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Método terceroEstamos sumergidos en la descripción del modo de belleza que esmalta el nivel 1, el de las realidades infrapersonales. Y, de pronto, algunos científicos alzan la vista y nos instan a subir de golpe al nivel 4, el de las realidades religiosas.
El orden del universo nos eleva al nivel 4
La ciencia moderna, instaurada por Galileo y Newton, salió decidida en busca de las leyes que rigen el orden del universo. Advertir que el mundo no es caótico, procede con orden y mantiene su estabilidad durante siglos inspira a los investigadores un sentimiento de «profunda reverencia y de humildad mental frente a la grandeza de la razón encarnada en la existencia». «Ahora bien ‒advierte Albert Einstein‒, esta actitud, a mi modo ver, es una actitud religiosa en el más alto sentido de la palabra», pues «justamente los hombres a quienes la ciencia debe sus logros más significativamente creativos fueron individuos impregnados de la convicción auténticamente religiosa de que este universo es algo perfecto y susceptible de ser conocido por medio del esfuerzo humano de comprensión racional. De no haber estado dotada esta convicción de una fuerte carga emocional, y de no haber estado inspirados en su búsqueda por el amor dei intellectualis de Spinoza, difícilmente habrían podido dedicarse a su tarea con esa infatigable devoción, única que permite al hombre llegar a las más encumbradas metas» (1). En esta línea, Max Planck ‒fundador de la mecánica cuántica‒ advierte que el gran Johannes Kepler mantuvo su investigación científica a través de mil avatares gracias a su «fe profunda en la existencia de un plan definido detrás de la creación entera» (2). Esta idea la expuso también Werner Heisenberg de forma muy bella en varios pasajes de sus obras (3). Análisis de la belleza en el mundo infrapersonal. Método terceroAl ahondar, con admirable agudeza, en los últimos secretos de la materia y en las posibilidades expresivas del lenguaje matemático, los científicos actuales nos están abriendo vías insospechadas para la comprensión lúcida del fecundo nexo entre ciencia y belleza. Afortunadamente, algunos de los más destacados científicos conocen por experiencia el arte musical, que dispone nuestro espíritu para conseguir la flexibilidad y la agudeza que caracterizan la «mirada profunda». Las características de esta forma profunda de contemplar la realidad produjo un cambio en el estilo de pensar.
Formas de belleza características de los cuatro niveles positivos
Comencemos por el nivel 1 Cuando nos asomamos a los hallazgos últimos de la Astrofísica y la Física de las partículas elementales, sentimos en principio una especie de zozobra intelectual, pues nos parece entrar en un mundo evanescente, incapaz de ampararnos. No bien nos acomodamos a esta nueva concepción de la realidad, observamos con asombro que nos hemos introducido en un nuevo modo de pensar, de ver y expresarnos, y la vida humana nos presenta un aspecto grandioso. Lo describe de este modo sencillo y conmovedor, a la vez, el físico canadiense Henri Prat: «Si hacemos una vez el esfuerzo de reflexionar sobre la verdadera complejidad del espacio que nos rodea, y del que formamos parte; si hemos comprendido que en él debemos incluir no sólo las tranquilizantes dimensiones euclidianas, sino el tiempo y la energía en sus múltiples formas, los campos de fuerza, la materia, la información, etc., no podemos ya sentirnos nunca más “como antes”: confortablemente asentados (...) sobre un suelo inmóvil, al hilo de un tiempo que transcurre plácidamente. Comprendemos que, en realidad, estamos inmersos en un torbellino de energía, de materia y de vida en ebullición, sobre una nave espacial gigantesca (el planeta tierra), lanzada velocísimamente por el Universo; que no somos sino partículas ínfimas y muy relativamente autónomas de este espacio multidimensional. (...) En esto consiste el gran salto actual hacia lo desconocido: el paso brutal del pequeño acerbo de conocimientos estables y bien etiquetados de nuestros abuelos a la cegadora explosión de la ciencia contemporánea; a la adquisición de fuerzas prodigiosas, de un dominio ilimitado de la naturaleza, de la apertura al espacio cósmico. Con todo lo que esto implica de magníficas posibilidades, pero también de riesgos de catástrofes si, en el gran cerebro del “mono desnudo”, la ingeniosidad prevalece sobre la inteligencia, la violencia sobre la armonía y el odio sobre el amor». Es impresionante pensar que, en el fondo, todas las realidades terrestres venimos a ser un torbellino de energías estructuradas, que cabalgamos sobre una enorme bola de energía que gira en torno a otra mucho más voluminosa, en la cual la fusión atómica produce altísimas temperaturas, y gira, a su vez, en torno a otros astros, formando parte de la multitud de sistemas intervinculados que se extienden por espacios de amplitud inimaginable... En virtud del modo de ser del universo estudiado hasta sus últimos reductos, la investigación física actual nos lleva a un cambio de mentalidad, de estilo de pensar. El modo de pensar “cosista” u “objetivista” no puede dar razón de los nuevos descubrimientos. La investigación física actual no ve la realidad como una especie de inmensa caja china, dentro de la cual se hallan cajas cada vez más pequeñas. Las más diminutas serían los átomos, y dentro de ellos las últimas partículas a las que se tiene hoy acceso. La física de las partículas elementales no interpreta éstas como cuerpos pequeñísimos, sino como “eventos”, acontecimientos, algo que aparece y se desvanece en tiempos mínimos. Un protón y un electrón no ocupan espacio, no son cosas permanentes, son centros de eficiencia o de acción transespaciales, inmateriales, inintuibles. «Las partículas elementales ‒escribe Werner Heisenberg‒ son más bien un mundo de tendencias o posibilidades que un mundo de cosas y de hechos». Relación, armonía y belleza Al relacionarse esas energías primarias entre sí, dan lugar a las diversas formas de realidad física. «(...) La materia ‒advierte H. Prat‒ no es más que energía “dotada de forma”, informada; es energía que ha adquirido una estructura. La destrucción parcial de esta estructura desencadena torrentes de energía hasta entonces tenida en reserva sabiamente en los pequeños edificios, más o menos estables, que son los átomos». Una estructura es un conjunto ordenado de relaciones. Una relación es el ingrediente mínimo de una estructura. Lo expone así el físico y filósofo alemán Wolfgang Strobl: «Los conceptos de relación (...) y de estructura (...) vienen a figurar, cada vez más, en el primer lugar y rango de las categorías científicas. Se impone la primacía de la totalidad e integración mutua sobre sus constituyentes». «(...) Todas las “cualidades” que adscribe la física a las partículas elementales ‒masa, niveles energéticos, estados cuánticos, carga eléctrica, carga nucleónica o número barónico, “spin” e “isospin”, paridad...‒ son conceptos relativos, o mejor: relacionales». Estas admirables interrelaciones y estructuras las estudia la ciencia, con el ineludible medio del lenguaje matemático. La armonía interna de la realidad y el ajuste admirable de las estructuras de la realidad y las de la mente humana que elaboró las estructuras matemáticas son fuente de muy honda belleza. Lo expresa así el astrofísico y filósofo Manuel Carreira: «Una teoría científica para que sea verdadera debe ser bella, es decir, ordenada, armónica. Lo que busca el científico en el universo es orden y armonía, y eso se traduce en belleza» Método terceroEn las exposiciones anteriores hemos visto que le belleza es un tema complejo, sumamente rico y difícil de definir, que implica delimitar. Más que marcar sus límites, hemos de adentrarnos en su campo de acción y mostrar algunas de sus características más destacadas. Hoy nos corresponde indicar tres aspectos o vertientes desde las cuales se intentó explicar el origen de la belleza: la vertiente de la armonía, la de la expresión, la de la trascendencia.
Tres criterios para explicar el origen de la belleza
a) El criterio de la armonía. Acabamos de observar que los griegos se inclinaron a pensar que la belleza surge como fruto de la armonía ‒suscitada, a su vez, por la proporción y la medida o mesura‒, fenómeno admirable que se manifiesta y concreta en varias categorías o conceptos básicos ‒repetición, simetría, contraste… ‒, que florecen en un modo singular de luminositas o esplendor. Este criterio de la armonía, el orden, la luz inspiró la orientación estética de Occidente ‒Santos Padres, Edad Media, Renacimiento…‒ hasta nuestros días. El caso del arquitecto Le Corbusier es bien expresivo. b) El criterio de la expresión. Sin romper con el criterio clásico de la armonía, a lo largo del tiempo se aplicó el criterio de la expresión. Dominado por la angustia al descubrir que su sordera era total e incurable, el joven Beethoven compuso con ardor febril un Cuarteto para cuerdas. Tras el estreno en Viena, Mozart se le acercó y, tras felicitarle por su gran talento, le indicó que esta obra mostraba los sentimientos de forma demasiado descarnada. Beethoven le indicó que «la música debe expresar la vida humana». Mozart asintió, pero añadió: «Con tal de rendir el debido culto a la diosa Belleza». Beethoven se mostró dubitativo, y Mozart, acercándose a él, añadió: «Oye de nuevo el final de mi Don Giovanni, y verás lo que quiero decir». En el decisivo pasaje de la cena, Mozart muestra la implacable catástrofe del triunfante Don Juan ‒representante del nivel 1‒, que no resiste la confrontación con las exigencias éticas de los niveles 2 y 3, y las religiosas del nivel 4, representadas todas ellas en la figura del Comendador. Método tercero
El blog anterior terminaba mi exposición con este párrafo:
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Editado por
Alfonso López Quintás
Alfonso López Quintás realizó estudios de filología, filosofía y música en Salamanca, Madrid, Múnich y Viena. Es doctor en filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y catedrático emérito de filosofía de dicho centro; miembro de número de la Real Academia Española de Ciencias Morales y Políticas –desde 1986-, de L´Académie Internationale de l´art (Suiza) y la International Society of Philosophie (Armenia); cofundador del Seminario Xavier Zubiri (Madrid); desde 1970 a 1975, profesor extraordinario de Filosofía en la Universidad Comillas (Madrid). De 1983 a 1993 fue miembro del Comité Director de la FISP (Fédération Internationale des Societés de Philosophie), organizadora de los congresos mundiales de Filosofía. Impartió numerosos cursos y conferencias en centros culturales de España, Francia, Italia, Portugal, México, Argentina, Brasil, Perú, Chile y Puerto Rico. Ha difundido en el mundo hispánico la obra de su maestro Romano Guardini, a través de cuatro obras y numerosos estudios críticos. Es promotor del proyecto formativo internacional Escuela de Pensamiento y Creatividad (Madrid), orientado a convertir la literatura y el arte –sobre todo la música- en una fuente de formación humana; destacar la grandeza de la vida ética bien orientada; convertir a los profesores en formadores; preparar auténticos líderes culturales; liberar a las mentes de las falacias de la manipulación. Para difundir este método formativo, 1) se fundó en la universidad Anáhuac (México) la “Cátedra de creatividad y valores Alfonso López Quintás”, y, en la universidad de Sao Paulo (Brasil), el “Núcleo de pensamento e criatividade”; se organizaron centros de difusión y grupos de trabajo en España e Iberoamérica, y se están impartiendo –desde 2006- tres cursos on line que otorgan el título de “Experto universitario en creatividad y valores”.
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