El candidato a la presidencia Ron Paul se ha referido en un comunicado, difundido con motivo de la fiesta nacional del 4 de julio, a la necesidad de que Estados Unidos recupere el espíritu de su independencia. Dice que es la única forma de que el país deje de parecerse a la Inglaterra de Jorge III, de la que Estados Unidos se independizó en 1776. Se trata de una acusación que cuestiona la legitimidad del sistema actual para ocupar el papel que tuvo entonces la corona británica y no deja de constituir una señal de advertencia respecto al estado de la nación norteamericana bajo la presidencia de George Bush. El diario británico The Independent, que habla a su vez de una implosión de la presidencia Bush, aporta un dato significativo para el modelo norteamericano: el 74% de los ciudadanos se manifiesta pesimista sobre el futuro del país, lo que desvela que sólo un puñado de irreductibles es partidario del actual estado de cosas en Estados Unidos. Nunca desde Truman en los años 50 un presidente norteamericano ha sido tan detestado, destaca el diario británico. En el fondo, se trata del fin de la hegemonía americana proclamada en 2002, tras los atentados del 11S, según la “antimoderna” francesa Dedefensa, lo que ha convertido esta efemérides nacional en un acontecimiento global. Quizás sea el preludio de una nueva etapa en la historia de Estados Unidos, más audaz y menos guerrera.