?, porque poca información tenemos de ello…
Por supuesto, son protagonistas esenciales desde el principio de los tiempos ¿Cómo no van a hacer nada relevante las que han estado siempre codo con codo con los hombres? ¿Nos debemos creer que la mitad de la población no ha hecho nada relevante en el desarrollo histórico o cultural? Es un despropósito. El propio planteamiento –que nos hacemos todo el mundo- resulta tan contra toda lógica (y al mismo tiempo, es tan “natural”), que lo pone en evidencia.
Ellas han participado de forma ininterrumpida y desde el principio de los tiempos en todos los ámbitos de lo humano: en lo cultural, en lo social y en lo histórico. Fueron ellas, por poner un ejemplo, las que desarrollaron técnicas de recolección y cultivo, el cuidado y la crianza, la construcción, la medicina… De perfumistas asirias son las primeras definiciones de los procesos químicos, de la acadia EnhedduAnna, hace 5.000 años, las primeras notaciones astronómicas, que continuaron Aglaonice y las brujas de Tesalia, que predecían eclipses, pasando por Teano y las pitagóricas, Hipatia de Alejandría hasta llegar a Sofía Brahe, la hermana de Tycho, que realizó casi al completo las tablas que, más tarde, utilizaría Kepler. Maria Cunnitz, o Elisabeth Hevelius en el siglo XVII o Caroline Herschel, en el XVIII continúan esta labor, hasta llegar al XIX con Mina Fleming o Annie Jump Cannon, en Harvard o ya en el XX, la gran Cecilia Payne.
Estas genealogías se dan, de una manera u otra, en absolutamente todos los campos del saber y del hacer. Pero no las conocemos y creemos que no existen.
El hecho de que nos lo planteemos indica el grado de distorsión histórica y cultural que tenemos. Lo que consideramos una historia y una cultura universales, no son más que una historia y una cultura de género. Masculino, por supuesto. Completamente parcial. Los hechos considerados relevantes o hitos culturales… todos son de protagonismo masculino. Es una historia y una cultura de hombres, pero que se hace pasar por colectiva, por universal. Este es el engaño cultural en el que vivimos. Y también la pobreza de una cultura que nos hurta referentes. Y hemos naturalizado tanto el hecho de que las mujeres no han hecho nada relevante, que un absurdo de tal calibre nos parece normal. Incluso se puede escuchar “es que ellas no deben haber podido hacer nada, siempre han estado en casa”.
Cuando hay que tener en cuenta un par de cosas. En primer lugar, el ámbito doméstico es un espacio esencial que ha sido ninguneado. El hogar es un centro de producción y reproducción esencial para el desarrollo social. Y en segundo lugar, ellas no han estado solo en la casa, ellas han estado en todas partes, han participado de forma distinta en los acontecimientos históricos y también culturales, con expresiones diferentes en la literatura, en el arte, en la música… pero han estado incluso en la guerra, el ejército o las huestes, la piratería, han gestionado el poder, de forma directa o en la sombra, han hecho avances científicos considerables… Tenemos modelos de mujeres de todo tipo, pero como no las conocemos… pues estos tipos de mujer siempre nos parecen raros, excepciones, que confirman esa visión engañosa de la historia. Una historia donde los hombres parecen los absolutos protagonistas y las mujeres parecen insignificantes. Una historia mentirosa que nos sustrae a todos, mujeres y hombres, obras y hechos esenciales de nuestra memoria colectiva.
Este hecho quedó patente en un estudio, también de Ana López, publicado en 2014 bajo el título Las mujeres en los contenidos de la Educación Secundaria Obligatoria. Cofinanciado por el Ministerio de Ciencia e Innovación y el Instituto de la Mujer, el estudio reveló la exclusión de las mujeres en los contenidos académicos de la enseñanza secundaria española: sólo el 7,6% de los referentes culturales y científicos que aparecen en los libros de texto de la ESO son mujeres.
¿Por qué razón? Según nos explica López-Navajas, esto se debe a que, en general, las mujeres no pasan a lo escrito, aunque hayan sido reconocidas escritoras, científicas, músicas, etc. en su momento. “Pero cincuenta años más tarde, han desaparecido de los libros que narran la época, de los libros de historia. Además, su producción cultural, como no se corresponde ni en perspectiva ni en género discursivo al canon androcéntrico, es excluida de las historias; no crea genealogía”, señala.
Pero lo cierto es que “no existe una historia sin mujeres, ni una cultura sin mujeres”; por eso ellas deben llegar a los libros de texto. Así se evitaría el empobrecimiento cultural de todos, la discriminación femenina (“a quien no se le reconocen los logros culturales, difícilmente se le puede conceder valor social”, explica Ana López-Navajas) y el desperdicio de talento, pues se sabe que los estereotipos que promulgan los contenidos educativos afectan al desarrollo profesional y personal de las jóvenes estudiantes.
La base de datos en desarrollo podría estar a disposición del público en dos años, aunque para ello se necesitará “más apoyo por parte de la administración pública, la universidad o la iniciativa privada” reclama la investigadora. Quizá con ella puedan evitarse cifras tan escandalosas como los siguientes: en los libros de ciencia, música e historia de la ESO, solo un 5% de los humanos que aparecen mencionados son mujeres; en los textos de Tecnología la aparición de las mujeres no llega ni al 1%; y en literatura española hasta el XVIII solo aparece una escritora, y en el XX ni poetas ni dramaturgas. Y lo peor de todo, alerta López Navajas, en estos libros “las mujeres pierden peso en la narración de la Contemporaneidad, justamente cuando debían ganar peso, pues es de estas épocas de las que tenemos más datos y mayor conciencia de igualdad”.
¿Han hecho algo relevante las mujeres a lo largo de la historia?, porque poca información tenemos de ello…
Por supuesto, son protagonistas esenciales desde el principio de los tiempos ¿Cómo no van a hacer nada relevante las que han estado siempre codo con codo con los hombres? ¿Nos debemos creer que la mitad de la población no ha hecho nada relevante en el desarrollo histórico o cultural? Es un despropósito. El propio planteamiento –que nos hacemos todo el mundo- resulta tan contra toda lógica (y al mismo tiempo, es tan “natural”), que lo pone en evidencia.
Ellas han participado de forma ininterrumpida y desde el principio de los tiempos en todos los ámbitos de lo humano: en lo cultural, en lo social y en lo histórico. Fueron ellas, por poner un ejemplo, las que desarrollaron técnicas de recolección y cultivo, el cuidado y la crianza, la construcción, la medicina… De perfumistas asirias son las primeras definiciones de los procesos químicos, de la acadia EnhedduAnna, hace 5.000 años, las primeras notaciones astronómicas, que continuaron Aglaonice y las brujas de Tesalia, que predecían eclipses, pasando por Teano y las pitagóricas, Hipatia de Alejandría hasta llegar a Sofía Brahe, la hermana de Tycho, que realizó casi al completo las tablas que, más tarde, utilizaría Kepler. Maria Cunnitz, o Elisabeth Hevelius en el siglo XVII o Caroline Herschel, en el XVIII continúan esta labor, hasta llegar al XIX con Mina Fleming o Annie Jump Cannon, en Harvard o ya en el XX, la gran Cecilia Payne.
Estas genealogías se dan, de una manera u otra, en absolutamente todos los campos del saber y del hacer. Pero no las conocemos y creemos que no existen.
El hecho de que nos lo planteemos indica el grado de distorsión histórica y cultural que tenemos. Lo que consideramos una historia y una cultura universales, no son más que una historia y una cultura de género. Masculino, por supuesto. Completamente parcial. Los hechos considerados relevantes o hitos culturales… todos son de protagonismo masculino. Es una historia y una cultura de hombres, pero que se hace pasar por colectiva, por universal. Este es el engaño cultural en el que vivimos. Y también la pobreza de una cultura que nos hurta referentes. Y hemos naturalizado tanto el hecho de que las mujeres no han hecho nada relevante, que un absurdo de tal calibre nos parece normal. Incluso se puede escuchar “es que ellas no deben haber podido hacer nada, siempre han estado en casa”.
Cuando hay que tener en cuenta un par de cosas. En primer lugar, el ámbito doméstico es un espacio esencial que ha sido ninguneado. El hogar es un centro de producción y reproducción esencial para el desarrollo social. Y en segundo lugar, ellas no han estado solo en la casa, ellas han estado en todas partes, han participado de forma distinta en los acontecimientos históricos y también culturales, con expresiones diferentes en la literatura, en el arte, en la música… pero han estado incluso en la guerra, el ejército o las huestes, la piratería, han gestionado el poder, de forma directa o en la sombra, han hecho avances científicos considerables… Tenemos modelos de mujeres de todo tipo, pero como no las conocemos… pues estos tipos de mujer siempre nos parecen raros, excepciones, que confirman esa visión engañosa de la historia. Una historia donde los hombres parecen los absolutos protagonistas y las mujeres parecen insignificantes. Una historia mentirosa que nos sustrae a todos, mujeres y hombres, obras y hechos esenciales de nuestra memoria colectiva.
Una mentira que también se refleja en los libros de texto, según su estudio de 2014. ¿De quién es la responsabilidad, de los historiadores, de los editores, de los educadores…?
Es un hecho estudiado que las mujeres no pasan a lo escrito. Son reconocidas en su tiempo: como escritoras o pintoras o creadoras de pensamiento o lo que sea. Pero cincuenta años más tarde, han desaparecido de los libros que narran la época, de los libros de historia. Además, su producción cultural, como no se corresponde ni en perspectiva ni en género discursivo, al canon androcéntrico, es excluida de las historias. No crea genealogía.
Los libros de texto son deudores de esas historias canónicas masculinas, por tanto, en ellos no aparecen las mujeres. El hecho de que no ser consideradas como sujetos históricos y culturales está en la raíz de esta exclusión. El estudio que hemos realizado se muestra contundente, con un 7,6% de apariciones femeninas en los contenidos escolares (las mujeres son mencionadas 1.266 veces, frente a las 15.319 veces en que son mencionados los varones). Esto pone en evidencia, entre otras cosas, la violenta exclusión de las mujeres de lo que consideramos el conocimiento legítimo, el de los manuales. El que llega a toda la ciudadanía.
¿Responsabilidad? Podríamos decir que es de la cultura patriarcal, que ha primado los hechos masculinos y despreciado los femeninos y ha hecho de una historia parcial un referente universal. Y todas y todos compartimos esa cultura. Como ya hemos dicho, no se ha considerado a las mujeres como sujeto histórico.
Pero sí que es importante que asumamos todos nuestra parte de responsabilidad para enderezar el entuerto: los historiadores, ellos y ellas, deben esforzarse para rehacer el relato de la historia, su periodización y sus espacios; y las historias, tanto del arte, como de la ciencia y la tecnología, de la música o de la cultura. Se deben incorporar todas las aportaciones femeninas que, años de estudios han sacado a la luz y cambian el sentido de la cultura.
Afectan a hechos fundacionales de la ciencia o la cultura. No contar con ellas ya no es posible. No existe una historia sin mujeres ni una cultura sin mujeres. Los editores, por su parte, deberían cuidar especialmente el material escolar.
Cuando, en los objetivos y fines de la LOMCE y anterior LOE se indica la obligación de “aprender las referencias culturales básicas”, estas no se pueden transmitir sin contar con las producción cultural femenina; o cuando se establece la obligación de “educar en igualdad de oportunidades”, está claro que no pueden ser iguales aquellos que se ven protagonistas de la historia (los hombres) y aquellas (las mujeres) que parecen no haber hecho nada relevante. Unos valen más que otras. En definitiva, los manuales deberían cumplir con estos fines, algo que ahora no hacen.
Además, sería deseable que se editara obra femenina de todos los tiempos. Se encuentra poca: ni libros de escritoras -barrocas o ilustradas o románticas o de otras épocas-; ni música y partituras de autoría femenina para ponerlas a disposición de orquestas, bandas o agrupaciones. Ni la divulgación de obra gráfica de pintoras.
Hay algunas iniciativas, como la de Mujeres Pintoras, donde encontramos cientos y cientos de pintoras de toda época o la de escritoras.com, donde también encontramos algunas de las numerosísimas escritoras en español.
Pero a la industria editorial le falta bucear entre las escritoras, donde encontraría auténticas joyas, como, por ejemplo, la inquietante prosa de Luisa de Carvajal y Mendoza o las delirantes obras de la dramaturga barroca Feliciana Enríquez de Guzmán, como Las tres gracias mohosas, que el Teatro del Velador, de Juan Dolores Caballero, ha representado por media España.
Y finalmente los educadores, con formación. Revisando los contenidos que imparten en la ESO. Y en los másteres de secundaria, incidiendo en la parte específica de cada materia, donde deberían incluirse el enfoque y las mujeres que faltan en cada área. La formación del profesorado y la revisión de los contenidos académicos es esencial para este cambio.
¿Qué consecuencias tiene este borrado general del papel de las mujeres en los libros de texto para las nuevas generaciones?
Muchas, malas y en varios aspectos. Por un lado, en el cultural (hay una omisión de referentes culturales que empobrecen a todos); también en el social (ellas quedan discriminadas), y en el educativo (un sistema que educa para las desigualdades, justo aquello que debería combatir). Pero existen dos especialmente importantes.
Para las mujeres, omitir y excluir todo el saber que ellas han producido a lo largo de la historia es nefasto: a quien no se le reconocen los logros culturales, difícilmente se le puede conceder valor social. Por eso las chicas salen de la educación obligatoria –una educación donde se les ha enseñado que ellos son los protagonistas y ellas son insignificantes- en una situación de secundariedad social que marca su identidad personal y el (menor) desarrollo social que pueden alcanzar. Esta vulnerabilidad con la que salen de la educación alimenta un abanico de discriminaciones que van desde la violencia de género hasta el techo de cristal.
Ya salen con menos posibilidades que ellos (no han tenido modelos y les ha quedado muy claro a todos que ellas valen menos).
Pero, para todos, la exclusión de la producción cultural de autoría femenina y del protagonismo femenino significa que se nos sustrae -insisto, a todos- buena parte de nuestro acervo cultural. Hay una transmisión cultural deficiente que nos empobrece a todos, no solo a las mujeres.
Y lo peor es que ocurre desde el sistema educativo, el que alcanza a toda la ciudadanía por su carácter obligatorio, justo aquel que crea las referencias culturales que después todos compartimos. Así que nos encontramos con un sistema educativo pervertido, que en estos momentos se encuentra al servicio de las desigualdades y que nos sustrae buena parte de nuestro bagaje cultural. Una grave carencia que es urgente subsanar.
Vayamos al sector científico y tecnológico. Especialistas como Steve Wozniak, cofundador de Apple, o Flora de Pablo, profesora de investigación del CSIC, consideran que la escasez de mujeres en el mundo tecnológico es algo “cultural”, y que los estereotipos siguen condicionando la carrera científica de las mujeres. Supongo que el déficit de referentes femeninos en los libros de texto agrava este problema…
Sí, desde luego. Los datos de nuestro estudio lo confirman. Esto sucede en España y en el resto de países europeos también. Las ciencias están fuertemente masculinizadas. No aparecen apenas científicas. El sesgo es especialmente grave en Tecnología e Informática, una asignatura que presenta los peores datos entre todas las asignaturas, en relación a la presencia de mujeres. Esta es una de las carencias más graves del temario. En esta asignatura, las mujeres no llegan a ser ni el 1% de los personajes.
Esta ausencia transmite claramente el mensaje de que mujeres y tecnologías o ciencias están completamente disociadas. Lo que resulta una falsedad. Para ello solo tenemos que comprobar la cantidad de científicas no solo que hay a día de hoy, sino que ha habido a lo largo de la historia, desde la más remota antigüedad. Pero esta falsedad se impone y parece que las ciencias no sean para ellas. La negación de precedentes científicos para ellas, el que las jóvenes no puedan conocer esa tradición, las aleja de una elección de este tipo. No se conocen modelos de mujeres científicas, así que ellas ¿cómo pueden serlo? Está difícil, la verdad, como no cambiemos. Estamos desperdiciando talento a espuertas. Y no solo en el caso de las ciencias.
Es un hecho estudiado que las mujeres no pasan a lo escrito. Son reconocidas en su tiempo: como escritoras o pintoras o creadoras de pensamiento o lo que sea. Pero cincuenta años más tarde, han desaparecido de los libros que narran la época, de los libros de historia. Además, su producción cultural, como no se corresponde ni en perspectiva ni en género discursivo, al canon androcéntrico, es excluida de las historias. No crea genealogía.
Los libros de texto son deudores de esas historias canónicas masculinas, por tanto, en ellos no aparecen las mujeres. El hecho de que no ser consideradas como sujetos históricos y culturales está en la raíz de esta exclusión. El estudio que hemos realizado se muestra contundente, con un 7,6% de apariciones femeninas en los contenidos escolares (las mujeres son mencionadas 1.266 veces, frente a las 15.319 veces en que son mencionados los varones). Esto pone en evidencia, entre otras cosas, la violenta exclusión de las mujeres de lo que consideramos el conocimiento legítimo, el de los manuales. El que llega a toda la ciudadanía.
¿Responsabilidad? Podríamos decir que es de la cultura patriarcal, que ha primado los hechos masculinos y despreciado los femeninos y ha hecho de una historia parcial un referente universal. Y todas y todos compartimos esa cultura. Como ya hemos dicho, no se ha considerado a las mujeres como sujeto histórico.
Pero sí que es importante que asumamos todos nuestra parte de responsabilidad para enderezar el entuerto: los historiadores, ellos y ellas, deben esforzarse para rehacer el relato de la historia, su periodización y sus espacios; y las historias, tanto del arte, como de la ciencia y la tecnología, de la música o de la cultura. Se deben incorporar todas las aportaciones femeninas que, años de estudios han sacado a la luz y cambian el sentido de la cultura.
Afectan a hechos fundacionales de la ciencia o la cultura. No contar con ellas ya no es posible. No existe una historia sin mujeres ni una cultura sin mujeres. Los editores, por su parte, deberían cuidar especialmente el material escolar.
Cuando, en los objetivos y fines de la LOMCE y anterior LOE se indica la obligación de “aprender las referencias culturales básicas”, estas no se pueden transmitir sin contar con las producción cultural femenina; o cuando se establece la obligación de “educar en igualdad de oportunidades”, está claro que no pueden ser iguales aquellos que se ven protagonistas de la historia (los hombres) y aquellas (las mujeres) que parecen no haber hecho nada relevante. Unos valen más que otras. En definitiva, los manuales deberían cumplir con estos fines, algo que ahora no hacen.
Además, sería deseable que se editara obra femenina de todos los tiempos. Se encuentra poca: ni libros de escritoras -barrocas o ilustradas o románticas o de otras épocas-; ni música y partituras de autoría femenina para ponerlas a disposición de orquestas, bandas o agrupaciones. Ni la divulgación de obra gráfica de pintoras.
Hay algunas iniciativas, como la de Mujeres Pintoras, donde encontramos cientos y cientos de pintoras de toda época o la de escritoras.com, donde también encontramos algunas de las numerosísimas escritoras en español.
Pero a la industria editorial le falta bucear entre las escritoras, donde encontraría auténticas joyas, como, por ejemplo, la inquietante prosa de Luisa de Carvajal y Mendoza o las delirantes obras de la dramaturga barroca Feliciana Enríquez de Guzmán, como Las tres gracias mohosas, que el Teatro del Velador, de Juan Dolores Caballero, ha representado por media España.
Y finalmente los educadores, con formación. Revisando los contenidos que imparten en la ESO. Y en los másteres de secundaria, incidiendo en la parte específica de cada materia, donde deberían incluirse el enfoque y las mujeres que faltan en cada área. La formación del profesorado y la revisión de los contenidos académicos es esencial para este cambio.
¿Qué consecuencias tiene este borrado general del papel de las mujeres en los libros de texto para las nuevas generaciones?
Muchas, malas y en varios aspectos. Por un lado, en el cultural (hay una omisión de referentes culturales que empobrecen a todos); también en el social (ellas quedan discriminadas), y en el educativo (un sistema que educa para las desigualdades, justo aquello que debería combatir). Pero existen dos especialmente importantes.
Para las mujeres, omitir y excluir todo el saber que ellas han producido a lo largo de la historia es nefasto: a quien no se le reconocen los logros culturales, difícilmente se le puede conceder valor social. Por eso las chicas salen de la educación obligatoria –una educación donde se les ha enseñado que ellos son los protagonistas y ellas son insignificantes- en una situación de secundariedad social que marca su identidad personal y el (menor) desarrollo social que pueden alcanzar. Esta vulnerabilidad con la que salen de la educación alimenta un abanico de discriminaciones que van desde la violencia de género hasta el techo de cristal.
Ya salen con menos posibilidades que ellos (no han tenido modelos y les ha quedado muy claro a todos que ellas valen menos).
Pero, para todos, la exclusión de la producción cultural de autoría femenina y del protagonismo femenino significa que se nos sustrae -insisto, a todos- buena parte de nuestro acervo cultural. Hay una transmisión cultural deficiente que nos empobrece a todos, no solo a las mujeres.
Y lo peor es que ocurre desde el sistema educativo, el que alcanza a toda la ciudadanía por su carácter obligatorio, justo aquel que crea las referencias culturales que después todos compartimos. Así que nos encontramos con un sistema educativo pervertido, que en estos momentos se encuentra al servicio de las desigualdades y que nos sustrae buena parte de nuestro bagaje cultural. Una grave carencia que es urgente subsanar.
Vayamos al sector científico y tecnológico. Especialistas como Steve Wozniak, cofundador de Apple, o Flora de Pablo, profesora de investigación del CSIC, consideran que la escasez de mujeres en el mundo tecnológico es algo “cultural”, y que los estereotipos siguen condicionando la carrera científica de las mujeres. Supongo que el déficit de referentes femeninos en los libros de texto agrava este problema…
Sí, desde luego. Los datos de nuestro estudio lo confirman. Esto sucede en España y en el resto de países europeos también. Las ciencias están fuertemente masculinizadas. No aparecen apenas científicas. El sesgo es especialmente grave en Tecnología e Informática, una asignatura que presenta los peores datos entre todas las asignaturas, en relación a la presencia de mujeres. Esta es una de las carencias más graves del temario. En esta asignatura, las mujeres no llegan a ser ni el 1% de los personajes.
Esta ausencia transmite claramente el mensaje de que mujeres y tecnologías o ciencias están completamente disociadas. Lo que resulta una falsedad. Para ello solo tenemos que comprobar la cantidad de científicas no solo que hay a día de hoy, sino que ha habido a lo largo de la historia, desde la más remota antigüedad. Pero esta falsedad se impone y parece que las ciencias no sean para ellas. La negación de precedentes científicos para ellas, el que las jóvenes no puedan conocer esa tradición, las aleja de una elección de este tipo. No se conocen modelos de mujeres científicas, así que ellas ¿cómo pueden serlo? Está difícil, la verdad, como no cambiemos. Estamos desperdiciando talento a espuertas. Y no solo en el caso de las ciencias.
Retrato imaginario de Hipatia, en un detalle de La escuela de Atenas (1509-1510) de Rafael Sanzio. Fuente: Wikimedia Commons.
¿Qué representatividad tienen las mujeres en el resto de las asignaturas de los libros de texto de la ESO?
En ciencias aparecen un 5% de mujeres, frente al 95% de hombres. Los libros destacan, sobre todo, por su falta de científicas, físicas y matemáticas (¡con tantas y tan importantes como ha habido!, desde Teano en el siglo VI a. C., con el número áureo, hasta Emmy Noether, en los siglos XIX y XX, con los teoremas de Noether). Pero es que en Tecnología no llegan ni al 1%. Como vemos, este es un terreno de predominancia masculina absoluta y una de las carencias más marcadas del temario. Aunque no el único, puesto que a otras materias importantes les pasa lo mismo: Historia, con un 5% de representatividad femenina, representa otro de los desastres. ¿Una historia con un 95% de los personajes hombres? Desde luego es para plantearse qué historia estamos contando.
Y las literaturas no son menos, con un canon literario completamente androcéntrico. Con decir que en la literatura española hasta el XVIII solo aparece una escritora o que en el siglo XX no aparecen ni poetas ni dramaturgas, vemos a lo que nos referimos. Música, con un 6% y Plástica, con un 5% son otras de las muestras de la omisión de las artistas y su producción, de la tradición cultural que divulgamos desde la ESO.
El saber y la producción de las mujeres están completamente excluidos de estos contenidos escolares esenciales, que al llegar a toda la ciudadanía crean el entramado cultural que compartimos todos.
Los mejores datos los ofrece Inglés –con un 29%-. Es la asignatura más cercana a una presencia femenina más normalizada. Pero debemos decir que son las actrices y celebridades las que ocupan buena parte de los contenidos en Inglés. La variedad de modelos femeninos sigue siendo muy baja.
Debemos destacar, además, dos datos muy significativos: en primer lugar, a medida que los contenidos ganan en amplitud y profundidad, la presencia de las mujeres es menor: las apariciones de mujeres en los manuales de 3º y 4º ESO es del 7%, frente al 9% de la primera etapa, de 1º y 2º ESO.
En segundo lugar, cuando se estudia la época contemporánea en historia, literatura, música o arte, encontramos menos mujeres que en otras épocas. Es decir, encontramos algo tan preocupante como que las mujeres pierden peso en la narración de la Contemporaneidad, justamente cunado debían ganar peso, pues es de estas épocas de donde tenemos más datos y mayor conciencia de igualdad. Pues ya ves.
En el siglo XIV, Christine de Pizan , considerada la primera escritora profesional, recoge en La ciudad de las damas un compendio de nombres de mujeres importantes para la historia. ¿Será necesario un nuevo compendio para que se comience a reconocer a las mujeres, y los libros de texto se hagan eco de sus logros?
La verdad es que los compendios ya están hechos. Existen numerosos estudios realizados (desde Plutarco, en el siglo I d.C., que en su Mulierum virtutes, modelo de la obra de Christine de Pizan, reivindica que la virtud es la misma en mujeres y hombres) que no solo han desvelado la existencia de multitud de mujeres y de sus obras a lo largo de la historia, han recuperado autorías y han establecido genealogías, sino que además han reconocido la importancia social, cultural y económica de los quehaceres femeninos en al ámbito doméstico. Así que eso ya está, pero hace falta más para que las mujeres sean incluidas en los libros de texto: Hace falta cambiar el enfoque que se tiene de todas las materias.
No solo se trata de incluir a las mujeres (tanto individualidades, que son importantes porque actúan como modelos de referencia, como el colectivo), sino de cambiar además las nociones de ciencias y humanidades. La periodización y la categorización en la historia, la importancia de los espacios, de los temas y de los distintos géneros que han cultivado las mujeres en literatura, ciencia, arte y música. Se trata de poner el foco sobre la creación femenina y no en comparación con la masculina, sino en relación a su propia creación.
Por ejemplo, las ciencias, para las mujeres, siempre han tenido un enfoque más práctico, del que no queda constancia en los manuales; los géneros cultivados por las mujeres son catalogados como “menores” (¿por qué?); su arte es considerada artesanía, algo que no se corresponde con la calidad de lo ejecutado sino con el formato; y su música ha sido menos considerada por haber estado más desarrollada en ámbitos semipúblicos -como los salones- que en ámbitos más públicos, como los escenarios. Bueno, y un sinfín de casos más. En definitiva, para cambiar los libros de textos habría que empezar a considerar a las mujeres sujetos históricos y culturales.
Actualmente, usted y sus colaboradores están desarrollando una base de datos sobre la labor de las mujeres en numerosas disciplinas, a lo largo de la historia. ¿Tienen como objetivo llegar al profesorado y a las editoriales que editan libros de texto?
Efectivamente, ese el objetivo de la base que estamos construyendo. Si se cambian los libros de texto de la educación obligatoria, se cambian los referentes culturales de la ciudadanía, hasta ahora unos referentes empobrecedores y androcéntricos. Estamos trabajando en ella desde hace siete años, a partir de un proyecto de investigación que realizamos en la Universitat de València.
La base está organizada por materias, cursos y bloques temáticos normativos y se ha determinado una metodología de inclusión. Es importante no hacer apartes del tipo “Las escritoras en el Romanticismo”. Mujeres y hombres han estado en una misma época histórica, pero sus respuestas, como sus circunstancias, han sido variadas. De todas ellas hay que dejar constancia.
La base contiene biografías de las autoras, actividades donde ellas están mencionadas en el enunciado e indicaciones para adecuar el enfoque. Además tiene las obras originales. Todas esta cosas siempre están dispuestas a partir de las variables de curso, materia y bloque.
Por ejemplo, una profesora de matemáticas está en 4º de ESO y necesita ejercicios para algún tema de álgebra o números. Sencillamente, selecciona curso, bloque y materia, y aparecen una serie de actividades de ecuaciones o lo que sea donde estén mencionadas matemáticas que hayan trabajado en ello, coge la que mejor le viene, y la incorpora al aula. Si una profesora de Plástica busca, para 3º, óleos, acuarelas o retratos, tiene toda una serie de obra visual femenina para elegir. Por eso, resulta también adecuado para realizar libros de texto, uno de nuestros principales objetivos.
De hecho, ya se ha editado uno de música, en español y en valenciano, Musicaliès, de 2º de ESO, de la editorial Bromera, cuya autora, Laura Capsir, es la especialista del equipo en el área de la Música. En su manual músicos y músicas constituyen un referente para el alumnado. En esa línea queremos continuar. El material de la base puede utilizarse también para revisar los relatos de la historia del arte, la literatura o la música.
¿Cuándo calculan que estará a disposición pública?
Seguramente –esperemos- en un par de años, pero tenemos problemas con la financiación de la parte técnica. Necesitamos una informática o un informático. Está muy desarrollada la parte de los contenidos de materias, lo hemos ido haciendo con proyectos de innovación educativa de la Generalitat Valenciana y Grupos de Trabajo del profesorado de medias y universidad.
Pero la parte técnica presenta más problemas que nos gustaría poder tener resueltos, porque hay mucho trabajo que no se puede poner a disposición pública por esta cuestión, y se está perdiendo. Es una pena. Con lo que se ha trabajado se pueden establecer las líneas para una primera revisión de la historia cultural, se puede utilizar como referente para esa revisión. Más apoyo por parte de la administración pública, la universidad o la iniciativa privada nos permitiría acabarla y ponerla a disposición de las editoriales para la creación de material didáctico y de todas y todos los docentes.
¿Han hecho ustedes un cálculo de cuántas mujeres han logrado importantes avances a la sombra, de cuántos hombres se han apropiado del trabajo realizado por mujeres?
No, no lo hemos hecho porque es una historia muy triste. Lo ves todo el tiempo a lo largo de la historia: Trotula de Salerno, en el XII, cuya tratado ginecológico Trotula Maior -el libro más veces reproducido de la Edad Media- los hombres fueron troceando y reapropiándoselo; la Tintoretta, en el XVII; Lise Meitner, en el XX, a quien Otto Han usurpó el Nobel… Uf, hay muchas. Pero es lo que decía antes, felizmente se han ido recuperando autorías, creaciones, peripecias vitales… Y ese saber de las mujeres que estaba en la sombra, poco a poco deja de estarlo. Ahora bien, debemos tener en cuenta que mientras no las conozcamos, mientras ellas permanezcan olvidadas, nuestra cultura será irremediablemente más pobre.
Supongo que su sueño es que, algún día, la historia escrita en los libros de texto sea una historia conjunta, de hombres y mujeres…
En eso estamos. A ver si deja de ser un sueño y pasa a ser una realidad. Que no es tan difícil. Es ponerse. Se trata, para empezar, de hacer buenos libros de texto, y de comenzar a publicar historias compartidas, bien hechas; y no de género masculino y tramposas, como hasta ahora.
En ciencias aparecen un 5% de mujeres, frente al 95% de hombres. Los libros destacan, sobre todo, por su falta de científicas, físicas y matemáticas (¡con tantas y tan importantes como ha habido!, desde Teano en el siglo VI a. C., con el número áureo, hasta Emmy Noether, en los siglos XIX y XX, con los teoremas de Noether). Pero es que en Tecnología no llegan ni al 1%. Como vemos, este es un terreno de predominancia masculina absoluta y una de las carencias más marcadas del temario. Aunque no el único, puesto que a otras materias importantes les pasa lo mismo: Historia, con un 5% de representatividad femenina, representa otro de los desastres. ¿Una historia con un 95% de los personajes hombres? Desde luego es para plantearse qué historia estamos contando.
Y las literaturas no son menos, con un canon literario completamente androcéntrico. Con decir que en la literatura española hasta el XVIII solo aparece una escritora o que en el siglo XX no aparecen ni poetas ni dramaturgas, vemos a lo que nos referimos. Música, con un 6% y Plástica, con un 5% son otras de las muestras de la omisión de las artistas y su producción, de la tradición cultural que divulgamos desde la ESO.
El saber y la producción de las mujeres están completamente excluidos de estos contenidos escolares esenciales, que al llegar a toda la ciudadanía crean el entramado cultural que compartimos todos.
Los mejores datos los ofrece Inglés –con un 29%-. Es la asignatura más cercana a una presencia femenina más normalizada. Pero debemos decir que son las actrices y celebridades las que ocupan buena parte de los contenidos en Inglés. La variedad de modelos femeninos sigue siendo muy baja.
Debemos destacar, además, dos datos muy significativos: en primer lugar, a medida que los contenidos ganan en amplitud y profundidad, la presencia de las mujeres es menor: las apariciones de mujeres en los manuales de 3º y 4º ESO es del 7%, frente al 9% de la primera etapa, de 1º y 2º ESO.
En segundo lugar, cuando se estudia la época contemporánea en historia, literatura, música o arte, encontramos menos mujeres que en otras épocas. Es decir, encontramos algo tan preocupante como que las mujeres pierden peso en la narración de la Contemporaneidad, justamente cunado debían ganar peso, pues es de estas épocas de donde tenemos más datos y mayor conciencia de igualdad. Pues ya ves.
En el siglo XIV, Christine de Pizan , considerada la primera escritora profesional, recoge en La ciudad de las damas un compendio de nombres de mujeres importantes para la historia. ¿Será necesario un nuevo compendio para que se comience a reconocer a las mujeres, y los libros de texto se hagan eco de sus logros?
La verdad es que los compendios ya están hechos. Existen numerosos estudios realizados (desde Plutarco, en el siglo I d.C., que en su Mulierum virtutes, modelo de la obra de Christine de Pizan, reivindica que la virtud es la misma en mujeres y hombres) que no solo han desvelado la existencia de multitud de mujeres y de sus obras a lo largo de la historia, han recuperado autorías y han establecido genealogías, sino que además han reconocido la importancia social, cultural y económica de los quehaceres femeninos en al ámbito doméstico. Así que eso ya está, pero hace falta más para que las mujeres sean incluidas en los libros de texto: Hace falta cambiar el enfoque que se tiene de todas las materias.
No solo se trata de incluir a las mujeres (tanto individualidades, que son importantes porque actúan como modelos de referencia, como el colectivo), sino de cambiar además las nociones de ciencias y humanidades. La periodización y la categorización en la historia, la importancia de los espacios, de los temas y de los distintos géneros que han cultivado las mujeres en literatura, ciencia, arte y música. Se trata de poner el foco sobre la creación femenina y no en comparación con la masculina, sino en relación a su propia creación.
Por ejemplo, las ciencias, para las mujeres, siempre han tenido un enfoque más práctico, del que no queda constancia en los manuales; los géneros cultivados por las mujeres son catalogados como “menores” (¿por qué?); su arte es considerada artesanía, algo que no se corresponde con la calidad de lo ejecutado sino con el formato; y su música ha sido menos considerada por haber estado más desarrollada en ámbitos semipúblicos -como los salones- que en ámbitos más públicos, como los escenarios. Bueno, y un sinfín de casos más. En definitiva, para cambiar los libros de textos habría que empezar a considerar a las mujeres sujetos históricos y culturales.
Actualmente, usted y sus colaboradores están desarrollando una base de datos sobre la labor de las mujeres en numerosas disciplinas, a lo largo de la historia. ¿Tienen como objetivo llegar al profesorado y a las editoriales que editan libros de texto?
Efectivamente, ese el objetivo de la base que estamos construyendo. Si se cambian los libros de texto de la educación obligatoria, se cambian los referentes culturales de la ciudadanía, hasta ahora unos referentes empobrecedores y androcéntricos. Estamos trabajando en ella desde hace siete años, a partir de un proyecto de investigación que realizamos en la Universitat de València.
La base está organizada por materias, cursos y bloques temáticos normativos y se ha determinado una metodología de inclusión. Es importante no hacer apartes del tipo “Las escritoras en el Romanticismo”. Mujeres y hombres han estado en una misma época histórica, pero sus respuestas, como sus circunstancias, han sido variadas. De todas ellas hay que dejar constancia.
La base contiene biografías de las autoras, actividades donde ellas están mencionadas en el enunciado e indicaciones para adecuar el enfoque. Además tiene las obras originales. Todas esta cosas siempre están dispuestas a partir de las variables de curso, materia y bloque.
Por ejemplo, una profesora de matemáticas está en 4º de ESO y necesita ejercicios para algún tema de álgebra o números. Sencillamente, selecciona curso, bloque y materia, y aparecen una serie de actividades de ecuaciones o lo que sea donde estén mencionadas matemáticas que hayan trabajado en ello, coge la que mejor le viene, y la incorpora al aula. Si una profesora de Plástica busca, para 3º, óleos, acuarelas o retratos, tiene toda una serie de obra visual femenina para elegir. Por eso, resulta también adecuado para realizar libros de texto, uno de nuestros principales objetivos.
De hecho, ya se ha editado uno de música, en español y en valenciano, Musicaliès, de 2º de ESO, de la editorial Bromera, cuya autora, Laura Capsir, es la especialista del equipo en el área de la Música. En su manual músicos y músicas constituyen un referente para el alumnado. En esa línea queremos continuar. El material de la base puede utilizarse también para revisar los relatos de la historia del arte, la literatura o la música.
¿Cuándo calculan que estará a disposición pública?
Seguramente –esperemos- en un par de años, pero tenemos problemas con la financiación de la parte técnica. Necesitamos una informática o un informático. Está muy desarrollada la parte de los contenidos de materias, lo hemos ido haciendo con proyectos de innovación educativa de la Generalitat Valenciana y Grupos de Trabajo del profesorado de medias y universidad.
Pero la parte técnica presenta más problemas que nos gustaría poder tener resueltos, porque hay mucho trabajo que no se puede poner a disposición pública por esta cuestión, y se está perdiendo. Es una pena. Con lo que se ha trabajado se pueden establecer las líneas para una primera revisión de la historia cultural, se puede utilizar como referente para esa revisión. Más apoyo por parte de la administración pública, la universidad o la iniciativa privada nos permitiría acabarla y ponerla a disposición de las editoriales para la creación de material didáctico y de todas y todos los docentes.
¿Han hecho ustedes un cálculo de cuántas mujeres han logrado importantes avances a la sombra, de cuántos hombres se han apropiado del trabajo realizado por mujeres?
No, no lo hemos hecho porque es una historia muy triste. Lo ves todo el tiempo a lo largo de la historia: Trotula de Salerno, en el XII, cuya tratado ginecológico Trotula Maior -el libro más veces reproducido de la Edad Media- los hombres fueron troceando y reapropiándoselo; la Tintoretta, en el XVII; Lise Meitner, en el XX, a quien Otto Han usurpó el Nobel… Uf, hay muchas. Pero es lo que decía antes, felizmente se han ido recuperando autorías, creaciones, peripecias vitales… Y ese saber de las mujeres que estaba en la sombra, poco a poco deja de estarlo. Ahora bien, debemos tener en cuenta que mientras no las conozcamos, mientras ellas permanezcan olvidadas, nuestra cultura será irremediablemente más pobre.
Supongo que su sueño es que, algún día, la historia escrita en los libros de texto sea una historia conjunta, de hombres y mujeres…
En eso estamos. A ver si deja de ser un sueño y pasa a ser una realidad. Que no es tan difícil. Es ponerse. Se trata, para empezar, de hacer buenos libros de texto, y de comenzar a publicar historias compartidas, bien hechas; y no de género masculino y tramposas, como hasta ahora.